Pasar al contenido principal

Fernando Rodríguez

La universidad y Víctor Rago

Fernando Rodríguez

Muchos profesores universitarios opinábamos al final de la era democrática, sobre todo a los que nos llegaba la hora de la jubilación y el otoño de nuestras vidas, que había decaído mucho el nivel de esas casas mayores de estudio. A lo mejor una cierta dosis nostálgica tenía lo suyo en esa valoración, la universidad en que nos habíamos formado correspondía a la primavera de nuestras juventudes, veinticinco abriles, y de la democracia misma.

Pero no, también, se podían aducir razones muy objetivas. Para empezar el crecimiento cuantitativo que fue muy grande, muy democrático, de un par de decenas de miles a más de un millón de estudiantes en cuatro décadas y que si bien éste fue un logro de los más loables socialmente de la época, no podía dejar de hacer resentir, inevitablemente, la calidad educativa, propio además de economías inestables e insuficientes, tercermundistas. Y también de políticas nacionales envejecidas y, propiamente universitarias, no siempre acertadas. En ese ámbito a ratos politización excesiva o gremialismo o derroche improductivo cuando había para derrochar.

Pero en todo caso ese crecimiento numérico y su espíritu democrático y el de las clases medias que generaba, su muy decente ubicación en el ranking de las universidades del subcontinente y el mantenimiento de su autonomía a todo trance, seguía siendo la posibilidad de enderezar el camino, de no amedrentarse, de pensar en un mañana muy posible y mejor. Claro, unas zonas o facultades mejores que otras. Unos años más próspero que el resto, seguro que con los compases de los precios petroleros. Las universidades seguían siendo, a presar de los pesares, órgano fundamental del país deseado.

Entonces llegó el apocalipsis, la tiranía que incapaz de hacer suyas con su mentalidad cuartelera y populista, esos refugios del saber – estudiantes y profesores- decidió masacrarlos, descerebrar el país, le patearan el alma y las neuronas. Lo hicieron con saña. Desde aplastar sus plantas físicas y su seguridad hasta los sueldos reducidos a limosnas que hicieron minimizar bárbaramente su personal más calificado, patear la ley de universidades y la autonomía, entre otras bloquear las elecciones por un decenio y hasta los alumnos comenzaron a desertar por las imposibilidades institucionales y el achicamiento de todos los mercados de trabajos por la desoladora destrucción de la economía.

Se llegó no hace mucho, por fin, a un arreglo que no hay que aplaudir, pero arreglo al fin, y se pueden realizar las ya postergadas elecciones, algún día tenía que ser. Quizás sea el comienzo de algo positivo ese refrescamiento. Y sorprende y en algo entusiasma, que se haya movido bastante gente con ánimo electoral. No hay que hacerse grandes ilusiones, al parecer tardará tiempo para volver al punto de partida democrático y nuevos avances sobre todo económicos.

Pero, para empezar realmente, para pensar en esos primeros pasos vitales, se necesita un pensamiento altivo sobre el destino universitario que supere estás décadas sucias, un discurso tan noble y sabio como la esencia universitario. Digo por último, ya lo he señalado, que no encuentro ningún otro tan elaborado y brillante para la máxima autoridad que el de Víctor Rago, por notoria distancia. Extraordinariamente elocuente, argumentalmente brillante, tanto que me hace recordar aquellos primeros rectores de la era democrática, magníficos.

fernandor60@hotmail.com

21 de mayo 2023

https://www.costadelsolfm.org/2023/05/21/fernando-rodriguez-la-universid...

El voto, claro, pero…

Fernando Rodríguez

No hay opositor en este país que no diga que debemos juntarnos y expresarnos para salir de este gobierno bruto, cruel e ilegal, dictatorial y militar pues, y remendar o revivir la apagada existencia nacional, la universidad y la educación toda por ejemplo. Y tienen razón porque estamos en silencio y en la inacción más desconcertante mientras nos masacra la barbarie.

Seguro que hay nudos muy serios que desatar para que ese objetivo se logre. Porque cada quien ve la unidad a su manera. Los ejemplos son innúmeros, tantos como grupos cívico-políticos ahora a la moda, que por Zoom (logros de la pandemia) intercambian sus ideas y creen que tienen la fórmula apropiada. Hasta documentos hacen. Estos días apareció uno, donde hay gente realmente valiosa, que razonan con sindéresis a favor del voto, pero se les olvida que hay que subrayar que, dice uno, y ellos también, algunas condiciones electorales deberían variar con respecto a las vigentes, realmente espantosas, indigeribles para cualquier estómago que se precie.

Lo que plantea un círculo vicioso bastante curioso porque lo que se debería llamar a los pobladores es a cambiar las condiciones para poder votar sin perder la dignidad y, depende de lo que se logre (¿qué estará pensando Jorge Rodríguez, verbigracia?), pues veremos. No al revés: votar primero y luego la moral, por “política” que se pretenda. A lo mejor eso le quita velocidad a las voraces ansias electorales nacionales que aluden, puede ser. Así son los círculos perversos. También dejan de nombrar que un esquema semejante pareciera suponer, al menos hay que dilucidarlo, que Nicolás Maduro Moros permanecerá en la presidencia, hasta el 2025, que no es bagatela, mientras nosotros acumulamos algunas alcaldías y gobernadores (con protectores), pero al menos echamos a andar y al andar se hace camino a veces. Así suena mal, habría que revisarlo en el zoom.

Para terminar, digamos que lo que de verdad nos entusiasma de la carta es el reconocimiento efusivo y la cesión del liderazgo de la eventual tumultuaria acometida al que bien se lo merece, Juan Guaidó. Por supuesto que se lo ha ganado por las virtudes que le señalan, pero, además, no hay otro.

Me he extendido con esa cuartilla porque es el más redondo de los que he visto recientemente. Tiene otra cosa de interés que he dejado para otra ocasión como la oposición entre Caracas y el interior, a favor de éste, que llaman descentralización. Es curiosa y nada evidente: seguid el ejemplo…

Por allí también circula, más o menos clandestinamente, una carta del ex decano de Economía Víctor Rago con muy certeras observaciones sobre la universidad, en especial la Central, donde invita a debatir no solo una eventual elección, necesaria hasta por hastío, inercia y arrecheras de gobernantes y gobernados, sino incluso la sobrevivencia misma de ésta (o “inventamos o cerramos”, termina) ahora amenazada con el fin de su autonomía y diría que de sus posibilidades mismas de existencia legítima por una nueva ley de universidades elaborada por esa manada de ágrafos que dormitan en la nueva Asamblea. Basta pasear por la maravillosa arquitectura de Villanueva y su estado de deterioro o calcular las cuatro lochas (sic) que ganan los profesores o el ausentismo estudiantil producto de la inexistencia de futuro, para apostar a la segunda acepción del robinsoniano final del documento, cerrar. ¿Podría uno preguntarles a los distinguidos firmantes de la carta a Guaidó cómo se le puede entrar a este problema, o a la salud o los servicios básicos…, a punta de alcaldías y con el académico Maduro dirigiendo la terapia intensiva de la patria? Son grandes rollos, nacionales, no regionales ni al parecer del CNE.

Total, que hay que seguir discutiendo y sugeriría postergar un poco los manifiestos, a lo mejor logramos uno mayoritario

7 de marzo 2021

El Nacional

https://www.elnacional.com/opinion/el-voto-claro-pero/