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Aníbal Romero

3 aspectos del discurso de Trump que definen su estrategia hacia el régimen de Maduro

Aníbal Romero

El reciente discurso del presidente Donald Trump en Miami tiene gran importancia, y constituye en sí mismo un evento político de primer orden. Ante todo, porque explicó con suma claridad qué ha pasado en Venezuela bajo el régimen chavista-madurista, y en segundo lugar porque esbozó con trazos inequívocos una estrategia dirigida hacia un futuro distinto y mejor. Lo dicho por Trump puede sintetizarse en tres frases principales.

1- En primer término, casi al final de su exposición, Donald Trump afirmó que la pesadilla venezolana está llegando a su fin pues Estados Unidos, una gran nación, ha decidido respaldar la causa de la liberación de manera firme hasta concluir definitivamente la tarea.

Trump reconoció con palabras muy generosas la lucha heroica de los venezolanos a lo largo de dos décadas, y se refirió con detalle a varios ejemplos individuales de dedicación y sacrificio. No obstante, pienso que los venezolanos debemos admitir que luego de enfrentar tantos obstáculos, de sufrir tantos tropiezos y experimentar tantas derrotas, las fuerzas de la oposición democrática habían sufrido un desgaste, y el futuro se vislumbraba lleno de sombras.

Donald Trump afirmó que la pesadilla venezolana está llegando a su fin pues Estados Unidos, una gran nación, ha decidido respaldar la causa de la liberación de manera firme hasta concluir definitivamente la tarea

La contundente decisión de Trump y su gobierno, apoyados por otros destacados políticos estadounidenses y latinoamericanos, de poner fin al régimen que tiraniza a Venezuela ha sido un punto de inflexión, cambiando radicalmente la correlación de fuerzas a nivel regional y global y llenando de nuevas energías el combate interno de los venezolanos por la libertad.

En este sentido, Trump tuvo el acierto de explicar que la tragedia de Venezuela, y las inmensas dificultades que hemos sobrellevado los venezolanos para acabar con la opresión y restaurar una existencia libre y democrática, se debe en gran medida al pacto infame establecido entre la dictadura castrista en Cuba y sus serviles agentes en nuestro país. Ese pacto, dijo Trump, consistió en que el régimen chavista-madurista se comprometió a sostener económicamente a la Cuba castrista, a cambio de que esta última construyese en Venezuela un Estado policial, una sofisticada y eficaz estructura de represión, destinada a repetir en nuestro país la dolorosa experiencia totalitaria de la isla caribeña.

De modo pues que los venezolanos no hemos enfrentado una mera autocracia, como otras muchas que han existido en América Latina, sino un proyecto totalitario centrado en la reproducción del tradicional modelo comunista de control social. Y ante ello nuestras fuerzas, a pesar del heroísmo de tantos hombres y mujeres a lo largo de 20 años, fueron insuficientes. De la misma manera que los pueblos de la Unión Soviética y Europa Oriental requirieron en su momento apoyo externo para liberarse, igual cosa ha ocurrido con nosotros. Tuvimos la suerte de que así como ellos contaron con Ronald Reagan, el Papa Juan Pablo II y Margaret Thatcher, nosotros contamos ahora con Donald Trump, Luis Almagro, Marco Rubio, Iván Duque, Sebastián Piñera y tantos otros hacia quienes albergamos una inmensa deuda de sincera gratitud.

2- En segundo lugar, Trump insistió en que la política que está llevando adelante su gobierno con relación a Venezuela “no tiene vuelta atrás”, y repitió en varias ocasiones las advertencias que se vienen haciendo estas pasadas semanas desde Washington hacia Nicolás Maduro y sus aliados. Hay una nueva situación y las cosas ya no son como antes. Trump colocó el desafío en el plano que merece: se trata de una confrontación que desborda las fronteras venezolanas y adquiere una dimensión geopolítica regional y hasta global. Las tiranías en Cuba y Nicaragua también sufrirán las consecuencias de la resolución estratégica estadounidense.

Cabe presumir que Washington ha enviado los indispensables avisos a Moscú y Beijing, para que sepan a qué atenerse y no den pasos en falso, análogos a los desastrosos errores de cálculo que condujeron a la Crisis de los Misiles en 1962. Pienso que este proceso no se repetirá, pues las motivaciones que llevaron a los dirigentes soviéticos al borde del abismo, motivaciones que tocaban el equilibrio nuclear entre las superpotencias, no están ahora presentes. La tragedia venezolana desborda nuestras fronteras, pero Washington está logrando limitarla dentro de un ámbito local y regional, y en el marco de ese ámbito seguramente se resolverá.

Los adversarios de Trump en Estados Unidos y otras partes han tendido a subestimarle, y han perdido de vista los rasgos de personalidad y capacidad política que le llevaron a la Presidencia y le han sostenido, en medio del ataque incesante de unos medios de comunicación en su mayoría entregados a hacerle una oposición sistemática y a veces delirante. No creo, sin embargo, que a estas alturas del juego a Maduro y sus secuaces y aliados les queden dudas acerca de la determinación implacable de Trump, cuando se propone un objetivo.

3- El Presidente estadounidense volvió a dirigirse de manera directa a los militares venezolanos, y en ese contexto pronunció la tercera frase que a mi modo de ver define la sustancia de su discurso: Ni Washington, ni el presidente Juan Guaidó buscan venganza. La oferta de una amnistía, si abandonan la tiranía de Maduro y la servidumbre hacia la Cuba castrista, es real y será honrada. La opción de actuar con patriotismo y restaurar gradualmente la dignidad perdida está abierta. Pero el tiempo corre y deben pronunciarse pronto. Los militares venezolanos están arriesgándolo todo, incluso sus vidas, al apegarse a una dictadura oprobiosa que ha destruido al país y sólo merece una radical condena ética y política.

Trump colocó el desafío en el plano que merece: se trata de una confrontación que desborda las fronteras venezolanas y adquiere una dimensión geopolítica regional y hasta global. Las tiranías en Cuba y Nicaragua también sufrirán las consecuencias

Un aspecto adicional de significativa relevancia en el discurso de Trump, fue la base de sustentación ideológica de su exposición, orientada a poner de manifiesto la necesaria conexión entre socialismo y opresión. En ese orden de ideas, Trump nos recordó lo que han sido siempre los experimentos socialistas, y el horror al que inevitablemente han conducido. Lo peor es que esas tragedias del socialismo han sido producidas por sus adherentes en nombre de la justicia, la igualdad, la paz y el progreso. En verdad, como sabemos, el socialismo es una doctrina que persigue un siempre creciente control social desde la cúpula dominante, y es en realidad el poder lo que esa cúpula quiere y busca, un poder que, como lo resumió Trump, intenta finalmente decidir quién debe vivir y quién debe morir.
Con su discurso en apoyo a la liberación de Venezuela, Trump logró no sólo emocionar a millones de venezolanos, sino que también envió un mensaje de ánimo y esperanza a cubanos y nicaragüenses, ahora oprimidos por quienes les tiranizan. Fue un momento singular y de enorme relevancia política y psicológica, un momento ubicado en el vértice de una coyuntura excepcional para nuestro país y el hemisferio entero. Es la primera vez que un Presidente estadounidense articula con tan certera precisión una estrategia para la liberación. Confrontar la urgente crisis humanitaria será un primer paso, pero sólo el primero. Con sus palabras, Trump nos ha hecho sentir que un nuevo y mejor porvenir está más cerca.

Las cosas llegan donde tienen que llegar

Aníbal Romero

Todos cometemos errores y corregirlos es de sabios, como afirma el conocido refrán. Entiendo, por tanto, la importancia de la aparición del llamado “chavismo crítico”, en particular debido a la desafiante coyuntura que vive nuestra sociedad. No se me escapa que el régimen conserva todavía efectivo poder e ingentes recursos represivos, y que está dispuesto a utilizarlos con rudeza y eficacia para perdurar en el mando, sometiendo definitivamente a la nación a sus designios despóticos. Son por tanto bienvenidas las alianzas con todas las personas dispuestas a hacer su aporte en estos tiempos cruciales, a objeto de impedir que la tiranía se consolide aún más en Venezuela, procurando a la vez ponerle fin.

En este sentido, resulta hoy más que nunca imperativo salirle al paso a cualquier intento de olvidar, menoscabar o distorsionar de manera interesada las razones que explican por qué nuestro país ha desembocado en el abismo en que se encuentra. Esa tarea de esclarecimiento de lo ocurrido estos pasados años no debe hacerse en modo alguno con propósitos de cobrar venganza o perseguir a otros, sino para asegurarnos que la nefasta experiencia que ha vivido Venezuela bajo el proyecto político iniciado por Hugo Chávez nos lleve a alcanzar finalmente el necesario aprendizaje social, de manera de evitar su repetición en el futuro una vez que Venezuela haya tomado un camino diferente.

Era claro, palpable, inequívoco, que el proyecto político chavista, desde sus propios comienzos, contenía en abundancia las semillas del esquema de control dictatorial en que ha devenido y se ha concretado. Sobran las evidencias acumuladas a lo largo de dos décadas, o quizás más, desde el momento en que ocurrieron los golpes de Estado de 1992 y hasta el presente, que ponen de manifiesto sin que quede espacio para serias dudas la naturaleza despótica del chavismo como movimiento político y proyecto de dominación hegemónico.

Por lo tanto, a aquellas personas que militaron por años en el seno de la “revolución” y hoy empiezan a asumir un rumbo autocrítico, es indispensable llamarles la atención sobre este asunto clave. Bienvenidos sean su examen de conciencia y su rectificación, y congratulaciones por su valentía al enfrentar el odio irreversible de quienes hasta ayer fueron sus compañeros de ruta. Pero eso sí: recuerden que por años ustedes también violaron la Constitución que ahora intentan defender y abusaron arbitrariamente del poder que tuvieron en sus manos. Y lo hicieron por decisión propia y porque la naturaleza del régimen del que han formado parte es tiránica. La única escapatoria ante ese destino de opresión es romper con el régimen, sus fundamentos ideológicos y sus pulsiones dictatoriales, si es que se quiere vivir en un país de hombres y mujeres libres.

No descarto ni rechazo que un partido político de izquierda democrática pueda desempeñar un papel en una Venezuela distinta y mejor, pero ese partido no es, nunca ha sido y jamás podrá serlo el PSUV, cuya estructura organizativa, sustancia ideológica y objetivos políticos responden a concepciones marxistas que no se compaginan con la existencia en libertad.

Insisto entonces en que una cosa es admitir que todos podemos equivocarnos, que rectificar es positivo y que los venezolanos con la aspiración de hallar un nuevo ámbito de convivencia civilizada tendremos que buscar vías de reencuentro y reconciliación. Este, repito, es un punto válido. Pero otro distinto e inaceptable consiste en minimizar el hecho patente de que el chavismo, en su versión vigente, es un veneno moral y político que ha producido inmensos daños a nuestra sociedad, aplastándola bajo la opresión, empobreciéndola y arrinconándola de manera tal que no le ha quedado otra opción excepto la de rebelarse, la de zafarse a como dé lugar del régimen y abrir una renovada ruta hacia la libertad.

En el plano ético, el chavismo, su fundador y seguidores han ido mucho más allá de lo que, para citar un ejemplo emblemático, Kant consideraba el signo inconfundible de la violación de la ley moral, es decir, tratar a los seres humanos no como fines sino como medios. Lo afirmo pues el régimen y sus cabecillas, durante todos estos años, han tratado a los venezolanos que se atreven a disentir o adoptar posiciones distintas como meros objetos. Dicho en otros términos, los cabecillas y seguidores del régimen no nos tratan siquiera como medios sino como objetos de burla, de menosprecio, de desdén, mediante el insulto, la amenaza y la descalificación permanentes, a lo que se suma la implacable disposición de despojarnos de nuestra dignidad, de nuestras herramientas de vida, de nuestros anhelos y esperanzas, hasta empujar a centenares de miles a abandonar el país o forzarles a ello, como si tampoco el derecho de ser venezolanos fuese nuestro sino de quienes nos oprimen.

En lo que toca a lo político, el chavismo envenena cualquier opción de existir en democracia, pues se basa en un objetivo socialista que de manera necesaria, gradual o rápidamente, erosiona y destruye la economía de mercado capitalista sustituyéndola por fórmulas colectivistas y corporativistas, todo lo cual conduce de modo inexorable al control férreo de la sociedad por parte de un Estado todopoderoso, acentuándose dicho proceso en un contexto como el venezolano, debido al peso del petróleo.

El chavismo envenena la política republicana y democrática y asfixia la libertad en nombre de un demagógico igualitarismo, que no es más que el disfraz bajo el que se oculta una feroz vocación totalitaria. En este orden de ideas, repito, el despotismo es intrínseco al chavismo y por ello el régimen condujo las cosas adonde tenían que llegar.

El chavismo no desembocó en dictadura por error o casualidad; llegó a la dictadura de manera deliberada y necesaria. La asamblea constituyente que el régimen ahora prepara será, en caso de llevarse a cabo, la culminación de ese ya largo y doloroso camino dirigido a establecer un despotismo irreversible, en manos de los grupos militares y civiles que manejan las riendas del país bajo la tutela vigilante de la Cuba castrista. La “tiranía activa y doméstica”, como en otro marco y circunstancias lo expresó Bolívar, ha sido desde siempre la naturaleza y la dinámica de un movimiento y un proceso que en estos momentos, jugándose el todo por el todo, intenta establecerse sin cortapisas y limitaciones frente a una sociedad que finalmente despertó y le combate con inmenso coraje y sacrificio.

Se avecinan nuevas y heroicas jornadas de resistencia cívica de parte de nuestro pueblo y sus jóvenes. Estos pasados meses han sido extraordinarios, en cuanto han exhibido ante nosotros mismos y el mundo entero la voluntad de liberación que anima a las mayorías del país. Ignoro desde luego qué desenlace nos aguarda como resultado de la entrega, el arrojo y el sacrificio de tanta gente, en particular de nuestros jóvenes, pero abrigo serena confianza en un porvenir de libertad para Venezuela, ya que las cosas llegan donde tienen que llegar.

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