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Daniel Eskibel

10 secretos de negociación política que tu rival no quiere que sepas

Daniel Eskibel

Una buena negociación política te permite alcanzar grandes logros. Por ejemplo:

Consolidar un triunfo

Avanzar y ganar nuevas posiciones

Mantener el statu-quo

Achicar pérdidas en una derrota

Sobrevivir políticamente

Como ves, cualquiera de estas finalidades puede decidir el destino de un partido político. Por eso tu rival prefiere que no conozcas los secretos que guían una negociación política exitosa.

Psicología de la negociación política en 10 puntos

Negociar tiene sus secretos, claro que sí. Dominarlos no te asegura nada, pero te da una ventaja importante en el punto de partida. Y esa ventaja tiene que ver con la psicología.

Ya sabes: como todo en materia política, también la negociación transcurre en la mente de seres humanos dialogando con otros seres humanos.

La psicología de la negociación política incluye 10 grandes puntos que debes tener siempre presentes:

Privacidad. Negociar implica un ir y venir de ideas, propuestas y situaciones que se van ajustando y corrigiendo. Implica marchas y contramarchas. Si eso toma estado público, el proceso se congela y se estanca. Por eso necesitas negociar en la más completa privacidad.

Paciencia. Los ansiosos y los apurados negocian mal, se equivocan mucho y dejan pasar oportunidades de oro. La paciencia es una virtud suprema en este plano. Y la disposición al esfuerzo, a invertir tiempo, inteligencia y trabajo durante todo el tiempo que sea necesario.

Hoja de ruta. Es simple: si no sabes hacia dónde vas, pues entonces nunca llegarás a ninguna parte. Tu ruta debe estar clara y firme, tus objetivos también. Nunca te sientes a negociar si antes no has negociado contigo mismo y con tus compañeros políticos.

Intereses. Detrás de las posiciones y las propuestas de cada negociador hay algo más importante aún: los intereses. Tienes que tener muy claro cuáles son los tuyos e identificar cuales son los de tu adversario. Porque al fin y al cabo se trata de satisfacer esos intereses (políticos, económicos, culturales, religiosos, de poder, personales). Y ambas partes necesitan encontrar un modo de hacerlo.

Pérdidas vs ganancias. Nunca olvides que ese negociador que está del otro lado de la mesa buscará, aún sin saberlo, evitar pérdidas. Y para evitar pérdidas pondrá mucho mayor esfuerzo que para lograr ganancias. Así funciona el cerebro humano y si lo sabes cuentas con ventaja extra.

Emociones. La negociación política no es un proceso puramente racional. Las emociones juegan un papel central que suele definir las situaciones. Por eso debes tener inteligencia emocional y nunca reaccionar impulsivamente. El que se enoja pierde. Y la calma puede ser tu principal carta de triunfo.

Empatía. A pesar de las diferencias políticas debes lograr un nivel básico de empatía con el negociador adversario como para poder trabajar en conjunto. No importa si el otro está en tus antípodas ideológicas. Tampoco importa si la historia entre ambas partes tuvo momentos duros y conflictivos. Lo que importa es que negociar es un trabajo entre dos partes, y para hacerlo bien ambas partes necesitan conectar positivamente con algo del otro.

Escenificación. El escenario físico donde se desarrolla la negociación nunca es completamente neutral. Tienes que considerar seriamente la escenificación, las características del lugar físico dónde se negocia. Y analizar las posibles influencias de ese lugar sobre los negociadores y sobre la opinión pública más tarde. Recuerda que los lugares hablan, al igual que las locaciones del cine o la televisión.

Comunicación no-verbal. Durante una negociación política hay palabras que van y vienen. Pero además hay comunicación no-verbal: posiciones corporales, desplazamientos, movimientos de brazos y manos, expresiones de la cara, sonrisas, muecas, micro expresiones, miradas, gestos…Esta comunicación no-verbal es decisiva, por eso debes perfeccionar tu lectura de la misma y también tu propia comunicación en ese plano.

¿Soluciones? Por definición las soluciones no existen y por eso no se encuentran nunca sino que se construyen en un proceso de trabajo. Ese proceso de trabajo es al que le llamamos justamente negociación. Nunca digas que no encontraron una solución porque no había nada que encontrar. En todo caso puedes decir que no pudieron o no supieron construir una solución.

La negociación política comienza cuando no hay soluciones a las discrepancias entre dos formaciones políticas. Es un trabajo colectivo de construcción de una solución que antes no existía. Y para eso te servirán de guía los 10 puntos anteriores.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/secretos-negociacion-politica/

La racionalidad de la decisión de voto es una mera ficción teórica

Daniel Eskibel

En 1799 Francisco de Goya y Lucientes ya ha vivido lo suficiente como para saber que la razón, tan admirable, es apenas una parte del universo psicológico humano.

En una de sus aguafuertes más conocidas de aquel año, Goya se representa a sí mismo adormecido sobre una mesa de trabajo mientras una bandada de aves nocturnas, de aspecto siniestro. vuelan hacia él.

Su título es contundente: “El sueño de la razón produce monstruos”.

¿La decisión de voto es producto de la reflexión?

Una de las batallas perdidas más emocionantes de la historia de la humanidad consiste en querer ver todas sus decisiones como el producto de la razón.

Uno de los últimos reductos de esta batalla es la decisión de voto. Es allí que durante décadas muchos protagonistas, observadores y analistas han insistido en el papel preponderante de la razón.

Han identificado la política con la ideología, con la argumentación lógica y con las decisiones basadas en la razón. Pero la decisión de voto es muy diferente de ese retrato voluntarista.

Más aún en tiempos de ocaso de la reflexión.

En 2017 Ignacio Martín Granados me entrevistó en relación con estos temas para la Revista de ACOP.

La citada revista es publicada en Madrid por la Asociación de Comunicación Política de España y abarca temas profesionales de interés en la comunicación y la consultoría política.

A continuación comparto buena parte de la entrevista, considerando que preguntas y respuestas continúan siendo de mucha actualidad.

¿Cómo definir la psicología política?

La psicología política es el estudio científico de los aspectos psicológicos de la vida política. Toda la política pasa por el filtro del cerebro humano, de sus leyes de funcionamiento, de la dinámica mental y emocional, de la vida psíquica consciente e inconsciente.

Todo pasa por allí: la decisión de voto, las simpatías y antipatías políticas, los liderazgos, las decisiones de gobierno, la comunicación política…absolutamente todo.

La psicología como disciplina tiene sus primeros antecedentes 2.500 años atrás. Su constitución como ciencia se produce sobre el último tercio del siglo diecinueve. Y la psicología política como una de sus ramas específicas, con su propio objeto de estudio y su propia metodología, surge ya en el siglo veinte. Autores como Gustave Le Bon, Charles Merriam, Harold Lasswell y Theodor Adorno marcaron algunos de sus pilares fundacionales.

Hoy en día ya contamos con una vasta investigación, numerosas publicaciones, una organización internacional de especialistas y una presencia sólida en programas académicos formales de numerosas universidades.

De lo que se trata ahora es de seguir investigando, difundiendo y además aportando a la práctica política del mismo modo que lo hacen otras ciencias sociales.

¿Somos menos racionales de lo que creemos?

Sí. Somos mucho menos racionales de lo que creemos. La decisión de voto meramente racional no pasa de ser pura ficción teórica.

Nadie decide nada solo con la razón. Nadie. En ningún ámbito. De hecho las decisiones humanas, incluyendo las decisiones políticas, son esencialmente irracionales y emocionales. La razón viene luego a justificar y clarificar lo ya decidido.

La dinámica psicológica es por lo menos 95% inconsciente y no más de 5% consciente. La paradoja es que la comunicación política prioriza ese 5% consciente y olvida al decisivo 95% inconsciente. Considerando esto, entonces, no debería sorprender que ocurran tantas sorpresas electorales.

¿Con Trump y el Brexit asistimos al triunfo del cerebro de reptil sobre el cerebro humano?

Lo que llamamos cerebro de reptil es una estructura muy primitiva que opera en todos los procesos políticos y no solo en los mencionados.

Si consideramos que gobierna, por ejemplo, las conductas territoriales…entonces es claro que se activa con facilidad cuando están en juego conceptos de fronteras, de extranjeros, de salidas o entradas al territorio.

Pero en procesos como la victoria de Trump o del Brexit seguramente estuvieron en juego por lo menos otros 3 aspectos además de ese:

El cerebro necesita mensajes simples.

Las ideas necesitan emociones para ser más potentes.

Amplios segmentos sociales se sienten desplazados y atemorizados por los cambios sociales, económicos y tecnológicos que ocurren en nuestro tiempo.

Cuando todo esto se conjuga surgen resultados que las encuestas no pueden prever porque básicamente miden la autoconciencia humana pero no las pulsiones irracionales.

En gran medida las encuestas miden ese 5% del que te hablaba antes, mientras el decisivo 95% queda en la sombra porque es inconsciente hasta para los propios ciudadanos que responden a la encuesta.

¿El avance en neurociencia deja a los ciudadanos en manos de una manipulación política más sofisticada y sutil?

Es un riesgo, sí. Casi cualquier avance científico puede ser utilizado de manera maravillosa para expandir las fronteras humanas y para hacernos cada día más humanos. Pero también puede ser utilizado de manera devastadora, manipuladora y destructiva.

Vivimos tiempos complejos, por cierto.

Internet, los ordenadores, las nuevas tecnologías…son avances extraordinarios que pueden favorecer la vida humana. Pero al mismo tiempo, ¿acaso no nos ponen al alcance de una sofisticada manipulación política?

La adicción al smartphone, la consulta a su pantalla cada pocos minutos, las apps coloridas y brillantes que incitan al clic, el culto a la velocidad, la novedad y la instantaneidad, las respuestas casi automáticas de ‘me gusta’, la fragilidad de la atención, la fragmentación de los vínculos sociales, el narcisismo extremo, la frágil construcción de las identidades…y podría seguir.

¿Acaso todo eso no nos está colocando en una especie de caja de Skinner, como ratitas en pleno proceso de condicionamiento? Tenemos que pensar mucho estas cosas.

Hablamos de posverdad pero la mentira y la manipulación de la realidad no son nuevas en política

La naturaleza humana continúa siendo la misma, claro está. Tal vez en estos tiempos la verdad no la tiene fácil. Para nada fácil.

Nunca la tuvo fácil, nunca.

La ignorancia y la inquisición han sido en todos los tiempos tan ominosas como ahora.

En este tiempo que vivimos, a veces parece que un tuit o un comentario en Facebook es más importante que una obra documentada, investigada y pensada. A veces parece que la elaboración y el pensamiento quieren ser llevados por delante por el grito o la frase sensacionalista.

Es una batalla permanente. Una batalla por las verdades, por los hechos, por las construcciones a largo plazo en todos los órdenes.

¿Cómo se percibe y procesa la información política en estos tiempos?

Los partidos políticos emiten mensajes, pero no están solos. Otros mensajes múltiples y contradictorios surgen desde otros lugares de la sociedad.

El cerebro del votante recibe solo algunos de estos mensajes. Y los recibe filtrados por los medios de comunicación, las redes sociales, los vínculos con otros, la tecnología, la vida cotidiana y muchas otras capas que tamizan esos mensajes.

Es un proceso continuo, que no comienza con la campaña electoral ni finaliza el día de la elección. Y dentro del votante es también un proceso continuo de elaboración, archivo, evocación y re-elaboración.

Un proceso donde reinan los mecanismos irracionales, inconscientes y emocionales. A ese respecto, por ejemplo, investigué (y expliqué luego en la Cumbre Mundial de Comunicación Política de junio de 2016) cómo es la psicología del votante de Donald Trump. Y lo que aparece en primer plano es el peso del miedo y de la ira como motivadores.

Todo ello se vive, además, mientras existe una verdadera guerra por la atención, porque la atención es el bien más escaso y más preciado de hoy. Todo se complejiza aún más porque estamos siendo empujados hacia las percepciones fragmentarias y los juicios rápidos y superficiales.

Si los electores se volvieran distraídos, superficiales, impulsivos y apurados…pues sus decisiones políticas serían de muy baja calidad.

¿Hay una explicación psicológica para comprender el auge de los populismos?

Simplicidad extrema. Emociones primarias a flor de piel. Pensamiento rápido. Multitudes solitarias que necesitan el supuesto amor y la supuesta protección de la masa y del líder. Pensamiento mágico. Ahí tienes algunos de los ingredientes psicológicos esenciales para la receta populista.

¿Se necesita la psicología para cambiar la política?

La psicología es una herramienta muy potente para ayudar a cambiar la política en un sentido positivo. Cambiar para mejorar la comunicación política, los liderazgos políticos, la toma de decisiones, las negociaciones y los acuerdos políticos.

Esos son aspectos sobre los que la psicología ha construido mucho conocimiento aplicable. Pongamos pues a la psicología a trabajar para mejorar la política.

¿Cómo será el próximo tiempo con Trump en la Casa Blanca y tantos resultados electorales sorprendentes?

Imprevisible, casi inescrutable. Trump no es solo Trump: es un síntoma.

Algo está ocurriendo en la sociedad, algo complejo y contradictorio. Tal vez vinculado con la globalización, las fracturas sociales, la fragmentación de la vida cotidiana, el paso arrasador de la tecnología, los cambios en los vínculos humanos.

Eso que está pasando en las entrañas de las sociedades actuales seguirá emergiendo y sorprendiendo, seguramente.

¿Qué pueden hacer políticos y consultores en este contexto?

El mejor consejo lo dio Aristóteles hace cerca de 2500 años. Es aquello de que “Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito”. De ahí se desprende todo un programa de vida y de trabajo.

¿Qué hacer?

Pues estudiar, investigar, escribir, profundizar, pensar. Nada se logra a golpe de tuit.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/racionalidad-decision-de-voto

Cómo utilizar bien a un consultor político

Daniel Eskibel

​​​​​La guía de Joseph Napolitan para utilizar bien a un consultor político

Joseph Napolitan, uno de los maestros de la consultoría política, escribió que muchos de los que contrataban sus servicios no sabían cómo utilizar bien un consultor político. Por eso Napolitan escribió una serie de recomendaciones muy útiles para candidatos, partidos políticos y jefes de campaña.

Comparto contigo las reflexiones de Napolitan sobre cómo utilizar bien a un consultor político:

1. El asesor político no debe ser considerado una amenaza

Es imperativo que los que trabajan con un consultor, en especial el jefe de campaña, sepan que él sólo tiene un propósito en la campaña: ayudar a ganar la elección. Todo el equipo de campaña debe entender que el consultor es un recurso a ser utilizado y no una amenaza a sus aspiraciones.

2. Determine las responsabilidades del asesor con antelación

Como existen diferentes tipos de consultores (generales y especializados), antes de contratarlo, deben quedar claras cuáles serán las responsabilidades del mismo durante la campaña. Si se quiere trabajar sólo en un área específica (ej., producción de la propaganda de TV) o si lo que se requiere es un servicio general.

3. Asegúrese de que usted tiene el asesor político apropiado

Los clientes deben estar seguros que el asesor político que contratan conoce claramente su filosofía política; y aunque no la comparta al 100%, que al menos no se oponga radicalmente a ella.

4. Busque un asesor político lo más pronto posible

Mientras más pronto un consultor se comprometa con una campaña, más valor tendrá para el candidato, el partido, o cualquiera que sea su cliente. Si el asesor comienza cuando las decisiones importantes han sido tomadas, su valor potencial en la campaña será reducido.

5. Asigne a alguien como enlace directo con la campaña

No es bueno que el candidato sirva de enlace entre el asesor y la campaña. Debe existir un director de campaña que tenga acceso directo al candidato y proporcionar este acceso al consultor cuando sea necesario.

6. Decida quién va a saber que usted ha contratado un consultor

Dependiendo del país donde se esté trabajando, resulta delicado que se conozca públicamente que se trabaja con un consultor extranjero, así que lo más recomendable es ser muy discreto para evitar consecuencias negativas para el candidato.

7. Proporcione al asesor político las herramientas que él necesite

Diferentes consultores tienen diferentes requerimientos y las necesidades de un consultor pueden variar de campaña en campaña. El consultor es la persona más importante en la orquestación de todo el equipo de campaña, y como tal, debe ser provisto de todo el material que necesite.

8. Emplee la experiencia de su asesor político

Es cierto que el consultor político tiene más experiencia en campañas que el candidato y su personal y es por esta razón que se debe contratar y utilizar por completo. Sin embargo, hay que tener especial cuidado con el conocimiento que éste tenga sobre la cultura del país, pero nunca rechazar una idea “porque nosotros no lo hacemos así aquí”.

9. Escuche al consultor

Usted no está obligado a seguir el consejo de su consultor, pero debe por lo menos escucharlo. Usted está perdiendo su dinero y el tiempo del consultor si no lo hace.

10. Hable con su asesor antes de tomar una decisión importante

Es muy poco lo que un asesor puede hacer para rectificar una decisión incorrecta, pero muchas veces se puede prevenir a un cliente de tomar una.

11. Dígale a su consultor la verdad

No tiene sentido que usted le dé a su consultor una información incorrecta porque él basará importantes decisiones en esa información y quien saldrá perdiendo será su campaña.

12. Instruya a quienes trabajarán con su consultor para que cooperen con él

Si usted quiere sacarle provecho a su asesor, debe lograr que esté en contacto constante con lo que pasa en la campaña, ya sea directamente o a través de jefe de campaña, de otra forma el consultor no podrá saber qué pasa y por ende no podrá ayudar.

13. Use el tiempo de su asesor completamente

Resulta frustrante para el consultor e improductivo para la campaña que el consultor pierda tiempo para poder reunirse con las personas indicadas ya que eso se traduce en perdida de tiempo y dinero.

14. Organice su horario de visitas con antelación

Debido a las múltiples ocupaciones de los involucrados en una campaña incluyendo al asesor, resulta esencial que se diseñe un calendario de largo alcance para que todos lo involucrados en la misma conozcan los movimientos del consultor con anticipación.

15. Establezca un sistema de comunicación efectivo entre las visitas y úselo

El consultor debe estar siempre localizable para su cliente, por esta razón el director de campaña debe estar al tanto de donde ubicarlo en caso de una crisis.

16. Trate a su asesor como un miembro de su grupo de confianza

Asegúrese de que su consultor, o su representante, tengan acceso a toda la información que necesite y de que se le informe de todos los procesos de decisión cuando esté en el país.

17. Valore sus recursos de una manera realista

No se engañe cuando haga la valoración de los elementos con los que cuenta para realizar la campaña, ya que el consultor conocerá la verdad tarde o temprano.

18. No deje que el orgullo interfiera para ganar la elección

El objetivo de una campaña política es ganar y si usted necesita buscar una compañía de fuera del país para ello, hágalo. No se preocupe si lastima los sentimientos de las compañías de su país, que ponen en riesgo su triunfo.

19. No resalte la presencia del asesor si esto es perjudicial para la campaña

En ocasiones es mejor que el consultor mantenga un perfil bajo, en estos casos no haga mucho ruido cuando el consultor llegue al país.

20. Si usted no entiende un consejo de su consultor, pídale que se lo explique bien

Se supone que los consultores son comunicadores, así que lo menos que deben hacer es comunicar sus propias recomendaciones con eficacia.

21. Asegúrese de que las decisiones que han sido aprobadas se cumplan

Para garantizar esto es importante la presencia del director de campaña que se encargará de que se implementen las decisiones tomadas por el consultor.

22. Confíe en su asesor

Si no puede confiar en su consultor, usted ha contratado a la persona errónea. Si su consultor conoce sus problemas, puede estar preparado cuando éstos emerjan en la campaña.

23. Póngase de acuerdo sobre el calendario de pagos y cumpla con él

Si usted espera que su consultor cumpla con su trabajo, cumpla usted con su parte del acuerdo.

24. No tenga miedo de pedir ayuda

Si tiene un problema, llame a su asesor. No se preocupe si lo molesta, al consultor le gustará más recibir una llamada a medianoche que enterarse más tarde de una catástrofe que hubiera podido evitar.

25. No espere milagros

Ningún consultor tiene un record perfecto. Todo consultor va a ganar y perder algunas campañas. Nadie gana todas las elecciones; los mejores ganan la mayoría, de lo contrario no permanecerían en este negocio por mucho tiempo.

26. Un punto final

Si usted decide contratar un asesor, úselo; su consejo no le hará bien a menos que lo practique.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/guia-napolitan-consultor-politico/

Campañas electorales en el ocaso de la reflexión

Daniel Eskibel

¿Y qué importa la reflexión si lo que vale es el voto?

Ves por primera vez el rostro de una persona desconocida. Parpadeas. Tu cerebro ya se formó una impresión acerca de la personalidad de ese extraño. Lo hizo en un abrir y cerrar de ojos. Más rápido aún, ya que la impresión en tu cerebro se formó en unos 100 mili-segundos mientras que el parpadeo duró entre 300 y 400 mili-segundos.

Lo mismo ocurre cuando el ciudadano forma su primera impresión acerca de un político.
Sí: la primera vez que ve su cara.

El cerebro del potencial votante evalúa a ese político hasta entonces desconocido a una velocidad 3 o 4 veces superior al parpadeo. Sin reflexionar.
Rápido, eficiente, inmediato, automático.

Entonces… ¿para qué queremos la reflexión? ¿Cuál es su función en las estrategias de las campañas electorales? ¿Acaso se vincula de algún modo con las campañas políticas exitosas?

Qué es reflexionar y por qué es importante para la política

El Diccionario de la Real Academia Española define reflexionar como “pensar atenta y detenidamente sobre algo”. Y por otro lado especifica que pensar es “examinar mentalmente algo con atención”.

Estas definiciones ya nos están informando acerca de las notas esenciales del acto de reflexionar. De ellas se deriva lo siguiente:

  1. La reflexión es una actividad mental. No es una acción realizada fuera del individuo sino dentro. Pertenece al orden del pensamiento y no de la conversación.
  2. La atención sostenida sobre un asunto está en el eje mismo de dicha actividad. No es por tanto una atención volátil o dispersa sino altamente concentrada.
  3. Requiere un cierto esfuerzo, un trabajo interior que voluntariamente se aplica sobre aquello que es objeto de reflexión. No se trata necesaria e inmediatamente de algo placentero sino de la aplicación de una fuerza mental para lograr algo.
  4. Es un proceso que cada vez que se realiza requiere un tiempo para desarrollarse. No es un acto rápido e instantáneo. De hecho, es una alternativa a los actos mentales rápidos e instantáneos, está en las antípodas de ellos.
  5. Busca profundizar en el objeto de reflexión, ir más allá de las apariencias y de lo que parece ser inmediatamente evidente. No resbala en la superficie de las cosas sino que ahonda en ellas y va más hacia sus raíces y conexiones.
  6. Es una forma de pensamiento integradora que articula conscientemente elementos diferentes, a diferencia de otras formas de pensamiento discontinuas y disgregadas.

Considerando estas características esenciales, ¿cuál es el papel de la reflexión en la política?

Porque en realidad la política presenta múltiples situaciones que pueden ocurrir sin mayor intervención de procesos reflexivos. Una persona puede sentirse identificada con un partido político de un modo completamente irracional y casi tribal. Puede seguir a un líder con los mismos mecanismos mentales implicados en el liderazgo de una manada de primates. Puede opinar sobre un asunto sin detenerse a pensarlo. Puede llegar a votar a un candidato de un modo casi automatizado.

Todo eso puede pasar. Todo eso pasa y ha pasado muchas veces.
Insisto entonces con la pregunta: ¿para qué queremos la reflexión en materia política? ¿Cuál sería su papel en las campañas electorales en la actualidad?

La respuesta está en las propias notas esenciales señaladas anteriormente. Si la política por definición se ocupa de los asuntos de la polis, de los problemas colectivos que afectan a todos, ¿por qué dejarlos en manos de automatismos virtualmente ciegos?

Si la política busca resolver los asuntos colectivos, entonces parece muy importante que sobre esos asuntos se piense, se trabaje interiormente, se haga un esfuerzo para comprender, se le dedique cierto tiempo indispensable, se les preste cierta atención concentrada y se profundice en la medida de lo posible.

Porque nuestros mecanismos mentales más automáticos y rápidos no están preparados para tomar decisiones serias y firmes sobre los complejos asuntos colectivos.

Como lo explican claramente los trabajos de Daniel Kahneman, si te preguntan cuánto es 2 + 2 lo único que necesitas poner en acción son los mecanismos mentales rápidos y automáticos (lo que él denomina “sistema 1”). Pero si te preguntan cuál es el resultado de multiplicar 28 por 73 ya no te alcanza con los automatismos del sistema 1 sino que tienes que apelar al sistema 2, más lento, esforzado y reflexivo.

Cuanto más complejos se vuelven los asuntos de todos, los asuntos de la polis, tanto más insuficientes serán los procesos mentales automáticos y tanto más necesaria será la reflexión.

Claro que la reflexión política no es un mero acto voluntarista ni una flor que crezca en el desierto. Porque para reflexionar tienen que darse necesariamente algunos factores sin cuya presencia la reflexión se pone en entredicho.

Factores indispensables para la reflexión política

La reflexión, todo tipo de reflexión y no solo la política, requiere de algunas condicionantes. Son pocas, son simples, son claras … pero son vitales:

  • Tiempo. Puedes reflexionar literalmente en cualquier lugar, pero siempre necesitarás tiempo para hacerlo. Para que exista la reflexión tendrán necesariamente que existir momentos dedicados a ella y en los cuales ella se desarrolle.
  • Atención focalizada. Tienes que poner el foco de tu atención sobre el asunto a reflexionar. De esa manera vas a concentrarte y a evitar la dispersión.
  • Esfuerzo. Reflexionar es trabajar con la mente, es operar con ella para ir más allá de las evidencias y de la superficie. Se trata de una actividad que requiere intensidad, no es pasiva sino firmemente activa.
  • Diversidad de opiniones e informaciones. Si tienes la misma información que tenías antes, o la misma idéntica opinión, entonces nada te impulsará a reflexionar. Para ello necesitas que algo le haga ruido a tu mente, que algo le suene diferente, que algo se vea bajo otra luz, que surja algo nuevo en el horizonte.
  • Introspección. Es simple: si no miras hacia adentro no reflexionas.

Estos factores, como ves, están implícitos en las mismas notas esenciales del acto de reflexionar que ya había detallado antes.

Pues bien: si estos son los factores indispensables para que se produzca la reflexión, entonces desde una mirada ingenua podríamos decir que en todo tiempo histórico es igualmente vigente la actividad reflexiva.

Porque siempre disponemos de tiempo, siempre tenemos la misma capacidad para atender y concentrarnos, siempre estamos dispuestos a un esfuerzo introspectivo y siempre encontramos una diversidad estimulante.

Sería estupendo, pero no.

No siempre.

Ahora mismo, por ejemplo, estos factores no atraviesan precisamente su mejor momento.

Por qué la reflexión está en el ocaso

Las condiciones concretas de la vida cotidiana en nuestro tiempo histórico no favorecen la reflexión. Por el contrario, la obstaculizan y la vuelven cada vez más difícil, incómoda e improbable.

Piénsalo.

El tiempo se nos escurre entre los dedos. Todos decimos que tenemos poco tiempo. Vivimos acelerados y sin pausa. Terminamos una actividad y ya comenzamos otra. Peor aún: hacemos varias cosas simultáneamente. No paramos. No tenemos tiempo ni siquiera para aburrirnos. Y cuando aparece algo de tiempo, pues lo matamos. Y hasta lo confesamos: “solo estoy matando el tiempo”, decimos.

En el camino al trabajo, en la sala de espera del dentista, en los momentos de soledad, en las pausas para almorzar, en los minutos previos a dormir…¿qué hacemos?
Pues por lo general nos conectamos a la pantalla del televisor, a la pantalla del ordenador o a la pantalla del smartphone. Jugamos, mensajeamos, miramos, escuchamos, leemos, fotografiamos, reímos. Nuestras manos y nuestros dedos vuelan sobre las pantallas, los teclados y el mando a distancia.

Y en tal contexto, cada vez hacemos menos tiempo para simplemente reflexionar.
Algo o alguien nos ha convencido vaya a saber cuándo que no podemos separarnos de las pantallas para no aburrirnos. No podemos permitirnos el aburrimiento.
En suma no nos permitimos esos tiempos aburridos donde no toca otra cosa que reflexionar.

Pero además nuestra atención está dañada.

Dañada, sí. La de todos.

Vivimos en una era donde somos parte de una guerra por ese magnífico bien que es cada vez más escaso: la atención.

¿Acaso no has percibido que cada vez se nos vuelve más difícil abordar un texto extenso? ¿Que leer un libro de 700 páginas nos parece casi una locura? ¿Que cada vez preferimos más lo que sea bien breve? ¿Que nos dispersamos ante el menor estímulo? ¿Que no podemos sostener la concentración por mucho tiempo?

La mente humana siempre fue, explican los budistas, como un pequeño mono saltando de rama en rama, siempre inquieta y en movimiento.

Pero hoy ese monito saltarín parece hiper estimulado y salta de aquí para allá a tal velocidad que casi ni toca las ramas por las que pasa. Y saltar de un tema al otro no es precisamente reflexionar.

El esfuerzo no parece cotizar muy bien en la bolsa de valores humanos de hoy. Por todas partes nos estimulan a lograr las cosas rápidamente, a actuar por impulsos, a seguir el camino fácil, a obviar lo difícil, a no buscar mucho más allá de lo evidente, a buscar el éxito de la noche a la mañana.

Lo puedes observar en la atención al público, en la enseñanza, en el trabajo, en las relaciones humanas, en la política, en el deporte, en la alimentación y donde quieras.
Si no hacemos ningún esfuerzo, entonces solo nos dejamos llevar suave y placenteramente por la resbalosa pendiente de alguna ola que va surcando la opinión pública.

Pero para reflexionar tendríamos que hacer como el salmón y nadar contra la corriente.

¿Y qué hay de la diversidad de informaciones y opiniones?

Pues también en entredicho.

Hoy día puedes vivir dentro de una burbuja. Un espacio social donde las personas con las que te comunicas tanto a nivel presencial como virtual comparten los mismos valores, divulgan las mismas noticias y coinciden en opiniones e ideas. Un espacio comunicacional, además, donde todo lo que recibes es convergente ya que seguramente eliges periódicos, libros, blogs, programas de radio y de televisión que forman parte de ese tu universo de ideas, opiniones y valores.

Buscas información en Google y la ilusión de libertad y diversidad es casi perfecta: el buscador te devuelve millones de páginas web. Pero en realidad Google personaliza los resultados que te ofrece, te los muestra a medida. Sus algoritmos te dan una página de resultados que será diferente a la de otras personas. Otras páginas, y en otro orden jerárquico de importancia. Crees que cada ser humano en el planeta que hace la misma búsqueda que tú obtiene los mismos resultados. Pero no. Eres como aquel personaje del cuento de Kafka “Ante la ley” que no descubre hasta el final que aquella puerta era solo para él y nada más que para él.

Y la publicidad que ves en cualquier rincón de internet también está servida a tu medida por Google. ¿O todavía no has observado la correlación entre tus búsquedas y las ofertas publicitarias que vas encontrando? De eso se trata, justamente. ¿Qué más quisiera una empresa que conocer la mayor cantidad de datos acerca de sus clientes? ¿Cuánto pagaban en otro tiempo las empresas para conocer eso? Y a Google le damos todos esos datos, y más, de modo absolutamente ¡gratuito!

Una burbuja, insisto.

Una burbuja en la cual las redes sociales juegan un papel extraordinario.

Desde los estudios de Robert Cialdini, por lo menos, sabemos del enorme papel persuasivo que tiene lo que este autor denomina “prueba social”. Pues bien: eso es parte de lo que nos proporcionan las redes sociales.

Tu muro de Facebook no te ofrece una diversidad de informaciones y opiniones, y menos que menos te brinda iguales posibilidades de acceder a cualquier información. Tu muro está completamente sesgado por el algoritmo de Facebook que elige lo que verás allí. Y no lo elige con criterio disruptivo ni para hacerte reflexionar. Lo elige para que tengas una experiencia suave navegando por ideas conocidas y a través de informaciones que no te hagan ruido ni te perturben mayormente. Porque Facebook no necesita tu reflexión sino tu tiempo, necesita que pases el mayor tiempo posible cómodamente instalado dentro del sistema. Así es que gana dinero con la publicidad. Ya sabes: mucho dinero. Más dinero del que imaginas.

¿Y el resto de las redes sociales?

Pues igual.

Antes escribí que hoy día puedes vivir dentro de una burbuja informativa y de opiniones sesgadas. Ahora me corrijo: de hecho, vives en esa burbuja. También yo. Todos.

Tampoco a la introspección le va muy bien en estos tiempos.

El estímulo permanente que recibimos va más bien en la dirección opuesta: hacia afuera. Todo nos impulsa a decir, opinar, contar, describir, hablar, publicar, mostrar, enviar mensajes…Cada vez menos espacio para mirar hacia adentro y más espacio para mirar hacia afuera.

No basta con mirar un paisaje, vivirlo, disfrutarlo, integrarlo a nuestro mundo interior…sino que tenemos que fotografiarlo y publicarlo en Instagram.
No basta con el regocijo interior de una reunión familiar, un reencuentro con amigos o un viaje…sino que tenemos que publicarlo en Facebook.

No basta con una observación, una opinión o un pensamiento…sino que tenemos que publicarlo en Twitter.

No basta con que una idea nos ronde la cabeza…sino que tenemos que enviarla de inmediato como mensaje de WhatsApp.

Es como si la introspección por sí misma no fuera completa, sino que necesitáramos sacarla de adentro nuestro y transformarla rápido en mensaje, en imágenes o en palabras para otros, para muchos o para todos.

Todos estos cabos sueltos están conectados: la ocupación total de los tiempos y la lucha para nunca estar “aburridos”, las mentes constantemente distraídas y dispersas, el escaso valor concedido al esfuerzo, la vida cada vez más encerrada en una burbuja de opiniones parecidas y la poca tolerancia a la introspección…son todos factores que apuntan en una sola y única dirección. Son todos factores que convierten al acto de reflexionar en una carrera de obstáculos.

¿Será ésta una reflexión apocalíptica?

Considero que no. Hace muchos años aprendí, leyendo a Umberto Eco, a ir más allá de las posiciones “apocalípticas” pero también más allá de las posiciones “integradas”.
Y es cierto que en nuestro tiempo, en nuestra vida cotidiana, en los avances científicos y tecnológicos, en internet y en redes sociales, también hay tendencias formidables y nuevas herramientas para la reflexión.

Pero todo lo anterior marca un ocaso de la reflexión.

No todo está perdido, claro. Ni mucho menos. Siempre y cuando valoremos adecuadamente en qué momento estamos.

¿Y qué importa la reflexión si lo que vale es el voto?

Podrás responderme que estar o no estar en el ocaso de la reflexión no agrega nada de valor a las campañas electorales, y que lo verdaderamente importante es el voto ya que es el acto que decide las elecciones.

Depende. Todo depende.

¿De qué depende?

Del cristal con que lo mires, claro está.

Si ves una campaña electoral como una operación masiva de manipulación para lograr determinados objetivos, entonces comprendo que creas que la reflexión está fuera de lugar.
Aunque te invito a ver las cosas a través de otro cristal.

¿Qué es una campaña electoral?

Una campaña electoral es una conversación social. La sociedad se da a sí misma un determinado tiempo para una conversación masiva acerca del futuro de dicha sociedad. Es la sociedad conversando consigo misma para procesar información y tomar decisiones acerca de los asuntos colectivos.

La reflexión toma un nuevo color a través de este cristal que identifica la campaña electoral con una enorme conversación social. Porque en este escenario la reflexión se vuelve un requisito imprescindible.

Lo que se cuentan son los votos, sí. Esos votos cuantifican las decisiones colectivas. Esos votos mandan. Esos votos deciden.

Por eso mismo más vale que la reflexión intervenga.

Porque si no seremos como los ciegos en el cuadro de Brueghel, caminando sin saber hacia dónde y cayendo uno tras otro inexorablemente dentro del hoyo.

Cómo y cuándo provocar la reflexión del votante

Algunos votantes son de por sí más reflexivos que otros. Este es un dato de la realidad y depende de características psicológicas personales e intransferibles.

Pero de todos modos las campañas electorales pueden actuar de manera tal que se facilite la reflexión de la gran mayoría. Más aún: que se provoque la reflexión. Y que esto sea un paso necesario dentro de la estrategia de las campañas electorales.

Sé que podrías volver atrás e insistir con el argumento anterior: que vale lo mismo un voto reflexivo que uno que no lo sea. Pero aprovecho a decirte que no, que no vale lo mismo. Podrá valer lo mismo en el conteo de votos de la noche electoral, y eso vale y mucho. Pero la política no se agota en el resultado de las elecciones ni en el corto plazo.

La trayectoria de un candidato, de un dirigente y de un partido político no es una sucesión de carreras de 100 metros llanos. No es un proceso de corto plazo detrás de otro. Es siempre largo plazo y tiene que ver con la construcción de confianza, de identidades y de fidelidades. Tienes que construir política sustentable, que crezca y acumule, y no política superficial que esté comenzando siempre de cero.

Para ese largo plazo necesitas la reflexión de los votantes. Porque esa reflexión significará solidez, ideas claras, avance seguro. Y si te juegas solo al chisporroteo de los fuegos artificiales del corto plazo, pues solo estás retrasando tu derrota definitiva. En algunas ocasiones tal vez la manipulación te resulte favorable, pero terminarás cayendo sin pena ni gloria.

Provoca la reflexión, entonces.

Para ganar esta elección, pero también para construir un proyecto político sólido hacia adelante.

¿Cómo provocar la reflexión del votante?

Pues tratando de activar en tu público objetivo los factores que antes señalé como indispensables para reflexionar. Te doy algunas ideas al respecto:

  • Los momentos de silencio favorecen la reflexión del votante. Por ejemplo, cuando el candidato está hablando y realiza una pausa silenciosa inmediatamente después de decir algo muy importante. Esa breve pausa antes de retomar la palabra crea un espacio fértil para que la audiencia incorpore la información o la idea, la procese mentalmente, la asocie con otras informaciones e ideas y reflexione al respecto.
  • Contar historias tiene múltiples beneficios y uno de ellos es estimular la reflexión posterior acerca del asunto. Cuando el candidato comienza a narrar algo el cerebro de quienes escuchan se hace preguntas. ¿Qué es esto? ¿Por qué me cuenta eso? ¿Qué quiere decir con esta historia? ¿Qué tiene que ver la historia que me cuenta con la política? Esas preguntas que nacen en el propio mundo interior de la audiencia conectan suavemente con los momentos de reflexión.
  • Formular preguntas es un verdadero despertador del cerebro, un abrelatas para la mente. No preguntas meramente retóricas ni preguntas de respuesta demasiado obvia ni preguntas que no buscan respuestas sino aplausos. Me refiero a preguntas verdaderas, que despierten curiosidad por lo menos durante un momento. Esas interrogantes son un clic para reflexionar.
  • Sorprender es siempre un recurso reflexivo de primer orden. La sorpresa se consigue con una analogía diferente, un giro del lenguaje, un cambio brusco de entonación o ritmo, una asociación entre dos ideas muy diferentes, un contraste muy notorio o la irrupción inesperada de algo o alguien. Lo que importa, más que el mecanismo en sí, es el acto mismo de sorprender ya que constituye un desafío que obliga a pensar y analizar.
  • Responder objeciones es una vía rápida hacia la reflexión. Muchos partidos, campañas y candidatos temen y evitan las objeciones. No lo hagas. Por el contrario: identifícalas, inclúyelas en tu comunicación, analízalas y destrúyelas. Así le estarás dando al votante herramientas para su propia reflexión.
  • Los momentos reflexivos de los voceros políticos y de los propios candidatos provocan reacciones en espejo. O sea: provocan momentos reflexivos en los votantes. De esa forma se convierten en herramientas facilitadoras de la reflexión.

La reflexión de los votantes se potencia y estimula, entonces, con todo un arsenal comunicativo: silencios, historias, preguntas, sorpresas, objeciones y reflexiones. Estos elementos los puedes incluir en todas partes de una campaña electoral: declaraciones, entrevistas, ruedas de prensa, spots publicitarios, piezas gráficas, impresos, mensajes, artículos y cualquier forma de comunicación política, gubernamental y/o electoral.

Ahora bien, ¿cuáles son los mejores momentos para estimular la reflexión del votante?

Podríamos decir que todo momento es bueno, pero en realidad no es tan así. De hecho, no vas a poder provocar la reflexión en plena campaña electoral si antes no la provocaste. Las campañas electorales son breves y todo en ellas ocurre a toda velocidad, lo cual no las hace el mejor escenario reflexivo. El momento clave en verdad es antes de las campañas electorales.

Piensa que siempre dispones de varios años previos a una elección. Allí tienes el terreno fértil, el tiempo y la disposición para la reflexión. Considéralo el tiempo para sembrar, ya que luego la campaña electoral misma será más bien tiempo de cosechar.

Lo anterior no significa que no puedas hacer pensar durante las agitadas jornadas pre-electorales. Sí que puedes. Sí que debes intentarlo. Pero sabiendo que es más difícil. En particular los comienzos y los finales de las campañas son buenos momentos para ello. Y con un mínimo de creatividad podrás darle un toque reflexivo a toda tu comunicación electoral.

Más aún: también después de terminada la jornada electoral podría ser un buen momento. La noche misma de la elección y los días inmediatos siguientes son coyunturas muy favorables para que reflexiones junto con tus votantes ya sea en el contacto personal en comunidades pequeñas o en los medios de comunicación en comunidades grandes. Si en vez de destilar triunfalismo o rencor te dedicas a un análisis más pausado y sereno, pues lo que reflexione tu público será el cimiento de lo que vendrá más adelante. Lo cual debería importarte mucho.

El experimento Todorov

Alexander Todorov, psicólogo de la Universidad de Princeton, realizó un experimento muy revelador acerca de la conducta de voto de las personas.

A los participantes en el experimento Todorov les mostraba caras de candidatos a diversos cargos de gobierno. Caras que los participantes no conocían pero que correspondían con candidatos reales que disputarían elecciones a la brevedad. Y tenían que decidir cuál de ellos les parecía más competente.

Los resultados fueron sorprendentes. Las decisiones de los sujetos experimentales de Todorov coincidieron en un 70 % con los resultados posteriores de las elecciones. Setenta por ciento. Estos resultados se repitieron luego con candidatos presidenciales de distintos países del mundo.

70 % de predicciones acertadas hechas sin conocer a los candidatos, sin escucharlos, sin saber su nombre ni su partido político ni su programa de gobierno. Sin spots televisivos y sin redes sociales. Y este consistente 70 % es más sólido y confiable que lo que pueden predecir otros políticos, encuestadores, investigadores de opinión pública y especialistas varios.

El experimento Todorov muestra el sistema 1 del cerebro en acción. Ese sistema que decide con poca información, de modo automático y a una velocidad mayor a la del parpadeo.

En estos tiempos de ocaso de la reflexión las ventajas las tiene el voto automático, el voto del sistema 1, el voto parpadeo. ¿Por qué entonces querrías hacer pensar a los votantes?
Tal vez por muchas razones, las más importantes de las cuales tienen que ver con la salud de la democracia, los valores humanos y la vida social.

Pero además, ¿solo quieres ganar la próxima elección o quieres construir un proyecto político?
Porque el voto parpadeo, el de los automatismos, así como va en una dirección luego irá en la contraria. Pero para construir, desarrollar y sostener un proyecto político necesitas algo más que parpadeos y automatismos. Necesitas reflexión.

Piénsalo.

El voto, la ideología y el marketing político

Daniel Eskibel

La decisión de voto, el peso de la ideología y las técnicas de marketing político son tres asuntos que si se entrelazan disparan una multiplicidad de preguntas:

¿Sigue siendo secreto el voto en el siglo 21?

¿Cómo se integra el marketing político en un escenario ideológico?

¿Por qué la imagen importa tanto?

¿Hay que evitar las promesas electorales?

¿Se puede ganar una elección sin recurrir al marketing político?

¿Cuales son los riesgos de enfrentarse a un sistema bipartidista?

¿Qué es lo que impulsa a votar?

En torno a esas preguntas me entrevistó Diego Pereyra en Hipérbole. A continuación mis respuestas…

¿Sigue siendo secreto el voto en el siglo 21?

Desde el ángulo estrictamente electoral, vinculado a los procedimientos y a los rituales del acto de votar, el voto será tan secreto como lo permitan esos procedimientos, esos rituales, amparados, en mayor o menor medida, por un conjunto de disposiciones legales que varían de un país a otro.

Podría decir que en muchos países sigue habiendo una protección razonable del carácter secreto del voto, aunque en otros, eso no es así y terminan votando hasta los muertos. En definitiva, la columna vertebral en este aspecto está en la institucionalidad de cada país y en la cultura democrática de su sistema político y de sus ciudadanos.

Pero la pregunta se puede abordar también desde un ángulo social, vinculado al estado de la situación actual en materia de privacidad y secretos. Si pensamos en las revelaciones de Snowden, en el uso del big data, en el espionaje de gobiernos y grandes corporaciones, en el rastro digital que cada vez más vamos dejando detrás nuestro y que otros van recopilando… ¿hay algo secreto en el mundo de hoy? Tal vez sí, pero cada vez menos.

Pensemos lo siguiente: alguien vota con la mayor protección legal al secreto de su voto. Acaso un analista competente, ¿no puede delimitar con cierta propiedad el perfil de su voto en función de las páginas web que visita, los videos que ve, o los comentarios que hace en redes sociales? Y esto, sin entrar a considerar el espionaje puro y duro.

¿Cómo encaja el marketing político dentro de un escenario ideológico?

Hablar de política es también referirnos a ideologías pero no solo a ideologías. La política y la ideología constituyen dos mundos muy interconectados pero no idénticos. Decididamente, política e ideología no son iguales.

En la política, intervienen otros factores además de la ideología. Múltiples factores. En realidad una elección no es una contienda entre ideologías sino entre partidos políticos y, a veces ni siquiera eso sino que es entre candidatos.

No digo que no haya ideología detrás de los programas políticos, los partidos o los candidatos. Digo que las decisiones del votante son más complejas, sus motivaciones no pueden reducirse a lo ideológico. Se nutren de un rico espesor psicológico lleno de matices y contradicciones.

En las campañas electorales, estamos hablando de toma de decisiones de voto por parte de cada persona que integra el electorado. Salvo pequeñas minorías, la persona no elige en función de parámetros ideológicos. En realidad, elige en otro plano diferente que no es el de las ideologías. Elige desde las emociones.

Lo sorprendente no es que el marketing encaje en ese escenario, lo sorprendente es que algunas personas y partidos crean que no encaja. ¿Cómo no va a encajar si hablamos de personas eligiendo entre varias opciones y haciéndolo a partir de sus emociones y atravesando para ello complejas variables psicológicas?

¿Por qué la imagen es más importante que un panfleto con diez propuestas electorales?

Porque la imagen es la vía principal hacia las emociones humanas. En cambio, un panfleto con estupendas propuestas electorales es una vía directa hacia la razón, el entendimiento y la intelectualidad humana.

Insisto, la decisión de voto es emocional, no intelectual. Eso no la hace mejor ni peor, es, simplemente, un hecho que hay que comprender.

Yo sé que algunas personas que santifican la ideología y la razón se horrorizan de la posibilidad de que alguien decida emocionalmente su voto. Pero es así. Es más, todas las decisiones importantes de nuestra vida son básicamente emocionales. Las buenas y las malas, las superficiales y las profundas, las perecederas y las duraderas. Todas. Es un concepto básico de la psicología.

Entonces, si tienes diez excelentes propuestas electorales, o cien, no agotes tu imaginación en un panfleto que casi nadie va a leer. En vez de eso, busca una imagen potente que pueda expresar tus propuestas y llegar a las emociones de la gente.

¿Cuáles son las ventajas de evitar las promesas electorales?

No sé si hay que evitar las promesas electorales. Lo que en todo caso habría que hacer sería evitar las falsas promesas, porque convengamos que una promesa no tiene que ser ineluctablemente falsa. La promesa es un contrato, un convenio que establecemos con otras personas. Y lo hacemos en todos los órdenes de la vida. Todos.

El factor clave es si a esa promesa la honramos o la defraudamos. Visto desde el ángulo del ciudadano, la palabra clave es confianza. Quien promete y no cumple va perdiendo la confianza. Y quien promete y cumple va ganando en confianza.

Lo que aconsejo entonces, es evitar todo tipo de promesas que no se puede o no se quiere cumplir. Porque eso es, tarde o temprano, una bomba que explotará en la trayectoria política de quien defrauda las expectativas.

También aconsejo evitar prometer demasiado, porque se pierde credibilidad y porque, al final del día, cuanto más se promete más se reducen las posibilidades de cumplir.

Y aconsejo, finalmente, que se explique cuando no se puede cumplir con algo que se prometió. Porque a veces pasa y hay que explicarlo muy bien.

¿Es posible ganar una elección sin recurrir al marketing político?

Sí, es posible. Tal vez la respuesta sorprenda por provenir de un consultor político. Pero es así.

Algunos consultores han construido un universo de ficción en el que dicen que ellos «han ganado» veinte elecciones o diez o setenta y cinco, da lo mismo. Nada. Ni siquiera una elección. Los consultores políticos no ganamos elecciones. El marketing político no gana elecciones.

El resultado electoral no depende de estos buenos señores que somos nosotros y que un buen día aterrizamos en un país o en una ciudad y trazamos una estrategia.

No.

El resultado electoral depende de un complejo conjunto de factores históricos, políticos, ideológicos, económicos, coyunturales, culturales, sociales y de diversa índole. El marketing político ayuda, pero no determina.

Entonces tenemos candidatos que ganan por su carisma frente al mejor marketing político. O tenemos otros candidatos y partidos que jamás ganarían esa elección específica por mejor marketing político que tuvieran. Se requiere un buen candidato, una coyuntura apropiada y también un buen marketing político.

Muchas veces, la clave para entender una elección no es porqué gana un candidato sino porqué pierden los otros. Claro que en un contexto en el que todos los candidatos de peso recurren al marketing político, quien no lo haga estará dando ventajas que en algunos casos podrían ser definitivas.

¿Cuáles son los riesgos de enfrentarse a un sistema bipartidista o a un sistema corrupto?

Los sistemas bipartidistas tienen cierta tendencia a ser bastante estables porque responden a la lógica binaria que le resulta muy cómoda y práctica al cerebro. Blanco o negro, cero o uno, bueno o malo, ellos o nosotros. Siempre la opción binaria es atractiva y constituye un camino fácil de recorrer.

Ahí está, justamente, el riesgo de quien se enfrenta al bipartidismo. Es muy simple caer en la polarización bipartidista. Extremadamente fácil. Y romper con ese sistema es arduo, trabajoso, difícil y, por lo regular, lleva mucho tiempo, mucha paciencia, mucha creatividad, mucha acumulación de fuerzas.

Y no sería de extrañar que, una vez roto el viejo bipartidismo, surja la tentación de un nuevo bipartidismo a partir de la nueva situación política.

Pero más difícil aún es la ruptura de los sistemas degradados, los sistemas que más allá de la cantidad de partidos degeneran en la compra-venta de votos, en el oportunismo, en la superficialidad que lleva de una formación política a otra a la búsqueda de privilegios o prebendas.

En ese caso, ya estamos más lejos de lo político-electoral, estamos mas bien ante una tarea cultural que es aún más compleja y seguramente más larga.

Gramsci planteaba dos modalidades de lucha política. Por un lado, la política como guerra relámpago, fulminante, como la II Guerra Mundial. Y por otro lado, la política como guerra de trincheras, de posiciones, como la I Guerra Mundial.

En un sistema sano, maduro, competitivo y con, por lo menos, dos fuerzas en cierta igualdad de condiciones, la lucha política puede ser una guerra relámpago que en cada contienda electoral genere grandes avances y grandes retrocesos.

En cambio, la lucha política en un sistema degradado y desvirtuado, o donde no hay ese equilibrio de fuerzas, se parece más bien a una larga guerra de posiciones en la que hay que ir conquistando metro a metro y trinchera a trinchera.

¿Qué es lo que nos lleva a votar cuando creemos que nuestro voto no pesa?

Recordemos que el motor del voto siempre está en lo emocional. Y, muchas veces, ese motor emocional funciona aún en contra de las evidencias que proporciona nuestra razón.

Entonces, sucede en muchos casos que sabemos racionalmente que nuestra participación no es decisiva pero tenemos una íntima convicción, irracional, inconsciente, anclada en lo emocional, de que sí queremos votar y sí es importante.

Es como esos candidatos que creen que van a ganar aunque nadie en su sano juicio podría confirmarlo. Igual lo creen, lo sienten, y actúan movidos por ello.

En otros casos, el ir a votar está impulsado por los aprendizajes familiares de la infancia y la adolescencia, o también por un profundo sentido de pertenencia a un movimiento político o a una causa más allá del éxito o del fracaso momentáneo de ese movimiento o de esa causa.

En algunos casos, además, hay una reafirmación de la propia personalidad en ese ir a votar a pesar de todo, aún más allá de la derrota o de la inocuidad de nuestro voto. Es como una forma de decir «aquí estoy yo, y no me importa que mi voto no pese, estoy igual, soy yo».

Pueden ser múltiples las causas, las motivaciones, pero siempre está presente una fuerte raíz emocional.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/voto-ideologia-marketing-politico/

Para conectar con el votante hay que conectar con sus problemas

Daniel Eskibel

Mira a tu alrededor.

Observa.

¿En qué están pensando las personas que ves?

¿Qué ocupa la mente de quienes caminan por la calle ahora mismo?

¿Y la de quienes viajan en el transporte público?

¿Y la de los que están trabajando? ¿Y viajando, estudiando, vendiendo, comprando o simplemente matando el tiempo?

Todos ellos son posibles votantes. Actuales o futuros, vaya a saber.

Si estás vinculado a una campaña electoral, entonces, deberías interesarte en saber qué piensan.

¿Qué es lo que pone a andar sus neuronas? ¿Cual es el motor que activa sus cerebros? ¿Dónde está el click que los pone en acción? ¿Cual es el abracadabra que les impulsa y motiva?

Si supieras ésto, tendrías una brújula muy precisa para orientar tu campaña electoral. Sabrías exactamente a dónde apuntar, ni más ni menos. y tendrías por lo tanto una puntería que seguramente te ahorraría mucho dinero. En pocas palabras: con tal información tu comunicación política sería mucho más efectiva y mucho más eficiente.

Pues bien, tengo una respuesta. Simple, pero de incalculables consecuencias si se explota adecuadamente.

Problemas.

Reitero: problemas.

Lo que activa el cerebro humano son los problemas.

Cada uno piensa en los suyos. Busca y espera soluciones a esos problemas.

Y destina la mayor parte de sus energías mentales a buscar soluciones para esos problemas.

Al fin y al cabo el cerebro es eso: una compleja maquinaria biológica diseñada para resolver problemas. Si no fuera así, nuestra especie ni siquiera habría logrado sobrevivir.

Es como si tuviéramos un radar que detecta los problemas, enciende enseguida la luz roja y activa de inmediato todos los mecanismos para buscar soluciones.

Para conectar con el votante, entonces, hay que conectar con sus problemas. Con los suyos, no con los del político. Con los que vive la persona común. Esos problemas que le ponen obstáculos, que le dificultan la vida, que le hacen pensar y preocuparse.

Esa es la conexión vital.

Cuando el votante percibe que el candidato está conectado con su problema. Que es lo mismo que percibir que el cerebro del político tiene cierta conexión profunda con el suyo propio.

Cuando tal cosa ocurre, el elector está en el umbral del voto hacia ese candidato.

Pensar en base a problemas es la primera y más simple receta de cualquier campaña politica.

¿Cómo hacerlo?

Bueno, ese es otro problema. Ya sabes: sobre esa base construyo mi consultoría…

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/problemas/

Psicología del líder político

Daniel Eskibel

En diciembre de 2015, mientras los españoles se disponían a votar en las elecciones generales, el periódico El Mundo se planteaba una pregunta inquietante: ¿qué le pasa por la cabeza a alguien para querer ser Presidente?

La pregunta desata cierta preocupación y desasosiego considerando que el liderazgo político tiene sus complicaciones secundarias: exceso de tareas, responsabilidades que pueden abrumar, problemas que se multiplican hasta el infinito, emociones negativas que se disparan, conflictos asegurados, críticas y ataques que inevitablemente se recibirán, stress en grandes magnitudes, rupturas personales y políticas, decepciones varias, frustraciones en buena cantidad, mayor riesgo de enfermedades y hasta cierto envejecimiento más acelerado…

¿Y entonces qué?

¿Qué tiene en mente el candidato cuando decide postularse?

¿Cuál es la psicología del líder político?

El reportaje de El Mundo comienza explorando las respuestas a esa pregunta brindadas por los cuatro principales candidatos de aquel momento:

Pedro Sánchez, del PSOE, dijo que pensaba en sus hijas y en el cambio climático.

Mariano Rajoy, del PP, dijo que ser Presidente era algo excepcionalmente destacado.

Albert Rivera, de Ciudadanos, dijo que para tener un país feliz hacía falta un país feliz y que él mismo era muy feliz.

Pablo Iglesias, de Podemos, dijo que se veía capacitado para el cargo y que alguien tenía que hacerlo.

Claro que estas respuestas son brindadas rápidamente y sin pensarlo demasiado, además de que son presionadas por el hecho de que van a ser publicadas y leídas. Son auténticas, sí, pero son solo una pequeña muestra de la dimensión motivacional que está detrás del liderazgo del dirigente político.

Por eso el periódico continúa su reportaje incluyendo las voces de algunos psicólogos entre los cuales estoy yo mismo. ¿El objetivo de escuchar voces profesionales? Pues ir más allá de las motivaciones conscientes de los propios líderes. Y tener una visión más cercana acerca de la psicología de este peculiar tipo de líder que es el político.

Motivaciones inconscientes del liderazgo político

El reportaje de El Mundo se titula ¿Qué le pasa por la cabeza a alguien para querer ser presidente del Gobierno? A continuación la transcripción textual de gran parte del mismo:

“…’Hay tres tipos de motivaciones que llevan a una persona a ser candidata: las motivaciones políticas, las que generalmente se expresan en entrevistas y tienen que ver con su ideología, su partido político y su visión de los problemas más importantes que hay que resolver; las motivaciones conscientes o semi-conscientes que van más allá de la política, que pueden ser pensadas por la persona, a veces habladas con su círculo familiar o amistoso, a veces fantaseadas… pero que por lo general no llegan al plano público; y las motivaciones inconscientes, desconocidas hasta para el propio candidato. Generalmente provienen de las zonas más primarias de nuestro cerebro y suelen girar en torno a los deseos de poder, dominio, jerarquía y aspectos similares que vienen desde el fondo de los tiempos impresos en nosotros mismos y en cierto oscuro y primitivo espíritu de manada que necesita producir líderes. Las tres se complementan y a veces luchan entre sí, como en todas las actividades humanas’.

El análisis es de Daniel Eskibel, experto en psicología política para campañas electorales y autor del blog Maquiavelo y Freud. Él identifica al menos seis tipos de personalidad política.

Las personalidades políticas

1. Autoritario. Es respetuoso con las jerarquías. Suele elogiar a quienes ostentan cargos más importantes que él, pero al mismo tiempo es muy competitivo con sus pares y dominante con quienes están por debajo. Valora la dureza, la resistencia y la agresividad política.

2. Narcisista. Busca ser el centro de atención en las noticias, en las reuniones y en todos los eventos políticos. Es convincente, seductor y carismático. Demanda lealtad de parte de los demás pero rara vez la concede en reciprocidad. Tiene un sentido de grandiosidad rayano en el exhibicionismo en cuanto a sus ideas, sus proyectos y su personalidad.

3. Manipulador. Es frío y calculador y generalmente no se deja detener por reparos éticos. Para él ganar lo significa todo, y lo demás es negociable: el fin justifica los medios. Es muy hábil para observar a las personas con las que interactúa. Y rápidamente descubre sus intereses y explota sus debilidades para poder obtener réditos políticos.

4. Obsesivo. Trabaja duro y es minucioso y preciso. Su capacidad de trabajo y su profesionalismo suelen brillar mucho más que su personalidad. Hace las cosas a consciencia y manteniéndose dentro de sus parámetros éticos. Su proceso de toma de decisiones es lento pero seguro. Toma en consideración factores complejos y hace esfuerzos extraordinarios para evitar errores.

5. Paranoide. Es reservado, desconfiado y muy atento a los posibles significados ocultos tras las palabras o las acciones de los demás. Muchas veces duda de la lealtad de quienes le rodean, y con facilidad cree que otros forman alianzas en su contra. Es frecuente que se sienta perjudicado por otros, y las teorías conspirativas le resultan generalmente razonables más allá de las evidencias.

6. Totalitario. Es raro de encontrar en los contextos democráticos porque demanda obediencia absoluta de parte de sus subalternos. Cree en su propia infalibilidad y ejerce el poder haciendo que le teman o le respeten casi religiosamente. Es un fanático, obliga a que hagan un culto de su personalidad y rechaza todos los hechos que contradigan sus ideas o decisiones.

No hay tipos perfectos y puros’, aclara Eskibel. Cada político tiene predominio más o menos claro de uno de los tipos con rasgos complementarios de otra categoría. El equilibrio (o no) define a cada uno.

‘Comparto la idea de los rasgos narcisistas, hasta me atrevería a decir, sociopáticos, de muchos políticos aunque no suele ser la característica más presente en los máximos dirigentes. Creo que hoy en día el mundo de la política gira en torno a la búsqueda de poder en detrimento de la ideología que la caracterizaba y motivaba antaño’, aporta Isolde Broseta, psicóloga especializada en terapia cognitivo-conductual.

Según Sergio García, psicólogo experto en intervención social, todas las personas tenemos ‘ciertos rasgos psicopáticos que nos ayudan a salir adelante’, y son buenos o malos dependiendo de la función que desempeñamos. ‘Que un actor sea exhibicionista es normal, que lo sea un loco no tanto. Un asesino en serie puede tener un rasgo que le empuja a despedazar un cadáver, el mismo que ayuda a un cirujano a extirpar un tumor. Lo mismo ocurre con el narcisismo o la autoestima de los políticos’.

Escribía el psicólogo americano John Gartner que unas elecciones siempre las gana el candidato más hipomaníaco, ‘las personas con la grandiosidad para creer que están destinados a liderar el mundo libre, la energía necesaria para montar una campaña implacable y el carisma para inspirar a millones de personas’.

García establece una diferencia entre el candidato que tiene un proyecto para el país y el que tiene un proyecto individual. ‘No es lo mismo querer cambiar tu país que querer ser presidente por el mero hecho de serlo. Es entonces cuando comienza el desgaste, hay más estrés, menos sueño…Y a eso contribuyen las estructuras del poder, la presión de la oposición, el nunca estar seguro del fuego amigo’.

La enfermedad del poder y el cerebro de reptil

‘Un buen día desconoces al político por el que tanto has trabajado. Ese mismo con el que hiciste tantos planes, con el que viviste tantas situaciones difíciles. Ese con el cual luchaste palmo a palmo durante tanto tiempo. Ese con el cual ganaste las elecciones y que ahora tiene un cargo de gobierno. ¿Qué pasó?’, se pregunta Eskibel.

La respuesta la bautizó David Owen como síndrome Hubris o la intoxicación del poder. Lord David Owen, neurólogo que fue también ministro de Sanidad y de Exteriores del gobierno británico, concluye que ‘las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente’.

Escribió el libro En la enfermedad y en el poder e identificó los síntomas del delirio de los grandes líderes políticos: una exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes les rodean y alejamiento progresivo de la realidad. Aquí se llamó el síndrome de la Moncloa.

‘Llega un momento en el que uno piensa: Mi vida no es mía, pertenece a la función que ocupo’, explica Sergio García. Y cambia su forma de actuar.

‘Lo ves solo, aislado, sin escuchar, sin contacto con la gente, agresivo, cometiendo errores que nunca creíste que pudiera cometer, cada vez más rodeado por incondicionales que solo dicen que sí, incondicionales ciegos. Lo ves rumbo al abismo electoral y no sabes cómo ayudarlo. Menos aún sabes por qué diablos pasó eso. ¿Cuándo cambió? ¿Por qué?’

Eskibel se responde a sí mismo apelando a lo que algunos investigadores llaman el cerebro de reptil, una estructura cerebral idéntica al de cualquier lagarto que controla comportamientos primitivos, ‘que empuja hacia el dominio, la agresividad, la defensa del territorio, la auto-ubicación en la cúspide de una jerarquía vertical e indiscutida’.

‘El aislamiento del poder es una actitud donde pesa sobremanera el cerebro de reptil’, insiste el psicólogo uruguayo. ‘Este es mi territorio, acá mando yo, estoy por encima de todos, si llegué aquí es porque soy más capaz que ustedes, sí sé más que ustedes entonces no pierdo tiempo escuchándolos, y además no quiero que nadie llegue a amenazar este poder ni siquiera en el futuro, por lo tanto no dejo que nadie se acerque, solo dejaré que se aproximen aquellos que hagan los correspondientes rituales de sometimiento y sumisión’.

¿Se puede mitigar?

Tal vez sí, pero antes de que el cerebro de reptil asuma el mando. Lo antes posible.”

Así finaliza el reportaje del periódico español El Mundo.

En la mente del candidato

Por cierto, la mente del candidato es un universo fascinante. Y es complejo comprender por qué una persona lucha, a veces desesperadamente por conquistar un cargo que sabe que le traerá enormes problemas y dolores de cabeza.

Me refiero al que honestamente aspira a ese cargo, no al que conscientemente es impulsado por motivaciones corruptas o antisociales. Ese otro tipo de líder político tiene un perfil psicológico diferente que ya abordaremos en otro momento.

Lo cierto es que el candidato honesto tiene una serie de motivaciones conscientes que lo impulsan hacia la lucha por el poder. Y por detrás de ellas también tiene motivaciones inconscientes que desconoce en sí mismo. El poder es uno de los conceptos centrales que anudan muchas de tales motivaciones en su psicología.

¿Un consejo para candidatos derivada de esta introducción a la psicología del líder político?

“Conócete a ti mismo”, como dice el célebre aforismo atribuido a Sócrates.

Conoce no solo tus zonas iluminadas sino también, y especialmente, tus zonas oscuras.

Trabaja en equipo, además. Rodéate de los mejores. Escucha consejos. Medita tus decisiones.

Y cuídate siempre de tus impulsos primitivos, en especial cuando vas logrando posiciones de liderazgo y notoriedad en el mundo político. Recuerda que en el interior de todos los seres humanos espera agazapado nuestro cerebro de reptil, siempre dispuesto a dar un zarpazo buscando más y más poder.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/psicologia-lider-politico/

El hombre de la barra de hielo atraviesa la campaña electoral

Daniel Eskibel

Fue allá lejos, en el territorio de mi infancia.

La televisión era en blanco y negro pero tenía magia. Y parte de esa magia se llamaba ‘Titanes en el ring’.

La fórmula era simple: un ring, público enardecido alrededor y unos personajes de ficción luchando. Mejor dicho: simulando que luchaban.

Los luchadores tenían un cierto aire bizarro: el gran campeón armenio Martín Karadajián, la Momia, la Momia Negra, el payaso que creo recordar se llamaba Pepino y toda una galería de personajes extravagantes.

Uno de los momentos más misteriosos de cada programa era protagonizado por otro personaje, alguien que no participaba de los combates pero que se suponía que tenía una tarea de enorme importancia pero cuyos detalles eran desconocidos.

Era el hombre de la barra de hielo.

La cámara lo registraba cuando aparecía entre la gente y lo seguía en su caminata al costado del ring. Llevaba una enorme barra de hielo que cargaba al hombro. Atravesaba toda la escena y desaparecía más allá mientras el locutor subrayaba el misterio que rodeaba sus incursiones.

Pues bien: en toda campaña electoral alguien debe jugar el papel del hombre de la barra de hielo.

Las campañas electorales son calientes, muy calientes, casi hirvientes.

Las emociones están desatadas. Todas las emociones. Las del candidato, las de su equipo de campaña, las de su partido, las de los militantes y las del público general.

Emociones a granel.

Explosivas.

Desordenadas.

Caóticas.

El riesgo de un clima tan marcadamente emocional es múltiple:

En ocasiones nubla el sentido y oscurece la razón, afectando negativamente la toma de decisiones

A veces proporciona una visión distorsionada de la realidad y daña severamente a la estrategia

En otras oportunidades transforma a toda la campaña en un gran caos que termina hundiendo el barco

Alguien, entonces, debe ayudar a enfriar las mentes. Desde el principio y hasta el final, incluyendo los momentos más difíciles.

Alguien debe desempeñar el rol del hombre de la barra de hielo. Y atravesar toda la campaña en ese rol.

Siempre con la barra de hielo.

Porque las decisiones de campaña deben ser serenas y frías. Porque la realidad debe ser vista tal cual es aunque sea desagradable. Porque la estrategia debe sostenerse con tranquilidad. Porque los nervios son muy malos consejeros. Porque la campaña necesita orden y organización. Porque el candidato y su equipo deben desplegar al máximo sus potenciales de razonamiento.

El hombre de la barra de hielo puede ser el consultor político externo.

O un integrante del equipo que pueda cumplir ese rol ya sea por personalidad, por formación o por experiencia.

Recuerda: toda campaña exitosa necesita del hombre de la barra de hielo.

Maquiavelo &Freud

https://maquiaveloyfreud.com/el-hombre-de-la-barra-de-hielo-atraviesa-la...

Partido político y consultor político separados por 6 obstáculos

Daniel Eskibel

“Si quieres llegar rápido, lo mejor es que viajes solo. Pero si quieres llegar lejos, entonces lo mejor es que viajes acompañado”.

— Antiguo proverbio africano

La política es un largo viaje lleno de obstáculos. Querer llegar rápido no es más que una vana ilusión. Una ilusión perseguida con asombroso empecinamiento por gran parte de los políticos.

Vivimos un tiempo donde la promesa de éxito rápido y fácil tiene gran predicamento. En política significa obsesionarse con el corto plazo y nada más que el corto plazo. Tiempos breves, entonces. Limitados a la próxima campaña electoral.

Así es que las emociones se disparan y los razonamientos apenas cubren las apariencias. Y en el partido político se dice que ahora sí, que en esta campaña sí que podemos ganar, que esta elección es la nuestra, que la gente ya no cree en nuestros rivales, que vamos a ganar.

Banderas, discursos, apariciones en el telediario, mucha presencia en redes, mitines para colocar el mensaje, unas buenas vallas, mucho ingenio y por sobre todo mucha pasión.

La noche de la elección es la noche del golpe contra la dura piedra de la realidad. La derrota duele y solo queda la resaca.

Es que la política no es cuestión de corto plazo.

Es un viaje para llegar lejos.

El viaje del héroe

El mito del viaje del héroe es un tema recurrente en todas las culturas humanas. Y su estructura básica es siempre la misma:

El protagonista vive una realidad ordinaria y común

Ese protagonista recibe algún tipo de llamado hacia una acción extraordinaria

Inicialmente rechaza ese llamado y se conforma con la realidad a la que está habituado

Aparece alguien o algo, un mentor o consejero que lo estimula y lo ayuda a emprender esa acción extraordinaria

Con esa ayuda, el héroe enfrenta obstáculos formidables y los va venciendo uno por uno

Finalmente el protagonista vuelve a su realidad ahora transformada por sus acciones extraordinarias

Así, largo y plagado de obstáculos, es el viaje que emprenden algunos candidatos y algunos partidos políticos.

El camino del partido

¿Cómo se ve el camino del partido político a la luz del viaje del héroe?

Pues bien: los partidos viven su propia realidad, su vida de siempre, sus hábitos más arraigados, sus mecanismos tradicionales, su cultura tan largamente construida.

En algún momento algunos de esos partidos sienten el llamado del cambio. Perciben que la realidad política, social y cultural ya ha cambiado. Esa realidad ahora es otra, distinta, cruzada por nuevas variables. Y esa nueva realidad los desafía a cambiar. Pero la primera reacción siempre es la resistencia al cambio. Una red de emociones y creencias que les empujan hacia la repetición de las mismas viejas y conocidas prácticas.

La mayoría suele conformarse con lo viejo conocido.

La mayoría, no todos.

Algunos no se conforman. Abren su mente. Buscan alternativas. Quieren cambiar. Y buscan ayuda porque quieren llegar lejos.

Entonces aparece el consultor político.

Porque el consultor es quien cumple el papel del mentor, del consejero, del especialista que ayuda al partido a salir de los caminos ya trillados.

Pero…

¡Un momento!

¿De verdad los partidos políticos necesitan un consultor externo?

¿Acaso no basta con las propias estructuras políticas partidarias? ¿Acaso no es suficiente contar con los asesores políticos que revistan en la propia plantilla del partido? ¿Acaso el gabinete de comunicaciones del partido no puede resolver más que bien las comunicaciones y lo mismo la dirección política respecto a la estrategia?

¿O será que el consultor político trae otra lógica a bordo?

Consultor político a bordo

Lo digo desde ya: el consultor político externo es una herramienta esencial en la profesionalización de la política.

Esencial.

Y no sustituye sino que complementa a la dirección política, al gabinete de comunicaciones, a los asesores políticos de plantilla y a las estructuras partidarias.

Les complementa y les ayuda a potenciarse en su máxima expresión.

Porque cuando el partido político cuenta para determinada etapa con un consultor político a bordo, lo que hace es incorporar algunos beneficios que antes no tenía. A saber:

Especialización

Experiencia

Frialdad

Incorporar a bordo a un consultor político externo es incorporar especialización en una o más de una zona de acción. Porque hay especialistas en estrategia, en trabajo territorial, en comunicación, en resolución de crisis, en imagen de marca, en psicología del votante, en liderazgo, en segmentación electoral, en campañas electorales, en comunicación de gobierno y en diversas áreas de trabajo.

Claro que se puede improvisar en dichas áreas, pero a cuenta y riesgo de cada uno. Se puede improvisar pero cada vez es más claro que esa decisión conduce hacia el abismo político.

En campañas políticas tan complejas como las de nuestro tiempo, o profesionalizas al máximo o mueres.

Y eso sin importar cuánta razón lleves o cuan elevados sean tus ideales.

Por otra parte incorporar a bordo a un consultor político externo es incorporar experiencia.

¿O acaso en tu formación política alguien ha participado en 50, 100 o 150 campañas electorales?

Pues los profesionales de la consultoría política sí lo han hecho.

Y ponen esa experiencia en tu propia nave.

Finalmente, incorporar a bordo a un consultor político externo es incorporar una mirada fría y desapasionada.

Casi escucho tu voz protestando:

— ¿Frialdad? ¿Desde cuándo en la política es un valor la frialdad?

Y casi te respondo en voz alta:

— Desde siempre, hombre. Desde siempre.

Las pasiones dentro de un partido político son intensas.

Está bien que así sea.

Además, ya sabes: es inevitable.

Las pasiones, tan buenas en muchos sentidos, terminan siendo una trampa mortal para los partidos.

Porque distorsionan los análisis, las estrategias y las tácticas.

Siempre lo hacen.

Subrayo: siempre.

Entonces necesitas una mirada externa, analítica y fría, que no se contamine del clima interno de tu organización. Que no forme parte de los conflictos entre dirigentes, que no se nuble por la emoción, que no aspire a ningún cargo político, que no tome partido por ningún bando ni corriente interna de opinión, y que solo se dedique a ayudar desde su profesión.

Sí.

Necesitas en tu partido un consultor político externo.

Porque necesitas ayuda. Una ayuda que traiga especialización profesional, experiencia en campañas y una mirada fría y objetiva.

El acercamiento entre partidos políticos y consultores es una realidad creciente en todo el mundo. A diversas velocidades dependiendo de la región, pero creciente.

Colaboran con ello los buenos resultados que suelen obtenerse, la mayor visibilidad de los consultores, la difusión de sus experiencias y saberes, la institucionalización de la alta formación universitaria en el sector y el ejemplo cada vez más valioso de la consultoría externa en el área empresarial.

Pero también hay obstáculos, claro está.

6 obstáculos entre el partido y el consultor

¿Cuándo es que el partido político mira hacia el consultor?

Cuando el partido está en su propio viaje y siente el llamado a cambiar la política. Cuando toma conciencia de que las campañas ya no son lo que eran. Cuando percibe que necesita ayuda profesional para llevar a cabo su misión.

Pero ese mismo partido político ve un conjunto de obstáculos que lo alejan del consultor. Algunos de los principales son los siguientes:

Escasez de recursos económicos. Los consultores políticos tienen fama de caros. Hay algo de verdad en ello: la alta especialización supone honorarios más elevados. Pero también podríamos decir que la moneda tiene otra cara. Porque esa misma alta especialización te permite optimizar tus recursos en función de una estrategia más precisa y una comunicación más efectiva. Hoy en día no se acerca más a la victoria quien tiene recursos más abundantes sino quien hace una campaña más profesional. Piensa en el consultor como una inversión, no como un gasto. Porque eso es lo que es: una inversión para lograr una mejor campaña con menos dinero y más votos.

Resistencia al cambio. Si siempre tu partido ha hecho las cosas sin ningún consultor político, pues entonces te preguntas para qué hacer algo nuevo que va contra los hábitos de la organización. Sin embargo, nunca podrás cambiar la política si sigues haciendo las cosas del mismo modo que las has hecho toda la vida. Algo tendrás que cambiar en tu partido para así poder cambiar algo en tu sociedad. Es una ley de hierro, por cierto.

Urgencias coyunturales. La vida política gira sin pausa. Cada día te trae nuevos hechos, nuevos desafíos, situaciones ante las que el partido tiene que responder. Poco a poco la coyuntura se va comiendo a la estrategia. Y lo urgente devora a lo importante. Entonces el consultor político va quedando allá a lo lejos, opacado frente a la urgencia de este nuevo escándalo político o de aquella noticia periodística. El problema es que cuando la coyuntura te arrastra no solo pierdes de vista al consultor sino también a la propia realidad y a tus posibilidades de incidir en ella. En el fondo es cuestión de prioridades y de liderazgo.

Limitaciones ideológicas. He escuchado a dirigentes políticos que afirman que la consultoría política es propia de las formaciones de derechas. Y también he escuchado a otros dirigentes políticos que afirman que la consultoría es propia de las formaciones de izquierdas. Ambos pre-conceptos son equivocados y su única función consiste en estrechar el cerco mental que conduce a la derrota. Porque la profesionalización de las campañas políticas no es ni de izquierdas ni de derechas. Es simplemente profesionalización. Que lo digan, en caso de duda, las muy profesionales campañas de Barack Obama y Donald Trump (candidatos ubicados en las antípodas ideológicas el uno del otro).

Localismo a ultranza. Muchos chocan contra el inmenso prejuicio de creer que el consultor jamás podrá comprender las peculiaridades locales. He trabajado en diversas regiones de 14 países. Y en todas partes me han dicho la misma frase: “mire que aquí las cosas son diferentes, el nuestro es un caso especial que tal vez usted no ha visto nunca en ningún otro lado”. A continuación me explican esa particularidad local tan pero tan diferente al resto del mundo. ¿Y sabes qué? No es ni por asomo tan diferente. Que por supuesto hay que atender las peculiaridades nacionales, regionales y locales. Pero la psicología del votante es la psicología del votante y tiene leyes generales en cualquier parte del mundo. Además siempre será de alto valor que los consultores externos se apoyen en su contraparte local.

Desconfianza. La confianza es un valor escaso en nuestro tiempo. Por eso muchas veces los partidos políticos desconfían de los consultores externos. Temen que no estarán suficientemente comprometidos con el proyecto político. Y que no aportarán un valor equivalente o superior a la inversión necesaria. Esto aleja a los partidos de los consultores en la medida que la desconfianza se cristalice. Pero en ocasiones simplemente afina la puntería para elegir bien. Porque no todo consultor es bueno para todo partido político ni para todo núcleo de dirigentes. En definitiva se trata de elegir no al improbable consultor ideal sino al más adecuado y confiable para esa formación política en ese preciso momento.

¿Tu partido irá rápido o irá lejos?

Si lo que buscas es velocidad, caminos cortos, atajos y rutas fáciles, pues seguramente irás solo como dice el proverbio africano. Harás declaraciones explosivas que te mantengan en la agenda comunicacional. Lograrás que hablen de ti.

Tú me comprendes: fuegos artificiales.

Y podrás ser, ¿qué duda cabe?, una luz brillante en el firmamento.

Y tan rápido como llegaste desaparecerás en la oscuridad.

Pero este artículo no es para los apresurados.

Tampoco para los conformistas.

Este artículo es para quienes aspiran a llegar lejos.

Llegar lejos implica una construcción política sólida.

Llegar lejos implica diseño estratégico, liderazgo y visión de largo plazo.

Llegar lejos implica campañas políticas profesionales y serias.

Llegar lejos implica capacitar y potenciar los recursos humanos y los equipos del partido político.

Para todo ello es necesaria la figura del consultor político externo.

Maquiavelo &Freud

https://maquiaveloyfreud.com/partido-consultor-politico-obstaculos/

El miedo al rechazo social suma personas a la corriente mayoritaria

Daniel Eskibel

El fenómeno es conocido en muchos países.

Un partido político mayoritario domina la opinión pública. Sus ideas se transforman en las ideas dominantes de esa sociedad.

Más aún: sus ideas se transforman en lo “políticamente correcto”, lo incuestionable, lo “normal”, lo evidente…

Y sus simpatizantes se vuelven evangelistas que difunden por todos lados el mensaje del partido.

Al mismo tiempo, quienes piensan distinto tienden a ocultar o disimular o por lo menos aminorar la potencia de sus ideas.

Entonces la mayoría es cada vez más mayoría y la minoría cada vez más minoría.

La clave psicológica de este fenómeno es el miedo a ser rechazado.

Un miedo ancestral, profundo, inconsciente.

Un miedo que viene desde el fondo mismo de los orígenes humanos.

En el principio era la tribu

Allá en el fondo de los tiempos la tribu, el grupo humano, era la única forma de sobrevivir.

Nuestros antepasados eran extremadamente frágiles frente a la inmensidad de los peligros. Solo la ayuda mutua, la colaboración y la vida colectiva permitían mantenerse con vida.

Por lo tanto si alguien era rechazado por los demás quedaba fuera de la tribu.

Solo. Aislado. Indefenso. Inerme.

Ser rechazado era directamente ser condenado a muerte.

Y la posibilidad de sentir ese rechazo colectivo era una indescriptible sensación de terror.

Aunque más civilizado, el terror continúa

Ahora, en pleno siglo 21, el cerebro humano continúa accionando los viejísimos automatismos que alguna vez fueron tan útiles.

Y el terror continúa. Disfrazado, explicado, argumentado, justificado, civilizado…pero continúa.

¿Cómo y dónde se expresa ese viejo terror?

En el cuerpo.

Es el cuerpo mismo que se altera, se indispone, se crispa, se inunda de malestar.

Son los síntomas físicos del miedo los que se expresan corporalmente y generan un estado de malestar que la persona intenta a toda costa evitar.

Aún en este tiempo de ordenadores, casas inteligentes, smartphones, tablets, naves espaciales y sofisticados gadgets…aún ahora el ser humano sigue sintiendo ese pánico de quedar fuera de “la tribu”.

Algunos vencen ese terror, claro que sí.

Pero muchos quedan atrapados en él. Prisioneros.

Entonces no contradicen la opinión mayoritaria. No opinan contra lo “políticamente correcto”. A veces no hablan. Otras veces disimulan y ocultan.

Como si pensar contra la corriente mayoritaria significara quedar fuera de la tribu.

Como si sintieran ese mismo terror en su cuerpo.

Por eso los cambios políticos son tan complejos.

Porque hay que vencer el terror a ser rechazado por el colectivo.

Moraleja: todo cambio político implica necesariamente un profundo cambio psicológico.

Maquiaveo&Freud

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