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Opinión

El Camino equivocado de la división de las fuerzas opositoras

Con la elección de Concejales, reapareció la discusión entre opositores sobre si se participa o no electoralmente con el actual cne, claramente parcializado. A comienzos de año, con motivo del simulacro de elección presidencial escribimos un artículo de opinión donde catalogamos esa discusión como: “un falso dilema” (ver: “Votar o abstenerse, un falso dilema”: http://www.digaloahidigital.com/articulo/votar-o-abstenerse-un-falso-dilema). Este debate ha renacido, con descalificaciones de parte y parte, acalorada en ocasiones, muy degradante en otras.

En este momento, con las mesas de votación instaladas, los resultados se pueden visualizar: la participación exigua, con el régimen haciendo mutis y sin ninguna consecuencia por tanta soledad en los centros asistenciales, con malos resultados para el mundo opositor, tanto para los que impulsaron la ruta de la votación como para quienes la rechazaron, porque nada cambiará. Ambos culparán a los otros por tan magros resultados.

En nuestro criterio, ambos caminos, votar o abstenerse, tal como lo han planteado los sectores de la oposición enfrentados, han demostrado ser ineficaces para la salida de la dictadura. Las dos rutas son en realidad una sola: es el camino equivocado de LA DIVISIÓN de las fuerzas opositoras”. Por un lado, unos participan como si fuera un proceso electoral normal, en medio de una masiva desmotivación de los electores, sin denunciar el ventajismo y el uso de los recursos públicos por parte del oficialismo y, lo más importante, sin lograr montar una estructura electoral que, más allá de contar los votos, tenga el claro propósito de documentar y demostrar el abuso y los intentos de fraude. El otro grupo, hasta ahora, simplemente llama a no votar, anuncia que el régimen está a punto de caer, en lo que tienen demasiado tiempo, aparentando tener fuerza, sin parecer cierto. En ambos casos no vemos un plan de lucha, porque ninguna actividad en paralelo las acompaña.

Ambos grupos impulsan sus hojas de ruta en medio del desinterés y el inmovilismo de los ciudadanos por el acto electoral, y en medio de un estado anímico de una parte de la población conocido como: “la desesperanza aprendida”, ideada y construida deliberadamente por el régimen, pero reforzada por las contradicciones, enfrentamientos y descalificaciones entre opositores, que al contrario de señalar el camino para generar el cambio, lo han llenado de tinieblas por la confrontación estéril que tiene como fondo la aspiración de ser los paladines del cambio. Esos errores explican, parcialmente, la poca aceptación de los partidos y de los líderes políticos contrarios al régimen, todos ellos con alto rechazo en las encuestas, su poca convocatoria, así como la permanencia del régimen en Miraflores, en medio de un gran rechazo nacional.

Hay otro camino que es el de la UNIDAD, muy diferente, que debería tener tres características:

1) Jugar en varios tableros, lo que significa que participa en cuantos escenarios aparecen, o que la misma alternativa democrática genera, para demostrar y denunciar ante el país y el mundo, el carácter antidemocrático, empobrecedor, corrupto, autoritario, militarista y violento del régimen. En esos espacios enfrenta al autoritarismo a través de la lucha no violenta cuando comete las violaciones y abusos y atropellos que les son propios, poniéndolos siempre en evidencia.

2) Ser democrática, organizada, tolerante e inclusiva, por lo que discute cara a cara con los otros factores democráticos (políticos, sociales, económicos, etc.), en particular con quienes piensan en rutas diferentes, y llega a acuerdos sobre la hoja de ruta, con estrategias y acciones a seguir. Por lo anterior, crea una estructura organizativa horizontal, equilibrada, paritaria, sin hegemonías, sin coaccionar, ni descalificar, porque entiende que hay muchas maneras de ver y abordar los problemas y, además, se sabe que ninguna es fácil ni infalible. También participan todos los que se oponen a la tiranía, incluyendo a los viejos y nuevos factores políticos, ”electoralistas” y “votacionistas”, “capitalistas” y “socialistas”, apoyaron o no a Chávez en el pasado, entre otros.

3) Se vincula con el liderazgo social, en torno a las ingentes necesidades y problemas sentidos por la población, por lo que moviliza al pueblo, esa palabra tan manoseada y ultrajada por el régimen, demandando la solución de los problemas, hasta llevar a las autoridades a las cuerdas. En esta ruta unitaria saldremos más rápido de este cataclismo.

Estas características solo las cumplen con mayor efectividad todos los factores de la oposición unida, porque todos los partidos y líderes tienen seguidores, que los tienen, y el país los necesita a todos, para poder producir el cambio, para salir de este oprobio. En este caso, “el todo es más que la suma de las partes”. Luego vendrá la depuración de los que deben estar en el averno, si fuera el caso.

Las claves para salir del régimen

Los factores democráticos han errado en el camino trillado hasta ahora, el de la división, y que para salir del oprobio que toma decisiones en nuestro país se debe avanzar por la ruta de la UNIDAD, incluyendo por igual a quieren salir del régimen. Además, hay que recordar que nuestros mandamases no tienen escrúpulos, pero si tiene la intención de permanecer eternamente en el poder, por lo que es menester saber que no hay camino fácil, que todos están preñados de trampas y dificultades, por lo que se deben extremar medidas para garantizar que las decisiones que se tomen en la lucha contra el régimen cumplan sus objetivos.

Revisaremos los últimos cuatro (04) procesos electorales, para ver si podemos extraer algunas lecciones de ella: son las elecciones para la Asamblea Nacional, gobernadores, el simulacro de elección presidencial y los recientes comicios para escoger las autoridades estudiantiles de la Federación de Centros Universitarios, FCU, de la Universidad de Carabobo. De ellos revisaremos si fueron unidos, si hubo el padrón electoral completo y, muy importante, si podían documentar si se pretendía realizar un fraude.

En el caso de la elección de los hoy Diputados a la Asamblea Nacional en diciembre del 2.015, todos los dirigentes de los partidos políticos, y de las organizaciones de la sociedad civil, se sumaron a la campaña y votación por los candidatos unitarios de los diferentes circuitos, con la excepción en 3 de ellos, donde fuimos divididos. El padrón electoral estuvo presente en la gran mayoría de los centros de votación, aunque no tenemos elementos para saber si estaban o no capacitados para impedir, documentar y demostrar cualquier intento de fraude. Los resultados fueron extraordinariamente buenos, sacamos la mayoría calificada, aunque la ventaja pudo ser mayor, porque en los tres circuitos donde fuimos divididos, perdimos. En resumen, fuimos unidos, y no sabemos si capacitados para demostrar el fraude.

Si el liderazgo opositor no supo enfrentar la violación de la Constitución con los Diputados indígenas es harina de otro costal, como también es otro problema muy diferente la batalla campal, tras bastidores, para ser presidentes, que es el origen del presente desastre opositor.

En la elección de gobernadores del año 2.017, fuimos claramente divididos, unos llamando a votar, y otros a la abstención. De esa elección, sabemos que el padrón electoral no estuvo presente en un alto porcentaje de mesas de votación, no se documentaron suficientemente las irregularidades, tanto que muchas de las denuncias no se pudieron procesar. Los resultados, contradiciendo lo que señalaban las encuestas, fueron catastróficos, perdiendo la mayoría de los aspirantes de la alternativa democrática, cuando las encuestas señalaban que habría un triunfo contundente. En resumen, fuimos divididos y no se estructuró un padrón electoral para demostrar cualquier intento de fraude.

Hubo una excepción, Andrés Velázquez en el Estado Bolívar, quien demostró el fraude en Bolívar con las actas en la mano. Cumplió su propósito. Lo que seguía en la lucha contra la dictadura, era convertir el fraude en el cual participaron las autoridades electorales en una denuncia y protesta nacional continua, de todos los partidos, de TODO el liderazgo opositor en todo el país. Pero no, unos y otros dejaron solo al “indio” Velásquez. ¿Por qué dejaron pasar esa extraordinaria oportunidad de demostrar nuevamente la sumisión y la parcialidad del ente electoral, en momentos que la comunidad internacional tenía los ojos sobre nuestro país? Lo cierto, es que ese hecho convertiría a Velásquez en presidenciable. Esas son esas las pequeñeces que no nos permiten salir de esta dictadura.

Lo que hemos llamado el simulacro de elección presidencial, de mayo de 2.018, fuimos más divididos, enfrentados, unos asistiendo como si fuera un proceso electoral normal, con una estructura de testigos poco capacitada para demostrar la trampa o un fraude, que sería un objetivo principalísimo cuando se va a comicios en condiciones de desequilibrio y con un árbitro totalmente parcializado, como en el caso venezolano: Al final, el único candidato opositor usó los argumentos que previamente se habían señalado para no participar, que hubo fraude. Quienes no acudieron a votar, se quedaron en sus casas, sin mayor actividad que cuestionar a los opositores que sí acudieron a las urnas. En resumen, divididos y sin capacidad para demostrar un fraude.

En la elección para escoger la directiva de la Federación de Centros de Universitarios, FCU, de la Universidad de Carabobo, UC, lograron la UNIDAD en torno del bachiller Marlon Díaz, concertando más de 25 grupos políticos universitarios adversarios a la autocracia, excepto en el núcleo La Morita, en Aragua. Por lo que señalan los mismos estudiantes, tuvieron testigos en todas las mesas de votación, tanto que el Presidente electo, aseveró: “… nosotros tenemos todas y cada una de las actas de las mesa escrutadas ese día que nos garantizan a nosotros la FCU e incluso las actas de nosotros están firmadas por los testigos del oficialismo”. Los resultados electorales fueron muy favorables a la unidad opositora, sacando una abrumadora mayoría cercana al 80 % de los votos. Que Lacava y Maduro pretendan imponer a la fuerza como presidenta electa a quien fuera derrotada es harina de otro costal, pero hasta este momento, la iniciativa la tienen los estudiantes electos por la base estudiantil.

En conclusión, en condiciones adversas se puede ir a votar, pero con miras a documentar y demostrar el ventajismo y el fraude, pero siempre unidos.

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Michael von der Schulenburg

Los Estados-nación deben seguir siendo los pilares para construir un orden mundial estable. La gente parece temer la pérdida de su identidad en asociaciones estatales mayores, y de ahí que se sienta más segura en naciones más pequeñas. Esto explicaría por qué en nuestro mundo globalizado el número de Estados nacionales sigue creciendo, por qué tras la Guerra Fría se desintegraron tantos países y por qué vemos un incremento de los movimientos separatistas, incluso en Europa. La paz y la estabilidad no se conseguirán sin Estados, sino con ellos.

El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, declaró recientemente que «el nacionalismo es la madre de todos los problemas políticos». Esta declaración debe entenderse en el contexto de la agitada historia alemana. Sin embargo, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Alemania puede enfrentar un desafío totalmente diferente: de qué modo rescatar a los Estados nacionales. De hecho, el futuro de los Estados nacionales se ha convertido en una cuestión central en nuestros tiempos. En un mundo de comunicación instantánea, de organizaciones supranacionales, de empresas transnacionales y flujos de capital transfronterizos, de elites internacionales, de viajes globales y migración en masa, de misiles balísticos y exploración espacial, ¿es todavía deseable –o incluso posible– organizar a las sociedades humanas en áreas geográficas limitadas por fronteras?

Para resumirlo en una palabra: sí. De hecho, los Estados nacionales pueden haberse vuelto más importantes, no a pesar de, sino a causa de la globalización. Cualquier otra cosa conduciría al caos.

El argumento más convincente a favor de los Estados nacionales es el creciente número de los que fracasan. Crean en el orden global «agujeros negros» de lugares ingobernables que afectan la supervivencia y el bienestar de decenas de millones de personas y tienden a desestabilizar regiones enteras. Virtualmente todos los conflictos armados del mundo se producen hoy dentro de Estados nacionales fallidos. Se han convertido en un problema de seguridad global.

De los 178 países relevados en el Índice de Estados Frágiles de 2018, solo 56 fueron considerados estables, mientras que 122 (68%) se incluyeron en listas de varios niveles de fragilidad e inestabilidad; 32 países (18%) se categorizaron como en estado de alerta, en alerta elevada y en alerta muy elevada. Los problemas de estos países no son causados por presiones externas sino casi exclusivamente por conflictos internos, la mayoría de profunda raigambre histórica. Como resultado, los gobiernos pierden el control sobre sectores del país y sus poblaciones, ya sea de manera física –en forma de áreas vedadas– o social –como ausencia de servicios públicos–.

El vacío que esto crea es ocupado por actores beligerantes no estatales, en su mayoría armados, y nunca por alguna forma de gobernanza global. Estos actores no estatales van desde organizaciones extremistas islamistas hasta diversos movimientos ideológicos, étnicos, religiosos o separatistas. Incluyen a caudillos militares, milicias, grupos paramilitares e incluso pandillas juveniles, estructuras de clanes y grupos rebeldes. Se superponen a organizaciones delictivas y de crimen transnacional, traficantes de drogas y redes corruptas dentro de los gobiernos. Los propósitos de estos actores no estatales son diversos. Algunos quieren derrocar a un gobierno, otros controlar áreas de un país; otros solo quieren espacio para sus negocios ilegales.

Lo que tienen en común es que desafían el monopolio estatal del uso de la fuerza, provocan violencia, crean inestabilidad e impiden el desarrollo, además de asesinar a gente inocente. En 2016, bastante más de medio millón de personas murieron en forma violenta en todo el mundo. Solo 18% de esas muertes violentas fueron resultado de conflictos armados internos; 72% fueron homicidios intencionales emparentados con delitos, guerras entre bandas o disturbios raciales. Esto indica una gran pérdida de autoridad por parte del Estado.

El crecimiento de la población, el calentamiento global y el atraso económico pueden acelerar la violencia entre comunidades y contribuir aún más al fracaso de los Estados nacionales. Para evitar esto, debemos abandonar los sueños de un gobierno global que reemplace a los Estados nacionales y, en cambio, encontrar un nuevo equilibrio entre estos últimos y el gobierno global. De hecho, un gobierno global eficaz necesitará Estados nacionales fuertes.

Los Estados nacionales cambian a través del tiempo

La mayoría de los analistas políticos occidentales desprecian a los Estados nacionales porque los consideran responsables de guerras, colonialismo y chauvinismo. Tienen razón. Sin embargo, lo irónico es que estos Estados nacionales «nacionalistas» ya no existen. Desaparecieron con el fin de la Segunda Guerra Mundial. La Carta de las Naciones Unidas de 1945 fue su acta de defunción. Cuando los Estados miembros de las Naciones Unidas acordaron que «en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado», pusieron fin al militarismo en el que se basaban los Estados nacionales nacionalistas. Y cuando los Estados miembros de las Naciones Unidas reafirmaron «la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas», pusieron fin a la «superioridad racial» como justificación para ejercer supremacía sobre otros países y pueblos.

Con el inicio de la Guerra Fría, las actitudes hacia los Estados nacionales se volvieron ambivalentes. Los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial –la Unión Soviética y Estados Unidos– ahora promovían ideologías contrapuestas que deseaban aplicar a escala global. Las políticas nacionalistas independientes ya no eran posibles. En verdad, ambas ideologías creían que sus sistemas políticos y económicos, en última instancia, volverían obsoletos los Estados nacionales. Esto, por supuesto, no ocurrió. La mayoría de los países que en la actualidad son Estados miembros de las Naciones Unidas experimentaron a los Estados nacionales nacionalistas tan solo como potencias coloniales y estuvieron mayormente en los márgenes de los enfrentamientos Este-Oeste.

Los Estados nacionales modernos rara vez son étnicamente homogéneos y su supervivencia depende de la integración entre comunidades y no de pretensiones de superioridad étnica. Se los juzga cada vez más por la seguridad, la justicia, los empleos y los servicios sociales que proveen antes que por la fuerza de su ejército. Esto no solo vale para los países democráticos. Algunos de los mayores éxitos en términos de desarrollo económico y erradicación de la pobreza se dieron bajo regímenes autoritarios, como los de Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Chile y, por supuesto, China. Ni siquiera lo que se conoce como Estados rebeldes son una excepción en este aspecto.

Como resultado, prácticamente ya no hay guerras entre Estados nacionales. También han declinado las alianzas militares. Muchas disposiciones de seguridad son parte de acuerdos de cooperación regionales, como la Unión Africana, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés), la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZOPACAS), la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés) y, por ahora, incluso la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Ya no están dirigidas contra un enemigo externo, sino que buscan el apoyo mutuo en el mantenimiento de la seguridad regional. La excepción es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Integrar las dos caras de los Estados nacionales

Con el colapso del comunismo, se asumió que la democracia liberal sería la respuesta al debilitamiento de los Estados nacionales. Sin embargo, esto casi nunca funcionó. La razón por la cual ningún sistema político se adapta a todos los Estados nacionales reside en el carácter dual: no solo son un «Estado» sino también una «nación». Esto es lo que los hace únicos.

El «Estado» es la cara tangible de un país: el gobierno, la institución nacional, el Poder Judicial, el Parlamento, las fuerzas de seguridad, los sistemas legales. La «nación» es la cara más esquiva: las identidades nacionales, la solidaridad nacional, los valores comunes, el sentimiento de pertenencia. El aspecto de nación le da al Estado su legitimidad, mientras que el de Estado le da a una nación su forma. Para que un Estado nacional sea estable y pacífico, ambos aspectos deben estar en armonía. Virtualmente todos los conflictos armados internos de la actualidad pueden remontarse a años de mal gobierno que conducen a la división de lealtades nacionales, y viceversa.

El aspecto de nación domina. Si no se responde a la pregunta de si la gente o las comunidades quieren vivir juntas y, si es así, de qué manera, es imposible construir instituciones estatales sustentables. La gente parece temer la pérdida de su identidad en asociaciones estatales mayores, y de ahí que se sienta más segura en naciones más pequeñas. Esto explicaría por qué en nuestro mundo globalizado el número de Estados nacionales sigue creciendo, por qué tras la Guerra Fría se desintegraron tantos países y por qué vemos un incremento de los movimientos separatistas, incluso en Europa. También explicaría por qué la mayoría de los Estados nacionales son acosados por movimientos separatistas y por problemas con la integración europea. Europa todavía carece de identidad común y solidaridad suficientes para construir instituciones «estatales» creíbles que podrían convertirse en un «supra-Estado nacional».

En particular, los sectores más pobres de la población ven los Estados nacionales como una salvaguarda de los beneficios sociales, de la atención de la salud a un costo accesible, de los sistemas de educación y justicia y como una protección frente a las desgracias y el impacto negativo de la globalización. Esto explicaría por qué los Estados nacionales gozan de tanto apoyo popular en todo el mundo. De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores, un promedio de más de 80% de los ciudadanos están orgullosos o bastante orgullosos de su país, incluso en países como Zimbabue, que son relativamente nuevos y en los que el Estado es en buena medida disfuncional.

Aceptar diversos sistemas políticos

Debido a su carácter dual, es probable que los Estados nacionales adopten sistemas políticos que estén enraizados en sus experiencias históricas, sistemas de valores locales, creencias religiosas y organizaciones sociales preexistentes. Esta es una mala noticia para quienes al final de la Guerra Fría tenían esperanzas de que la democracia liberal se convirtiese en el sistema político global unificador. Desde 2005, la democracia liberal está en declive a escala global y no se vislumbra que el «fin de la Historia» anunciado por Francis Fukuyama llegue en el corto plazo.

Las intervenciones occidentales pueden haber contribuido a esta situación. Afganistán, en medio de negociaciones con Estados Unidos por la paz, puede terminar con los talibanes en el gobierno. En Libia, las elecciones presidenciales podrían llevar a Saif Qaddafi al poder y en Siria, es probable que Bashar al-Ásad se mantenga en la Presidencia. Pese a los miles de millones en ayuda extranjera, difícilmente podría decirse que Iraq es una democracia liberal en funcionamiento. Quizás tengamos que apoyar soluciones políticas que no nos gustan en otros lugares problemáticos del mundo, entre ellos Somalia, Yemen, Congo, Sudán del Sur, Mali, la República Centroafricana, Venezuela e incluso Ucrania.

Debemos aceptar que los Estados nacionales adoptan sistemas políticos diferentes y, por nuestro propio bien, dejar de percibir el mundo como dividido entre regímenes democráticos y autoritarios, entre países buenos y malos. El panorama político mundial es mucho más complejo y Occidente ya no tiene poder para cambiar esto.

Irónicamente, es posible que sea el gran número de Estados nacionales lo que absorba puntos de vista y enfoques políticos divergentes en todo el mundo y lo que impida que estos se transformen en conflictos abiertos. La diversidad política de los Estados nacionales aporta así un factor crucial de estabilidad global. El gobierno global sin Estados nacionales no podría lograr lo mismo.

Fortalecer las Naciones Unidas

En esto consiste la ventaja comparativa de las Naciones Unidas, un sistema de gobierno global construido sobre la base de Estados nacionales y que ha desarrollado un marco normativo e institucional en torno del cual pueden agruparse Estados miembros con diferentes sistemas políticos. Esta es la debilidad de las Naciones Unidas, pero también su fortaleza. Con base en su Carta Orgánica, existen ahora numerosas convenciones y acuerdos internacionales a los que se ha sometido la mayoría de los gobiernos del mundo. Dos conjuntos de normas son de particular importancia para construir la cooperación entre Estados nacionales con diferentes sistemas políticos:

- sus tratados e instrumentos de derechos humanos definen las relaciones entre un Estado y los ciudadanos de cualquier país miembro, independientemente del sistema político que este tenga. Incluyen los derechos políticos y civiles, los derechos económicos, culturales y sociales y los derechos de las minorías, las mujeres, los niños, los migrantes y las personas con discapacidades;

- la Agenda de Desarrollo Sostenible de 2030 provee un marco para que todos los Estados miembros trabajen en forma conjunta en los temas apremiantes que enfrenta nuestro planeta: de la erradicación de la pobreza a la seguridad alimentaria, de la educación a los servicios de salud, de la seguridad del agua a la energía, y del cambio climático a la justicia económica y social.

El mundo no será un lugar perfecto, pero si construimos sobre la base de lo que une a los Estados miembros y nos enfocamos menos en lo que los separa, podríamos convertirlo en un lugar mejor. En oposición a lo que piensan quienes diseñan políticas en la actualidad, las Naciones Unidas todavía ofrecen el mejor –y quizás el único– foro para esto.

Diciembre 2018

Traducción: María Alejandra Cucchi

Fuente: https://www.ips-journal.eu/regions/global/article/...

 10 min


El postchavismo hoy, definitivamente, está cercado por la anti política y la corrupción exponencial, está paralizado y el hambre popular masiva lo acusa, la inseguridad lo estremece, la revuelta militar lo atemoriza, la híper-inflación lo castiga, la deserción lo ahoga y las demandas previstas y pospuestas lo acusan. El postchavismo no es gobierno ni partido, ni ideología, son una NADA de vándalos sin norte, aturdidos y acusados entre sí cuando sienten que todas sus falsedades y engaños han fracasado y, frente a tan grave, bochornosa y peligrosa realidad, crece en cuatro direcciones distintas el cerco contra un mínimo centro que intenta gobernar. Ese mínimo centro sufre el más grave rechazo y se exponencia una gigantesca acusación a la anti política. El bestiario militarista ladrón, ignaro y farsante es el mayor enemigo de la política, no la conoce, no la entiende y está muy lejos de su accionar y, obvio, de la ética política.

El postchavismo ahora amarrado a un gobierno militarista con su desprecio por la política, ensimismado en la falsedad brutal se amarra al cuerpo armado como factor de cambio social. Más grave aún, intenta accionarlo sobre las clases C, D, E y F pero al contrario se aleja a tal extremo, que esas clases sienten odio exponencial hacia ese régimen fracasado. Es el militarismo, como caporal del socialismo a juro, el único espacio para la interacción de la exponencial corrupción, responsable por la sociedad ahuecada y la calamidad político social.

El postchavismo como anti política, maximiza el engaño y se aleja cada minuto que pasa de la política, es la irracionalidad extrema como poder, es la engañosa concepción del mando donde no se puede mandar y menos comandar, pero… la brutalidad y desprecio por la política es tal que los ahoga, los muestra como simplismo y desprecio por el ciudadano, donde quiere hacerse ver como gobierno y/o poder, pero se reafirman como tiranía. Los caporales del postchavismo militarista son ahora el real gobierno, cuanto muestra y dejan claro es ser enemigos de la política, la política obstáculo y contradicciones hacia la política distante por no saber conciliar.

El militarismo antipolítico para el 2018 ha hociqueado al régimen autocrático militarista de Maduro, que ya acusa las demandas de la mayoría que ha mostrado el camino de la transición como reivindicación de la política. Transición como fuerza o energía política que crece en un momento por el vacío del liderazgo político, que lento, tardío, desorientado para edificar una estructura, acciona apenas y pareciera adosarse a los representantes de San Ignacio de Loyola. La sociedad civil ingenua votó 7.676.894 el 16J de 2017 y se abstuvo en un 82% el 20M de 2018. Eso significa, aunque no se sepa leer, un grito ahogado en contra del postchavismo, que es un fracaso después de 40 años desde cuando penetró la Academia Militar y 20 años de gobierno. 20 años de gobierno en los cuales Padrino López maneja por su condición de marxista-leninista a un bodrio como cuerpo armado, que no obedece a liderazgo político alguno y que no tiene mando estructural. Es decir, no existe.

El militarismo antipolítico domina al postchavismo, que ahora maniobra Padrino López, y que hoy reclama que aparezcan los revolucionarios para que cultiven la revolución. ¿Cuál revolución?. El militarismo no sabe nutrirse de la sociología, ni la economía, ni la historia y menos hacerse sentir en la política, la política que concilia los intereses múltiples de la sociedad venezolana. Pero, el militarismo cuanto sí ha logrado es que aparezcan grupos de interés dolosos que operen 24 horas al día. El militarismo haciendo de liderazgo cierto, ha ido reuniendo múltiples grupos de antipolítica, y junto a esos grupos ha intentado acabar con la dignidad de Venezuela. Bochorno y desgracia social, expresión de la antipolítica contra la cual crece un sentimiento y acción, la Transición Política como proceso de socialización para la redemocratización.

¡Es tiempo de urgencia y de precisiones filosóficas! Es momento y oportunidad para la sociología y la política. Es tiempo importante para la Constitución y las leyes. Es tiempo del ciudadano y la ciudadanía. Ciudadanos y ciudadanía que se muestren como liderazgo, que comprendan la necesidad de un gobierno con moral y con ética. Ese gobierno tendrá límites, que fue lo que perdió la Venezuela nación y mucho más, con la barbarie del militarismo que hoy encabeza Padrino López, que no reconoce límites, que no entiende de gobierno sino de dictadura, que no sabe de presupuesto sino de dolo y –lo más delicado- confunde el ejercicio del poder con la fuerza, razón por la cual la transición como expresión de la política es un reclamo y una apuesta de la mayoría del 82% demócratas de venezolanos.

Después de estos 20 años de terror, corrupción y anti política, la política está retada. Retada para iniciar un tramo difícil donde ya la Transición es un grande y complejo evento. No más ideología, hoy es tiempo para la razón, para el estudio, para emplear el gentilicio del venezolano, para la familia, para la escuela y por qué no, para las costumbres venezolanistas. Costumbres que no pueden seguir equivocándose, no queremos más caribes, ni farsantes ni truhanes, que se han venido paseando todos desde el 4F y el 27N para crear la más grave regresión política, económica y cultural de una sociedad ingenua y emotiva, que hoy verifica que Venezuela sufre una desgracia plena, que sólo podrá recuperarse mediante la política entendida como ciencia y arte, que es igual a la Transición Política y el inicio del juicio hacia la locura del postchavismo y el militarismo obsecuente.

Es original,

Director de CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 4 de diciembre de 2018

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Edgar Benarroch

Bien lo acaba de afirmar Su Santidad el Papa Francisco: "Es deber del cristiano involucrarse en la política". Además, dijo que no debemos lavarnos las manos como Pilatos y ser indiferente ante la suerte de los pueblos, de nuestra comunidad, de nuestra familia y hasta de nosotros en particular. El Santo Padre, en su acostumbrado mensaje conceptual y refrescando lo más profundo de las raíces cristianas calificó la política como "la práctica más elevada de la caridad", que es una de las tres excelsas virtudes teologales.

El llamado del Papa está dirigido a los cristianos, pero perfectamente puede extenderse al ser humano en general. No está en la esencia humana la indiferencia y la apatía cuando está en juego el Bien Común, quienes así se comportan padecen con seguridad de trastornos de conducta y serios problemas de personalidad. El indiferente y que nada le importa tiende a quedar aislado y solo y ello es contrario a la sociabilidad del humano.

El exhorto del Sumo Pontífice se corresponde con el que siente el deber de servir y no de servirse, con el que es capas de subordinar su personal interés al colectivo y comparte y sufre la infelicidad del prójimo y lucha con él para superarla.

Particularmente en nuestro país, las palabras del conductor de la Iglesia Católica cobran mucha vigencia. Estamos hartos de ver y saber de funcionarios y no funcionarios que hasta ayer eran modestos ciudadanos y se desenvolvían con estreches económica y hoy exhiben y nos estrujan en la cara su fortuna. Incursionaron en la política para servirse, para adueñarse de lo que nos corresponde a todos, para desde su posición hacer negociados para engrosar su personal patrimonio y colmarse de lujos extravagantes y propiedades en distintas latitudes del planeta.

Lo que se sabe, porque los medios de comunicación social internacionales se encargan que así sea, es que casi a diario aparece alguien que ocupó u ocupa importantes posiciones de gobierno confesando sus fechorías a cambio de aminorar la pena (en los Estados Unidos de norte América). En la confesión delatan al combo de bandidos y dan detalles como con el lavado de dinero, el narcotráfico, el tráfico de influencia y en general negociados de la peor calaña, se han enriquecido todos.

Sabemos quiénes son y en donde están, pero la justicia venezolana ante ellos es ciega, sorda y muda. En nuestro país se ha entronizado una sociedad de cómplices donde a nadie se le ocurre señalar a alguien porque éste guarda las fechorías del otro y además se ponen de acuerdo para el saqueo. Cuando se llega a estos niveles de corrupción es porque estamos en presencia de la más espesa tiniebla y urge un rayo de luz que ilumine el camino correcto.

Más de 400 mil millones de dólares se han llevado del erario y están campantes como si nada hubiese ocurrido. Acabaron con nuestra planta industrial y comercial. Acabaron también con la producción de nuestras fértiles tierras. PDVSA (la gallina de los huevos de oro otrora la tercera empresa más importante del mundo) está técnicamente quebrada, la producción de 3 millones 500 mil barriles diarios de petróleo se redujo a menos de un millón (los que saben del asunto dicen que si la empresa hubiese sido bien manejada hoy con holgura produciríamos 5 millones de barriles cada día). Pulverizaron nuestro signo monetario y para nada importa los alarmantes niveles de pobreza y desnutrición de nuestra población, sumado a ello el criminal drama de la asistencia a la salud que es prácticamente ninguna y cuando alguien es tratado por un médico viene el calvario para conseguir los medicamentos cuando se dispone del dinero necesario y cuando existe en el mercado.

Peor crisis que esta no hemos vivido, ni siquiera en la lectura de nuestra historia se registra algo similar. Llegaron para saquear y acabar con el país, ese ha sido el objetivo. Allí no hay la más mínima dosis de servicio, bien lejos o mejor dicho inexistente la caridad, lo de ellos es cuánto hay para eso y como me beneficio en este tiro.

Está bueno de enunciar lo que nos acontece, incurro con frecuencia en ello, es urgente y necesario pasar a la acción con UNIDAD y buscar una salida cuanto antes a este drama, el gobierno no va a ceder por iniciativa propia, tenemos que empujarlo y empujarlo ya y lo más fuerte que podamos.

Hagamos buena las palabras de nuestro venerado, querido y respetado Papa Francisco, hoy la lucha como nunca se parece a la caridad y debemos afrontarla con la convicción que le estamos prestando un buen servicio al país, como debe ser.

 3 min


Omar Alexis Rodriguez

Quien esto escribe ha sido bendecido por la gracia de la Providencia de trabajar con líderes políticos, gremiales, académicos y empresariales; así como, en algunos momentos, liderar.

En el año de 1996, junto a mi señora establecimos una empresa consultora dedicada a trasmitir lo que ambos aprendimos durante nuestro ejercicio profesional y político. Desde ese momento hemos impartido conferencias, facilitado talleres, asistido a foros y conferencias e investigar sobre el tema de la gerencia y liderazgo, para finalmente decidir juntar las ideas, enseñanzas, experiencias e información relevante usada en todos estos años de trabajo.

Esta tarea de crecimiento personal y autodescubrimiento llevada durante años implicó la revisión, el análisis y cuestionamiento de lo leído, facilitado, observado y escuchado. Cada preparación de un curso o conferencia sobre gerencia y liderazgo, además de ser una experiencia de aprendizaje, dejaba interrogantes a ser respondidas.

La pregunta recurrente era ¿Es posible conseguir actualmente un ser humano, que reúna las cualidades que estudiosos del liderazgo señalan debe poseer un líder? Adicional a esta surge otra interrogante ¿Es posible aprender a liderar? Si la respuesta a esto es afirmativa entonces ¿Quiénes pueden servir de modelos a seguir para el aprendizaje del liderazgo? Sumado a ello, otra interrogante es ¿Se puede identificar quien es líder y quien no lo es? Y con ese esquema en mente se diseña un plan de trabajo, cuyo resultado pronto daremos a conocer.

Con el desafortunado suceso de la muerte de Teodoro Petkoff, cientos de escritos en las redes sociales, en las páginas de opinión de diarios nacionales e internacionales, así como la calidad intelectual y profesional de los que han escrito sobre Teodoro Petkoff, permite concluir que Teodoro Petkoff reúne características para ser considerado un líder que trasciende.

Liderar en política es dirigir y encauzar a los hombres hacia fines superiores como vivir en comunidad, y procurar el mejor ordenamiento y marcha de las actividades dentro de la sociedad. Es encaminar a la humanidad hacia el bien, a eso Teodoro junto a Pompeyo Márquez, Eloy Torres, Carlos Arturo Pardo, Freddy Muñoz, Ballardo Sardi, y otros dedicó su vida.

En este sentido, el papel del líder político en su condición de conductor y guía de las personas, es muy parecido al del maestro; el docente conduce y guía a los alumnos y los prepara para vivir en sociedad, señala las virtudes necesarias para ser una persona de bien, en suma, eleva a un grado superior la educación general dando motivos de exaltación para las personalidades en formación. El líder político por su parte conduce y guía al hombre a realizar objetivos superiores en la sociedad. Es un creyente que confía en el progreso, en el porvenir, en todo lo que es noble y justo y por eso trabaja. Un conductor político verdadero es aquel que es capaz de concebir el bien y de ejecutarlo

En política liderar es un proceso de conversión permanente; es una determinación y exposición exigente. Aquel que decida liderar en política deberá mostrar capacidad y aguante para hacerlo. Es un proceso donde el hombre procura realizarse, empleando sus dones, lleva a cabo lo más elevado y lo único realmente lleno de sentido, de cuanto pueda hacer. Ser tan bueno como pueda llegar a ser un ser humano. Al respecto Nelson Mandela solía decir “Un santo es un pecador que se esfuerza todos los días por ser mejor”, y Teodoro es un ejemplo de esto.

Igualmente, la naturaleza del liderazgo es que otros consideren a esa persona como líder y acepten seguirlo. Teodoro se le considera líder por mostrar integridad, autocontrol, sabiduría, capacidad, compromiso, expresar sus ideas con libertad y honestidad, respetando las ideas del otro. Su liderazgo se le otorga por su capacidad para atraer partidarios y proyectar una visión sugestiva y contagiante del futuro.

Hay personas que se ganan el respeto y admiración de la gente por la excepcionalidad en su conducta en contextos políticos y por eso aceptan seguirlo. Cuando la gente observa en el líder político características, rasgos y atributos, entre ellas: credibilidad, fuerza de voluntad, solidez ideológica, confianza en sí mismo, bondad de ánimo y desinterés, su liderazgo se acrecienta y prolonga en el tiempo. Grandes líderes como Nelson Mandela, Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr., transcienden por reunir ese conjunto de características que lo convirtieron en seres excepcionales. Teodoro trasciende por su contribución al desmontaje de la falsa ilusión del comunismo, desenmascarar el fraude intelectual del marxismo-leninismo, por señalar abiertamente los horrores de la dictadura del proletariado, por atreverse a cuestionar la forma imperial de actuar de la Unión Soviética. Este quizás sea la parte más importante de su legado. Queda entonces a los estudiosos de estos temas señalar con profundidad la contribución de Teodoro al derrumbe de las ideas contrarias a la condición humana de nacer y vivir en libertad.

La esencia del liderazgo es la vocación de servicio. La política es una vocación de servicio público con principios y valores. Ser político significa ser útil para algo o para alguien. Ello conlleva hacer algo útil para el bien de otros. Es ejercer la autoridad social como servicio del bien común. Es detectar problemas, articular soluciones, buscar apoyo para poner en práctica y ejecutar acciones. En cada oportunidad que Teodoro tuvo, como parlamentario o ministro, intento el mejor desempeño posible.

Teodoro siempre mostró su voluntad de servir, de ser útil a la sociedad. Esta es una condición necesaria para liderar en política. La dificultad está en que no es fácil que surja gente con vocación de servicio con suficiente frecuencia y cantidad, para que cubra los espacios de representación política y la misma sea de una calidad que resulte no sólo aceptable sino favorable a la sociedad. Este es otro elemento de su legado, el ser modelo para los que se dediquen a la política y aspiren trascender en su ejercicio.

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I.

Es sabido ya que Donad Trump no se lo cree. Todos recordamos que recién comenzado su gestión, anuncio que Estados Unidos retiraba su firma del Acuerdo de Paris, armado en torno al grave problema del Cambio Climático, alegando para ello que era “desventajoso e injusto” para su país. Expreso, además que los problemas ambientales denunciados eran mero cuento chino, ideado para hacer que EEUU fuera “menos competitivo”.

Al igual que para el mandatario norteamericano, para Jair Bolsonaro, Presidente electo de Brasil, este es un asunto en el que simplemente no cree. Y para que no haya dudas al respecto, ha asomado el retiro brasileño del mencionado Acuerdo y declarado que no protegerá “ … ni un milímetro de la Amazonia que se pudiese explotar…” , dado que “ la Amazonia es de Brasil, y no un patrimonio del mundo…” . Por otra parte, incluso hablo en alguna ocasión todo el problema se ocasionaba en el "activismo ambiental chiita que quiere extender el alarmismo por todo el planeta". Y para no quedarse atrás, su futuro Canciller ha considerado que la cuestión sobre el cambio climático es un "dogma marxista" y promete, desde su cargo, combatir los discursos "alarmistas" sobre el futuro del planeta. En resumen: Brasil First y el planeta que se las arregle.

Difícil dejar de señalar que Trump y Bolsonaro no están solos, ni mucho menos, como protagonistas de este drama planetario. Sin ir muy lejos, en otra escala y amparado por cierta retórica revolucionaria con la que trata de cubrir su vergüenza, el Presidente Maduro también debe ser parte del grupo. Con su política sobre el Arco Minero, cumple con todos los requisitos para ello.

II.

Desde el pasado domingo y hasta el 14 de diciembre se lleva a cabo en Polonia la 24ª cumbre del clima de la ONU (COP24), la cual tiene como propósito preparar la versión final del Acuerdo de Paris, que empezará a ser efectivo en el año 2020, cuando expire el aún vigente Protocolo de Kioto. Se han dado cita los negociadores de casi 200 países, quienes deberán presentar sus respectivos planes en lo que atañe a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030. El problema, señalan los expertos, es que el planeta ya registra un aumento de la temperatura de un grado, al paso que la suma de los planes que llevan como propuesta implica un aumento de más de 3 grados, razón por la que debieran ser reformulados. Sin embargo, cabe destacar que aunque la Unión Europea tiene intención de hacerlo, no parece que en este momento, con EE UU ausente, la revisión de los compromisos que se plantea se vaya a producir

III.

Pareciera, pues, un problema visible para todo el mundo pero luce que no hay la decisión firme de abordarlo, a pesar de que todas las mediciones a la mano indican que en lo que respecta al cambio climático, la biodiversidad y el crecimiento de la población, la naturaleza casi no da más de sí, porque se están superando todos los límites que ha definido la biosfera durante miles de años.

En lo que atañe al crecimiento de la población, éste sigue teniendo lugar y conduce progresivamente a un mayor consumo del capital natural. La población total del planeta pasara de unos 7.200 millones de habitantes a unos 9.700 millones en el año 2050, según estimaciones de la ONU, o sea, que en treinta años habrá 2.000 millones de personas más. El crecimiento demográfico que afecta, por supuesto, el cumplimiento de las metas relativas al Cambio Climático, ocurre en un contexto dibujado a partir de un modelo de desarrollo que, como se ha repetido hasta el cansancio, establece formas de producir y de consumir que resultan cada vez más incompatibles con las restricciones que derivan de la naturaleza. Como se ha propuesto en diversos escenarios, está planteado, entonces un cambio de modelo civilizatorio, en nombre de una generación que todavía no ha nacido.

En el marco de la Sociedad del Conocimiento y de la llamada Cuarta Revolución Industrial, las grandes transformaciones tecnológicas están generando, ciertamente, nuevas formas de producción, distribución y consumo, pero no modifican, en su médula, la lógica del crecimiento continuo establecida desde el siglo pasado. Hoy en día asoma de manera importante la incorporación de tecnologías más eficientes que disminuyen el consumo de materiales y energía por unidad de producción generada. Pero hay evidencia de que se mantienen ritmos de crecimiento superiores o similares a los que registra la tendencia que se viene observando desde hace mucho tiempo. La emergencia de algunos nuevos sistemas tecnológicos ejercerán igualmente enorme presión sobre otros recursos naturales, agudizando problemas socio ambientales.

IV.

En suma, son preocupantes las proyecciones del Comité Internacional de Cambio Climático (IPCC) sobre el calentamiento, que, según los analistas, causaría un incremento notable de eventos ambientales extremos, colocando en situación de gran vulnerabilidad a centenares de millones de habitantes en todo el planeta.

Es de Perogrullo advertir que las respuestas locales no alcanzan para solventar los asuntos aquí

mencionados. Los mismos suponen problemas globales que requieren de una plataforma institucional que permita encararlos globalmente. Así las cosas, está pendiente la tarea de construir una comunidad con sentido global, sobre la bases de una institucionalidad y un marco normativo que supere las limitaciones del Estado-Nación y de los mecanismos inter gubernamentales según los que se ha tratado de ordenar el planeta.

Los terrícolas encaran, en fin, una crisis que obliga a repensar muchas de las ideas y creencias que (medio) funcionaron hasta hace poco. Toca, así pues, darse a la tarea de escribir, lo más pronto posible, un nuevo libreto para la convivencia (y la sobrevivencia) humanas.

El Nacional, miércoles 5 de diciembre de 2018

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Daniel Eskibel

La decisión de voto, el peso de la ideología y las técnicas de marketing político son tres asuntos que si se entrelazan disparan una multiplicidad de preguntas:

¿Sigue siendo secreto el voto en el siglo 21?

¿Cómo se integra el marketing político en un escenario ideológico?

¿Por qué la imagen importa tanto?

¿Hay que evitar las promesas electorales?

¿Se puede ganar una elección sin recurrir al marketing político?

¿Cuales son los riesgos de enfrentarse a un sistema bipartidista?

¿Qué es lo que impulsa a votar?

En torno a esas preguntas me entrevistó Diego Pereyra en Hipérbole. A continuación mis respuestas…

¿Sigue siendo secreto el voto en el siglo 21?

Desde el ángulo estrictamente electoral, vinculado a los procedimientos y a los rituales del acto de votar, el voto será tan secreto como lo permitan esos procedimientos, esos rituales, amparados, en mayor o menor medida, por un conjunto de disposiciones legales que varían de un país a otro.

Podría decir que en muchos países sigue habiendo una protección razonable del carácter secreto del voto, aunque en otros, eso no es así y terminan votando hasta los muertos. En definitiva, la columna vertebral en este aspecto está en la institucionalidad de cada país y en la cultura democrática de su sistema político y de sus ciudadanos.

Pero la pregunta se puede abordar también desde un ángulo social, vinculado al estado de la situación actual en materia de privacidad y secretos. Si pensamos en las revelaciones de Snowden, en el uso del big data, en el espionaje de gobiernos y grandes corporaciones, en el rastro digital que cada vez más vamos dejando detrás nuestro y que otros van recopilando… ¿hay algo secreto en el mundo de hoy? Tal vez sí, pero cada vez menos.

Pensemos lo siguiente: alguien vota con la mayor protección legal al secreto de su voto. Acaso un analista competente, ¿no puede delimitar con cierta propiedad el perfil de su voto en función de las páginas web que visita, los videos que ve, o los comentarios que hace en redes sociales? Y esto, sin entrar a considerar el espionaje puro y duro.

¿Cómo encaja el marketing político dentro de un escenario ideológico?

Hablar de política es también referirnos a ideologías pero no solo a ideologías. La política y la ideología constituyen dos mundos muy interconectados pero no idénticos. Decididamente, política e ideología no son iguales.

En la política, intervienen otros factores además de la ideología. Múltiples factores. En realidad una elección no es una contienda entre ideologías sino entre partidos políticos y, a veces ni siquiera eso sino que es entre candidatos.

No digo que no haya ideología detrás de los programas políticos, los partidos o los candidatos. Digo que las decisiones del votante son más complejas, sus motivaciones no pueden reducirse a lo ideológico. Se nutren de un rico espesor psicológico lleno de matices y contradicciones.

En las campañas electorales, estamos hablando de toma de decisiones de voto por parte de cada persona que integra el electorado. Salvo pequeñas minorías, la persona no elige en función de parámetros ideológicos. En realidad, elige en otro plano diferente que no es el de las ideologías. Elige desde las emociones.

Lo sorprendente no es que el marketing encaje en ese escenario, lo sorprendente es que algunas personas y partidos crean que no encaja. ¿Cómo no va a encajar si hablamos de personas eligiendo entre varias opciones y haciéndolo a partir de sus emociones y atravesando para ello complejas variables psicológicas?

¿Por qué la imagen es más importante que un panfleto con diez propuestas electorales?

Porque la imagen es la vía principal hacia las emociones humanas. En cambio, un panfleto con estupendas propuestas electorales es una vía directa hacia la razón, el entendimiento y la intelectualidad humana.

Insisto, la decisión de voto es emocional, no intelectual. Eso no la hace mejor ni peor, es, simplemente, un hecho que hay que comprender.

Yo sé que algunas personas que santifican la ideología y la razón se horrorizan de la posibilidad de que alguien decida emocionalmente su voto. Pero es así. Es más, todas las decisiones importantes de nuestra vida son básicamente emocionales. Las buenas y las malas, las superficiales y las profundas, las perecederas y las duraderas. Todas. Es un concepto básico de la psicología.

Entonces, si tienes diez excelentes propuestas electorales, o cien, no agotes tu imaginación en un panfleto que casi nadie va a leer. En vez de eso, busca una imagen potente que pueda expresar tus propuestas y llegar a las emociones de la gente.

¿Cuáles son las ventajas de evitar las promesas electorales?

No sé si hay que evitar las promesas electorales. Lo que en todo caso habría que hacer sería evitar las falsas promesas, porque convengamos que una promesa no tiene que ser ineluctablemente falsa. La promesa es un contrato, un convenio que establecemos con otras personas. Y lo hacemos en todos los órdenes de la vida. Todos.

El factor clave es si a esa promesa la honramos o la defraudamos. Visto desde el ángulo del ciudadano, la palabra clave es confianza. Quien promete y no cumple va perdiendo la confianza. Y quien promete y cumple va ganando en confianza.

Lo que aconsejo entonces, es evitar todo tipo de promesas que no se puede o no se quiere cumplir. Porque eso es, tarde o temprano, una bomba que explotará en la trayectoria política de quien defrauda las expectativas.

También aconsejo evitar prometer demasiado, porque se pierde credibilidad y porque, al final del día, cuanto más se promete más se reducen las posibilidades de cumplir.

Y aconsejo, finalmente, que se explique cuando no se puede cumplir con algo que se prometió. Porque a veces pasa y hay que explicarlo muy bien.

¿Es posible ganar una elección sin recurrir al marketing político?

Sí, es posible. Tal vez la respuesta sorprenda por provenir de un consultor político. Pero es así.

Algunos consultores han construido un universo de ficción en el que dicen que ellos «han ganado» veinte elecciones o diez o setenta y cinco, da lo mismo. Nada. Ni siquiera una elección. Los consultores políticos no ganamos elecciones. El marketing político no gana elecciones.

El resultado electoral no depende de estos buenos señores que somos nosotros y que un buen día aterrizamos en un país o en una ciudad y trazamos una estrategia.

No.

El resultado electoral depende de un complejo conjunto de factores históricos, políticos, ideológicos, económicos, coyunturales, culturales, sociales y de diversa índole. El marketing político ayuda, pero no determina.

Entonces tenemos candidatos que ganan por su carisma frente al mejor marketing político. O tenemos otros candidatos y partidos que jamás ganarían esa elección específica por mejor marketing político que tuvieran. Se requiere un buen candidato, una coyuntura apropiada y también un buen marketing político.

Muchas veces, la clave para entender una elección no es porqué gana un candidato sino porqué pierden los otros. Claro que en un contexto en el que todos los candidatos de peso recurren al marketing político, quien no lo haga estará dando ventajas que en algunos casos podrían ser definitivas.

¿Cuáles son los riesgos de enfrentarse a un sistema bipartidista o a un sistema corrupto?

Los sistemas bipartidistas tienen cierta tendencia a ser bastante estables porque responden a la lógica binaria que le resulta muy cómoda y práctica al cerebro. Blanco o negro, cero o uno, bueno o malo, ellos o nosotros. Siempre la opción binaria es atractiva y constituye un camino fácil de recorrer.

Ahí está, justamente, el riesgo de quien se enfrenta al bipartidismo. Es muy simple caer en la polarización bipartidista. Extremadamente fácil. Y romper con ese sistema es arduo, trabajoso, difícil y, por lo regular, lleva mucho tiempo, mucha paciencia, mucha creatividad, mucha acumulación de fuerzas.

Y no sería de extrañar que, una vez roto el viejo bipartidismo, surja la tentación de un nuevo bipartidismo a partir de la nueva situación política.

Pero más difícil aún es la ruptura de los sistemas degradados, los sistemas que más allá de la cantidad de partidos degeneran en la compra-venta de votos, en el oportunismo, en la superficialidad que lleva de una formación política a otra a la búsqueda de privilegios o prebendas.

En ese caso, ya estamos más lejos de lo político-electoral, estamos mas bien ante una tarea cultural que es aún más compleja y seguramente más larga.

Gramsci planteaba dos modalidades de lucha política. Por un lado, la política como guerra relámpago, fulminante, como la II Guerra Mundial. Y por otro lado, la política como guerra de trincheras, de posiciones, como la I Guerra Mundial.

En un sistema sano, maduro, competitivo y con, por lo menos, dos fuerzas en cierta igualdad de condiciones, la lucha política puede ser una guerra relámpago que en cada contienda electoral genere grandes avances y grandes retrocesos.

En cambio, la lucha política en un sistema degradado y desvirtuado, o donde no hay ese equilibrio de fuerzas, se parece más bien a una larga guerra de posiciones en la que hay que ir conquistando metro a metro y trinchera a trinchera.

¿Qué es lo que nos lleva a votar cuando creemos que nuestro voto no pesa?

Recordemos que el motor del voto siempre está en lo emocional. Y, muchas veces, ese motor emocional funciona aún en contra de las evidencias que proporciona nuestra razón.

Entonces, sucede en muchos casos que sabemos racionalmente que nuestra participación no es decisiva pero tenemos una íntima convicción, irracional, inconsciente, anclada en lo emocional, de que sí queremos votar y sí es importante.

Es como esos candidatos que creen que van a ganar aunque nadie en su sano juicio podría confirmarlo. Igual lo creen, lo sienten, y actúan movidos por ello.

En otros casos, el ir a votar está impulsado por los aprendizajes familiares de la infancia y la adolescencia, o también por un profundo sentido de pertenencia a un movimiento político o a una causa más allá del éxito o del fracaso momentáneo de ese movimiento o de esa causa.

En algunos casos, además, hay una reafirmación de la propia personalidad en ese ir a votar a pesar de todo, aún más allá de la derrota o de la inocuidad de nuestro voto. Es como una forma de decir «aquí estoy yo, y no me importa que mi voto no pese, estoy igual, soy yo».

Pueden ser múltiples las causas, las motivaciones, pero siempre está presente una fuerte raíz emocional.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/voto-ideologia-marketing-politico/

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