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Richard Casanova

Falsos supuestos, certezas y alternativas políticas

Richard Casanova

El venezolano de "a pie" vive una tragedia cotidiana y el país político distante de esa realidad, sumido en un debate estéril signado por falsos supuestos e incertidumbre. Es hora de dejar atrás lo ilusorio y hablar de certezas. Unos dicen que "si no votas, le darás el triunfo a Maduro y 6 años más en el poder". ¡Falso! Su permanencia no depende de estas "elecciones", ni hay victoria para el gobierno en un proceso que no es reconocido. Otros dicen: "la abstención deslegitima al gobierno" ¡No siempre! Restará legitimidad según las circunstancias en que ella se produzca y para que tenga efectos políticos se requiere unidad y acciones complementarias. Pero deslegitimar al régimen es un objetivo cumplido: hace tiempo está totalmente deslegitimado y más bien, debe evitarse que recupere reconocimiento internacional y estabilidad política. Solo para eso le pueden servir estas elecciones al gobierno, dependiendo de lo que haga la oposición.

Por otra parte, una intervención militar yanqui es algo tan fantasioso como un triunfo electoral de Falcón. Pese al descomunal rechazo del gobierno y lo que dicen las encuestas, ello es imposible y no por causa del candidato sino porque el proceso está diseñado para que una ínfima minoría pueda "ganar" e instalar definitivamente la desesperanza en el mundo opositor. Pensar que el gobierno -con su inocultable vocación delictiva- va a reconocer una alta abstención o una eventual victoria opositora, es una ingenuidad. Dudar de que alteraran las cifras para evitarlo es una candidez. Y esto no es renunciar a la ruta electoral, al contrario es tener claro el escenario. Por cierto, extraña que muchos “participacionistas” argumenten que a la dictadura no se le “pide” condiciones electorales: eso es verdad, nunca se le pide siempre hay que torcerles el brazo con presión política pero esa es una lucha que un demócrata jamás debe abandonar y menos quien tenga un candidato que aspira ganar. En fin, participar en estas “elecciones” no conduce al cambio sino a una "derrota" tan falsa como sería el triunfo oficialista. Manipular a los venezolanos –que buscan desesperadamente una salida- con el espejismo de una victoria, conducirá a que se sientan derrotados sin haberlo sido y a desmoralizar más al país democrático. Ahí sí habría el riesgo real de atornillar a Maduro en el poder. La única manera de evitar ese cuadro de depresión colectiva es pisando tierra y hablando con franqueza. Generar falsas expectativas convenciendo a los venezolanos de que la abstención es una solución, es tan irresponsable como persuadirlos de votar para superar la crisis. ¿Qué dirán unos y otros “al día siguiente” cuando la realidad los desmienta? La reflexión queda pendiente….

Así como estas "elecciones" no le sirven a la oposición para impulsar el cambio, tampoco le sirven a Maduro para resolver el problema de gobernabilidad, salvo que los errores y la división en el campo opositor le permitan capitalizar este evento inocuo. Aun así, todo indica que "al día siguiente" de ese simulacro, se profundizará la crisis económica, social, política y militar, entrando en una dinámica infernal que hará inviable al país e insostenible al gobierno, esta una realidad que el gobierno inútilmente busca frenar con esta farsa electoral: ¿de qué otra manera se explica el adelanto de unos comicios que estaban constitucionalmente pautados para fines de año? ¿Por qué no quedarse tranquilo y esperar hasta diciembre? Obvio, la crisis no da para tanto....

La dictadura seguirá en su fase agonizante y la tendencia es irreversible, diría Tibisay. Una buena noticia sería que la oposición o una parte de ella, se unificara en torno a las elecciones o al eventual retiro de la candidatura de Henri Falcón. El gobierno podrá igualmente desconocer cualquier resultado pero en unidad cambia sustancialmente el cuadro y al "día siguiente", la oposición podría dar una respuesta unitaria y realmente efectiva a los venezolanos. Para ello, ante un país lleno de dudas y desconfiado, tendrá el Frente Amplio que demostrar su amplitud y capacidad de diálogo. Y Henri Falcón que demostrar su talante democrático, valorando y respetando la opinión contraria.

Así llegamos al punto esencial: el debate que tiene sentido hoy no es electoral sino aquel que permita a la oposición unificar al país, aproximarse a la gente, alinearse con sus angustias y permita "al día siguiente" una acción enérgica y absolutamente democrática para poner fin a la dictadura y abrir las puertas a la libertad y el progreso, objetivo que debemos lograr más por la presión social e internacional. Las elecciones no son el factor de cohesión del país: votar o abstenerse no es suficiente, sin unidad será inútil y cualquiera sea la ruta, construir alternativas para "el día siguiente" es lo verdaderamente relevante y es urgente. Quien quiera engancharse en la coyuntura electoral que lo haga pero el Frente Amplio debe trascender, si no ¿para qué sirve?

Twitter: @richcasanova

(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.

No basta con unas elecciones y la abstención no es suficiente

Richard Casanova

La unidad es esencial en la lucha democrática y fracturarla es el objetivo principal del gobierno, el cual necesita una candidatura creíble y con la fortaleza necesaria para legitimar unos comicios ilegalmente convocados, sin garantías, ni observación internacional y con la participación sólo de los candidatos y partidos que interesan al régimen. Pero la candidatura de Henri Falcón no les sirve ni para dividirnos, ni para legitimarse puesto que tiene un ostensible rechazo en el mundo opositor y exhibe el respaldo de partidos con una debilidad evidente y de dudosa factura democrática. Además el candidato viene con plomo en el ala: luego de 18 años en el poder, siendo gobernador en ejercicio y con el respaldo de todas las fuerzas de la Unidad, Henri Falcón resultó derrotado por una bate-quebrado como “la Almiranta” Carmen Meléndez. Saque usted la cuenta…

Advierto que mi intención no es descalificar a Henri Falcón, a quien conozco personalmente. Su decisión es muy lamentable pero no es lo que molesta y hasta diría que tiene derecho a ser chavista en esta hora menguada de la “revolución”. A lo que nadie tiene derecho es a usurpar el espacio de la oposición democrática con esa candidatura para legitimar al gobierno. Lo que molesta es que quienes apoyan esta operación divisionista no sean capaces de asumir su decisión e intenten justificarse con argumentos participacionistas como si no fuera obvio el rol que decidieron jugar. Es muy duro decirlo y no me complace hacerlo, más bien es una obligación que -como decía un amigo- genera “sentimientos encontrados”, pues no somos abstencionistas y nadie ha renunciado a la ruta electoral o al voto como instrumento de cambio, solo que no estamos dispuestos a participar en esta parodia inmoral de un gobierno agonizante que tiene a la gente muriendo de hambre.

Y así llegamos al meollo. La dramática realidad nos trae al punto: la crisis social es el gran tema y es donde debemos encontrarnos como país. La situación hoy es pavorosa, una tragedia y vista la abierta disposición del gobierno al fraude, unas simples elecciones no son la solución pero francamente la abstención tampoco basta. Votando o no, la crisis avanza, el país va rumbo a un colapso, se hace inviable y la dictadura no resuelve su problema de gobernabilidad. Quienes dicen que si no participamos, Maduro “gana y se atornilla”, desconocen que su permanencia frente al gobierno depende de los poderes fácticos que sostienen a toda dictadura, no de ganar unas elecciones chimbas. ¿Y acaso votando el gobierno no “ganaría” también? La diferencia sería que el país se sentiría efectivamente derrotado. Es obvio que estas elecciones tampoco resuelven los problemas de la oposición: No posibilitan su cohesión en torno a ellas, ni propician las condiciones para el cambio.

Lo que realmente cohesiona al país es la dolorosa crisis que sufre hoy la población venezolana. La motivación principal de una inmensa movilización del país que pueda fracturar los cimientos de la dictadura es la lucha por las reivindicaciones sociales. La prioridad de un político con sensibilidad social es la crisis humanitaria, no estas elecciones que más bien parecen unas primarias del PSUV. ¿A quién le importa el resultado de esa sátira? ¿Ese resultado -que nadie reconocerá- podría cambiar la realidad social del país o le daría estabilidad al gobierno? ¿Qué cambia con este circo electoral? ¡Absolutamente nada! Entonces mientras “el pastor”, Falcón y Nicolás andan en esa absurda campaña electoral, el liderazgo opositor debe tomar la iniciativa y acompañar al pueblo en sus penurias, hablar con la gente sobre el futuro. No basta con unas elecciones y la abstención no es suficiente: la unidad democrática debe alinearse con el sentimiento real de los venezolanos, con sus angustias y sus esperanzas, construir soluciones y movilizar al país. De eso se trata la política.

Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.

Twitter: @richcasanova

Catatonia política y la fuerza de las mayorías

Richard Casanova

Nadie podrá cambiar la realidad si no tiene -como mínimo y entre otras cosas- una caracterización precisa de ella y una valoración adecuada de la coyuntura. A tales fines, de pronto en la medicina encontramos un concepto que nos ayuda: "La catatonia es un síndrome neuropsiquiátrico caracterizado por anormalidades motoras, que se presentan en asociación con alteraciones en la conciencia, el afecto y el pensamiento". ¿No es una buena descripción de la situación actual? En efecto, el país pareciera en estado catatónico. El régimen ha librado una guerra sicológica con éxito -por ahora- para dividir a la sociedad democrática, sembrar desaliento, instalar la idea de que no hay más alternativa que resignarse, ponerse de rodillas o irse del país. Esa operación sicológica -más que el CNE- le ha permitido algo insólito: ganar elecciones siendo una penosa minoría y lo peor, que la gente crea que pueden seguir ganando, sin importar la tragedia que hoy sufre la población.

Una parte del país se paraliza y otra dispara hacia su propia trinchera. La mejor expresión del "éxito" oficialista es la estúpida y suicida agresión de opositores contra opositores, como si el enemigo no estuviera claramente identificado en la acera del frente. Así las cosas, nuestra realidad puede entenderse como "un síndrome neuropsiquiátrico". Superarlo es la clave para salir de la crisis y los síntomas de una franca recuperación serían: una unidad monolítica y una actitud proactiva de esa mayoría que es hoy el país democrático. La "anormalidad motora" asociada al estado catatónico del país no es sólo la parálisis del aparato productivo, el colapso en ciernes de los servicios públicos o la incapacidad del régimen para generar soluciones; hay que reconocer también nuestra inmovilidad como sociedad. El país se cae a pedazos pero cada quien atiende su propia emergencia, "nadie" reacciona, la mayoría espera que otro resuelva el problema y saque al gobierno. Lo más común es asignar la responsabilidad a "los políticos" y descalificar a quienes hoy asumen el riesgo de hacer política contra la dictadura. Tal cosa no es racional y unificar al país exige cordura. Tampoco se trata de desconocer que el liderazgo (no sólo político) ha cometido errores, tiene una cuota mayor de responsabilidad y la obligación de dar conducción al proceso. Más bien se trata de poner fin al juego de culpar al otro, bien sea al imperio, la derecha o la guerra económica; o que siendo opositor, crea que los responsables son la MUD, sus líderes o partidos, en cuyo caso -si no se ha dado cuenta- usted opina exactamente igual que Maduro y Diosdado Cabello. Obvio, en estas condiciones se dificulta movilizar al país.

En fin, estamos en un estado catatónico a juzgar también por "las alteraciones en la conciencia, el afecto y el pensamiento". Salir de esta situación nos obliga entonces a ser conscientes y asumir cada quien su propia responsabilidad como ciudadano, sin dejar de exigir a otros que cumplan la suya. Además, urge recuperar el afecto entre nosotros, seguramente lesionado por esta guerra sicológica que promueven los cultores del odio y la violencia. Es hora de pensar y actuar con sensatez. Llega el momento del desenlace final y el país debe movilizarse, salir de ésta catatonia, enfrentar al régimen con la fuerza del amor y la razón, derrotar a esta dictadura con la convicción de que somos mayoría. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla

Twitter: @richcasanova

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