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Opinión

Julio Dávila Cárdenas

Hoy, 17 de diciembre de 2020, cuando me siento a escribir este artículo, se están cumpliendo 190 años de la muerte de Simón Bolívar y esto me trae a la memoria algo, que en alguna oportunidad escribió Gabriel García Márquez sobre lo que El Libertador le había dicho a Luis Palacios: “Vámonos volando que aquí no nos quiere nadie”.

No sé si lo dijo cuando estaba en San Pedro Alejandrino, en su lecho de muerte, pero de no haber sido así, era algo que perfectamente lo habría podido haber dicho en esos momentos, porque allí hubiera podido cavilar sobre lo que había sido su vida llena de gloria y encontrarse ya en su despedida, solo, sin poder y abandonado por muchos de quienes le adulaban. Sin embargo, sabía que no había perdido la gloria y prefirió abandonar el poder a cambio de no ser recordado como un tirano.

Suele suceder con harta frecuencia que aquellos que se acostumbran a disfrutar del poder, se aferran a continuar ejerciéndolo cuando ya han perdido el afecto de sus gobernados y eso, casi siempre conduce a que su salida en lugar de ser honorable, puede ser violenta, sumamente violenta.

Pareciera que estos individuos pierden el sentido de la realidad y únicamente escuchan a los adulantes que le dicen lo que quieren escuchar. Los ejemplos de la historia son muchos y entre ellos cabe recordar a Mussolini, Ceacescu, Gadafi, Hussein y al propio Hitler.

Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco y luego lo ciegan para perderlo. Algo semejante reza un antiguo proverbio griego que mi buen y recordado amigo, Moisés Hirsch solía mencionar.

Los dioses tratan de perder a aquellos afectados por el síndrome de Hybris, que es el que sufren quienes en lugar de practicar la prudencia, actúan con desmesura. Por lo general es el de quienes creen que lo saben todo y proceden sin orden ni concierto, logrando con ello continuos desaciertos.

Lo peor es cuando lo sufren quienes detentan poder, ya que conduce a la ruina no solo de sus gobernados, sino de los servicios públicos, como salud, transporte, comunicaciones, educación, industrias y; si se trata de un país que cuenta con abundante petróleo, agua, hierro, oro y otros minerales, toman decisiones que terminan por acabar con quienes lo producen o distribuyen y logran su oscuro propósito de arruinar al país y a sus habitantes.

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María Antonia Sánchez-Vallejo

Especular con uno de los recursos más escasos del mundo, capaz de generar guerras, extrañas alianzas geoestratégicas o legiones de refugiados ambientales cuando falta, y también cuando llueve de más. O garantizar su buen uso mediante una adecuada gestión y la oportuna satisfacción de las necesidades de sectores tan dispares como la agricultura, la industria o el planeamiento urbanístico. Esta parece ser la disyuntiva que se abre ante la inclusión del agua, ese bien tan preciado —solo el 2,5% del planeta es agua dulce—, como nueva commodity (productos o bienes básicos) en el mercado de futuros, como el oro o el trigo. Es decir, el H₂O como nuevo valor bursátil. Factor vertebrador, por exceso o defecto, de numerosos episodios del calentamiento climático, como los pavorosos incendios de California, el agua se someterá desde ahora a una gestión regida por la lógica del mercado que para muchos es invitación a la especulación y para otros, la única garantía de preservación cuando escasea. El anuncio no ha dejado indiferente a nadie, de economistas a organizaciones medioambientales.

El líquido elemento comenzó a cotizar la semana pasada en el mercado de futuros de materias primas de Wall Street debido a su escasez, según el índice Nasdaq Veles California Water (NQH2O), que se creó en 2018. Dicho indicador se basa en los precios de los futuros del agua en el Estado de California (oeste de EE UU), que el día 7 cotizaba a unos 486,53 dólares (cerca de 397 euros) por acre pie, una medida equivalente a 1.233 metros cúbicos. Es decir, 40 centavos, casi medio dólar, por metro cúbico, una cantidad desorbitada en comparación con los 0,02 céntimos de euro que pagan los regantes del valle del Ebro.

Más que el volumen del agua, el índice NQH2O regulará los derechos de uso. De hecho, está basado en los precios de las principales cuencas fluviales de California, donde la escasez ha aumentado hasta multiplicar el precio del metro cúbico por dos en el último año y donde se había ido avanzando en formas precursoras de un mercado formal que ahora da el definitivo paso hasta el parqué. A partir de la experiencia del oeste de Estados Unidos, este valor podrá ser usado como referente para el resto del mundo en los mercados del agua. El país norteamericano es el segundo consumidor mundial tras China; el crecimiento demográfico y el desarrollo económico acelerado explican también su escasez y su carestía.

El índice NQH2O se anuncia como una herramienta innovadora y pionera —es la primera de su tipo— para el suministro con fines agrícolas, comerciales o municipales. “Con cerca de dos tercios de la población mundial expuesta a escasez de agua en 2025, su falta representa un riesgo creciente para empresas y comunidades alrededor del mundo, y muy en especial para el mercado del agua de California, que supone unos 1.100 millones de dólares”, declaró Tim McCourt, responsable de CME, el mercado de derivados más diverso del mundo, cuando se presentó el índice. De hecho, el 75% del agua que se consume hoy en California, el Estado que más agua consume del país, se usa para irrigar los nueve millones de acres de cosechas existentes. El porcentaje es similar al de España.

CME impulsa, junto con Nasdaq, la iniciativa. “Desarrollar herramientas de gestión de riesgos que aborden las crecientes preocupaciones medioambientales es cada vez más importante para CME. Este nuevo e innovador contrato del agua se basa en la colaboración con Nasdaq, así como en nuestra probada experiencia de 175 años asesorando en la reducción de riesgos en commodities esenciales en mercados diversos, como la agricultura, la energía y los metales”, señaló McCourt. Para Nasdaq, la iniciativa obedece a “un intento de proporcionar mayor transparencia en la gestión de un importante recurso natural”, según Laurent Dillard, vicepresidenta ejecutiva de la compañía, citada por el portal MarketWatch.

Inquietud en organizaciones medioambientales

Si uno de los objetivos del mercado de futuros es minimizar en lo posible la volatilidad de materias primas expuestas a imponderables (una sequía, un incendio o cualquier catástrofe natural), y amarrar su precio a unos límites previsibles, el del agua se prevé que pueda contribuir a reducir los conflictos derivados de su distribución, pues supuestamente se habrá pactado un precio antes de cualquier contingencia negativa que pudiera encarecerla, de la sobreexplotación industrial o agrícola a cualquier incidencia climática.

Pero poner el acento en su escasez inquieta a organizaciones medioambientales. “La actividad de los hedge funds [fondos de alto riesgo] que apuestan por la escasez del agua es peligrosa. La especulación no tiene cabida en la gestión responsable del agua, un derecho humano básico y un recurso natural fundamental que debe ser un fideicomiso público para todos. Hemos visto en casos graves de contaminación cómo los mecanismos del mercado transfieren el daño a las áreas de bajos ingresos y las comunidades de color, y los beneficios, a las corporaciones y las zonas ricas”, explica Mary Grant, directora de la campaña Agua para Todos de la organización Food & Water Watch, con sede en Washington. En EE UU el precedente es claro: el escándalo del agua contaminada en Flint (Michigan), por el suministro de agua barata con altos niveles de plomo a una población mayoritariamente negra. “Cuando los inversores controlan el agua, la gente inevitablemente sufre. La financiarización del agua es una amenaza para este derecho humano fundamental”.

El relator especial de la ONU para el Agua, Pedro Arrojo, profesor emérito de Análisis Económico, sostiene que es importante no confundir valor y precio: no vale lo mismo el mínimo necesario para vivir con dignidad que la usada para llenar una piscina. “Desde mi punto de vista, y desde el punto de vista de la ONU, el agua no puede considerarse una simple mercancía y, por ello, en 2010 se reconoció el agua y el saneamiento como derechos humanos”, explica por correo electrónico. “Si fruto de maniobras especulativas subiera de forma desmedida el petróleo y tuviéramos dificultades para llenar el depósito, sería un problema, pero podremos desplazarnos a pie o en transporte público; pero si nos falta el agua, simplemente no podremos vivir. Por eso el petróleo no es un derecho humano y el agua sí. Lo importante del agua no es su materialidad, H₂O, sino para qué la usamos”.

La grave crisis alimentaria global de 2008, tras constituirse los mercados de futuros de productos alimentarios en un refugio seguro a raíz del estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera, es un precedente a tener en cuenta en el caso del agua. “Se estima que los grandes bancos invirtieron unos 320.000 millones de dólares en tiempo récord en estos mercados, alimentando un desmedido crecimiento de precios, cuyo fin nada tenía que ver con mejorar la eficiencia en el sector ni desde luego mejorar la accesibilidad de los alimentos para sectores empobrecidos. En concreto, el trigo quintuplicó en pocos meses su precio. En apenas tres años el precio medio de la alimentación en el mundo se incrementó de media un 80% y del orden de 250 millones de personas engrosaron las filas del hambre”, recuerda Arrojo. ¿Podría pasar ahora con el agua? “La entrada del agua como simple materia prima en los mercados de futuros incrementa y cataliza los riesgos de que operen mecanismos especulativos a gran escala. Si queremos tener una referencia, no tenemos más que analizar lo que pasó en 2008 con los productos alimentarios”.

De la guerra del agua de Cochabamba (Bolivia) a los megalómanos proyectos de China o Turquía para embalsarla, pasando por su privatización en Chile (con una consecuencia directa: el 1% de los titulares posee el 80% de la destinada al consumo), hay cientos de ejemplos de contenciosos ligados al acceso al agua. Con el H₂O como nuevo valor bursátil, el campo de batalla se desplaza al parqué.

20 de diciembre 2020

El País

https://elpais.com/economia/2020-12-19/la-batalla-por-el-agua-ahora-se-l...

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Fernando Mires

¿El pensamiento es determinado por la fe o la fe es determinada por el pensamiento? Las dos vías son posibles de transitar. En el primer caso estamos pensando de modo teológico. En el segundo, de modo filosófico. Los que no somos teólogos de profesión, ni tampoco hombres de fe, tendemos a elegir la segunda vía: no pensar de acuerdo al dictado de la fe. No obstante, cuando digo, “pensando de modo filosófico”, no afirmo que ese pensamiento está reservado sólo a los filósofos de profesión.

Así como no solo los cantantes cantan – casi todos lo hacemos bajo la ducha - no solo los filósofos filosofan. Filosofar es pensar, preguntarnos sobre el por qué y no solo sobre el para qué de las cosas. Lo hacemos en los momentos menos esperados: al contemplar una obra de arte, o mirando como la niebla empaña el vidrio de la ventana, por ejemplo. Porque pensar es ponernos en comunicación con un espacio situado más allá del deber-ser cotidiano. Filosofar, por su lado, es pensar sobre lo que no sabemos y todo no-saber nos sitúa frente a un abismo. Por eso pensar es peligroso (Kant). Para pensar, hay que atreverse a pensar. No todos lo hacen.

Estamos cerca de la Navidad, días que suponemos meditativos. Estamos conmemorado el nacimiento de Jesús, Dios hecho hombre. Un hijo del hombre, como se refería Jesús a sí mismo con suma insistencia. Sin embargo, el ser al que vino Jesús a guiar estaba y está preocupado por cosas muy distintas al más allá. Los que venden en vender, los que compran en comprar. Eso en sí no tiene nada de malo. Tanto el comercio como la política surgieron allí donde no había más que guerra. El comercio pacificó las costumbres, introdujo formas de cortesía, dulcificó el trato social (Montesquieu) Pero como escuché decir a un comentarista en la televisión, el 25-D debería ser declarado el día de Mercurio, dios del comercio según la mitología romana y no el día del aparecimiento de Dios hecho hombre.

Dios hecho hombre. ¿Qué significa? Siguiendo a Joseph Ratzinger, no se trata de que Jesús hubiese sido mitad hombre mitad Dios. Significa que era pleno Dios. Dios en un humano. Hijo del hombre e hijo de Dios a la vez. Tampoco un médium entre Dios y los hombres. Pero sí una intervención de Dios en el hijo de un hombre, un humano entre los humanos. Dios actuando y hablando a escala humana. En ese sentido, solo en ese, podemos entender por qué Dios ungió (eligió) al hijo de María y José para que con su palabra, repito, con su palabra, nos diera a conocer a Dios a través de su persona.

La palabra hablada, no escrita, era el medio de Jesús-Dios. Una palabra que está primero y antes que nada. O para decirlo con el Evangelio de Juan “En el principio estaba la palabra y la palabra estaba con Dios (1:1) (……) “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros” (1:14)

Esa palabra, de acuerdo al legado judío, nos la dio Dios para que conociéramos a Dios. Palabra que es el Logos, la lógica, el conocimiento, el pensar. Eso es lo que quiere decir Juan: sin la palabra no podríamos acceder al pensamiento y el pensamiento no podría acceder al espíritu y el espíritu no podría acceder a Dios. La palabra es la llave del cielo. De un cielo que no solo está arriba, sino en todas partes.

Pensar en Jesús es pensar en Dios a partir del Jesús hombre. Dios hecho materia humana, y como tal, limitada en su propia expresión divina. ¿Jesús como la palabra humana de Dios? Sí así lo aceptamos, Jesús es, efectivamente, hijo de Dios. Él habla en nombre del Padre, es el enviado del Padre y a la vez es el Padre. ¿Como entender esa trinidad que a la vez es una unidad, base del misterio de la Trinidad cristiana? Quizás del modo más sencillo: pensando, como Jesús, a escala humana. Valga en este caso la analogía con los padres y con los hijos de la biología humana.

En el padre biológico está la potencia del hijo antes de que el padre lo mande a vivir a la tierra desde la oscuridad del vientre materno. A la inversa, el hijo será, quiera o no, la continuación biológica del padre (incluye a la madre). Cuando el padre (o la madre) muere, continúa viviendo en el hijo y así sucesivamente. Sin embargo, la dualidad que antecede a la trinidad cristiana (padre-hijo) no solo es biológica, es además espiritual y por eso es trinitaria. En ese sentido, nos dice el cristianismo, somos todos, al igual que Jesús, hijos de Dios. El Padre en modo cristiano sería así el padre de todos los padres del universo. El origen de toda filiación, el comienzo y el final de la Creación. Dicho ahora en sentido filosófico y no religioso, el padre es el Ser Total y el hijo un Estar del Ser Total en el mundo. ¿Y el espíritu? El espíritu es el pensamiento que encadena al Ser con el Estar, espíritu que aparece cuando el Estar se pone en comunicación con el Ser. Dicho ahora en términos trinitarios, el Padre es la ascendencia, el Hijo la descendencia y el Espíritu (santo) el nexo, la suma y la síntesis de todas las ascendencias y de todas las descendencias.

Para terminar con la idea soltemos un pensamiento que para las personas religiosas puede sonar como herejía: el Hijo del Hombre nos trajo una buena noticia. La noticia es que no es necesario esperar al Mesías, al Cristo. El Mesías – si pensamos con Mateo y Juan - es solo una posibilidad del Ser, cuando a través del pensamiento convertido en espíritu buscamos la presencia de Dios (el Ser total y absoluto) en la verdad parcial y simple de las cosas.

Nunca accederemos a la totalidad infinita, es cierto. Pero a la vez siempre tendremos la posibilidad de comunicarnos con lo que Es y no solo con lo que Está. Un Ser que nunca veremos en sí mismo, pero que se encuentra en la verdad, no solo de lo que vemos, sino también de lo que no vemos. Para decirlo con ejemplos: Nadie ve la milésima parte del átomo, pero esa parte existe: es. Nadie conoce los universos del espacio infinito, pero existen: son. Nadie ha visto ni verá a Dios en persona, pero al mismo tiempo lo vemos a cada momento en sus representaciones, sean humanas o no.

En ese rayo de luz que en medio del invierno asoma a través de la ventana mientras escribo estas palabras, está Dios. Desde el momento en que así lo veo y – muy importante: lo nombro – aparece Dios hecho invierno y luz. Y en ese momento, cuando yo, un pobre hijo del hombre, así lo piensa, me he convertido en el mesías (guía) de mi propio ser.

Todos al recibirlo somos en Cristo, dijo Pablo, inventor del cristianismo (Gálatas 3: 26-28). Pero solo somos en Él cuando en Él pensamos, hemos de agregar, presumiendo que al decir esto seguimos la heterodoxia del Cristo. Al fin y al cabo, Jesús - judío irreverente - no era cristiano. Era el Hijo del Hombre. Y por eso, Hijo de Dios.

18 de diciembre 2020

Polis

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Vladimiro Mujica

La traducción al inglés de ‘pesadilla’ es “nightmare”, un vocablo compuesto, casi poético, formado por las palabras night + mare. Un “mare” es una entidad maliciosa en el folklore germánico y escandinavo que cabalga en el pecho de la gente mientras duermen. A pesar del uso de la palabra cabalgar en esta descripción, no hay ninguna relación entre la “mare” de las pesadillas y la acepción moderna de la palabra “mare” en inglés que se traduce como yegua. La palabra pesadilla en español tiene un origen menos esotérico y, según el DRAE, es el diminutivo de la palabra “pesada” en una de sus acepciones en desuso: ensueño angustioso y tenaz.

En uno de mis sitios web favoritos para la búsqueda de información médica, el de la Clínica Mayo, me encuentro con lo siguiente sobre la palabra parasomnia: Los médicos se refieren al trastorno de pesadillas como «parasomnia», un tipo de trastorno del sueño que implica experiencias indeseables que ocurren al dormirse, durante el sueño o al despertar. Por lo general, las pesadillas ocurren durante la fase del sueño conocida como «movimiento ocular rápido» (sueño desincronizado). No se conoce la causa exacta de las pesadillas.

Sigo meditando sobre las pesadillas y recuerdo vagamente de mis tiempos de bachillerato, que en la mitología griega, Fobétor (del griego phobétor: “el que da miedo”) era uno de los oniros, los hijos de Hipnos, que personificaban los sueños. Fobétor aparecía en los sueños en forma de serpiente, pájaro o cualquier otro animal. Mientras su hermano Morfeo servía como mensajero de los sueños, él era el portador de las pesadillas y, ocasionalmente, solía representar sueños proféticos. De modo que Fobétor es, en cierto modo, un análogo del mares germánico.

Esta larga introducción sobre las pesadillas está indudablemente asociada con mi reflexiones sobre Venezuela y lo que nos está tocando atravesar como nación. Por un lado está la pesadilla interminable que acosa al pueblo venezolano desde la llegada de Chávez al poder, hace ya más de dos décadas. Bajo la máscara de una revolución popular que se suponía iba a corregir los legados de pobreza y corrupción de la mal llamada IV República, el régimen ha transformado a nuestro país en el más pobre del continente después de Haití, una tierra insomne donde se tortura y reprime a mansalva, como han terminado por reconocerlo tanto la ONU, como la OEA y la Corte Penal Internacional.

El último capítulo de la parasomnia nacional es el horrífico espectáculo de los náufragos de Güiria, más de 20 venezolanos, entre ellos varios niños, perecidos en el mar, tratando de huir de un país que se les había tornado invivible. Con todas las connotaciones que el término tiene, el régimen de Maduro es el gobierno del mal, inteligente, astuto y atroz para imponer su dominio sobre la población a través del hambre y el miedo.

Pero, al cataclismo del régimen del mal, se le une la pesadilla de una resistencia incapaz de unificarse y de actuar con una estrategia bien definida para enfrentarse al enemigo jurado del pueblo venezolano. Es difícil no indignarse frente al espectáculo de una hidra de varias cabezas que intenta desesperadamente tenderse zancadillas y morderse una a otra mientras los verdugos de Venezuela celebran su última trapisonda, el fraude del 6D para acabar con el último reducto de democracia, la AN.

Por supuesto que es necesario reconocer que Guaidó y el gobierno interino han mantenido una actuación digna y valiente en defender la soberanía del pueblo, que se expresó en la reciente Consulta Popular. Pero luego de cumplirse esa jornada épica, donde los principales actores fueron los millones de venezolanos, en Venezuela y en la diáspora, que se expresaron contra viento y marea, contra la represión, en medio de la pandemia y enfrentados a todas las trampas físicas y cibernéticas del régimen, ahora nos encontramos, nuevamente, en las arenas movedizas de la incertidumbre.

Por increíble que parezca, es de sectores de la propia oposición de donde surgen algunas de las más graves dudas y cuestionamientos sobre el carácter vinculante de la Consulta Popular y sobre quiénes son los destinatarios del mandato del soberano.

Cuando deberíamos estar evaluando cómo se emplean los resultados de la Consulta Popular para enviar un mensaje claro a todos los países democráticos del mundo, cuando el liderazgo de la resistencia debería estar construyendo una estrategia de reunificación de las fuerzas opositoras al régimen que pueda hablarle a todo el país, incluyendo al chavismo disidente, en fin, cuando deberíamos no solamente celebrar la participación popular como un acto de desafío cívico y ciudadano al régimen, nos encontramos sumidos en nuestras propias inconsistencias, en nuestros propios egoísmos, en nuestra propias agendas personales y políticas.

A espaldas del pueblo y su sufrimiento, se sigue haciendo la pregunta: ¿para quién es el mandato de la Consulta Popular? La respuesta es evidente e ignorada al mismo tiempo. El mandato del soberano es, en primera medida, para que el usurpador cese en su tropelía contra la Constitución. Lo es también para todos los poderes legalmente constituidos, es decir, la AN y todos los organismos nombrados por esta, lo que incluye predominantemente al presidente encargado Juan Guaidó. Y, por último, el mandato popular debe ser obedecido por cualquier sector de la nación, civil y militar, que se sienta convocado a la lucha por el restablecimiento de la Constitución, violentado por la acción del régimen.

¿Qué es lo que no está claro en el mandato del soberano? ¿Cómo se pretende llevarle nuestro caso al presidente electo de los Estados Unidos —nuestro principal aliado, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca— si no hay claridad sobre la permanencia de la AN y el gobierno interino hasta que pueda haber una convocatoria a elecciones presidenciales y parlamentarias libres?

Los venezolanos no podemos inventar un nuevo liderazgo político. Tenemos la gente que tenemos y no les falta valor ni inteligencia. No ganamos absolutamente nada desacreditándonos entre nosotros mismos. Pero la sociedad civil, la ciudadanía de Venezuela se ha ganado el derecho de exigir a la dirigencia política que se reencuentre, que cesen las disputas estériles y prematuras por un poder inexistente. Que cese la disputa por una botella vacía.

La travesía de Fobétor por Venezuela nos ha resultado dura y difícil, pero como en todos los casos médicos de parasomnia, nuestra conducta durante el día contribuye a abrirle la puerta a las pesadillas en la noche. Hace 22 años, el pueblo venezolano, en medio de una equivocación fatal, le abrió las puertas del poder al régimen del mal, a su propio lado oscuro de resentimiento. Ese, nuestro error histórico primigenio que llevó a Chávez a Miraflores, lo estamos todavía pagando con sangre y sufrimiento.

Pero si ahora no logramos salir de Maduro y su régimen, a pesar de que cuenta con más del 80% de rechazo, como se evidenció en el fraude del 6D, es en buena medida por nuestra propia inhabilidad para ponernos de acuerdo.

¿Cómo le podemos pedir en buena conciencia a todo el mundo democrático que nos ayude cuando nosotros nos rehusamos a ayudarnos a nosotros mismos? Ayúdate, que yo te ayudaré, reza el proverbio bíblico, contra el régimen del mal y contra las tretas de Fobétor.

Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG

Diciembre 18, 2020

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Ismael Pérez Vigil

El tema de la semana obviamente es el análisis de los resultados de la Consulta Popular (CP) del 12 de diciembre que creo que nos sorprendió a todos por la magnitud de las cifras; al menos yo así lo reconozco, pues me temía un fracaso estrepitoso. El análisis de los resultados de la CP se ha convertido en un problema político, para unos, y emocional, para otros. Cualquier excusa o acontecimiento, importante o no, sirve para desviarnos de su análisis y perdernos en un mar de elucubraciones.

Pero para hacer el análisis del significado de ese acto es necesario poner las cifras en perspectiva y despejar algunas dudas.

De acuerdo al primer boletín del Comité Organizador, el 87% de las actas escrutadas arroja un total de más de 6 millones 500 participantes, 3,2 millones en Venezuela, 844 mil en el exterior y 2,4 millones por medios digitales. Eso significa, que una vez que concluya el conteo de todas las actas, la cifra podrá sobrepasar los 7 millones de participantes; una cifra similar, quizás ligeramente superior a la alcanzada en el evento similar del 16 de julio de 2017 y un millón y medio de participantes más que en el irrito proceso electoral del 6 de diciembre, aunque no son eventos comparables.

En cuanto al proceso digital, a pesar de las fallas de los dos primeros días, no tengo dudas que en los cuatro restantes se pudo haber alcanzado la cifra de 2,6 millones. Las dudas más importantes se han suscitado por el retraso en dar las cifras definitivas y por la cantidad de participantes en el proceso presencial. Veamos un resumen de ese proceso, según lo relatan algunos de los encargados de los Puntos de Recolección, y quizás eso ayude a disipar las dudas:

- Se dispusieron 7033 Puntos de Recolección, algunos de ellos tenían hasta 5 mesas.

- Al llegar un participante a la mesa del Punto de Recolección, se identificaba con su C.I, donde se verificaba la fecha de Nacimiento, llenaba sus datos en un Cuaderno de Recolección (Número de CI, Nombre y Firma) y se le entregaba una planilla para que la rellenara con su decisión, la cual depositaba en una urna.

- Finalizado el día se contaban las decisiones consignadas en las planillas rellenadas por los participantes, se hacía un acta y una imagen de esa acta, junto con la trascripción de los datos de los Cuadernos de Recolección, se enviaba a un Centro, donde se cotejaban con la base de datos de cedulados y se verificaban los errores y duplicaciones.

Como se puede apreciar por la rapidez del proceso de recolección de la voluntad de los participantes, no había dificultad en recoger la cantidad de participaciones presenciales que el Comité Organizador ha informado. Sin embargo, la mayor demora y dificultad está en la transcripción de la información y especialmente su transmisión al centro donde se totalizaba.

Imaginemos ahora a un voluntario o activista que fue un promotor itinerante por 5 días con su teléfono celular inteligente, para que la gente participara, que el sexto día fue miembro en un punto de recolección y que al final, todavía debía guardar saldo para poder cerrar el proceso y enviar la imagen de su acta física y transmitir todos los números y cédulas de su cuaderno físico, que podían llegar a ser hasta 500 participantes por punto de recolección, para que estos pudieran ser verificados y cotejados con la información digital para depurar errores y duplicados. Si no se lograba la comunicación, había que llevar hasta algún punto, la planilla física con toda la información de los participantes y el acta respectiva. Sumemos a esa dificultad los problemas de seguridad y movilización y nos explicaremos algunos retrasos en acopiar toda la información para después procesarla. El Comité Organizador de la CP no contaba con todos los recursos con los que cuenta el CNE, ni con un Plan Republica para custodiar y movilizar las actas y resultados. En este contexto, más bien creo que es de alabar que el mismo día se haya tenido escrutado el 87% de los resultados.

Con respecto a la participación presencial en el exterior, si hacemos una comparación con 2017, en ese año había 1,2 millones de posibles participantes en el exterior y se recogieron 700 mil firmas; ahora hay 2,5 millones de posibles participantes y se recogieron 800 mil, que si bien pudo ser más alta –habida cuenta la apatía, las restricciones a concentraciones en algunos sitios debido a la pandemia y el frío, que también fue un factor en los países del norte–, es explicable y no es una cifra despreciable.

Con respecto a la significación de estas cifras, el resultado hay que ponerlo en el contexto adecuado para entender su importancia; en la Consulta Popular no se contó con un órgano similar al CNE, que disponía de los recursos y la fuerza operativa del estado; ni con el plan república como operador logístico para resguardo, movilización y acarreo de participantes; ni con la CANTV desplegando operativos especiales de telecomunicaciones.

Por el contrario, la CP se vio afectada por la pandemia, por la falta de recursos, por el acoso de los colectivos armados y de las policías en estados y municipios, por los problemas de movilización del país, por falta de gasolina y alcabalas para interrumpir el desplazamiento; y con todo eso, se logró –yo creo– una importante cifra de respaldo de una oposición, que como muchos han señalado, tenía más de año y medio sin movilizarse, que está obviamente desmotivada hacia eventos que parezcan electorales, aunque este no lo era.

Se puede entender que existían dudas con relación a si una “Consulta Popular” era la medida más apropiada en este momento, si era la más eficaz, si sería exitosa dado el desánimo que se percibe en la oposición, producto de la misma situación de crisis y fatiga que vivimos, agravada por la precariedad de las comunicaciones cada vez más evidente, el aislamiento y todas las demás cosas que conocemos bien. Parecía claro que no estábamos en las mejores condiciones para una actividad política de movilización de esas características y todos teníamos dudas; pero allí están las cifras y ninguna otra opción –de las que están planteadas para salir de la crisis y rescatar la democracia– ha logrado una movilización popular semejante.

Los resultados obtenidos si bien no son como para lanzar cohetes, ni dejar de hacer las críticas y reflexiones sobre el proceso, hay que evaluarlos más allá de las cifras y me parece mezquino tildarlo de fracaso, porque los resultados no fueron mayores o más contundentes. Las cifras, cuyo análisis es importante para la planificación futura, deben relativizarse, pues parece que son lo de menos, porque lo importante fue la participación.

Hay un hecho irrebatible, la oposición logró movilizar a más de 7 millones de personas –se dice fácil– en Venezuela y en el exterior, a pesar del hostigamiento, el monopolio de los medios en manos del régimen, de las hordas de colectivos atacando Puntos de Recolección y de las no menos “hordas” de atacantes a la CP en redes sociales –supuestos opositores– con más odio y rencor hacia los organizadores y promotores de la CP que hacia el propio régimen. Ya quisieran algunos de los que aspiran liderizar a la oposición, contar con ese contingente humano en respaldo a su causa.

Y por último, ¿que se le va a decir a los 7,5 millones de Venezolanos que participaron en la consulta?, ¿Vamos a desconocer también a los miles de voluntarios y activistas que pusieron su esfuerzo y recursos propios por el éxito de la jornada? Y al resto de los millones de venezolanos, que sin importarles el riesgo de la pandemia ni las posibles agresiones, acudieron a participar, ¿les vamos a decir que su esfuerzo es despreciable porque a lo mejor sus líderes cometieron errores?

Merecen un mejor trato esos millones de venezolanos que simplemente fueron a decirle al régimen que rechazan su fraude electoral del 6D, que quieren elecciones libres, justas, competitivas, observadas internacionalmente y que quieren que se hagan los esfuerzos que sean necesarios por salir de este régimen de oprobio.

Siete millones de venezolanos, más los que dejaron de asistir al proceso del 6D, si es que son diferentes, es una base importante sobre la cual reconstruir una fuerza opositora. En la oposición nos debatimos en tres o cuatro opciones distintas con relación a la forma de rescatar la democracia en Venezuela; ese será el tema con el que iniciaremos 2021.

Esta es mi última entrega de este año, reanudaré mi actividad el 9 de enero de 2021; seguramente pasaremos en familia el final de este año –para el olvido– rodeados de paz y tranquilidad y deseando que el 2021 nos traiga mejores perspectivas. Feliz Navidad y un venturoso Año Nuevo.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Ignacio Avalos Gutiérrez

El país, hace agua por todos lados, tal es la sensación diaria de cada uno de los pateamos las calles en cualquier ciudad. Sufre un desacomodo general que afecta todos los ámbitos de transcurrir colectivo, no deja ileso a ninguno y deteriora la vida de diaria de los venezolanos.

Acabamos de tener dos eventos electorales que, lejos de lo que algunos pensaron al principio, no sirvieron para salir de nuestros conflictos, sino para ratificarlos e incluso agravarlos, entre otras cosas porque seguramente complicarán aún más nuestra arquitectura institucional, eje central de la vida colectiva, y enredarán en mayor medida el escenario político. Dichos eventos mostraron, además, una gran indiferencia por parte de los votantes, señal, junto a otras, de que la sociedad venezolana pareciera dominada por una sensación mezcla de hartazgo, desespero y escepticismo.

Opina el cura Infante

En una entrevista que le hace Hugo Prieto, Alfredo Infante, cura jesuita y hasta hace muy pocos días director de la excelente revista SIC, asoma con mucha razón, la despolitización de la sociedad. “Existe una polarización inorgánica. Es decir, son dos polos que están luchando por el poder, pero de espaldas al cuerpo social. No logran interpretar, genuinamente, las aspiraciones del cuerpo social.”

Hay un descontento muy grande hacia al gobierno, pero también hacia la oposición. Pero ese descontento no se queda allí. “Por eso suelo decir que no hay crisis política, que es la política misma la que está en crisis. Yo creo que no puede haber ejercicio de la política sin la vigencia de los partidos políticos. Pero los partidos tienen que replantearse su organización, tienen que releerse, tienen que resetearse, no pueden seguir siendo partidos estalinistas. Y de esa manera podrán surgir liderazgos sociales que se conecten con la política. Un nuevo modo de entenderla desde la sociedad.

Ni los unos ni los otros

En un principio la mayor parte de los venezolanos percibió el chavismo como esperanza, promesa de un país mejor que el que teníamos, y lo respaldo masivamente. Veinte años después es una élite que mal gobierna una sociedad envuelta en grandes problemas y sin horizonte a la vista. Al chavismo (¿los chavismos?) se les extravió las claves de la sociedad actual, lo que resulta todavía más grave si se toman en cuenta los cambios radicales que se están dando a nivel planetario y que, según sostienen no pocos analistas, dibuja los bordes de una crisis civilizatoria.

Como indique anteriormente, la presente gestión chavista empieza y termina en el control del poder, en medio de cierta épica que aún le saca jugo al culto a la personalidad de su difunto líder. Atraviesa una crisis existencial que lo obliga a repensarse, objetivo que manifestaron incluso varios de sus aliados.

Por otro lado, quienes se oponen al Gobierno muestran un fraccionamiento casi infinito, difícil de entender, aunque no resulta extraño especular, y permítaseme la franqueza, que la ambición desmedida y fuera de lugar de algunos líderes- no todos, ni siquiera la mayoría es preciso aclarar­- juega un papel nada despreciable. En fin, cualquiera sea la razón, lo cierto es que las oposiciones no han podido trazarse una ruta estratégica común ni elaborar una narrativa compartida para diagnosticar al país y marcarle un norte. Así las cosas, no han podido capitalizar el rechazo mayoritario hacia el presente gobierno. A estas alturas no se le ve como opción en relación a nuestras dificultades.

Visto lo anterior luce que el año 2021 estará nublado. Es digamos, una hipótesis, en consecuencia puede rebatirse. Depende de todos nosotros.

Es la economía, estúpido

Así las cosas, resulta ineludible convertirnos un país más cohesionado, mejor cosido. Que sepa convivir en medio de diferencias y conflictos, que sepa tragarlos y digerirlos, convertirlos, incluso, en nutrientes democráticos. Que sea capaz de acordar los pactos básicos que les den a todos sus habitantes la imprescindible convicción de vivir en una misma sociedad, de ser parte de un nosotros perdurable, ligado a un mejor futuro que les concierne a todos

"La negociación no es la mejor alternativa ¡Es la única alternativa!" La frase anterior la dijo y escribió con insistencia en diversas oportunidades. Y, palabras más, palabras menos, repitió igualmente que “…. un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”. Me refiero a Pedro Nikken.

En suma, hay que echar mano del entendimiento para dejar de ser el país resquebrajado que desde así casi dos décadas venimos siendo, lo que en otros términos significa, reivindicar a la política como instrumento de convivencia, indispensable para bregar los pactos que hagan falta. Y quienes tienen la principal responsabilidad de trabajar con ese propósito no pueden convertir el diálogo y la negociación en una mera lucha por el poder, que es lo que, en general, hemos presenciados los venezolanos durante los varios intentos que se han promovido y cuyo informe de cierre suele concluir que no fue posible el consenso por culpa del otro. El diálogo debe hacerse en nombre de la gente, en atención a sus problemas, de cara a la escollos que tan severamente desacomodan a la sociedad venezolana. Esa es su verdadero motivo, hay que reiterarlo cuantas veces haga falta.

No hace mucho leí en un texto del Maestro Manuel García Pelayo, que la política consiste en el encuentro - en modo de confrontación, negociación, diálogo, acuerdo…- de actores con posiciones diferentes, encuentro marcado por determinadas circunstancias, a partir de las cuales los políticos deben reconocer lo que es factible en cada situación e incluso distinguir en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos conservar las diferencias.

Hay, entonces, que restituir el diálogo como herramienta para el cohesionar al país y acordar un futuro donde entremos todos. Si apelamos a lo expresado por el filósofo Daniel Innerarity, la política es, al fin y al cabo “…. una forma de hacer cosas con palabras”.

En resumen, para nosotros, la cuestión es la política, convertida en medio obligado para encaminarnos a la solución de los miles de problema que padece la sociedad.

En fin, no es la economía, estúpido.

El Nacional 17 diciembre de 2020

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Miguel Pita

En ciencia todas las opiniones valen lo mismo: nada, incluso las de los científicos. La verdad no es lo que opine una viróloga china, ni un médico italiano, ni un genetista español, sino la que desvelan los resultados. Durante esta pandemia los científicos se han enfrentado con frecuencia a preguntas y debates que deben responder los datos, no las personas.

El cerebro humano es muy bueno para distinguir cuando un objeto está lejos o cerca, o cuando huele a comida, pero no está adaptado a comprender de forma intuitiva el conocimiento complejo. La prueba la tenemos imaginando un debate prehistórico sobre objetos pesados. Hace diez mil años, cualquiera de nosotros habría defendido que era imposible que un objeto de metal de doscientas toneladas pudiera volar, por ejemplo.

Nuestra mente se deja seducir por atajos sencillos. Cae fácilmente en las trampas de nuestro cerebro cavernícola y tiende a abrazar la mitología y la superstición. Tiene muy pocas luces para los complejos requisitos de la ciencia, que implican trabajar con partículas subatómicas o grandes movimientos tectónicos. Así que, para llegar a la descripción de los fenómenos de la naturaleza, nuestra especie necesita recurrir al método científico. Su virtud reside en ser objetivo y saber extraer la realidad incluso de lo invisible o poco evidente, y además funciona a prueba de sesgos, engaños e intereses.

Imaginemos que el científico es un policía

El método siempre parte de una hipótesis que se pone a prueba. Es decir, el investigador cavila una posible explicación para el fenómeno que intenta comprender y a continuación hace experimentos para ver si su planteamiento estaba en lo cierto o no. La hipótesis que proponga tiene que estar fundamentada en la razón y el conocimiento previo, y los experimentos para validarla o refutarla bien diseñados.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

Por usar un ejemplo equivalente, imaginemos que el científico es un policía que llega a un apartamento cerrado con llave por dentro. En él encuentra a un caballero ahorcado junto a una carta firmada en la que declara que ha decidido quitarse la vida. Entonces, propondrá la hipótesis de que ha ocurrido un suicidio.

Por supuesto también sospechará que puede haber ocurrido un asesinato, como sabemos todos los aficionados a la novela negra, pero el policía científico trabajará inicialmente con la hipótesis más plausible. Para comprobar si es cierta, recabará información de forma exhaustiva y analizará pruebas, como el investigador que hace experimentos hasta llegar a una posible solución.

Si en el proceso su hipótesis resulta refutada, estudiará una explicación alternativa y perseverará hasta encontrar la verdad. Por cierto, este método ordenado y lógico, si se hace bien, lleva su tiempo y requiere paciencia. Otra virtud que nuestros cerebros administran celosamente.

El origen del SARS-CoV-2: se buscan más pistas

Sobre el origen del SARS-CoV-2, la mayoría de los científicos se han posicionado a favor de una hipótesis de origen natural porque las características del virus invitan a pensar de esta manera.

Sin embargo, todavía se buscan más pistas que ayuden a aclarar cuál ha sido el recorrido exacto y, seguramente, más pronto que tarde, se averiguará. Hasta la fecha, los escasos estudios basados en explicaciones alternativas no han mostrado resultados que los sustenten. Por eso encuentran un rechazo masivo en la comunidad científica, que no necesita ponerse de acuerdo para criticar los trabajos poco rigurosos. Por el contrario, según una encuesta publicada recientemente, el 64,9% de la población consideraba cierta la afirmación “Es un virus creado en un laboratorio”.

Es comprensible que algunas personas que no son expertas en el tema se posicionen a favor de posturas que se asemejan más a narrativas basadas en la intuición o la superstición. Por ello, para evitar esta clase de tentaciones que nos llevan a entender la naturaleza como una novela negra, tenemos el método científico.

Aunque no parezca relacionado escribiré un poco sobre lunares. La mutación del ADN de las células de nuestra piel produce, en ocasiones, la aparición espontánea de estos llamativos fenómenos cutáneos en distintas partes del cuerpo.

Si mañana encontrásemos la aparición de un lunar en la mejilla de nuestra pareja, después de comprobar que no ha sido pintado, pensaríamos que ha surgido espontáneamente, de forma natural. Sin embargo, el fascinante desarrollo de las técnicas de genética permitiría producir modificaciones de células en el laboratorio e implantarlas como lunares.

Como una pintura impresionista

La tecnología está disponible (y su potencial utilidad no es estética, aunque no viene al caso). Pero reconozcamos que, aunque exista esta compleja posibilidad, nadie pensaría que la explicación más plausible, a falta de más datos, para la aparición de un lunar en la piel de nuestra pareja es la manipulación genética.

Por una razón similar, los expertos, que conocen cómo surgen los virus en la naturaleza y cómo saltan de una a otra especie, se posicionan inicialmente a favor de la hipótesis más robusta sobre el origen del SARS-CoV-2. Confío en que a partir de ahora nadie se sienta inclinado a sospechar del origen de sus lunares.

A diferencia de un caso policial concreto que suele tener principio y fin, el avance científico se asemeja más a la creación de una pintura impresionista. Esta se puede nutrir de pequeños puntos de color casi indefinidamente.

Por ejemplo, sobre la covid-19 encontramos nuevos resultados diariamente. Cada uno de ellos pone una pequeña mancha de óleo en el lienzo, como si Monet estuviese pintando un enorme cuadro que, una vez terminado, mostrara un atardecer. Como lectores, o como periodistas, no es muy recomendable abalanzarse sobre cada pequeño resultado de investigación. Todavía es menos apropiado si intentamos extraer información válida para nuestra ambiciosa y compleja vida cotidiana. Es mejor esperar a que la suma de pinceladas empiece a mostrar un panorama general.

La ciencia requiere tiempo y paciencia

La ciencia requiere tiempo y paciencia porque los resultados siempre pueden ampliarse y revisarse. De igual forma que, a veces, los pintores necesitan borrar un puntito de color azul de su cuadro y reemplazarlo por uno verde. Eso no es un fallo del método sino un acierto. El procedimiento implica no dejar de buscar pruebas que ayuden a aclarar el caso hasta que la hipótesis se demuestre sólidamente verdadera o falsa.

El conocimiento sobre una determinada materia siempre puede aumentar. Cuanto más tiempo le demos a la ciencia, más asentados y robustos serán los cimientos del tema investigado. El método científico es seguro, pero lento. Así que, mientras llegan los resultados que anhelamos, conviene alejarse de opiniones y evitar adherirse como un hooligan a teorías conspiratorias.

Lo oportuno es tener un poco de paciencia. Sin embargo, la avidez y la ansiedad son inevitables en nuestra caprichosa e hiperactiva sociedad. Por eso perseguimos y exprimimos las opiniones de los científicos sobre cada pequeño avance. Desafortunadamente para los cazadores de titulares, de los buenos científicos no logramos escuchar más que una opinión moderada y abierta a rectificaciones. No lo hacen por timidez o desprecio.

Lo hacen porque quienes trabajan en la ciencia saben que no hay que descorchar el champán hasta que los datos sean fiables y estén revisados y contrastados. Esta actitud cabal y parsimoniosa está plenamente justificada porque un científico solamente es alguien que ha aprendido una lección. Ha aprendido a fiarse del rigor, la capacidad resolutiva y la objetividad del método, ignorando las trampas de su propia intuición.

Por brillante que sea hoy, el científico acepta que hace diez mil años, sin método, no habría creído que un objeto de metal de doscientas toneladas pudiera llegar a volar. Obviamente, necesitamos sus opiniones porque si no se hacen oír lo harán otros con menos cautela y criterio, pero los científicos son conscientes de que su opinión no es lo que importa. Solamente su método y resultados son fiables e imprescindibles.

Doctor en Genética y Biología Celular, Universidad Autónoma de Madrid

Diciembre 15, 2020

The Conversation

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