Editorial
Estamos viviendo momentos muy complicados, donde en vez de tener una campaña electoral civilizada, la mayoría de los venezolanos que anhelan un cambio están sometidos a diversas formas de presión. Desde encarcelar a quienes han asistido a concentraciones populares a favor de María Corina Machado, solo por el hecho de que ella les pasó el micrófono para que dijeran unas palabras, sin que se sepa aún su paradero, hasta amenazas que se asemejan a la famosa espada de Damocles, que muchos temen pueda caer en cualquier momento sobre la cabeza del candidato que el régimen vea como probable ganador el 28 de julio.
Aparte de estos incidentes, vemos a la Fiscalía General de la República acusando a medios de comunicación de estar involucrados en el escándalo de corrupción de PDVSA, sin aportar más pruebas que la confesión de un detenido por esos hechos, sin que se sepa cómo obtuvieron esa acusación.
Al igual que en la obra Hamlet de Shakespeare, donde el personaje Marcelo pronunció la famosa frase «Algo huele a podrido en Dinamarca», lo que estamos viendo con las acusaciones que proliferan día a día, bien pudiera decirse que algo huele a podrido en Venezuela.
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