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Henkel García U.

Dejemos de mirar hacia arriba

Henkel García U.

“En medio de un ambiente que coquetea de manera peligrosa con la resignación y la inacción. Ciertos grupos pueden tener un interés especial en mantener el statu quo, aun cuando su posición dentro del espectro político sea ‘contraria’ al régimen actual. Si dejamos de mirar hacia arriba y observamos nuestra preocupante realidad veremos que la inversión, el financiamiento que necesita el país, no lo conseguiremos sin un cambio político que abra las puertas a un profundo cambio institucional”.

Hace unos años había cierto consenso entre analistas, líderes de partidos, gremiales, religiosos y académicos, sobre la necesidad de un cambio político como salida a la profunda crisis de Venezuela. Eso cambió en los últimos meses. Poco se habla de ello, en medio de un ambiente que coquetea de manera peligrosa con la resignación y la inacción.

Me parece valioso que nos paseemos por las razones para tal comportamiento. En primer lugar, la frustración de no haber logrado cambiar nuestro destino después de un inmenso esfuerzo social. En segundo lugar, la percepción de imposibilidad de ese cambio político, al ver al actual régimen fortalecido tras un intenso período de conflictividad. Por otro lado, existe un miedo comprensible a las consecuencias que podamos tener al seguir intentándolo. Cuarto, ciertos grupos pueden tener un interés especial en mantener el statu quo, aun cuando su posición dentro del espectro político sea “contraria” al régimen actual. Y por último, la ingenuidad que estuvo, y en cierta medida todavía está, en la narrativa del “Venezuela se arregló”, que el país puede tener mejora en su economía, y que se puede sacar provecho de ella, siempre y cuando “no nos metamos en política”.

Sigo pensando que ese cambio político es necesario, más no suficiente para salir de nuestra crisis actual, que cabe resaltar, es tanto política como económica y social. En las siguientes líneas solo me referiré a la parte económica, quiero compartir el por qué no veremos un crecimiento importante si nos mantenemos en la senda actual.

“No va a ser posible aumentar nuestro PIB sin electricidad, sin agua, sin Internet, sin gasolina, sin carreteras-autopistas”

Uno, a pesar de la caída estrepitosa de la producción, Venezuela sigue siendo un país petrolero, y no solo eso, sino que sigue siendo dependiente de las divisas que genera esa industria. Para muchos resultará una sorpresa, pero el Producto Interno Bruto venezolano tiene una alta correlación con su nivel de importaciones, hecho que pudiese ser paradójico. Buena parte de nuestra producción necesita materia prima importada, de hecho, históricamente la mayoría de nuestras importaciones no corresponde a producto final, sino a consumo intermedio. Como no exportamos estos productos terminados, ya que son consumidos localmente, entonces dependemos de la exportación de petróleo para que ese ciclo continúe en el tiempo. Sí, es posible, y hasta necesario cambiar esa dinámica; sí, debemos apuntar a que nuestras exportaciones se diversifiquen, y así no depender de los petrodólares para realizar las importaciones, pero ese cambio requerirá tiempo y medidas económicas que lo faciliten, para lo cual, por más contradictorio que suene, nos debemos apalancar de una producción petrolera creciente.

Dos, la infraestructura actual y la realidad de los servicios públicos representan una restricción significativa para el crecimiento económico. No va a ser posible aumentar nuestro PIB sin electricidad, sin agua, sin Internet, sin gasolina, sin carreteras-autopistas. La recuperación de ambos va a requerir una inversión de decenas de miles de millones de dólares. El Estado venezolano no cuenta con esos recursos, más cuando hacia afuera es un país maula e insolvente. Si dejamos de mirar hacia arriba y observamos nuestra preocupante realidad veremos que la inversión, el financiamiento que necesita el país, no lo conseguiremos sin un cambio político que abra las puertas a un profundo cambio institucional. Solo de esa manera generaremos el cambio de expectativas y la confianza necesaria para romper el ciclo de postración y empobrecimiento para pasar a uno de generación de bienestar.

Por último, no son pocos los que creen que ese proceso de reinstitucionalización es posible sin cambio político, voy más allá, ven a ese proceso lento y paulatino de avanzar en la institucionalidad democrática como algo precedente al cambio político. Mi mensaje para ellos es que consideren que quizás ello es una quimera. Que en realidad quienes hoy gobiernan no tienen la mínima intención de entregar el poder, ni mucho menos llevar adelante un proceso de reinstitucionalización que efectivamente (y allí coincidimos) los acercaría a su salida. Que tampoco nos sirve esta economía de “fantasmas económicos”, que son muchos los que ahora sufren y que no tienen, ni tendrán las posibilidades de mejorar su forma de vivir bajo el contexto actual.

No sé cuándo será posible un cambio político, de lo que sí estoy convencido es que en todo momento, de forma vehemente e inteligente, debemos tratar de conseguirlo.

17 de junio 2023

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2023/06/14/dejemos-de-mirar-hacia-arriba/

Un sistema de incentivos perversos

Henkel García U.

Un cambio de actores políticos es necesario, pero insuficiente. Esta es una verdad que debemos asimilar y debatir. No importa la fortaleza moral, no importa si tienen un pasado prístino, no tienen peso las buenas intenciones del aspirante a puestos de poder, si llega a tomarlo el sistema lo devorará, lo triturará. Sí, estamos entrampados y pareciera no haber consciencia sobre ello. Venezuela es un país con claro sesgo presidencialista, en el que el Estado es dueño de las principales riquezas del país y con una profunda influencia del rentismo que gira alrededor del petróleo como actividad económica. Estas características no llegaron con el chavismo, pero sí se profundizaron al extremo en estos 23 años.

Voy a nombrar solo dos ejemplos. El presidente de PDVSA, la principal empresa del Estado, la que controla la mayor parte de la industria petrolera, es designado, no por la Asamblea Nacional, sino por el mismísimo Presidente de la República. Un caso similar pasa con el Presidente y directorio del Banco Central. En Venezuela no hay contrapeso, ni balance en el poder. Hoy las instituciones obedecen a una sola parcialidad política. El diseño institucional que crearon los favorece abiertamente y hay pocas, o ninguna “rendija” por la cual meterse para impulsar cambios, para modificar ese arreglo extractivo.

Cuando la oposición ganó la Asamblea Nacional en 2015, la AN saliente del momento, el Ejecutivo y el Tribunal Supremo de Justicia se movieron para anular cualquier iniciativa que proviniera de esa instancia. No en vano calificaron esa pérdida electoral como una “mayoría circunstancial”. Un esquema político como el nuestro, lleva a pensar a quienes ocupan el poder que el país entero es de ellos, y que tiene que ser así por el “bien del pueblo”. Los “recursos” son de ellos y se los “reparten” con magnificencia al pueblo. Insisto, no es nuevo, Juan Vicente Gómez pensaba de manera similar, solo que ese presidente andino dejó una institucionalidad algo más funcional que la que hoy tenemos.

Al un grupo manejar tal poder, acercarse a él, colaborar con su mantenimiento en el tiempo puede ser una decisión de gran beneficio cortoplacista. Es decir, tal sistema de incentivos perversos, puede tentar a las élites y ponerlas a trabajar en favor del statu quo. Ello le sirve a esos grupos, al poder, pero va en detrimento del bienestar de millones de ciudadanos que quedan resignados a vivir bajo un sistema que coarta, que controla, que domina, que anula.

Son muchos los cambios institucionales que necesitamos. El espíritu que debe dominar tal proceso es el de la desconcentración del poder, tanto político como económico. Hay que debatir de manera profunda sobre ello. ¿El camino es más federalismo?, ¿un régimen con mayor sesgo parlamentario?, ¿hace falta una cámara alta en la Asamblea?, ¿cómo logramos incorporar el principio de subsidiariedad en el funcionamiento del Estado?

Muchas inquietudes, pero por algún lado debemos comenzar. Para mí el punto de partida debe estar en la eliminación de la reelección indefinida para todos los cargos. Como sociedad debemos enfocarnos en lograr la temporalidad en el ejercicio del poder. Sería un gran paso que seguramente abrirá las puertas para muchos otros. A quienes elijamos deben estar conscientes que les otorgamos ese poder de manera finita, y con unas funciones específicas, que además estarán controlados y supervisados por los demás poderes, y también por una sociedad fortalecida y organizada.

Piénsenlo bien. ¿Cuál era el destino final de un país en el que el Presidente tiene discrecionalidad absoluta, maneja a placer los recursos de un Estado patrimonialista, que puede utilizar la renta del petróleo a su antojo y que además puede hacerlo de manera permanente? Estábamos condenados, no por los actores, sino por la obra de teatro.

Si llegaron hasta este párrafo, mi solicitud es que discutamos abiertamente el tema institucional, pero este (la reelección indefinida) de manera específica para concentrar esfuerzos. Seguramente una propuesta de este tipo tendrá sus oponentes desde el poder, desde el mundo político y otros actores a los que les conviene el statu quo. Nuestro rol como ciudadanos que quieren un país distinto es organizarnos, no solo para ideas como las que hoy comparto, sino para enfrentar cualquier intento de control y dominación por parte del Estado.

¿Se animan?

27 de julio 2022

La Gran Aldea

https://www.lagranaldea.com/2022/07/27/un-sistema-de-incentivos-perversos/

Etapa de concesiones

Henkel García U.

La devolución del Sambil La Candelaria es, en cierto modo, un motivo de alegría, pero no por ello debemos dejar de considerar que todo este fenómeno reciente, en el que el socialismo controlador y represor pareciera quedar atrás para dar paso a una economía más libre, más de mercado, pueda ser solo una concesión táctica y no un cambio de postura genuino y sostenible en el tiempo. Para muestra vale hacerse una de tantas preguntas: ¿Qué garantías legales e institucionales tienen hoy los venezolanos para que esto no vuelva a ocurrir?

En un país volátil pasan una gran cantidad de eventos. Uno de los más destacados de los últimos días es la devolución del Sambil La Candelaria a sus legítimos dueños. Ponderar este hecho, el cual es relevante, no es del todo sencillo.

Esta devolución forma parte de una lista de decisiones que apuntan a una dirección distinta a la que nos dirigieron durante buena parte de los últimos 23 años. Entre esas puedo nombrar algunas para poner en contexto:

Ya no se aplica el control de precios;

Ni tampoco el control de cambio;

Disminuyeron la toma de inventarios para “repartirlos” al pueblo;

El empresario pasó de ser un ente del mal a uno generador de valor (y que paga impuestos);

Dejaron circular al dólar “imperial” y hasta le reconocen sus bene cios.

A esto hay que agregarle que estamos en un incipiente proceso de negociación directa entre los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos. Hay un cambio evidente, pero como pregunté en Twitter (https://twitter.com/HenkelGarcia/status/1505889690003648522): ¿Vamos por el camino correcto?

Debo confesar que fue Guillermo Tell Aveledo el que me llevó a considerar el concepto de concesión para entender estos actos que estamos presenciando. Este párrafo es tanto elocuente como pertinente:

La ‘Pax Bodegónica’ no puede ser entendida como una apertura, sino como las concesiones, condicionales, desde el poder vigente. Concesiones que pueden ser retiradas y que son frágiles, mantenidas en tanto sigan siendo funcionales al propósito descrito”1.

Sí, la devolución del Sambil La Candelaria es, en cierto modo, un motivo de alegría, pero no por ello debemos dejar de considerar que todo este fenómeno reciente, en el que el socialismo controlador y represor pareciera quedar atrás para dar paso a una economía más libre, más de mercado, pueda ser más una concesión táctica que un cambio de postura genuino y sostenible en el tiempo.

Como es costumbre, comparto algunas inquietudes:

¿Por qué otros activos expropiados y con scados no fueron devueltos a sus dueños, sino fueron entregados a personas cercanas al poder?

¿Qué garantías legales e institucionales tenemos para que esto no vuelva a ocurrir?

¿Por qué no se deroga la Ley de Precios Justos?

¿Por qué no se elimina la ambigüedad constitucional que existe sobre la propiedad privada?

¿Tenemos hoy seguridad jurídica?

¿Estamos frente a una verdadera reinstitucionalización?

Cuando empecemos a ver respuestas satisfactorias a estas preguntas, entonces sí pudiésemos creer que estos cambios tienen bases sólidas. Hasta que ello no ocurra resulta sano considerarlas concesiones alineadas con la intención de a anzarse en el poder.

No podemos olvidar todo lo que hemos vivido, las vidas impactadas profundamente durante estos 23 años. No es momento para la ingenuidad.

23 de marzo 2022

La Gran Aldea

https://www.lagranaldea.com/2022/03/23/etapa-de-concesiones/ ...