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Reinaldo Rojas

Las tres Colombias

Reinaldo Rojas

El pasado 7 de agosto Colombia celebró el Bicentenario de la Batalla de Boyacá, la cual selló la independencia de la Nueva Granada y creó las condiciones para la fundación de la Gran República de Colombia, mediante ley, el 17 de diciembre de 1819. Es interesante destacar que esta república de Colombia fue creada en Angostura por el Congreso de Venezuela, bajo la presidencia de un neogranadino, el Dr. Francisco Antonio Zea, producto de la unidad que privó entre ambos pueblos en aquellas horas de lucha por la Independencia.
Después del triunfo militar en Boyacá, es evidente que el acontecimiento político más importante fue el de la fundación de Colombia. Pero, ¿cuál Colombia? Esta palabra expresa diferentes contenidos histórico y, por ello, ha dado lugar a distintos significados. Empecemos, entonces, por precisar los diferentes significados que la misma ha tenido en el tiempo. Inclusive, la que podría tener en el futuro.

Colombia, como vocablo y como idea, es un invento de Francisco de Miranda que va a entrar a nuestra historia republicana en tres grandes momentos. Primero en 1810, cuando Miranda funda en Londres un periódico con el nombre de El Colombiano; luego en 1819, cuando el Congreso de Angostura crea por ley la República de Colombia, la cual desaparece en 1830; y en 1863, con la Constitución de Río Negro que transformó el Estado de la Nueva Granada, de 1832, en Estados Unidos de Colombia.

Ahora bien, ¿cómo surgió esa idea en Miranda?, ¿cómo fue que Bolívar y sus contemporáneos la institucionalizaron en 1819? Y ¿por qué los liberales neogranadinos la tomaron para sí en 1863? El tema es complejo, pero pongamos en la mesa algunas ideas.

Miranda, que fue un hombre universal no sólo por su pensamiento, sino también por su mirada global de la historia del mundo a finales del siglo XVIII, al estudiar la evolución del Imperio español en América le inquietaba saber acerca del futuro de aquellos dominios, que sólo en nuestro continente cubría cerca de treinta millones de kilómetros cuadrados y unos veinte millones de habitantes, establecidos –para la época– entre los confines del río Mississippi, en el norte de América, hasta el Cabo de Hornos. Ese vasto territorio es el que Miranda va a bautizar con el nombre de Colombia, en homenaje a Cristóbal Colón. En este sentido, todo aquello que concierna a Colombia, llevará ese rótulo, que es con el que va a denominar su voluminoso archivo: Colombeia.

La opción es la independencia

Al iniciarse la crisis española en 1808, con la abdicación de Fernando VII en favor de Napoleón Bonaparte, para Miranda la opción es la independencia bajo los auspicios de la Gran Bretaña. Con esa idea por delante y a fin de prefigurar ese futuro que se acerca, funda El Colombiano. En su primer número, del 15 de marzo de 1810, Miranda no le habla a Caracas, a México o a Buenos Aires. Se dirige a “los habitantes del Continente Colombiano”, fundando con ello la idea de una nueva nación que él denomina ya como Colombia.

En la denominada “Carta de Jamaica”, Bolívar –seguidor de Miranda- le comenta al destinatario de su correspondencia, el comerciante inglés Henry Cullen, que él prevé que la Nueva Granada se unirá con Venezuela para formar una república centralizada con el nombre de Colombia. Efectivamente, por su iniciativa, el 17 de diciembre de 1819, el Congreso de Venezuela “con arreglo al informe de una Comisión Especial de Diputados de la Nueva Granada y de Venezuela”, decreta la Ley Fundamental de la República de Colombia, nueva entidad política constituida por los departamentos de Venezuela, Cundinamarca y Quito, con sus capitales Caracas, Bogotá y Quito, quedando pendiente la creación de una nueva ciudad que con el nombre de Bolívar será la capital de la nueva República.

¿Una ilusión?

Este proyecto unitario entra en crisis y desaparece en 1830. Pero su espíritu reaparece en Río Negro, Antioquía, en la Asamblea Constituyente que en 1863 redacta una nueva constitución para la Nueva Granada y decide constituir los Estados Unidos de Colombia. Entre aquellos diputados destaca la figura del general Tomás Cipriano de Mosquera, héroe de la independencia y gobernador del Estado del Cauca, quien comparte con el venezolano Antonio Leocadio Guzmán el renacimiento del sueño grancolombiano con el triunfo federal en ambos países. ¿Una ilusión?

Esta visión quedó establecida en aquella Constitución al señalar en su Art. 90 que “El Poder Ejecutivo iniciará negociaciones con los gobiernos de Venezuela y Ecuador para la unión voluntaria de las tres secciones de la antigua Colombia en nacionalidad común, bajo una forma republicana, democrática y federal...”. En este siglo XXI, frente a la división que nos caracteriza ¿se proyectarán en el futuro estas ideas?

enfoques14@gmail.com

@reinaldorojashistoriador

¿Dónde están los jóvenes?

Reinaldo Rojas

El futuro de una sociedad descansa en su juventud. Es un problema, inclusive, demográfico ya que se trata de la renovación de la población para garantizar su permanencia en el tiempo. El crecimiento de las ciudades frente al mundo rural ha sido la tendencia dominante en la sociedad moderna desde el siglo XIX. En este milenio la ciudad será el gran protagonista de la historia. Este fenómeno demográfico se ha visto acompañado por la reducción del núcleo familiar, generándose una mentalidad individualista de bienestar que finalmente ha incidido en los procesos de procreación y en el matrimonio monogámico como modelo de estructura familiar.

En las llamadas sociedades desarrolladas de la Europa Occidental el envejecimiento poblacional ha sido la tendencia dominante, mientras en las regiones periferias del llamado anteriormente “Tercer Mundo”, el comportamiento ha sido el crecimiento de los estratos poblacionales más jóvenes. Visto globalmente, las migraciones de sur a norte tienen parte de su explicación en esta dinámica poblacional. Para revertir esa tendencia, que hoy se enfrenta en Europa y en Estados Unidos con la xenofobia y los controles migratorios más estrictos, habría que globalizar el desarrollo y el bienestar a escala planetaria, para que las oleadas migratorias de los más pobres no le “invadan” sus espacios de bienestar a los más ricos.

País joven
Venezuela es un país demográficamente joven. En 1998 la población menor de 15 años estaba contabilizada en 8.291.538 personas, para un total poblacional de 23.242.435 habitantes. Es decir, el 35,6 %. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela cuenta para junio de 2016 con una población de 31.028.637 habitantes y 5.522.000 habitantes menores de 15 años. La pirámide poblacional, según estos datos oficiales, se estaría achicando en la base y engrosando en la mitad. En todo caso, el 52,57% de los venezolanos de hoy tienen menos de 30 años. La juventud es, pues, para Venezuela su mayor riqueza y su pasaporte al futuro.

Pero esta situación estructural ha venido cambiando imperceptiblemente. El tema de la migración de la población joven es hoy el tema más grave que pudiéramos comentar y sobre el cual quisiéramos llamar la atención del lector. Todos estamos sufriendo el deterioro acelerado de nuestras condiciones de vida y de trabajo en el país. Las evidencias están a la vista. Se discuten las causas pero no se puede ocultar el fenómeno. El exsecretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, declaró el 16 de agosto de 2016, que en “Venezuela hay una crisis humanitaria”. Y esa declaración del secretario de la ONU a la prensa del mundo está sustentada en múltiples evidencias, muchas de ellas novedosas en la historia del país. Por ejemplo, una nota sobre Venezuela que aparece en el Informe 2015 de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de la existencia de “7.456 refugiados venezolanos y 15 mil 94 solicitantes de asilo”.

País de emigrantes
Venezuela, ante nuestros ojos, se está transformando en un país de emigrantes, cuando siempre fue asilo y destino de la inmigración. Un informe sobre el estimado de migración del Banco Mundial (BM) del año 2010 reportó que 521 mil 620 venezolanos emigraron de su tierra natal, mientras el sociólogo e investigador de la Universidad Simón Bolívar, Iván de la Vega, señala que “en el año 1992 había venezolanos en menos de 20 países, con apenas unos 30 mil residentes. Ahora hay venezolanos en 94 países de los 193 miembros de la ONU”. Para este estudioso, en los últimos 10 años ha emigrado alrededor de 4% de la población, cifra equivalente al millón doscientos mil (1.2000.000) venezolanos que optaron por destinos como Estados Unidos, España, Italia o Portugal. Otros expertos calculan que cerca de dos millones de venezolanos se han ido al exterior. Esta una de las caras de la moneda. Veamos la otra.

En estos últimos años hemos venido observando un estancamiento en la demanda de estudios universitarios. En muchas instituciones de educación superior, en especial, en las instituciones formadoras de educadores, las aulas están cada vez más vacías. La celebración de los sesenta y dos años de fundación de Fe y Alegría nos permitió compartir en la sede del Instituto Universitario Jesús Obrero (IUJO) de Barquisimeto esta dramática situación junto al educador y filósofo Antonio Pérez Esclarín. El foro fue convocado con una interrogante: ¿Dónde están los jóvenes? ¿Cómo educar con las aulas vacías? Esta es la pregunta que queremos extender a las autoridades gubernamentales, a los padres, a los educadores. ¿Cuántos jóvenes forman parte de esa oleada migratoria? ¿Por qué se van? Y los que se quedan ¿por qué no quieren estudiar? No son preguntas secundarias. En las respuestas que obtengamos está el futuro del país.

enfoques14@gmail.com

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/donde-estan-los-jovenes_643111