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Maxim Ross

!!No estamos en una crisis!!

Maxim Ross

Quizás asombre a mis electores con la categórica afirmación que sostengo en el titulo de este breve ensayo, no solo porque se ha convertido en un lugar común decir que estamos en crisis, sea esta económica, social, humanitaria, política o global y catastrófica, sino porque estaría negando lo que todos afirman. No creo que estemos frente a un fenómeno de crisis, al menos en su sentido convencional. El examen de la situación de Venezuela desde ese punto de vista es errado y nos lleva a conclusiones y propuestas equivocadas.

Una idea que se repite.

Si revisamos las distintas opiniones y declaraciones de lideres políticos, intelectuales, economistas, personas o gremios sobre la situación de Venezuela, encontramos que todos afirman que estamos en crisis y que las expresiones de esta se manifiestan en los temas de escasez o de inflación, en el ámbito económico o, más dramáticas, en el plano social o humanitario cuando hablamos de “crisis humanitaria”, refiriéndose a extremos de hambruna en el país o de carencias de nutrición en nuestros niños, lo cual puede ser verdad, pero no es producto de ninguna crisis. En realidad, lo que hacemos es repetir sus síntomas y darles una categoría genérica que no corresponde con la actual situación venezolana.

En el mundo de los negocios se nos habla de crisis de la agricultura, de la industria o del comercio y se nos ilustra con una “caída de las ventas”, el no acceso a divisas o que el parque industrial se ha destruido o se ha reducido en elevados porcentajes. Inclusive en sus análisis se ofrecen diagnósticos basados en situaciones de “volatilidad”, “incertidumbre”, clásicos de situaciones de crisis y se proponen soluciones acordes con ellos, pero no se termina de reconocer la índole del problema.

En el mundo petrolero enfocamos el tema de manera similar. Se dice lo mismo: PDVSA está en “crisis”. La reducción de la producción y su precaria situación operativa y financiera se la atribuimos al mal manejo del negocio.

En el campo de la política se ha creado la idea de que existe una crisis que se evidencia, por ejemplo, con las debilidades de la oposición, con los aciertos o errores de la MUD o con los enfrentamientos, verdaderos o falsos, entre los funcionarios del Gobierno. Estamos en una “crisis política” porque el TSJ niega las atribuciones de la Asamblea Nacional, se realizan manipulaciones electorales o se diseña y desarrolla un proceso constituyente.

Desde luego, cuando enfrentamos los problemas con ese apellido las soluciones y propuestas son consecuentes, pero erróneas. Por ejemplo, cuando exigimos en el campo económico que se enfrente o se suprima la inflación es porque creemos que es producto de una crisis de excesivo circulante o gasto público, lo cual, si bien es cierto, no nos conduce a su verdadera causa.

Si sumamos todas esas apreciaciones y sus consecuencias observamos que, tanto el diagnostico como las soluciones propuestas, no corresponden a la realidad.

¿Qué es una crisis?

De varios diccionarios tomamos el concepto de crisis y todos llevan a la “interrupción de un proceso inercial” o a su “la ruptura o separación”, a “hechos que producen un quiebre” o a la “inestabilidad de una inercia”. Todos ellos, como vemos, encierran la idea de una ruptura de una inercia o de un equilibrio que es independiente de la acción de un individuo o grupo. Tomemos varios casos para aclarar la tesis que defiendo.

En el campo político se puede ver muy claramente en los gobiernos parlamentarios, cuando el partido que tiene la mayoría la pierde, se produce una crisis política y se resuelve con un llamado a elecciones. En el terreno económico existen ilustraciones claras de su significado como lo fueron los distintos casos experimentados por el mundo contemporáneo, la Gran Depresión, la reciente “crisis financiera” del 2007, todas ellas provenientes de hechos o situaciones espontaneas e inesperadas. Un buen ejemplo de lo que es una crisis política y económica lo ilustra el caso venezolano a finales de los 90’s, con el desbalance bancario y con el auge de la presencia de un Chávez, porque provienen de un desarreglo de los mercados económico, financiero y político.

Observamos, entonces que, tanto en los casos políticos o económicos que refiero el patrón común, el patrón de consistencia de lo que se puede llamar “crisis” es producto de la ruptura de una inercia que proviene de ella misma, de una situación espontanea, que se genera dentro del propio sistema, inesperada y no provocada intencionalmente. En este sentido la distinción entre una crisis y lo que pasa en Venezuela es muy clara.

¿Por qué no estamos en crisis?

Podría argumentarse que “estamos en crisis” porque es consecuencia del desencadenamiento de la crisis del modelo económico y político que surge después de 1958, por la ruptura de los pactos democráticos básicos y por la excesiva dependencia del Estado y del ingreso petrolero. Se podría aceptar que seguimos inmersos en la misma, pues los síntomas del pasado son iguales a los de ahora, aunque notablemente exacerbados.

Sin embargo, la diferencia entre unos y otros es muy nítida, pues ahora esos síntomas son provocados intencional y deliberadamente por una ideología y su política de Estado, lo cual distancia completamente la situación actual con la anterior.

Por ejemplo, decimos que la “crisis cambiaria” se debe resolver con la “unificación de los tipos de cambio” o con la eliminación del sistema de control, pero eso no encaja en aquella política de estado. Para contener la inflación, se pide reducir el Gasto o el déficit Publico o la liquidez, pero eso tampoco eso encaja. Para reducir la escasez se pide darle garantías, incentivos y libertades al sector privado, cuestión que va en dirección contraria a lo que se observa. Todas estas “soluciones” son exigidas repetidamente sin encontrar “eco” en el Gobierno y en su Política de Estado, lo cual nos asombra porque, luego decimos que el Gobierno no desea resolver las crisis.

Ninguna de los síntomas que se describen todos los días en Venezuela son producto de una crisis y no provienen de hechos espontáneos sucedidos en el seno del sistema que los organiza. Por el contrario, todos ellos, repito todos, son el producto de la acción intencionada y deliberada de una entidad ideológica y política que ha configurado y está poniendo en práctica una modalidad de vida y de sociedad distinta a la que se tenía y la que se tiene. Para lograr ese objetivo, clásico de todo proceso revolucionario, lo anterior a el tiene que irse y desaparecer, sea más o menos drásticamente, lo cual depende del momento histórico y la fuerza que tenga quien la promueve y dirige.

De esta forma: ¡Venezuela no está en crisis! Esta viviendo la misma experiencia por la que pasaron todas las sociedades y países en las cuales se produjeron revoluciones similares. Todo lo que acontece es producto de decisiones y acciones del ente que domina y regula la sociedad, en nuestro caso de un poderoso Estado, ahora con un enfoque ideológico socialista marxista, claramente totalitario, anti capitalista y adversario de la democracia burguesa. Todo ello se consuma frente a una sociedad civil muy débil, limitada y dependiente del Estado.

No es casualidad.

No lo es, por ejemplo, que se haya impuesto el modelo constituyente, tal como sucedió en la Unión Soviética[1] o en Cuba y en otros países donde este sustituye a la convencional Asamblea precedente. No es casualidad que se intentó imponer en otros países, como el caso de Honduras, sin lograrlo o en el de Paraguay por vía distinta. No es casualidad la idea de la “reelección indefinida” y la del partido hegemónico. No es casualidad que se hayan expropiado centenas de empresas privadas y darle al Estado el manejo de los principales sectores de la economía y de los recursos naturales.

No es casualidad que en todos esos casos se hayan producido momentos de serias carencias materiales, hambrunas, “colas” y racionamientos porque las “fuerzas del mercado” no deben orientar la economía. No es casualidad, tampoco, que se le otorgue la dirección y manejo de los principales recursos petroleros y mineros a las Fuerzas Armadas tal como sucede, por ejemplo, en Cuba. Son demasiadas “casualidades” para que sigamos juzgando la situación como que “estamos en crisis” y no percibamos de que se trata de claros y definidos objetivos revolucionarios.

Lo que nos crea confusión en Venezuela es que este proceso se ha realizado de una manera muy inteligente, sin crear situaciones de cambio dramáticas, sin un ataque fulminante al capitalismo local e internacional, inclusive con la convivencia de algunos sectores del empresariado local y con procesos electorales que generan un simulacro de democracia que se sobrepone a la convencional. Por todas esas razones es muy fácil conceptualizar la situación con la repetición de sus síntomas (escasez, inflación, crisis humanitaria, etc.) a quienes generalizamos, entonces, equivocadamente con el concepto de “crisis” y cuyas soluciones invocamos reiteradamente sin encontrar respuestas.

El socialismo en marcha.

A pesar de toda la confusión que se genera al entender este proceso lleno de corrupciones, narcotráfico, incompetencias, ineptitudes, violaciones constitucionales, trampas electorales, devaluación de la moneda, caída de los precios petroleros, etc., etc., negar su carácter ideológico es un grave y sustantivo error, pues poco a poco, se ha ido implantando en Venezuela un modelo similar al de la Cuba de los 60’s, al de la China o la Unión Soviética con todo y las variantes que imponen los tiempos modernos.

Sobran hechos y pruebas para validar esta afirmación, comenzando por la imposición de un partido socialista único y hegemónico, el cual ahora ha ganado terreno en desarrollar una oposición permitida, sumamente limitada en su capacidad de sustituirlo en el poder, sea por la vía electoral o por cualquier otra. A ello se agrega que los principales líderes políticos están en el exilio. La probabilidad de crear una “oposición a la medida” está en el diseño.

Del lado de la sociedad civil la situación es similar con la creación de una expresa división social, en la que unos son protegidos y subsidiados y otros no. EL CLAP y el Carnet de la Patria son herramientas similares a las de otras experiencias, con nombre distinto. Del lado político de la sociedad civil, se han logrado neutralizar los sectores opositores más radicales y, sin protesta alguna, que unos cuantos millares de venezolanos, sino millones, se hayan expatriado “voluntariamente”, imitando el éxodo que en Cuba o en China se produjo de manera bastante más drástica y dramática. La creación de una verdadera parte de esa sociedad parasitaria y completamente dependiente del partido y del Estado cierran el circulo de una progresiva y, posiblemente, irreversible sumisión.

La moneda, el bolívar, como consecuencia es sistemáticamente destruido, cual es una consigna básica de los socialismos. Ahora la criptomoneda será el arma fundamental para combatir la escasez de divisas y para instaurar una moneda autónoma e independiente del sistema internacional.

La escasez, si bien tiene que ver con la insuficiencia de divisas, obviamente tienen mas que ver con la expresa destrucción del aparato productivo privado y el espectro de controles y fiscalizaciones[2] que lo rige. Que no haya alimentos no es problema de una “crisis” es producto de una deliberada intención política y estratégica. Luego, que persista y se potencie la inflación es el resultado de un modelo estratégico de Gasto Publico que la promueve y no, como se cree, que es resultado de incompetencias e ineptitudes. Pedirle al Gobierno que la controle es pedirle que renuncie a su estrategia de Gasto, a lo que sigue la creación de un Gobierno “benefactor” que aumenta el salario mínimo, las pensiones o diseña Bonos electorales, de “guerra” u otros.

Clientelismo y lealtad política se juntan en esta eficaz herramienta revolucionaria. Se trata, al final de cuentas, de una lucha por el poder que va más allá de Venezuela. No de una o varias crisis en las que todos esos llamados a resolverlas quedaran en el vacío.

En este contexto, cabe desde luego la pregunta: ¿Qué le depara el destino a Venezuela? ¿La continuidad y permanencia de este modelo o su sustitución por una alternativa democrática?, lo cual, a mi juicio depende de cómo enfoquen los contendientes políticos y la sociedad civil el problema. Ofrezco dos alternativas.

¿Dos socialismos?

La experiencia dice que esos regímenes evolucionan en dos direcciones. Unos, caso de los soviéticos y su órbita no vieron a tiempo, se derrumbaron estrepitosamente y abrazaron abruptamente el capitalismo. La China principalmente, luego Vietnam, Laos y Cambodia, entre otros, vieron a tiempo y supieron combinar exitosamente los dos sistemas, el político y el económico para garantizar su permanencia y sostenibilidad.

Cuba, la maestra del modelo venezolano, está en ese curso con una velocidad que no dice si lo cierra o no exitosamente. El socialismo en Venezuela está en el medio de esas opciones y será influido seguramente. No sé si vera a tiempo y colapsara estrepitosamente o si logra evolucionar hacia el modelo chino, especialmente porque el petróleo juega ese rol paradójico entre sostener y retrasar.

Frente al 2018 y lo que sigue.

Primero que nada: Olvidémonos de la palabra crisis y de sus soluciones. El 2018 es demasiado decisivo porque hay que escoger entre someterse al “status quo” o modificarlo y las opciones que se tienen son muy limitadas. La voz de la sociedad civil que puede ser sometida es indispensable. De que esta aparezca y se manifieste abierta y expresamente, sumándole poder a lo que queda de los líderes y los partidos políticos, depende que ese socialismo se quede en Venezuela, sino para siempre, por largo tiempo.

Las elecciones presidenciales son una oportunidad para opinar si vale la pena reelegir a quien gobierna ahora o es mejor decidir otro camino. La exigencia de una autentica ruta democrática que garantice unas elecciones verdaderamente libres y el reconocimiento de los poderes elegidos legítimamente por el soberano debe ser su consigna.

El mundo y nuestros principales vecinos y aliados reconocen el peligro y están del lado opositor, pero de allí a actuar hay un largo trecho. Deben estar a la espera de un mensaje o de una señal que diga indique el mejor camino.

[1] Recuérdese el dramático proceso que se vivió en ese país entre los anos 1917 y 1921, cuando se entablo el duelo político y militar entre la Asamblea presidida por Kerensky y la que promovió Lenin, sobre todo cuando este último fue perseguido y obligado a huir.

[2] Al momento de escribir estas notas se produce la “intervención” de la SUNDDE en los principales auto mercados.

Raíces y límites de una inflación galopante

Maxim Ross

La velocidad que está tomando el índice de inflación en Venezuela obliga a una seria reflexión sobre la necesidad de “curar” esta enfermedad, en apariencia de la economía, pero más de la política, a tiempo, antes de que se produzcan daños irreparables en la vida del ciudadano común. Si se constata en la experiencia histórica de los países que sufrieron procesos inflacionarios significativos, inclusive aquellos denominados como “hiperinflacionarios”, es aquel quien termina pagando por “los platos rotos”, no solo en términos de pérdidas considerables de su ingreso real y su bienestar personal, sino con irreparables y graves efectos en sus derechos civiles y políticos.

Me refiero a todo ese impacto, que a veces no le contabilizamos a la inflación y la hiperinflación, de crisis institucionales que terminaron resolviéndose con la aparición en toda América Latina de esa década “negra” de dictaduras militares o, si nos queremos ir más lejos, con todas aquellas que se sucedieron en Europa y dieron como resultado el mundo que conocimos después. Hungría, Alemania, Italia, entre otros, son ejemplos de los daños sistémicos que ella produce.

Números que deberían asustarnos

Todavía a los venezolanos no les ha hecho “clic” el crecimiento de los precios, aunque ya aparecen rasgos de protestas y acontecimientos que van indicando la ruta que nos espera. Todavía no hemos alcanzado el momento “argentino”, cuando el cheque entregado a las 8 am perdía valor cuando se intentaba convertir en efectivo dos o tres horas más tarde, o el momento italiano, peruano o boliviano cuando por un dólar se entregaba una “paca” de billetes locales en el rincón de un ascensor o en un lugar secreto. No hay que olvidar lo que vino después.

¡Para que se tenga una idea de lo que hablo, cito algunos números que nos ayuden a entender sus efectos y conformemos una opinión válida para evitarnos los daños ¡antes de que sea muy tarde! Se que estos datos se han dicho muchas veces, Zimbawe, llego a la magistral cifra de 8.000.000% de inflación. Dividan por día para imaginar la carrera y la velocidad de los precios. Bolivia, quizás el mejor ejemplo de América Latina un 11.000% y un día récord a 21.000% anual. Perú, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Nicaragua en distintos tiempos sufrieron una “enfermedad” similar originándose las convulsiones políticas y sociales que todos conocemos y lamentamos hoy día. En algunos países duro semanas, en otros meses y en otros años. No hay medida para el tiempo,

Los gobiernos pueden gastar sin límites

La respuesta está fuera de la economía. Muchos dicen que los “Estados no quiebran” y les sobra razón. No son como una empresa que tiene un patrimonio que le permite gastar o endeudarse hasta cierto límite. Los Estados pueden ir mas allá y sobran ejemplos en la historia. Los representantes del Estado, los Gobiernos, disfrutan la misma prebenda. Cobran impuestos y gastan, pero además se endeudan sin control, se hacen deficitarios y ponen en “la calle” más y más dinero. La inflación, por supuesto, es la gran maquinaria apalancadora del sistema porque con ella van los impuestos creciendo y el gasto por igual. Ese “círculo perverso” se instala, se repite y como no hay contrapartida productiva los precios suben y suben. ¿Hasta que limite?

Los limites teóricos de la inflación

Va a extrañar a quienes leen este artículo que me salga del camino de los datos y las cifras y los involucre en el tema conceptual que está detrás del tema “inflación”, así en comillas. Su padre conceptual no es Keynes, pero tiene un alto grado de responsabilidad porque introdujo en la economía un rol para el dinero que antes no estaba muy bien entendido y aceptado. Con la Gran Depresión los gobiernos se mantenían apegados al ideario liberal. Keynes intervino y propuso la fórmula mágica del “déficit spending”, esto es, crear dinero en algún lado, colocarlo en el circuito económico y, automáticamente se logra el “milagro”.

La economía sale de la depresión…sin inflación, pero la costumbre se hizo ley, los gobiernos siguieron esa ruta, la inflación hizo su “trabajo”, pero esta se reprodujo sin control y apareció el proceso inflacionario. Las voces de alarma irrumpieron en la opinión pública y en el ámbito académico, dándole fin a la “era de Keynes”, pero no en todos, pues siguen vivos varios de sus seguidores, llamados “post keynesianos” o “neo keynesianos”. Como pueden constatar ni siquiera en el plano teórico tiene límites.

Inflación en Venezuela

Aquí en Venezuela encontraron “ecos y oídos” y esa es la práctica que estamos viviendo. No es que la inflación se le “fue de las manos” al gobierno. No, es que la inflación es parte de su estrategia económica y política. ¡El gasto publico crece, la inflación y los impuestos, el gasto sigue la pauta, aumentos salariales continuos, bonos de alimentación y electorales, pensiones, aguinaldos y… paren de contar!

Al momento de escribir estas notas la inflación en Venezuela paso de un 20% anual hace pocos años a un 35% mensual ahora, lo cual significa que arribamos a más de 1000% de inflación anual, pero la velocidad es alarmante y exponencial con el salto semanal de los precios y la aceleración de la devaluación del bolívar. Nos vamos acercando peligrosamente a la Argentina, al Perú o a la Bolivia de ayer.

Quizás no se logren alcanzar aquellas cifras “récord”, porque todavía el ingreso en divisas y las reservas ofrecen un cierto “anclaje” …del lado de la economía, pero ello requiere una importante rectificación en la política económica que la abatiera. En perspectiva, con unas elecciones cruciales en el 2018 no la veo posible, porque esta tiene dos enemigos fatales: el poder y la política que es donde se origina el problema inflacionario y, en ese campo, no tiene techo.

Su límite es el caos que origina

Se vera entonces que se va convirtiendo en un problema incontrolable y que solo exige control cuando toma la fuerza suficiente para originar un caos social y operativo, tal que es imposible mantener su ritmo creciente. En el caso venezolano, con la paradoja de una inflación que no tiene contrapartida en el circulante. el caos es todavía mayor, por lo que cabe esperar que los límites de la inflación se den en el plano social cuando quien gobierna perciba que este se sale de sus manos.

La experiencia de otros países dice que es allí donde encuentra sus límites, pero lamentablemente la solución no se presenta sencilla y son varios los casos y los ejemplos de intentos de reducirla y controlarla. Vienen a la memoria los planes “cruzados”, “cruceiros”, dolarizaciones buenas y malas, hasta que, algún día, un gran consenso social logra “dar en el clavo” y aparecen los Planes “Real” y otros, no sin dejar una secuela de convulsiones políticas, institucionales y sociales en el camino. ¡Ojalá que podamos concebirlo a tiempo!

¿Camino de servidumbre y sumisión?

Maxim Ross

La muy particular encrucijada que enfrentamos en los inicios de 2017 y lo que se espera para 2018, después de haber experimentado todos los métodos constitucionales que pudieran resolver el conflicto político, obligan una serie reflexión sobre lo que pueda venir, principalmente para evaluar hasta donde es posible la viabilidad de un cambio político o, por el contrario, la permanencia del gobierno hasta el 2018 o, quizás más allá de esa fecha.

En ese sentido, este articulo está orientado a discutir que fortalezas o debilidades tiene ese cambio en un masivo respaldo popular, el cual, como es comprensible es el más difícil de obtener, inclusive con todo y las graves dificultades económicas y sociales que sufre la población, especialmente la de menores recursos y más necesitada.

Entonces, cabe la pregunta de ¿Hasta dónde ese pueblo, con todo y lo que indican las encuestas del apoyo que se supone le da al “cambio político”, será capaz de expresar su respaldo a esta medida públicamente? ¿Hasta dónde será capaz de levantar la voz y protestar enérgicamente en su favor? En ese sentido, propongo responder esa pregunta hurgando en algunos factores históricos que pueden darnos una pista, en una dirección u otra. Por esa razón apelo otra vez al título del famoso libro de Von Hayek “El camino de la servidumbre”1, en el cual defiende rigurosamente el peligro que corría Alemania frente a Hitler, pero además realiza un severo juicio sobre las posibilidades democráticas del socialismo, en particular el basado en las doctrinas marxistas.

Apelo a este ensayo porque ilustra muy claramente como un pueblo puede ser sometido fácilmente a los dictámenes de gobiernos totalitarios, eliminando las fuerzas que les permiten resistirlos. Este, a mi juicio, puede ser el caso de la sociedad venezolana, cuyas específicas características podrían comprometer un cambio de esa naturaleza.

¿Puede una sociedad rebelarse por sí misma?

A juzgar por varias experiencias históricas eso no es posible, a menos que exista una “idea fuerza” o un liderazgo que movilice la población. Si se examinan los casos ocurridos modernamente encontramos que las sociedades que cambiaron el curso de los acontecimientos tuvieron líderes y propuestas que permitieron movilizar amplias capas de la sociedad, aun cuando pueden encontrarse casos de “rebeliones” más espontaneas o menos dirigidas, pero lo que interesa no es dirimir estas opciones, aunque dicen que más se producen por la presencia de un liderazgo que sabe recoger las insatisfacciones sociales, que por reacción espontánea.

Lo que realmente interesa es indagar en qué medida la población venezolana, repito la de menos recursos, la que hace las “colas”, la que ha perdido su capacidad adquisitiva, la que no consigue medicinas o alimentos básicos, está en capacidad y posición de rebelarse realmente frente a la situación que impone el gobierno.

La sumisión tiene largo tiempo.

Mucho se ha dicho y escrito sobre el efecto nocivo que ha tenido la presencia del petróleo en la vida de la sociedad venezolana, el cual, a pesar de los beneficios que sin duda ha traído, deja una estela de conformismo, de pasividad y de dependencia, que lleva a una excesiva paralización para reclamar sus reivindicaciones y ello motivado, en mi opinión, no solo por el efecto “renta petrolera”, que permite vivir de ella sin necesidad, al menos aparente, de otras fuentes económicas, sino porque ella permitió desarrollar un Estado nacional sumamente poderoso que apabulla todo intento de expresarse.

Si a ello se agrega la circunstancia de que los particos políticos venezolanos sucumbieron a una severa crisis de representatividad y de ausencia de propuestas doctrinarias, incluyendo el caso del partido que domina en el gobierno, el PSUV, entonces el circulo vicioso de la inacción se cierra peligrosamente. Un país donde las fuerzas productivas de la sociedad fueron siempre hipotecadas al Estado y donde este domina plenamente la vida económica, la sociedad civil nunca tiene “fuerzas propias” que le den autonomía e independencia, repercute en la ausencia de una democracia efectivamente activa, participativa y representativa.

A ello se agrega que los partidos políticos se organizaron en base a idearios “socialistas” que dieron sustento a ese Estado “fuerte”, pero que además se conformaron mediante pactos y acuerdos en los que poco participaron los intereses genuinos de la sociedad civil. Por esas razones el pueblo venezolano puede estar histórica y peligrosamente atado a una línea de conducta que lo imposibilite a reaccionar y rebelarse contra este o cualquier situación global que lo perjudique.

Esa desigualdad de fuerzas explica razonablemente porque los venezolanos pudieran ser más pasivos que otras sociedades, a la hora de enfrentarse ante el infortunio que han creado distintos gobiernos. La lógica de una relación como esta hace que el enfrentamiento sea explosivo, como lo fue el 27 de febrero, con el “Caracazo”, pero no con un patrón de reacción colectiva que tenga consistencia y organicidad, que de pautas de alguna posibilidad de reacción. Ese temor persiste en el seno de este ensayo.

¿Posibilidad de un cambio político?

Si esto fuera así, las posibilidades de un “cambio político” en Venezuela se verían, como se dijo antes, seriamente comprometidas y nos podríamos ver frente a un escenario donde la “servidumbre o la sumisión” se hagan permanentes. La pregunta es, entonces: ¿Puede este escenario ser superado? ¿De qué podría depender?

Desde luego la respuesta viene por el lado del liderazgo, porque, como se dijo, las sociedades “no se rebelan” solas y, está, la venezolana difícilmente lo hará, dados los determinantes señalados. En este caso, las exigencias de liderazgo para un “cambio político” son notablemente mayores que los requeridos en otras sociedades con mayores grados de autonomía e independencia.

La historia nos dice que esas “rebeliones” se producen cuando a la sociedad se le proponen ideas o propuestas de alta envergadura que tengan enorme conexión con lo que ella sufre. Estaría demás poner ejemplos que dan luz al respecto. En Venezuela un Betancourt, un Villalba y un Chávez supieron interpretar esos sentimientos y esa relación y lograron “arrastrar” grandes movimientos sociales detrás de ellos. Esa es la lección, nos guste o no en sus lados positivos o negativos. ¿Entonces se le está proponiendo a la sociedad venezolana, esa adormecida y seducida, algún proyecto de similar calibre y envergadura?, o ¿esta nuestra oposición encerrada en un conflicto que poco o nada tiene que ver con las imperiosas necesidades de la gente?

¿La “guerra” entre el TSJ, la Asamblea o el “dialogo” pueden ser suficientes detonadores de una masiva reacción social? La respuesta es un contundente NO. No parece posible que quienes hacen “colas” y sufren el impacto del caos general que se ha creado en Venezuela se sientan representados en ese “conflicto”. Muy por el contrario pareciera contraproducente seguir focalizándose solamente en él. Luego, las posibilidades de un “cambio político” en Venezuela van a depender de que ese salto se produzca y alguien, o algo sustantivo, le sea propuesto a esa sociedad atrapada entre el miedo, el subsidio, la propaganda, la intimidación, la compra de conciencias y el “bozal de arepa”.

Esa condición pareciera indispensable para que la sociedad “le ponga el oído” a una opción distinta a la que nos gobierna. De lo contrario podríamos, como he defendido, estar condenados, como dijo Hayek en su tiempo a un “camino de la servidumbre” y a la sumisión permanente, como ha sido el caso de los pocos países que no consiguieron la fórmula secreta para desprenderse de los regímenes totalitarios, como lo son Cuba, Corea del Norte y sus variantes “ligeras” China, Vietnam, Cambodia y otros menos fáciles de identificar.

La “gente” tiene que identificar una salida, una solución para sus problemas, una propuesta creíble y confiable.

¿Cuál propuesta?

El tema es que no se trata de una cualquiera, sino de una que realmente toque el fondo del problema, esto es la superación de la forma en la que el petróleo modela la economía y la sociedad venezolanas, hasta subyugarlas a sus poderosas fuerzas, a sabiendas de que no es “culpa natural del petróleo”2, pero sí de la forma en que los distintos gobiernos lo manejaron haciéndonos completamente dependientes de él y sus ingresos. Supone superar el “estatismo”, el centralismo, el “Presidencialismo” y el gran déficit democrático que, por ejemplo, explica la debilidad de nuestra Asamblea frente al Poder Ejecutivo y el presidente.

En el fondo, no es otra cosa que la expresión de los distintos “socialismos” que orientaron a Venezuela en toda su vida contemporánea y, donde ningún partido político. fue capaz de escaparse de ellos en cualquiera de sus versiones, cristiana, marxista o keynesiana.

De lo que se trata es de presentarle a Venezuela una propuesta que genuinamente le permita liberarse de todas esas fuerzas “represivas” que la conformaron modernamente. Solo si una propuesta de ese calibre “sale a la luz”, entonces habrá posibilidades de un “cambio político”, pero: ¿Esta alguno de los partidos adversos al gobierno en esa capacidad? Sus manifestaciones, hasta ahora, se parecen, más que menos a las del PSUV, por lo cual esa masiva, seducida, adormecida sociedad de gente sin recursos, a la que aludo, difícilmente pueda captar alguna diferencia entre unos y otros. Y allí quien tiene todas las de ganar es el gobierno con todo el aparato que maneja.

Consecuencia y conclusión: para romper el modelo de “servidumbre y sumisión” hace falta algo muy distinto a lo que tenemos, mucho más audaz y que no se ve en el panorama político quien pueda proponerlo. En el mundo de la sociedad civil, en especial en su campo intelectual y profesional, en las Universidades y Centros de Estudios, estos caminos han sido propuestos, sin conseguir suficiente eco en los principales partidos. Quizás un mejor encuentro entre esos dos mundos pueda producir algo que los venezolanos compren con confianza y credibilidad, tal que puedan distinguir claramente que se trata de su liberación del modelo que, sin darse cuenta, los ha subyugado por largo tiempo.

1“The road to serfdom” F. A .Hayek. London, 1944

2 Me refiero a versiones tipo el “Excremento del diablo”