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Pedro Benítez

Primarias, oportunidades, debilidades y amenazas

Pedro Benítez

Tal como estaba previsto la Comisión Nacional de Primaria designada por la opositora Plataforma Unitaria (PU), por boca de su presidente, el Dr. Jesús María Casal, anunció el cronograma respectivo de sus actividades que deberían culminar con la elección del candidato presidencial de ese sector político el próximo 22 de octubre. Cualquier observador medianamente objetivo deberá admitir que el anuncio, así como la difícil labor encomendada a los miembros de la mencionada comisión, han despertado expectativas positivas en las filas opositoras venezolanas e incluso, a juzgar por los estudios de opinión que comienzan a difundirse, en un sector muy importante de la población.

Con toda seguridad esto se deba al prestigio personal de los ciudadanos que la componen, empezando por el propio Dr. Casal que, aunque pocos conocidos para el gran público, se les percibe como ciudadanos honorables, no manchados por el canibalismo político que ha caracterizado las disputas entre los dirigentes opositores venezolanos durante la última década. Pero también, porque entre la base opositora, y buena parte del país que desea un cambio político, ha calado la idea de que la Primaria es el mejor y más legítimo mecanismo democrático que puede usarse a fin de resolver el tema de la Unidad opositora, requisito que se considera imprescindible para derrotar las pretensiones reeleccionistas de Nicolás Maduro en 2024.

Sin embargo, esta idea pasa por alto un detalle fundamental: Venezuela se encuentra institucionalmente en la antípoda de Suiza. Es decir, este país NO es una democracia donde los derechos y garantías ciudadanos estén garantizados escrupulosamente; en Venezuela hay que luchar por reconquistar esos derechos y garantías. Esa es la lucha. Ese debería ser el propósito central de todo movimiento opositor democrático en el país.

Como botón de muestra de esto tenemos que el mismo día que la Comisión Nacional de Primaria (CNP) hizo su anunció, el diputado, primer vicepresidente del oficialista PSUV, y cabeza más destacada del ala radical del chavismo, Diosdado Cabello, aseguró que: “Aquí no va a haber primaria, esto es una forma de ganar tiempo”.

La afirmación la hizo en el marco del noveno aniversario del programa de televisión que conduce, donde le acompañó, y no por casualidad, el jefe del Estado, Nicolás Maduro.

La aseveración o pronóstico de Cabello fue expresado en términos de quien subestima a sus adversarios. No habrá primaria porque la oposición sencillamente no se pondrá de acuerdo entre ella misma. Digamos que, por lo momentos, aquí tiene un punto. Ciertamente, para que la Primaria se dé tal como está planteada, con amplia participación y resuelva el tema de la unidad opositora (que es su propósito inicial), debe haber un acuerdo político entre los participantes que hasta ahora no hay. De hecho, María Corina Machado, favorita inicial en las encuestas, está haciendo uso de temas fundamentales para la organización de esa consulta, como lo son el voto de los venezolanos en el exterior y la asistencia técnica del CNE, para “polarizar” con el resto de los precandidatos. Con la “falsa oposición”. Según ella lo ha explicado, no desea acordar una política común con el resto de los participantes en la Primaria, sino imponer SU política. Recordemos que no es la primera vez que consigue algo parecido, la ya lo hizo en la hoy poco recordada consulta del 16 de julio de 2017, que terminó siendo otro de los autogoles que se hizo la dirigencia opositora porque se embarcó en una política que no tenía materialmente cómo hacer realidad.

Tentación de sabotaje

De modo, que como persona bien informada de los avatares de la política doméstica, Cabello debe estar apostando a eso. Sin embargo, tampoco seamos excesivamente inocentes; su pronóstico, viniendo de quién viene y del poder que tiene, también es una amenaza velada. Después de todo, el oficialismo venezolano puede, cuando quiera, inventarse cualquier recurso y recurrir a cualquier excusa para detener la Primaria, tal como hizo con el intento de convocar el referéndum revocatorio en 2016. Tampoco se resistirá a la tentación de sabotearla desde adentro y desde afuera manipulando a alguno de sus participantes. No hay nada nuevo bajo el Sol en sus estrategias.

Si el amable lector quiere repasar el conjunto de oportunidades, debilidades y amenazas que implica, y acompañará, la Primaria, le recomendamos ver la última edición de “Con El Mazo Dando”, ese programa de actualidad y variedades que transmite todas las semanas Venezolana de Televisión.

Es claro que el alto mando político del oficialismo no desea que esa primaria ocurra. Por lo momentos apuesta a que no ocurra ahogada en las contradicciones del sector que la convoca y que eso le ahorre la necesidad de impedirla. Sin embargo, no hay que olvidar nunca este último aspecto.

¿La reelección de Maduro? Cuesta arriba

Por lo pronto, y a juzgar por la puesta escena del citado programa televisivo, los dos principales dirigentes del oficialismo mostraron, una vez más, una imagen de unidad que contrasta con las diatribas opositoras. Ese simbolismo, en estos momentos, tampoco es una táctica novedosa. Cada vez que Maduro y Cabello ven señales de que su poder puede estar amenazado se presentan como monolítica y uniformemente unidos, disipando cualquier rumor o apariencia de diferencias o agendas cruzadas. Y ellos saben, porque también tienen sus propias encuestas, que el intento de reelección de Maduro está bien cuesta arriba. Si desde la oposición surge una candidatura con suficiente arrastre ellos pierden la elección de 2024, con este CNE y con estas condiciones electorales. Por consiguiente, su poder está en juego.

Ante eso, su estrategia maestra pasa por lo ya conocido, alimentar las divisiones dentro de las filas opositoras y lanzar suficientes electores que no les son afectos al terreno de la abstención. Y si para eso, tienen que “jugar duro” y hacer pagar al país un costo todavía mayor en términos económicos y sociales, también lo harán.

De hecho, y tampoco por casualidad, Maduro aprovechó su presencia en ese espacio de la televisión estatal, para poner en duda la vuelta al diálogo de su Gobierno en México, por considerar que no hay certezas ni garantías por parte de la contraparte (la Plataforma Unitaria) en esa negociación. Contraparte que convoca la Primaria y espera, y aspira, mejores condiciones para la participación electoral, aunque de esto cada vez se habla menos.

La frágil economía de Venezuela

“Si no pueden cumplir un acuerdo que se conversó durante meses, que se firmó con garantes internacionales, con veedores internacionales, ¿qué garantías, qué certeza, qué motivación puede tener el Gobierno revolucionario (…) para volver a sentarse en una mesa con ese sector? Ninguna”, afirmó.

Se refiere Maduro al Segundo Acuerdo Parcial para la Protección del Pueblo Venezolano, firmado en noviembre por ambas partes y que contempla la recuperación 3.200 millones de dólares que estarían retenidos en el sistema financiero internacional. El principal representante de la Plataforma Unitaria en esa mesa de negociación ha aclarado que recuperar esos recursos dispersos en varios países con sistemas legales distintos es difícil y no se hace de la noche a la mañana. En el Gobierno lo saben, pero eso los tiene sin cuidado, porque lo importante es la cortada para evitar dar concesión alguna que pueda poner en riesgo la permanencia en el poder, aunque eso implique que Estados Unidos no flexibilice las sanciones comerciales y financieras que en teoría permitirían recuperar la economía y con ello mejorar las posibilidades electorales de Maduro en un año. Pero por lo visto, los tiros no van por allí.

Esto, además, en un contexto en el cual la frágil economía venezolana nuevamente hace aguas por todos lados. Tal visión de las cosas está resultando desoladora para un sector del país (y del propio oficialismo) que apostó a que prosiguiera el curso de la apertura económica y de normalización de relaciones con el resto del mundo.

Enorme potencial de convocatoria

En una reciente entrevista en una canal de la televisión venezolana el embajador de Francia en Venezuela Romain Nadal explicaba que los gobiernos la Unión Europea esperan “gestos” por parte del gobierno venezolano a fin de contribuir a la necesaria “apertura” de la economía venezolana al mundo; entre otros, la liberación de los presos políticos. Pero todo parece indicar que esa no es la visión de la cosas que tienen Maduro y Cabello, para quienes la permanencia en el poder está por encima de cualquier otra consideración.

En ese sentido, no cabe duda, de que al menos en el papel, la primaria opositora tiene hoy un enorme potencial de convocatoria popular y por lo tanto es una amenaza potencial al poder establecido. Aunque es convocada por los partidos del conflictuado (sic) G4, son organizadas por ciudadanos respetables y abiertas a la participación de la mayoría. Luce que el que las gane tendría una ventaja enorme, quizás insalvable, frente a cualquier competidor en la elección presidencial de 2024. De allí su atractivo. Pero al mismo tiempo, y por ese mismo motivo, el cuello de ese proceso de consulta popular siempre estará amenazado por la espada de Damocles del Gobierno que tiene mecanismos para impedir su realización.

Y el Gobierno parece dispuesto a hacerle pagar al país el costo de continuar en el poder a toda costa.

¿Cómo enfrentar eso? Recordando que la Primaria no es un fin en sí mismo, es el medio. El fin último, de cualquier grupo opositor en Venezuela, es conseguir el cambio político pacíficamente y por medio del voto. Se trata de convocar al país a una cruzada cívica en un camino lleno de trampas, riesgos y dificultades.

La mayor amenaza a las primarias

En ese sentido, la mayor amenaza a las primarias mismas no viene, por ahora, del lado del Gobierno sino desde las propias filas opositoras. O, para ser más precisos, de los que han manifestado el deseo de participar en las mismas. En eso Cabello tiene razón.

En primer lugar, ha dado pie para exhibir, una vez más, la disputa cainita entre Leopoldo López y Julio Borges con ese feo y desmoralizador espectáculo de acusaciones y reproches mutuos donde cada uno ha acusado abiertamente al otro de traidor, infiltrado y corrupto. Así fue, como pusieron fin el Interinato.

La otra amenaza es menos superficial y apunta al corazón mismo de la política, es la presentada por María Corina Machado. Aquí tampoco hay novedad. Lo que ella está proponiendo es que el campo democrático venezolano se lance esta vez del piso décimo en vez del quinto como se hizo en 2018. Es decir, no un cambio de la estrategia fallida sí que otro actor intente lo mismo que antes no resultó. Al respecto no permitimos aquí citar el interesante trabajo que al respecto ha publicado Ricardo Sucre.

Curioso y revelador

Resulta muy curioso y revelador constatar que esta (ya no tan nueva) generación de políticos venezolanos razona de la misma manera que los nostálgicos de los catastróficos ensayos socialistas del siglo XX. Si eso no resultó no fue porque la idea fuera mala en sí misma, sino porque el que la aplicó no era la persona inadecuada.

Si la Primaria, que tanta expectativa están despertando, es para decir quién es el nuevo líder o lideresa que dirigirá la misma versión de la misma inútil política que ha llevado a la oposición venezolana al estéril terreno de la abstencionismo electoral, desde ya podemos decir que se va a un nuevo capítulo de fracaso y frustración colectivas, abonando la versión de los herederos del régimen chavista según la cual los problemas del país no son culpa de ellos sino de “esta oposición”.

Pero también es un riesgo muy alto, que se quiera usar la Primaria para decir la política, cuando, de entrada, todos los implicados deberían estar de acuerdo en la misma, que no puede ser otra que presentar a Venezuela una alternativa democrática de poder, pacífica, cívica y electoral. El margen para las aventuras y aventurerismo se acabó.

@Pedrobenitezf.

17 de febrero de 2022

Alnavio

https://alnavio.es/primarias-oportunidades-debilidades-y-amenazas/

Este 2022, Venezuela cumple 30 años chocando contra la misma piedra

Pedro Benítez

A lo largo del año en curso, Venezuela recordará tres acontecimientos que contribuyeron decisivamente a moldear su presente: 30 años de los dos intentos de golpe de Estado militar contra el expresidente Carlos Andrés Pérez, y 20 de los sucesos de abril de 2002 (golpe de Estado incluido), que sacaron por 48 horas del poder al también ex presidente Hugo Chávez.

Con la comodidad que da el tiempo, se puede afirmar, sin riesgo de estar demasiado alejado de la verdad, que en aquellos hechos quedó retratado el profundo desprecio que por la democracia y las formas republicanas de gobierno han tenido buena parte de las élites políticas, económicas e intelectuales de este país. En esos sucesos se puso de manifiesto su característica principal: la irresponsabilidad.

Para enero de 1992, Venezuela se venía recuperando (rápidamente) del duro ajuste económico de 1989 y de la profunda crisis social en la que había caído el país ese año. Según los datos del Banco Central de Venezuela (BCV) y el Instituto Nacional de Estadística (INE), la inflación, el desempleo y la pobreza tenían 24 meses seguidos en franca disminución. Con una variación positiva de su PIB de 9,7%, Venezuela fue el país que más creció en el mundo entero, solo por detrás de China.

Como se sabe, Carlos Andrés Pérez se embarcó en un audaz y controversial plan de reformas económicas, que tenía el ambicioso propósito de cambiar radicalmente el modelo de desarrollo que había tenido el país casi desde el inicio de su etapa petrolera. Esas reformas pretendieron corregir, incluso, muchas de las políticas que el propio Pérez había hecho en su primera administración (1974-1979).

Desmontar todo el mastodóntico Estado venezolano, típico de la política de sustitución de importaciones latinoamericana, con su maraña de regulaciones, controles, subsidios, aranceles y licencias de importación, a la sombra de los cuales crecieron enormes grupos de intereses, generó una lógica resistencia por parte de los afectados que, haciendo uso de su acceso algunos medios de comunicación a su servicio, disfrazaron la defensa de sus privilegios particulares como resistencia popular.

Sin embargo, contrario al relato que entonces se impuso, y que desde 1999 se hizo oficial, Pérez no era un mandatario particularmente impopular. Según un estudio de opinión de la agencia Datanálisis, su aceptación en diciembre de 1991 era del 47%. Una cifra que la mayoría de los presidentes latinoamericanos de hoy en día envidiaría.

No obstante, su programa de reformas encontró muchos obstáculos en el Congreso, incluso de su propio partido, Acción Democrática. Pero nada distinto a lo que es propio de una democracia. Lo impropio fue lo que ocurrió el 4 de febrero de 1992 y la orgía de autodestrucción institucional en la que Venezuela fue sumergida desde ese día.

Un presidente democráticamente elegido, que siempre procedió apegado a la Constitución vigente, que además se caracterizaba por su amplitud personal y su tolerancia a la crítica, fue intentado derribar del poder por medio de un acto de violencia. Ese día todos los demonios de la historia venezolana reaparecieron y nos acompañan hasta hoy.

«Militares felones»

Curiosamente, eso se vio más claro fuera de Venezuela que dentro del propio país donde, con contadas excepciones, la asonada fue indirecta o directamente justificada. Lo que el historiador Manuel Caballero describió como “El alzamiento de los militares felones” se presentó como una gesta patriótica en una campaña de opinión pública que elevó a sus protagonistas a la categoría de héroes de la nacionalidad. Así nació el mito del chavismo. La elección presidencial de 1998 lo que hizo fue legitimarlo democráticamente.

En una inversión insólita de valores, el presidente víctima del golpismo fue presentado como el victimario y, como tal, sería condenado y destituido, luego de haber sobrevivido a una segunda asonada. La mayoría de los dirigentes de los grandes partidos de la época, unos actuando por ambición y otros por cobardía (como suele ocurrir en ese tipo de situaciones) concluyeron que había que lanzar a Pérez a los leones para salvarse ellos, con lo cual liquidaron el régimen político nacido en 1958.

La crónica de una élite que se suicidó. No vieron, o no quisieron ver, que no se buscaba destruir a Pérez; se buscaba destruir la democracia. El expresidente Hugo Chávez fue sencillamente el sepulturero de un régimen que ya había muerto.

Pero la historia no paró allí, porque básicamente los mismos personajes y los mismos factores de poder que conspiraron para derribar a Pérez en 1992, apoyaron la candidatura de Chávez en 1998. Y en 2002 se coligaron nuevamente para intentar repetir con este último lo que habían hecho diez años antes.

El «Carmonazo»

Con el «Carmonazo» del 12 de abril de 2002 se tiró por la borda todo un legítimo movimiento de protesta ciudadana contra un gobernante cada vez más arbitrario y abusivo, que ya dejaba ver (aunque su intento golpista del 92 era suficiente presagio) su vocación autoritaria. El golpe de Estado de Pedro Carmona Estanga no fue contra Chávez, que a fin de cuentas ya estaba caído; fue contra las formas de la democracia y, por lo tanto, contra la democracia misma.

Un insólito espectáculo de auto juramentación y disolución de todos los poderes públicos, carente de todo sentido común, que sirvió de pretexto para la reacción de un sector militar que devolvió a Chávez al poder y lo convirtió de un autócrata en formación en una víctima de grupos reaccionarios, intolerantes y golpistas. Nuevamente la inversión de los roles. La oposición venezolana pasó más de una década para poder lavarse del desprestigio internacional en el cual cayó.

Fue la suma de todos los errores.

Entre los sucesos de 1992 y la abstención por parte de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2005 se puede establecer un hilo conductor donde prevaleció la improvisación, la irresponsabilidad y la falta de sentido de nación en la sucesión de erráticas decisiones que le facilitaron a Chávez consolidarse en el poder.

Por su parte, en la polarizada Venezuela sometida a la hegemonía chavista, el relato oficial se permite celebrar, sin pudor alguno, las dos intentonas golpistas de 1992 contra un gobierno legítimamente democrático usando el eufemístico lenguaje leninista de “rebelión militar”, mientras que un mismo tiempo condena el golpe del 12 de abril de 2002.

El olvido opositor

Por su parte, desde el otro lado de la talanquera política se recuerda el origen golpista del chavista, pero se quiere borrar de la memoria el espectáculo del denominado “Carmonazo”, cuando no responsabilizar en exclusividad al hoy fallecido general Raúl Isaías Baduel de su fracaso.

Sin embargo, la inquietante verdad es que, con una década de por medio, tanto 1992 como 2002 fueron señales muy potentes de que algo demasiado mal ocurría con la clase dirigente venezolana. Chávez y su principal asesor, Fidel Castro, supieron sacarle partido con creces.

La consecuencia más trágica de esta etapa de la vida nacional venezolana fue la determinación por parte de Nicolás Maduro como presidente de no aplicar en 2013 o en 2014, el ajuste que necesitaba la economía a fin de corregir los gravísimos desequilibrios que le dejó su antecesor. Atrapado por el relato oficial que condenaba el “ajuste neoliberal” de 1989, contra el que supuestamente se había hecho el “alzamiento militar” del 92, y comprometido con defender el legado, dejó que Venezuela se convirtiera en el primer exportador importante de petróleo en caer en hiperinflación, sumiendo a millones de venezolanos en la miseria y a otros millones forzándolos a abandonar la tierra donde nacieron.

Sin que se puedan equiparar responsabilidades, puesto que la principal es de quienes han tenido durante dos décadas todo el poder y recursos de sobra para tomar todas las decisiones, es inevitable pensar que muchas de las conductas erráticas de la oposición democrática venezolana tienen raíces profundas que hay que identificar y combatir.

Tres décadas contra el sentido común

No es que sirva de consuelo, pero el venezolano no es un caso exclusivo de insensatez colectiva reiterada. Así, por ejemplo, las élites y los pueblos de la civilizada Europa de 1914 marcharon el verano de ese año con alegría y entusiasmo a esa gigantesca catástrofe que fue la Primera Guerra Mundial.

Venezuela tiene tres décadas peleando contra el sentido común. Evadiendo hacer y actuar tal como indican las evidencias y la razón. No hay atajos para salir de su actual situación política (Maduro vete ya) ni para recuperar milagrosamente su economía (dolarizar).

Sin embargo, pareciera que al final del túnel hay una tenue luz de esperanza con la aparición de sectores políticos y empresariales que, luego de la devastación en los años recientes, dan señales de estar dispuestos a aprender las lecciones de estas tres décadas perdidas y actuar en consecuencia.

@Pedrobenitezf.

Historiador y escritor

21 de enero 2022

Alnavío

https://alnavio.es/este-2022-venezuela-cumple-30-anos-chocando-contra-la...

Por qué cualquier solución externa o interna que saque a Maduro del poder será apoyada por el pueblo

Pedro Benítez

Independientemente de las disputas, divisiones y fracasos de la oposición, de la impotencia de la comunidad internacional para promover una transición en Venezuela o de la imaginaria narrativa que el chavismo pretende imponer, el factor real y fondo del cuadro político del país es el extendido hastío y repudio (fácilmente constatable) por parte de la población hacia Nicolás Maduro y su régimen. ¿Puede eso provocar por sí mismo un cambio político? Por supuesto que no. Pero ese mar de fondo es una invitación. Son las condiciones objetivas. Porque cualquier intervención externa o solución interna que desaloje a Maduro del poder será recibida con un enorme respaldo popular.

Nicolás Maduro se ha acostumbrado a provocar continuamente a la población venezolana de todas las maneras posibles. A desafiar su paciencia y capacidad de resignación. Desde fijar los precios de los principales productos alimenticios en dólares a decretar escuálidos incrementos salariales en bolívares. De no dar respuesta práctica o explicación alguna a las calamitosas fallas en el suministro de agua potable y del servicio eléctrico, a permitir que los funcionarios de la Guardia Nacional (GNB) cobren en dólares para privilegiar la distribución de la escaza gasolina.

Se siente seguro ante una población desarmada que no tiene como sacarlo del poder. Pero esa misma población sí va a respaldar con alivio a quien lo haga. No importa quién sea.

Venezuela no es la Cuba de octubre 1962. En aquellos días, pese a los problemas domésticos que se comenzaban a acumular, a los fusilamientos sumarios en el cuartel de La Cabaña y a los evidentes signos de instauración de una nueva dictadura, Fidel Castro tenía entusiasmado y enamorado a la mayoría del pueblo cubano, no digamos ya a buena parte del mundo. Unos meses antes, ante una gigantesca concentración en La Habana, pronunció la frase que enterró cualquier posibilidad de una democracia en la isla: “¿elecciones para qué?”. Delirante de entusiasmo la multitud respondió con vítores y aplausos.

Esa era una revolución que comenzaba. Seis décadas después la chavista es una que se muere. Esta es la crucial diferencia entre los dos procesos. Hoy Nicolás Maduro no entusiasma ni a la propia base chavista.

La señal más clara de esto es que el de Maduro es un régimen repudiado abrumadoramente por la mayoría de los venezolanos, en particular por los más pobres. El tradicional voto del chavismo. Los pobres a los que la revolución prometió redimir.

Se suele pensar de manera errónea que las dictaduras se imponen en contra de la voluntad de la sociedad, o al menos de la mayoría. Por lo general no ha sido así. Al contrario los dictadores más conocidos contaron con genuino respaldo por popular. Lo motivos fueron diversos, unos por demagogia y populismo, otros porque despertaron los peores sentimientos entre sus pueblos, y no faltó a los que se terminó respaldando porque al fin y al cabo llevaron estabilidad y paz al país.

El expresidente Hugo Chávez instauró su dictadura personal en Venezuela por medio de sucesivas victorias electorales que un larguísimo boom de precios del petróleo y un colosal endeudamiento le concedieron. Eso le dio el tiempo de capturar por distintos medios (principalmente la corrupción) al Poder Judicial, los altos mandos militares y al resto de las instituciones del Estado.

Ese fue el régimen que Chávez le legó a su heredero. Uno corrupto, autoritario, arbitrario y quebrado. Sin los abundantes petrodólares y los dotes para la demagogia de su padre político era sólo cuestión de tiempo que la economía le explotara a Maduro en la cara, como efectivamente ocurrió.

Ante eso tenía dos opciones: reformar o reprimir. Optó por lo segundo. A medida que la economía se ha ido desplomando el régimen chavista con Maduro a la cabeza se hizo más fraudulento y represivo. La fórmula le ha funcionado. Lo único que le importa lo ha conseguido; permanecer en el poder. A costa de todo lo demás, pero permanecer.

Uno de esos costos es el rechazo manifiesto a su persona y a su régimen por la población. A Maduro se le ve con profundo resentimiento en los barrios más pobres del país. Un cambio ha ocurrió en la composición sociológica de la oposición venezolana que todavía no se ha manifestado plenamente. Ya no es la anterior oposición de la clase media que en buena parte ha emigrado. Ahora el grueso son los más pobres.

Una señal de ese cambio se vio en las elecciones de 2013 y 2015. Pero Maduro ha hecho muy poco por intentar reconciliarse con ese electorado. Su oferta ha consistido en las cada vez más escasas cajas de comida, algunos perniles en el fin del año y, eso sí, abundante represión. Nada de elementales mejoras de vida en agua, gas doméstico, trasporte público, más empleo o salud.

Como la receta de reparto populista de migajas y balas le ha funcionado, Maduro es hoy un hombre evanecido por su propio poder. Se siente invulnerable y sólido. Manda (porque no gobierna) sobre un pueblo humillado y sometido a todo tipo de vejaciones y provocaciones. Un pueblo desarmado e impotente ante su suerte. Pero que espera pacientemente por la hora del desquite.

Esa es la auténtica espada de Damocles que apunta al cuello de Maduro. Su respaldo es un Ejército cada vez menos profesional y cada vez más mercenario. Uno al que tiene que pagar por ese respaldo. La típica guardia pretoriana que cobra por proteger al tirano.

Maduro acompañado por su alto mando militar quiere brindar el espectáculo de estar enfrentando supuestas invasiones armadas y un imaginario bloqueo naval norteamericano con el respaldo de un pueblo en armas. Su Bahía de Cochinos.

No es cierto. Nadie lo respalda en la retaguardia. Mucho menos los pobres están dispuestos a derramar su sangre para que él siga en el poder. Ni siquiera ese mismo alto mando militar.

AlNavio

https://alnavio.com/noticia/20958/actualidad/por-que-cualquier-solucion-...

Crueldad, represión, negocios, maniobra y hasta suerte: Estos son algunos de los factores que sostienen a Maduro en el poder

Pedro Benítez

En marzo de 2013 se anunciaba el fallecimiento oficial de Hugo Chávez; por entonces muchos dentro y fuera de Venezuela pensaban que un chavismo sin Chávez no era posible. Muerto el autor se acababa el proyecto. Han pasado siete años y contra todo pronóstico su sucesor y heredero, escogido en algún momento de 2012 en La Habana, ha sobrevivido en el poder.

Eso pese a la peor gestión que recuerde Latinoamérica. El caso de Nicolás Maduro como gobernante sólo guarda algún parecido con el paso de la familia Duvalier por Haití, aunque no las proporciones.

Bajo Maduro el principal exportador de petróleo del continente americano se ha hundido en la miseria. La economía es un tercio de lo que era en 2012, más de cinco millones de venezolanos han emigrado, el 60% de la población cayó en pobreza extrema (hambre) y casi el 90% está por debajo de la línea de pobreza general. Venezuela es el único miembro de la OPEP donde se ha desatado una hiperinflación, algo que los economistas nunca creyeron posible. El salario mínimo es hoy menos de 6 dólares diarios.

Ciertamente Maduro heredó junto con el poder una súper bomba de tiempo en términos macroeconómicos. El régimen chavista incurrió durante 2011 y 2012 en déficits fiscales de 18 puntos del PIB y en un endeudamiento externo masivo para crear la sensación de bonanza consumista que le asegurara la reelección a un hombre que se sabía no podría culminar su mandato presidencial. En su megalomanía Chávez se quería ir invicto al otro mundo.

Todo el petro-Estado venezolano se movió en la campaña electoral de 2012 contra el candidato de la unidad opositora Henrique Capriles. Fue el mayor ejercicio de populismo jamás realizado en la región del mundo caracterizada precisamente por su populismo.

Ya entonces la cotización de 100 dólares del barril de petróleo venezolano en el mercado mundial no alcanzaba para cubrir los subsidios masivos de alimentos, gasolina y servicios públicos, así como la entrega sin compensación ni esfuerzo personal de apartamentos, autos, artículos de línea blanca, dólares baratos, etc.

De hecho, según los datos que por esos días se podían consultar en las páginas web del Banco Central (BCV) y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) todos los indicadores económicos y sociales se empezaron a deteriorar rápidamente desde octubre de 2012, mes de la reelección de Chávez.

En febrero de 2013 Maduro autorizó como presidente encargado su primera devaluación del bolívar. Evidentemente se le venía una crisis colosal. De pasó los precios mundiales del petróleo se desplomaron entre 2015 y 2017. Pero nada de eso puede explicar el nivel de destrucción que ha padecido Venezuela bajó su poder.

Y sin embargo, pese a todo lo anterior, Maduro lleva la mitad del tiempo que su antecesor en el despacho presidencial del Palacio de Miraflores. Por mucho menos de lo que ha ocurrido en este espacio de tiempo cualquier otro gobierno venezolano, no digamos ya de América Latina, hace rato hubiera caído.

No obstante, Maduro sigue allí. ¿Cómo se explica eso?

La respuesta probablemente sea la más sencilla: a Maduro se le ha subestimado. Se le subestimó de la misma manera que se subestimó a Chávez en 1998 con el argumento de que era un “militar bruto” que no duraría mucho en la Presidencia. Un error clásico en la política que se repite una y otra vez.

De Maduro en 2013 se hizo un juicio similar según el cual era un autobusero sin mayores luces que no duraría mucho en el poder; caería cuando se demostrara con alguna partida de nacimiento que había nacido en Cúcuta.

Con este tipo de afirmaciones se pretendía pasar por alto (por simple ignorancia o necedad) la magnitud de las fuerzas que estaban detrás del régimen chavista.

Pero además, en estos años Maduro ha puesto de manifiesto una serie de características personales que no se le conocían:

Determinación.

Insensibilidad.

Crueldad.

Tres condiciones necesarias en todo aspirante al ejercicio del poder despótico. En cualquier otra época de la historia hubiera sido el tirano perfecto.

No se le recordará como un administrador eficaz o por su visión de Estado, pero ha hecho lo que tenía que hacer para aferrarse al poder.

Ha engañado y simulado cuando tenía que hacerlo.

Ha maniobrado entre las distintas facciones civiles y militares dentro del régimen.

Ha repartido negocios.

Ha repartido espacios de poder.

Ha repartido las respectivas cuotas de represión contra sus adversarios fuera del chavismo.

Ha reprimido a factores puertas adentro del chavismo.

Ha reprimido a chavistas civiles y en particular a militares.

No ha bajado la guardia.

Su régimen es un fracaso absoluto, con esa sola excepción: sigue en el poder.

También ha tenido suerte y la suerte es fundamental en política.

Pero esa subestimación no sólo ha sido desde el campo del antichavismo. En la misma también se ha incurrido dentro del propio régimen. Rafael Ramírez, Miguel Rodríguez Torres y Diosdado Cabello también pensaron que Maduro no podría durar en Miraflores mucho tiempo. Que caería por su propio peso y entonces ellos a su vez heredarían el mando. También se equivocaron.

Esta ha consistido en que en varias ocasiones desde la oposición se la han emitido actas de defunción política por adelantado. Con lo cual los aspirantes a desplazarlo han gastado un tiempo y una energía preciosos en anularse mutuamente justo en los momentos en los cuales él ha estado más débil: 2013, 2016 y 2019. En cada ocasión Maduro aprovechó el tiempo para tomar un segundo aire luego de lo que lucía como un nocaut técnico.

Así por ejemplo, en la elección presidencial de abril de 2013 apenas superó por unos pocos miles de votos (si es que realmente ganó) al candidato de la unidad opositora Henrique Capriles, quien alcanzó una inesperada votación a los pocos meses de la amplia relección del comandante-presidente. Ese resultado tomó por sorpresa a los jerarcas del régimen. En el chavismo de base cundía el desaliento por lo que se apreciaba como la debacle de la “revolución”. Entre los jefes militares, las dudas (en julio de ese año Maduro reemplazó al almirante Diego Molero del Ministerio de la Defensa por ese motivo). Abundaban los reproches por la corrupción y por lo que se decía era la falta de liderazgo de Maduro. No calzaba los zapatos de su antecesor.

Pero la oposición no tenía una estrategia para rematarlo y este se escapó de su primer gran brete.

En 2016, luego de la abrumadora victoria opositora en las elecciones parlamentarias que igualmente tomó al chavismo por sorpresa, también se dio a Maduro por liquidado. Pero en esa ocasión lo salvó la campana porque el liderazgo opositor nuevamente carecía de un plan para desalojarlo de la oficina presidencial.

A inicios de 2019 se repitió la historia pero desde la Casa Blanca y el Palacio de Nariño. Maduro estaba caído. El descontento militar lo iba a sacar esta vez. Nuevo error fundamentado en la subestimación. Las amenazas de gente como Marco Rubio o John Bolton sólo contribuyeron a que el alto mando militar se cohesionara en torno a Maduro. Después de todo, un sector importante de oficiales del Ejército venezolano no quiere a Maduro pero se sigue identificando con el mensaje nacionalista de Chávez.

Ramírez aún no termina de asimilar que una persona con el nivel intelectual de Maduro le haya ganado la partida a él que se cree la reencarnación del padre de la OPEP, de Juan Pablo Pérez Alfonzo. Además, si alguien les podía garantizar el suministro de petróleo a los cubanos era él. Este sigue siendo uno de los argumentos en su plan conspirativo.

Ahora escondido en el exilio al menos le va mejor que al general Miguel Rodríguez Torres, quien después de haber sido el jefe de inteligencia de confianza de Chávez y del propio Maduro, y con todo y ser uno de los miembros más destacados de la logia militar del 4 de febrero, Maduro lo dejó correr hasta apresarlo justo en el momento para anular su influencia en la Fuerza Armada (FAN).

Por su parte aún sobrevive Diosdado Cabello, el enemigo al acecho. Si nos atenemos al anterior relato, Maduro está esperando el momento indicado para proceder contra él de la manera implacable que le caracteriza. En una dictadura hay una cabeza, no dos.

La única diferencia fundamental entre el Maduro de 2013 y el de este 2020 es que ya se le puede conocer. Claro, si es que alguien está dispuesto a aprender algo de los viejos errores.

Viernes 06 de marzo de 2020

AlNavio

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Por qué y cuánto daño le ha hecho a Maduro la gira internacional de Juan Guaidó

Pedro Benítez

Para medir el éxito de la gira de Juan Guaidó por Europa basta con escuchar a Nicolás Maduro. Los insultos que ha proferido contra aquel indican que ha sido golpeado en un flanco vulnerable. La razón reside en el impacto que el audaz viaje de su rival ha tenido puertas adentro del régimen chavista. El aparato político y militar que sostiene a Maduro se está percatando que el apoyo a Guaidó por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Colombia y Brasil es más firme que el apoyo a Maduro por parte de Rusia, su único valedor internacional hoy.

Nicolás Maduro ha cometido un error clásico en la política, ha subestimado a la persona que abiertamente le disputa el poder dentro y fuera de Venezuela. Paradójicamente el mismo error que hace siete años se cometió con él cuando fue elegido como el sucesor. En aquel entonces se descalificó a Maduro por haber sido autobusero y no tener ninguna preparación ni carisma. Craso error que Venezuela ha pagado con uno de los gobiernos más destructivos que ha conocido el mundo moderno.

En 2013 Maduro era parte de un proyecto político internacional monitoreado desde Cuba que tenía mucho interés en que él siguiera en el poder. Eso no se vio en su momento.

Así como Maduro no había visto, o no quiso ver la magnitud y determinación de la alianza internacional que se estaba gestando en su contra. Tampoco ha visto, o no ha querido ver, la determinación del joven diputado que hace un año lo desafió desde la Asamblea Nacional de Venezuela (AN). Muchas veces en la política se asume como cierto lo que se dice públicamente. Maduro al parecer se ha creído su propio discurso contra Guaidó y ha actuado en consecuencia.

En sus cálculos Guaidó debería estar liquidado políticamente a estas alturas. Sólo tenía que esperar que las guerras internas de la oposición y la frustración sepultaran al nuevo líder mientras él seguía aplicando una represión selectiva.

Pero no ha sido así, gracias en buena medida al propio Maduro y a ese estilo arbitrario y matonesco del cual es prisionero el chavismo.

La Unión Europea lo dice sin tapujos: Juan Guaidó es el presidente legítimo de Venezuela

Presionado por la falta crónica de divisas, y con una aparente oferta rusa de financiamiento sobre la mesa, intentó precipitar la liquidación de la AN asaltando militarmente la sede parlamentaria e imponiendo por la fuerza una directiva espuria el 5 de enero pasado.

Esa arbitrariedad, que fue vista por la opinión pública del mundo entero, ha salido mal de todas las formas posibles y no ha servido para sus propósitos originales. El único gobierno del mundo que ha reconocido la presidencia paralela del Parlamento impuesta ha sido el ruso. Los gobiernos de Argentina, México, Uruguay no lo han reconocido. Tampoco lo han hecho hasta ahora los de China, Nicaragua y Cuba, cada por sus propios motivos.

Pero presionado por el ala radical que encabeza Diosdado Cabello, Maduro ha optado por no resarcir el error, sino por el contrario persistir en el mismo con la típica táctica chavista de correr hacia adelante y aumentar la apuesta.

Esta es la oportunidad que Juan Guaidó vio y que ha venido exprimiendo todo lo que ha podido. Se está dedicando a explotar los errores del contrario. Una jugada clásica.

Maduro también sabe que muchos factores claves del poder chavista, en particular los militares (que no quieren confrontación sino negociación) están viendo que la oposición no está ni derrotada ni en desbandada ni huérfana de apoyos.

Aprovechó primero para reagrupar el apoyo a su persona dentro de la AN y de la oposición; desafió al poder militar que tenía tomado el recinto del Parlamento; y a continuación dio la segunda sorpresa al salir del país e iniciar una gira que ha resultado inesperadamente exitosa gracias al propio Nicolás Maduro.

Ver a un Guaidó siendo recibido como jefe de Estado por varios de los principales líderes de Europa Occidental es algo que le ha pegado en lo personal al cada vez más aislado Maduro. Pero no sólo es una cuestión de vanidad personal (no obstante, siempre hay que tener en cuenta el factor humano) sino también del manejo del poder dentro de su propio régimen.

Maduro apostó al apoyo de Rusia porque eso lo fortalecía frente a su propia gente y ante la Fuerza Armada Nacional (FAN). Poco importaba que ese apoyo fuera por fuerza de la necesidad mucho menor de lo que ha aparentado ser. Rusia es una potencia nuclear con un gran aparato de comunicación a nivel global y estaba con él. Ya vendrían más apoyos. Tarde o temprano los Estados Unidos y Europa se cansarían de apoyar la causa de la Asamblea Nacional. Era cuestión de tiempo.

Pero no ha resultado así. Guaidó tomó ese precioso segundo aire que necesita todo luchador para contragolpear. Ese segundo aire se lo regaló el propio Maduro. Él lo sabe. Fue su error.

Si un Guaidó casi en nocaut se atrevió a encarar a un comandante militar, ¿con qué actitud regresará a Venezuela luego de esta gira?

Maduro no ha podido hacerse (por las malas) de la mayoría de la AN, y el respaldo a esta por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y los gobiernos del Grupo de Lima es por lo visto más firme que el de Rusia a él que aún no tiene sus concesiones petroleras ni la seguridad de cobrar sus deudas.

Por eso los insultos e improperios de Maduro contra Guaidó este miércoles en Caracas. Este es una realidad política que no puede ignorar.

Pensando en el balance de poder dentro del propio régimen, y tomando en cuenta su aislamiento internacional, en esa misma intervención pasó del insulto más procaz a pedir diálogo, acuerdo y elecciones.

Eso sí, sin Guaidó y sin los partidos que son mayoría en la AN.

Esa sigue siendo su estrategia hacia ninguna parte: Escoger a su propia oposición. Sentarse a dialogar con esta. Convocar elecciones donde sea esta la que participe.

Ese es el detalle: pretende escoger a una “oposición” e ignorar a la otra. La otra que sí es representativa y que le puede ganar. Pero esa otra es la única que con la que puede llegar a algún acuerdo concreto que sea reconocido internacionalmente.

Ignorar y subestimar a Juan Guaidó sólo ha conseguido que este sea ahora para él un problema mucho mayor.

Viernes 24 de enero de 2020

AlNavio

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Esto pasa en Venezuela: Maduro desconfía de los militares y los militares desconfían de Guaidó

Pedro Benítez

El nudo gordiano que no logra resolver el campo democrático en Venezuela es el enigma militar. Entre la Venezuela civil y la militar ha habido un abismo histórico que el chavismo ha usado (y usa) a su favor. Mientras la Fuerza Armada no le retire el apoyo a Maduro no hay transición en Venezuela y no lo hará mientras no vea una alternativa clara.

El pasado sábado Nicolás Maduro afirmó haber juramentado a 3.300.000 milicianos. “Hemos sobrecumplido la meta (afirmó), tenemos 3.300.000 hombres y mujeres organizados y dispuestos para la defensa y la paz de Venezuela”.

Agregó además que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) reformaría la ley de la Fuerza Armada Nacional (FAN) a fin de incorporar a la Milicia Bolivariana como cuerpo combatiente de la misma. Es decir, como el quinto componente militar.

Instituir un cuerpo armado compuesto por militantes del partido oficial, y directamente leales al ocupante del Palacio presidencial de Miraflores, es uno de esos proyectos iniciados por el antecesor de Maduro en el cargo y que este se ha empeñado en ampliar a todo trance.

Con los militares profesionales comprometidos como nunca antes en respaldar a su régimen, con oficiales controlando áreas clave de la economía como por ejemplo lo que queda la estatal petrolera PDVSA, o con su propia empresa minera, Camimpeg, parecería que Maduro puede tener segura la lealtad de la corporación armada y si no de todos sus miembros al menos sí de la mayoría

Puede que como en otros tantos asuntos Maduro esté exagerando en el número de milicianos (por años lo ha hecho descaradamente con las cifras de la Misión Vivienda), y también parece evidente que esos milicianos en su abrumadora mayoría no tienen ni la condición física, ni la preparación profesional para reemplazar al Ejército o la Guardia Nacional de Venezuela. Pero su sola presencia la usa Maduro como una disuasión ante cualquier intento de insubordinación desde la FAN. Uno de los temores tradicionales de los altos mandos militares venezolanos es la guerra civil o tener que imponerse por medio de una represión sangrienta. En ese sentido los milicianos son la carne de cañón que Maduro ofrece sacrificar en el altar de su propio poder.

Entre Maduro y los militares profesionales hay una situación de desconfianza mutua. El primero sabe que el descontento generalizado que hay con su régimen y contra su persona en la sociedad venezolana hace rato entró a los cuarteles. Por su parte los oficiales también desconfían de Maduro. Debe ser así entre los mandos de mayor jerarquía; después de todo se deben mirar en el espejo de otros jerarcas civiles y militares del chavismo que hoy son perseguidos por el mismo régimen al que sirvieron.

De modo que aquí cabe una pregunta: Si esto es así, ¿por qué los militares siguen respaldando a Maduro?

Hay varias respuestas, pero una en particular luce como la más relevante de todas, esos mismos militares desconfían más de los dirigentes de la oposición venezolana que de Maduro. Prefieren el mal conocido que el mal por conocer. Entre un bando y otro escogen jugar (pese a todos los pesares) con el chavismo. Después de todo, este ha tenido una política hacia ellos que no ha tenido el campo democrático venezolano.

Esto no es un hecho nuevo. Tiene una historia tan larga como la existencia misma del país. Para resumir, digamos que de 1830 a esta parte sólo dos políticos civiles se ganaron el respeto, e incluso el liderazgo, dentro de la institución militar, los expresidentes Rómulo Betancourt y Rafael Caldera.

Para casi todos los demás el mundo militar fue algo ajeno y extraño del que se conocía poco o incluso se despreciaba. Así por ejemplo, el expresidente Carlos Andrés Pérez creyó que la lealtad militar a su persona estaba asegurada porque los golpes y conspiraciones eran cosas del pasado en la Venezuela de fines del siglo XX. Ese fue un grave error que se manifestó en toda su magnitud el 4 de febrero de 1992 con el fracasado intento de golpe militar con que se dio a conocer Hugo Chávez.

Una década después ese abismo entre políticos y militares explicó el intento fallido por desplazar a su vez a Chávez del poder el 12 de abril de 2002.

Desde entonces el chavismo, con todas las ventajas que le ha dado (obviamente) el poder, se ha dedicado a cultivar la lealtad de los oficiales repartiéndoles privilegios, ventajas, cargos y oportunidades de negocios. Pero además, ha tenido una política hacia ellos, esa que se denominó como la unidad cívico-militar. La misma, sin embargo, no ha logrado zanjar la desconfianza entre el grupo proveniente de la ultraizquierda que llegó con Maduro al Palacio de Miraflores y los compañeros de armas de Chávez. Las consecuencias desastrosas que para Venezuela ha tenido el paso del heredero por el poder son evidentes para los militares. Pero ante las alternativas planteadas prefieren el statu quo.

Del lado opositor no ha habido una política, como la que sí tuvieron en su momento los presidentes Rómulo Betancourt y Rafael Caldera (o en Chile el expresidente Patricio Aylwin) hacia el mundo militar, sino por el contrario, mensajes contradictorios y estrategias inconstantes. Nada que salve la mutua desconfianza.

El descontento militar contra Maduro existe, él lo sabe. Por eso su empeño en incrementar y armar a la Milicia. Por eso su servicio de contrainteligencia militar no baja la guardia. Pero la oposición no ha sido capaz de capitalizarlo. Ese no es un error en el que esté sola. También ha sido el error a lo largo de este año de la comunidad democrática internacional que ha respaldado a la Asamblea Nacional (AN) y en particular de la Administración Trump.

Viernes 13 de diciembre de 2019

AlNavío

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Los factores de poder que sostienen a Maduro lo obligan a negociar con Guaidó

Pedro Benítez

La policía política de Nicolás Maduro arremete contra los diputados de la Asamblea Nacional. Secuestra al primer vicepresidente del Parlamento y el ala radical del chavismo asegura que arrasará a los opositores. Pese a todo eso Maduro acepta (y casi ruega) sentarse a negociar con sus adversarios. Detrás de esto no hay ninguna estrategia, hay una realidad: los factores de poder que dentro y fuera de Venezuela lo sustentan quieren una negociación. Maduro va a ella en contra de sus deseos. Es más una muestra de debilidad que de fortaleza. China, Rusia y la propia FANB le están torciendo el brazo.

El pasado 30 de abril, pocas horas después que el presidente encargado por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, y el dirigente del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, desafiaran el apoyo militar a Nicolás Maduro en Caracas, el periodista Vladimir Villegas entrevistaba en la televisora de señal abierta Globovisión al embajador de Rusia en Venezuela, Vladimir Zaemskiy.

A la pregunta de qué medio veía su gobierno para resolver la situación en Venezuela, el diplomático ruso contestó directamente: “La solución a la crisis venezolana tiene que ser buscada a través de las negociaciones”.

Esto lo afirma el representante diplomático de la potencia que se supone es el principal apoyo militar del régimen madurista. Un recordatorio de que Venezuela no es Siria.

Pocos días después, el portavoz de la Cancillería china manifestaba el apoyo de su gobierno al Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela. Una iniciativa de gobiernos europeos y americanos que busca un acuerdo político entre Maduro y la Asamblea Nacional que pasaría por un proceso electoral. Inicialmente Maduro rechazó esta propuesta.

No es que los gobiernos de Rusia y China estén por retirarle el apoyo a Maduro. Y ciertamente, en el juego de la política mundial ven a Venezuela como una oportunidad para importunar a Estados Unidos. Pero hasta allí.

China, que es la única potencia en capacidad de dar apoyo financiero sustancial a Venezuela, no ha dado un solo dólar de crédito nuevo al régimen de Maduro desde enero de 2016, es decir desde que la oposición al chavismo ocupó las dos terceras partes de las curules de la Asamblea Nacional. Por su parte, hoy sabemos que el apoyo militar de Rusia a Maduro es más propagandístico que otra cosa.

Todas las señales concretas indican que el soporte a Maduro por parte de sus valedores internacionales no es incondicional.

Pero además, tampoco lo es por parte de los generales y almirantes de la Fuerza Armada Nacional (FANB). Este es un secreto a voces hoy en Venezuela. La fractura del apoyo militar al régimen está en proceso como el lento desplazamiento de las placas tectónicas. El incidente del 30 de abril y la defección del general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, director hasta ese día del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), son señales de ese proceso. Hay otras.

Descontento abrumador

Esta es la clave del asunto. A Maduro lo están obligando a negociar. Por supuesto, él pretende negociar para seguir en el poder (es su primera opción, pero no la única) mientras que Juan Guaidó lo quiere sacar.

Sin embargo, pese a la ofensiva de los últimos días contra los diputados de la Asamblea Nacional, es más factible el derrumbe definitivo de Maduro que la desaparición de su oposición, como pretende el ala radical chavista que hoy encabeza Diosdado Cabello.

La prueba es que Guaidó sigue firme y desafiante. Pero como hasta ahora ninguna parte ha podido derrotar a la otra la propuesta de una negociación sigue vigente.

Todo esquema de negociación en Venezuela tiene una desembocadura inevitable: una elección presidencial. Esa es la propuesta del Grupo de Contacto. Elección que todos saben que Maduro perdería abrumadoramente y que con él podría enterrar electoralmente al chavismo.

Mientras tanto Juan Guaidó ha hecho su trabajo de minarle el apoyo ruso y chino a Maduro. En público y privado, sus argumentos dirigidos a los que toman las decisiones finales en Pekín y Moscú son muy claros: una Venezuela viable le conviene a todos y sus inversiones e intereses en el país serán respetados siempre que sean legítimos. Guaidó les dice: yo soy la solución, Maduro es el problema.

Dependerá de su habilidad y de la claridad del conjunto de fuerzas que le apoyan dentro y fuera de Venezuela que esta vez Maduro no se le escape.

Pero mientras los tiempos diplomáticos van a su ritmo, otra crisis se agudiza en Venezuela, en esta ocasión la del suministro de gasolina que amenaza a Caracas. No es nueva, millones de venezolanos lidian todos los días desde hace años con esta situación. Pero al ocurrir en la capital, la vitrina del país, tal como ha pasado con los apagones del mes de marzo, es un recordatorio de la incapacidad de Nicolás Maduro para normalizar a Venezuela.

Allí reside el abrumador descontento en su contra, tanto de civiles como de militares, entre la población en general, pero también entre la gente que aparentemente le apoya de manera incondicional.

Martes 21 de mayo de 2019

Alnavio

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¿Es posible una fractura en la Fuerza Armada de Venezuela?

Pedro Benítez

¿Por qué el ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, advierte del riesgo de guerra civil en Venezuela? Esta sólo es posible si hay una fractura en el mundo militar. “Estamos para evitar un enfrentamiento entre venezolanos, no es la guerra civil, no es la guerra entre hermanos la que va a solucionar los problemas de Venezuela, es el diálogo”, dijo este jueves el ministro. ¿Qué ocultan las palabras del general que sostiene a Maduro en el poder?

Pasaron casi 24 horas desde que Juan Guaidó asumiera formalmente el cargo de presidente encargado de Venezuela para que el generalato de la Fuerza Armada Nacional (FANB) renovara públicamente su respaldo a Nicolás Maduro.

Por boca del ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, afirmó que para ellos el único presidente es Maduro. Calificó como reprochable y gravísimo el acto por medio del cual Guaidó asumió la Presidencia con respaldo de la Asamblea Nacional (AN) en medio de un gigantesco “cabildo abierto” en una de las principales avenidas de Caracas.

Flanqueado por los comandantes de la Aviación, el Ejército, la Armada, la Guardia Nacional, la Milicia y los jefes del Ceofanb (es decir, del generalato), Padrino López acusó a la AN, sin nombrarla, de fraguar un golpe de Estado con apoyo extranjero e intentar instalar un gobierno paralelo.

Hasta allí lo previsible. Pero luego del ya trillado discurso de ocasión agregó lo novedoso:

“Los militares hemos aplaudido la opción del diálogo, porque la guerra no es nuestra opción”.

“Los que llaman a la guerra no saben lo que convocan, nosotros, los militares, estudiosos de la guerra, sabemos las consecuencias”.

“Estamos para evitar un enfrentamiento entre venezolanos, no es la guerra civil, no es la guerra entre hermanos la que va a solucionar los problemas de Venezuela, es el diálogo”.

“Agradecemos la voluntad de los gobiernos que han propiciado un diálogo. Que propician el diálogo”.

Compuesto por civiles, el movimiento antichavista nunca ha contado con grupos armados a su disposición, ni los ha intentado organizar; al contrario del chavismo que no se ha conformado con el control de la FANB y de las policías, sino que además ha organizado o patrocinado grupos paramilitares urbanos

Padrino dio la clave, el temor de los altos jefes militares venezolanos: la guerra civil. No habló de invasión sino de la guerra entre hermanos. Sin embargo, una guerra civil sólo es posible si la FANB se divide. Él lo sabe.

El temor a que un enfrentamiento dentro de la institución entre partidarios y adversarios de un gobernante derivara en una guerra civil fue lo que llevó a los presidentes-generales Isaías Medina Angarita (1945) y Marcos Pérez Jiménez (1958) a abandonar el poder.

En el caso concreto de la Venezuela actual, a los ojos del alto mando militar esa posibilidad se potencia por el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos, Brasil y Colombia a la Asamblea Nacional y a Guaidó.

Hasta ahora prácticamente nadie ha hablado con seriedad de esa posibilidad en Venezuela. Son los altos jefes militares los que en este momento la plantean abiertamente.

Compuesto por civiles, el movimiento antichavista nunca ha contado con grupos armados a su disposición, ni los ha intentado organizar; al contrario del chavismo que no se ha conformado con el control de la FANB y de las policías, sino que además ha organizado o patrocinado grupos paramilitares urbanos (los colectivos), aparte de la ya conocida alianza con las FARC y el ELN de Colombia.

Pero por las palabras del general Padrino se colide que eso podría cambiar. Y eso (insistimos) sólo es posible si un sector muy amplio de la institución militar (donde bulle el descontento) no está por defender a Nicolás Maduro, sino por todo lo contrario.

Y así, Padrino vuelve una vez más a recurrir a la carta de la que ya ha hecho uso para mantener alineada a la FANB desde que asumió como ministro en 2014: el diálogo.

A partir del momento en el cual culminó la intervención de Padrino, como si se tratara de un guion, el tono del discurso de los jerarcas del régimen chavomadurista cambió. Pocos minutos después el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) aún leal a Maduro, Maikel Moreno, invito al Poder Legislativo a que “deponga la actitud de desacato y se incorpore con nosotros”. “Nuestras manos siguen extendidas, esperando de ustedes un entendimiento sano. Esta casa de justicia también es de ustedes”.

Un tono muy alejado del que exhibió el día anterior el presidente de la Sala Constitucional de ese Tribunal, cuando exhortó a la Fiscalía a tomar acciones contra los procedimientos de la AN y su presidente.

¿Por qué no detienen a Guaidó?

Pero el fiscal general designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Tarek William Saab, no ha hecho (por ahora) eso. En la intervención pública que siguió a la del TSJ remachó su apoyo a Maduro, acusó a Guaidó de golpista, pero no ordenó su captura o el inicio de un proceso penal contra quien supuestamente está dando un golpe de Estado. Eso pese a que desde el 21 de enero, el TSJ le ordenó determinar las responsabilidades penales, civiles y administrativas de los miembros del Parlamento venezolano.

¿Retrocede el régimen? ¿A qué espera? ¿Lo tiene paralizado y sorprendido la reacción internacional y la masiva protesta dentro de Venezuela? ¿Quiere ganar tiempo mientras se prepara para el contragolpe?

Pero por las palabras del general Padrino se colide que eso podría cambiar. Y eso (insistimos) sólo es posible si un sector muy amplio de la institución militar (donde bulle el descontento) no está por defender a Nicolás Maduro, sino por todo lo contrario

En cualquier caso, esta no es la reacción acostumbrada del chavismo, que suele actuar de manera implacable, y que por mucho menos de lo hecho por el presidente Juan Guaidó ha encarcelado a otros dirigentes opositores.

Por su parte Maduro trata de agarrarse del salvavidas que le lanzan gobiernos como los de Uruguay y México: “Estoy de acuerdo en una iniciativa diplomática para el diálogo, para el acuerdo, la negociación. Hablar, oírnos y entendernos y que acudan todos los sectores de la nación”.

No es la primera vez que manifiesta esto y como en otras ocasiones es obvio que trata de ganar tiempo. Espera que sus adversarios bajen la guardia y que la presión, sobre todo interna, se desgaste con el tiempo como ya ha ocurrido en otras ocasiones. Es una de sus conocidas tácticas. Pero, ¿el resto de los dirigentes civiles y militares del régimen lo acompañarán es esta ocasión?

Maduro no es sincero. Suficientes pruebas para llegar a esta conclusión ha dado en el pasado. No obstante, sí puede ser una alternativa política que con pragmatismo asuma tanto el generalato como un sector del chavismo, como los gobernadores Rafael Lacava y Héctor Rodríguez (que esperan tener un futuro político y vienen abogando por esa tesis), siempre dejando claro que cualquier negociación es a partir del punto de reconocimiento de Maduro como presidente.

Pero desde el lado de los partidos que controlan la Asamblea Nacional, de Juan Guaidó y de los gobiernos del Grupo de Lima y de Estados Unidos, las cartas parecen echadas: Maduro tiene que irse y cualquier negociación es sin él.

Esa negociación es también, por cierto, la opción más razonable para otro actor del drama venezolano: Cuba, hoy sometida a una tremenda presión por parte de Estados Unidos. Sólo queda por ver cuán sincero es el planteamiento del general Padrino.

En resumidas cuentas, el diálogo es la táctica a la que Maduro va a apelar en los próximos días mientras intenta detener la escalada de presión internacional, particularmente de Estados Unidos.

Pero este jueves, mientras expresaba su voluntad de dialogar, con la otra mano sus siniestras Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) reprimían y cazaban a manifestantes que han protagonizado los disturbios de las tres últimas noches en los barrios más pobres de Caracas.

25 de enero de 2019

Al Navio

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4 factores que sostienen a Nicolás Maduro en el poder

Pedro Benítez

Con la magnitud de la crisis que padece Venezuela, cualquier otro gobierno de América Latina ya habría caído. De hecho, así ha ocurrido a lo largo de la accidentada historia de la región. Sin embargo, el de Nicolás Maduro no sólo no ha caído, sino que contra todas las expectativas iniciales ha logrado sostenerse durante cinco años y amenaza con completar el sexto. ¿Cómo ha sido posible? Repasar las fortalezas y debilidades de su régimen puede dar luces al respecto.

El expresidente Hugo Chávez edificó su régimen sobre cuatro pilares:

1) Abundante renta petrolera gracias al más largo e importante auge de precios de los hidrocarburos de la historia económica moderna (2003-2014).

2) Apoyo electoral mayoritario como consecuencia fundamentalmente de lo anterior, que le permitió vía gasto público subsidiar un enorme boom de consumo e importaciones.

3) Una red de alianzas internacionales que incluían organizaciones como el ALBA, la Celac, Unasur, Petrocaribe y estratégicos apoyos políticos dentro del Congreso de los Estados Unidos y en movimientos políticos de Europa.

4) Finalmente, el decisivo apoyo militar pues gracias a sus conocimientos de ese mundo logró comprometer a la Fuerza Armada Nacional (FAN) con su proyecto de poder.

Esa fue la estructura de poder que heredó Nicolás Maduro y de la cual hoy sólo quedan escombros. Sí, incluyendo el apoyo militar, hoy en medio de una crisis que las continuas detenciones de oficiales y suboficiales en las últimas semanas para someterlos a investigación hacen evidente.

Y sin embargo, Maduro puede perfectamente sobrevivir otro año en el poder. Eso pese a la catastrófica sucesión de fracasos económicos, al creciente aislamiento político en el continente americano y el escaso apoyo práctico que recibe de China y de Rusia, más allá del aliento diplomático.

¿Por qué?

Fortalezas del régimen de Maduro

Para aproximarse a las respuestas hay que considerar al menos cuatro fortalezas del régimen madurista:

1.- Determinación de mantenerse en el poder

Esto puede que no sea suficiente pero es necesario, como lo demostraron los bolcheviques hace 100 años sobreponiéndose a los desastres, al hambre generalizada y al cerco internacional en la guerra civil rusa. Algo parecido haría la dictadura del general Francisco Franco en España entre 1945 y 1950, cuando Naciones Unidas le impuso el aislamiento económico y diplomático y más recientemente en la Cuba del Periodo Especial (1991-1998).

Maduro y el círculo gobernante que le rodea han dado muestras de la insensibilidad, del desprecio por la vida de los demás y de la determinación necesarios en todo despotismo que quiera conservar el poder a toda costa. Además, se han mantenido cohesionados por la convicción de que si cae Maduro, caen todos y la perspectiva de que la llegada de la oposición al Palacio de Miraflores los haría sujetos de investigaciones criminales por delitos cometidos. La complicidad criminal es un poderoso elemento de esa cohesión. De hecho, las sanciones norteamericanas y europeas ha reforzado ese convencimiento. Hasta ahora, la deserción de la fiscal Luisa Ortega del grupo gobernante ha sido la única excepción importante a la norma.

2.- Una oposición dividida y desmovilizada dentro de Venezuela

Probablemente el mayor éxito de Maduro en los últimos dos años de conflicto político haya sido este. Por supuesto, contó con la invaluable colaboración de una dirigencia opositora que se había preparado para derrotar electoralmente (sobreponiéndose a todas las desventajas institucionales) al régimen madurista, pero no para administrar esa victoria el día después, cuando se pusiera en evidencia (una vez más) que Maduro y su grupo de poder no estaban dispuestos a ceder ni siquiera una parte de ese poder por un resultado electoral.

Esa falta de estrategia para enfrentar el uso puro y desnudo de la fuerza por parte de Maduro se hizo evidente cuando impuso su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) el 31 de julio de 2017, momento a partir del cual la base opositora se dividió entre los inclinados a proseguir en la ruta electoral y los que propugnaban la abstención.

Los frustrados intentos de negociación efectuados en República Dominicana entre representantes de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y del Gobierno sólo consiguieron ahondar las diatribas entre las filas opositoras, con los dirigentes que no participaron y cuestionaron política e incluso éticamente a los que sí se sentaron con los enviados de Maduro.

De modo que la polarización política se ha introducido dentro de la misma oposición, creando una situación en la cual cada grupo neutraliza al otro, mientras ninguno es capaz de movilizar el descontento en una fuerza socialmente potente que presione al régimen, bien sea por la vía electoral o por la acción de calle. Esto llevó a desperdiciar la oportunidad de transformar el reciente hito electoral del 20 de mayo en una crisis política.

En 2013 y 2015 la oposición unida fue poderosa y acorraló al Gobierno. Dividida y enfrentada no consigue mantener y encauzar el enorme descontento social en contra del régimen.

3.- Espionaje cubano

Con señales muy claras de descontento militar por la situación económica y social, Maduro cuenta para lidiar con esta crisis en desarrollo con el apoyo de su más fiel y eficaz aliado: las redes de espionaje del Gobierno de Cuba, con una experiencia de 60 años en estas lides enfrentados a 12 Administraciones en Washington.

Inteligencia, contrainteligencia y experiencia en la sobrevivencia, son parte de los elementos de conocimiento “técnico”, el soporte logístico profesional, que el castrismo aporta al madurismo.

Maduro y el círculo gobernante que le rodea han dado muestras de la insensibilidad, del desprecio por la vida de los demás y de la determinación necesarios en todo despotismo

En la práctica los venezolanos no enfrentan a una dictadura, sino a dos. Una de las cuales es la más “exitosa” del hemisferio en cuanto a permanencia en el tiempo y con una determinación muy clara hoy: Maduro no puede caer. Esta es la orden desde La Habana.

Tal como se ha reseñado en el portal Konzapata hay un amplio plan de espionaje en marcha que abarca distintos sectores de la sociedad, empresarios, políticos opositores, funcionarios del régimen, pero en particular contra la Fuerza Armada Nacional (FAN), auténtico talón de Aquiles del entramado autoritario.

De acuerdo a las distintas olas de detenciones de oficiales de la FAN, en el último año los servicios de inteligencia militar y la policía política (con asesoría cubana) habrían revelado cuatro supuestas tramas conspirativas (Leer más: Entra en crisis la unión cívico-militar que sostiene al gobierno de Nicolás Maduro).

4.- La diáspora venezolana

No hay cifras claras, puesto que una parte del éxodo venezolano tiene pasaportes de Colombia y España, pero según datos aportados por la canciller colombiana María Ángela Holguín, en su reciente intervención en la Organización de Estados Americanos (OEA), un millón de venezolanos se han establecido en ese país en los últimos tres años, de los cuales 35% son hijos de colombianos con derecho a la nacionalidad de los padres.

Además, Migración Colombia estima que otros 700.000 han cruzado ese país para dirigirse por tierra a otros destinos en Suramérica. Por su parte, el Observatorio Venezolano de la Diáspora eleva hasta tres millones el total de venezolanos emigrados en las últimas dos décadas.

Esto ha creado una situación inédita para Venezuela, país que por décadas fue el origen de remesas de trabajadores inmigrantes a otros destinos, y ahora ha pasado a ser receptor. Con lo cual una de las evidencias más protuberantes del fracaso del chavismo en el poder, pasa a ser una potencial fortaleza para el sostenimiento del régimen de Maduro por dos motivos.

Primero, como fuente de divisas fuertes que tanto necesita la economía. Esto ha llevado a los jerarcas del Gobierno a ponerles el ojo, pero sólo el levantamiento total del control de cambios, o su reforma, pueden ser un incentivo lo suficientemente poderoso para que las remesas se conviertan en una fuente importante de divisas.

Segundo, como una manera de bajar la presión dentro del país. La inmensa mayoría de los que emigran son los más descontentos con la situación de Venezuela. De hecho, con cada coyuntura política en la cual Maduro sobrevive se origina una nueva ola de emigrantes.

Se repite así la experiencia de otras dictaduras que pasaron por las mismas circunstancias: la España de Franco y la Cuba de los Castro.

Debilidades del régimen de Maduro

Pese al cuadro anterior hay dos debilidades del régimen de Maduro que debe superar si quiere tener despejado su eternización en el poder: la hiperinflación y el aislamiento internacional.

1.- La situación económica

Venezuela va a romper todos los récords de hiperinflación en Suramérica y sólo podrá compararse con la de Nicaragua en 1990 o la de Zimbabue en 2009. Lo que discuten analistas del proceso como el profesor de economía de la Universidad Johns Hopkins, Steve Hanke, o el diputado opositor y también profesor de economía de la Universidad Central de Venezuela, José Guerra, es si la tasa de crecimiento de los precios cruzó o no la barrera de 100% al mes.

Según el FMI la tasa anualizada es de 13.779%. Este enloquecido crecimiento de los precios ha empobrecido drásticamente a la población y está paralizando sectores completos de la actividad cotidiana como el transporte público, los servicios de agua potable y electricidad, cuyos trabajadores demandan nuevos incrementos salariales, puesto que los 32 que Maduro ha decretado han sido pulverizados uno tras otro.

Lo que la experiencia histórica enseña es que las hiperinflaciones no son eternas puesto que amenazan la estabilidad de los gobernantes.

A su vez, Maduro necesita revertir la debacle de la industria petrolera, principal fuente de divisas del país, a fin de superar esta crisis.

Actuando como el parásito que termina por destruir al huésped del cual se alimenta, la gestión de Chávez-Maduro arruinó la capacidad petrolera del país a tales extremos que ahora es incapaz de aprovechar el alza de los precios internacionales.

Para dar un giro de 180 grados a esa situación, necesita grandes inversiones que la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) no está en capacidad de realizar, por cual sólo le queda recurrir a la inversión extrajera. Para ello se precisa una serie de reformas económicas que hagan nuevamente atractivo el país para este tipo de inversión y que pasan por… cambiar el entorno internacional.

Como ni las inversiones chinas ni las rusas han logrado levantar la industria petrolera venezolana, todos los caminos conducen nuevamente a Estados Unidos, el gran enemigo.

2.- El aislamiento internacional

Aunque la deriva autoritaria del expresidente Chávez era obvia, pocas voces fuera de Venezuela cuestionaron la legitimidad de origen de su mandato y mucho menos su capacidad de controlar efectivamente el país. Con Maduro es exactamente lo contrario.

Este enloquecido crecimiento de los precios ha empobrecido drásticamente a la población y está paralizando sectores completos de la actividad cotidiana.

El cerco diplomático a su régimen en el continente ha llegado a un nuevo nivel al ser aprobada la resolución que desconoce las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo.

Por tanto, con 19 votos a favor, cuatro en contra y 11 abstenciones la Asamblea General de la OEA desconoció la legitimidad de Maduro como presidente reelecto.

Dos de sus antiguos aliados, Ecuador y Nicaragua, se abstuvieron junto con la mayoría de las islas del Caribe, por años beneficiadas del apoyo de Petrocaribe. El Gobierno de República Dominicana, hasta hace muy poco cercano, votó a favor de la resolución.

La alternativa de romper con el Sistema Interamericano para seguir los pasos de Cuba a partir de 1962, implicaría recibir el sustancial apoyo de China y Rusia, que tampoco parecen en la disposición o capacidad de darlo.

Por lo tanto, cualquier intento de reformas económicas en Venezuela pasa por mejorar las relaciones con Estados Unidos y las demás democracias americanas.

De lo contrario, la ruta es la misma que hemos visto hasta ahora: resistir siguiendo el ejemplo de Cuba a la espera de un cambio en las circunstancias externas o de un desenlace interno.

@pedrobenitezf

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