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Luis Almagro

Venezuela o la continuación de la nada

Luis Almagro

Hace unas semanas escribí un artículo sobre cohabitación y cogobierno en Venezuela como un mecanismo para salir de la crisis política, social, económica, productiva, humanitaria y migratoria en la que se encuentra el país. Valoro enormemente la repercusión que tuvo (positiva y negativa). El concepto de por sí no intentaba ser novedoso. De hecho ya habíamos presentado esta idea en el 2017, incluso nos habíamos tomado el trabajo de proponer las adaptaciones institucionales que era necesario formular en función de esta propuesta.

Es claro que Venezuela se encuentra en un infierno, un infierno sin salida ya que todas las fórmulas ensayadas hasta ahora esencialmente proponen o la continuidad de lo que está, bajo la sombra de cierta mezquina legitimidad, o borrar todo lo que hay para empezar de nuevo. Las hipótesis que hablan de la primera posibilidad son de continuidad y por lo tanto la repetición de todos los errores y todos los problemas que enfrentamos ahora. En cuanto al concepto de borrar todo, verdaderamente tiene una gran dificultad y es pensar que el chavismo desaparecerá de la faz de la tierra por generación o degeneración espontánea, hipótesis que definitivamente no es realista.

Por otra parte, tampoco estábamos proponiendo un mecanismo de asociación con criminales ni entre criminales. Como referido en el artículo, lo pensamos como un sistema de balances y contrapesos que sirviera para terminar con la corrupción, con las violaciones de Derechos Humanos, con el narcotráfico, con las actividades de minería ilegal y otras actividades delictuosas que reinan hoy en el país. Por supuesto, quiero que sea realizable y es responsabilidad de venezolanas y venezolanos que así sea y también de la comunidad internacional que no necesariamente debe dar por sentado y aceptadas todas las actividades criminales que se cometen en Venezuela o que son inducidas a partir de Venezuela en el resto del hemisferio y del mundo.

De la nada al todo, del todo a la nada, de la nada al todo (y viceversa). Esta parece ser la definición política del sistema venezolano actual, todos quieren el todo y prefieren la nada antes que ceder y renunciar a la posibilidad de tener el todo. Como está el país desde hace tiempo, la disputa por el todo se ha reducido a una lucha por “toda la nada”.

Sí, nunca he conocido un país en el que tanta gente quiere ser presidente del mismo. Por eso es más que necesario un sistema colegiado de gobierno como el suizo, como la Constitución uruguaya de 1952. Sí esto tiene un problema, claro está, imagínense las dos hipótesis anteriores de trabajo: borrar al enemigo completamente, borrar al adversario político completamente. Por supuesto que en ese marco, en ese contexto es imposible concebir una idea como esa.

Es por eso que hoy tenemos un sistema por el cual a la presidencia autoritaria de Venezuela no le importa qué magistrados nombra la Asamblea Nacional legítima, pues nombra a los que les da la gana para tener su propio Poder Judicial. No le importa si existe una Asamblea Nacional legítima, de hecho, pues nombra o “elige” su propia Asamblea Constituyente primero o su propia Asamblea Nacional luego. La cooptación de poderes se ha hecho de la peor forma por no existir un sistema de contrapesos y balance en el Poder Ejecutivo; ello hizo que la cohabitación desde otros poderes del Estado fuera imposible.

Entre venezolanos, la noción de cohabitación se interpreta como una idea ignominiosa; implica complicidad y connivencia. Esa es la cohabitación que existe hoy. Desde luego que la propuesta que realizamos aquí no tiene nada que ver con eso, propone un esquema garantista como el de las constituciones a las que hicimos referencia. Implica compartir el gobierno, implica cogobernar, implica dar garantías de probidad republicana y separación de poderes.

La Constitución uruguaya de 1952 tenía un sistema fijo de asignación de cargos en el Consejo Nacional de gobierno, no necesariamente en las mismas proporciones, pero eso es absolutamente fundamental para avanzar en una solución de legitimidad y gobernabilidad urgente para Venezuela. Para que nadie quede expuesto a manipulaciones de resultados electorales.

Los políticos venezolanos le deben a su pueblo soluciones, le deben un gobierno legítimo que tenga las efectividades conducentes para ejercer el poder, le deben a su pueblo mucho trabajo, eliminar las lógicas criminales, le deben mucha probidad republicana.

Si el plan sigue siendo, cómo ha sido por más de 20 años, someter unos a otros, no va a funcionar, como no funcionó en los pasados 20 años. Si el plan es eliminar al chavismo, no va a funcionar, como no funcionó en los últimos más de 20 años.

Ahora bien, ¿tiene esto un éxito asegurado? No necesariamente, hay gente que se está beneficiando con las cosas como están y que solamente puede seguir ganando en un contexto de gobierno ilegítimo/dictatorial, pues ¿de qué otra manera pueden continuar con las actividades de narcotráfico, minería ilegal, contrabando y demás ilícitos?

Por supuesto que hay gente dentro del régimen que va a perder mucho o va a dejar de ganar mucho si esto se termina. Por supuesto que hay gente dentro de la “oposición” al régimen a la que le ocurrirá lo mismo. Esto que proponemos es una solución política y en el régimen son muy pocos los que quieren hacer política, buena parte quiere seguir ganando dinero de la manera que está ganando dinero.

Habrá que ver entonces si en el régimen hay quienes quieran ser políticos y hacer política todavía, o si simplemente su naturaleza criminal ha prevalecido y cooptado completamente el funcionamiento del mismo. Admito el escepticismo de algunos al respecto. Porque, claro, ¡qué importa que el país pierda si pueden seguir llevándoselo todo!

Sí, claro, el régimen puede seguir por este camino, continuar en el infierno en el que ha hundido al país. Sí, claro, los políticos venezolanos que se oponen al régimen pueden seguir esperando a que Maduro un día les deje ganar una elección y puedan ser presidentes de Venezuela.

La primera cosa es muy mala y la segunda, irrealizable por lo que hemos visto. De donde surge el ejercicio de la política del todo-o-nada, lo cual hace que obviamente se tenga que alternar entre esas dos posibilidades. Lo cual además implica costos muy grandes para un país como Venezuela, para su sistema político e instituciones. El todo-o-nada en el que está inmersa la política de hoy en día tiene muchos problemas que obviamente tienen que ver con esa radicalización polarizada, con la enemización inducida por esta necesidad de quedarse con todo o su alternativa, la nada.

De esto surge una ecuación a la que hemos referido ya varias veces. A veces el 50% + 1 equivale a 100%. A veces el 30% + 1 o el 40% + 1 equivale al 100% y esas son variables que definitivamente no tienen ninguna aplicación en la matemática, pero aún menos su aplicación es admisible en la dimensión social, de las relaciones humanas y de la política. La política es esencialmente buscar la mejor forma de servir a través de los compromisos políticos y sociales, económicos, productivos, acuerdos que amalgamen la más amplia gama de intereses que tienen que estar permanentemente haciendo los que gobiernan. En la política los acuerdos tienen efectos multiplicadores y dinamizadores exponenciales, dan la tracción necesaria para soluciones sociales y productivas.

La acción de prescindir de los demás intereses en la sociedad para hacer prevalecer los propios es generalmente una forma de originar políticas de fracaso. La opción de quedarse con todo y prescindir de intereses de los demás, quienquiera que sean, es el problema esencial de las dictaduras, cuyas prácticas son excluyentes. La redemocratización de Venezuela necesita a todas las fuerzas políticas y tiene que representar la amalgama de todos los derechos de la gente y todos los intereses nacionales. El camino más corto para legitimar la democracia es con la participación de todos y la participación de todos requiere que sea en el Poder Ejecutivo porque no han funcionado otras variables de cohabitación entre Poderes como surge de la experiencia de años recientes.

Cuando hablamos de cohabitación, cogobierno y contrapesos nos referimos no sólo a los poderes del Estado y a los organismos de contralor sino principalmente al Poder Ejecutivo, al brazo ejecutivo del Estado. El “todo o nada” en el que trabaja hoy la política venezolana se basa en la ausencia de esos contrapesos. En un país sin contrapesos a nivel político, a nivel social, y a nivel económico, el que gana el brazo ejecutivo del Estado se queda con todo.

Es necesario transitar de un Estado para pocos, a un Estado para todos, no importa quién tenga circunstancialmente el poder del Estado. La lógica del “todo o nada” sólo se puede romper acordando contrapesos que aseguren que el brazo ejecutivo del Estado deja de ser un trofeo para unos pocos para convertirse en un paraguas para todos.

Por eso la conceptualización de hacia dónde vamos es muy importante en la política, porque el camino de un país, el sendero de un país tiene que ser una ruta para todos. No puede quedar gente excluida, no puede haber gente que sea víctima de un proceso si ese proceso es democrático. No puede haber gente que quede completamente fuera del camino, o perecer al costado de la ruta, o que esperen al costado de la ruta sin que nunca les llegue su oportunidad.

La lumpenización de la política venezolana ha sido la más dramática del continente. La falta de principios y valores ha llevado a que 6.8 millones de venezolanos hayan tenido que abandonar el país, un exilio forzoso por la crisis humanitaria, por la crisis de Derechos Humanos, por las violaciones sistemáticas de Derechos Humanos, por los crímenes de lesa humanidad, por las actividades criminales de integrantes del régimen los venezolanos han tenido que tomar las rutas que los alejaban del país. El éxodo más grande del mundo junto al de Siria y Ucrania, pero sin guerra ni desastre natural alguno.

Esa no es la mejor forma de generar condiciones políticas en un país y no es la mejor forma de democratizarlo. Un gobierno de un país debe resolver los problemas integrales de su sociedad porque cuando estamos en una gestión de gobierno no nos debemos a 1 ó 2 ni a 3 ó 4 ni a 5 ó 10, nos debemos en el sentido más amplio del término pero también el más profundo a alcanzar el bienestar general, el bienestar de todos. Obviamente que el régimen puede seguir gobernando para unos pocos y esos pocos llevarse mucho sin que les importen las sanciones porque el mundo es demasiado grande y siempre hay por dónde escapar a las mismas, incluso Venezuela es demasiado grande para escapar de las sanciones allí mismo. Obviamente que puede haber gente que siga soñando con exterminar el chavismo, pero tampoco van por allí las soluciones realizables y reales.

Hacia adonde vamos es una pregunta recurrente en la política. Obviamente no debe distraernos la pregunta si se sabe la respuesta, si se tienen claros los objetivos, si se sabe que las metas son realizables para el bienestar general, si los proyectos se van concretando. En la política hacemos permanentemente lo que podemos e intentamos soluciones reales para un mundo real de gente real. Hoy Venezuela necesita salir entre todos del infierno en el que está, una construcción política entre todos, un esfuerzo hacia objetivos comunes hecho entre todos.

La noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder. Un sistema de gobierno colegiado es una expresión institucional posible. Funciona con contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.

Seamos sinceros, estos años ha habido ¨cohabitación¨ en Venezuela, sólo que de la peor manera y por las peores razones. Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.

Sin un esquema de compartir el poder desde su base, en el que se asegure una participación efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y otros actores, la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el futuro, es esencialmente imposible. El oficialismo debe asumir que sin la oposición la sociedad venezolana seguirá resquebrajada, dividida, desintegrada social y geográficamente, y la oposición debe asumir que excluir al chavismo y al madurismo significaría una invitación perpetua a reproducir un sistema político de suma cero.

Ninguna transición es un proceso sencillo. Una de las tareas más complicadas, luego de la caída de una dictadura, es conciliar los intereses de los distintos factores de poder con el objetivo de garantizar la estabilidad política. Mi propuesta también sugiere que Venezuela se mire en su propio espejo de experiencias de haber compartido el poder.

“Cohabitación”, al concepto se le puede dar una acepción literal o, de manera creativa, captar la metáfora que el mismo contiene, en el sentido de que implica un ejercicio de diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos.

En un esquema de tensión permanente, tiene que estar tan detalladamente regulado que la mejor fórmula sigue siendo la fórmula suiza de sistema colegiado. El ejemplo regional es la Constitución uruguaya de 1952. Pero no soy partidario de exportar de manera automática a otras realidades diseños institucionales surgidos en contextos históricos y culturales específicos.

Compartir el poder implica que entre un todo o la nada existan espacios intermedios. La noción de mayoría se suaviza, las minorías se protegen. De la legitimidad inexistente o dudosa se pasaría a una legitimidad posible. En el camino, se puede pensar en mecanismos que apunten a normalizar la vida institucional del país para re-institucionalizar una nación devastada. Esa debería ser la prioridad.

Que nadie se llame a engaño, soy y seguiré siendo disidente de cada dictadura que tenga este continente, sea Nicaragua, Cuba y Venezuela, los Videla, Pinochet y Goyo Álvarez de estos tiempos. Aunque pretendan estar parados en otra dimensión ideológica.

* Nota: el título parafrasea el libro de Macedonio Fernández, Cuadernos de todo y nada

31 de agosto 2022

infobae

https://www.infobae.com/america/opinion/2022/08/31/venezuela-o-la-continuacion-de-la-nada/

El infierno del sendero que jamás se bifurca

Luis Almagro

Hace más de seis años denunciamos en la OEA que Venezuela padecía una crisis humanitaria, denunciamos violaciones sistemáticas de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, el comienzo de una crisis migratoria incipiente, ejecuciones extrajudiciales, tortura, presos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos. Fuimos acusados de mentirosos, de radicales, de servir a espurios intereses, de actuar en contra de la unión de los pueblos latinoamericanos y un largo etcétera.

El tiempo fue poniendo las cosas en su lugar. Todas las denuncias fueron refrendadas por informes posteriores de otros organismos especializados y también por el sufrimiento de las personas que debieron emigrar llevando la verdad sobre esa cruel realidad a prácticamente cada país de este hemisferio. A esta altura, en todos los países de la región hay alguien que conoce una persona venezolana que tuvo que emigrar debido a aquellas condiciones denunciadas.

Por supuesto que quienes toman la realidad como parte de una guerra de relatos quiere meter a la crisis venezolana en la misma bolsa que otras crisis, problemas o dificultades que puedan enfrentar los otros países de la región. Pero esto no es una guerra de relatos, y negar el sufrimiento de millones de personas a su vez adolece de una prácticamente absurda ignorancia o una profunda hipocresía.

No existen parámetros para querer meter en esa bolsa la mayor crisis migratoria de la historia hemisférica, de dimensión global con números semejantes a las crisis migratorias de Siria luego de años de conflicto o comparable con Ucrania, víctima de una guerra de agresión. Imposible asimilar otras situaciones regionales con una crisis humanitaria que ha sido el origen de esa crisis migratoria prácticamente incomprensible para un país de los más ricos en recursos en este hemisferio y cuyo pueblo sufre desnutrición y mortalidad infantil en números exponenciales, imposibilidad de acceder a medicamentos, a alimentación, lo cual llevó, de acuerdo con agencias especializadas, a tener 9 millones de personas con hambre o riesgo de hambre.

Imposible comparar con otras esta crisis de violaciones sistemáticas de derechos humanos y de crímenes de lesa humanidad que comete el régimen y que ha llevado a que por primera vez se abriera una investigación por parte de la Corte Penal internacional para un país latinoamericano.

Definitivamente todas estas variables llevan a decir que es ridículo comparar la crisis venezolana con cualquier otra crisis hemisférica ya sea en una dimensión cuantitativa como cualitativa.

No ha sido exactamente la falta de procesos de diálogo lo que ha afectado la situación política del país sumergiéndola en una crisis tan profunda, de desinstitucionalización, de falta de garantías y de libertades individuales, de ineficiencia administrativa y de capacidades productivas. Por supuesto que la acumulación de todas estas crisis puede subsumirse en una sola crisis: la superlativa crisis política en la que se impuso un régimen dictatorial en el que vive el país.

Los procesos de diálogo han sido más de 10; obviamente, ya sea la OEA o personalmente, hemos participado en algunos.

Hemos buscado soluciones desde momentos tempranos tratando de evitar llegar a este desbarrancamiento.

Los hechos no ocurren por causa de aquellos que denunciamos que eso iba a pasar y que advertimos que ese no era el camino. Siempre advertimos que no puede resolverse ninguna situación política del país con continuidad de violaciones de derechos humanos, debilitamiento extremo de las instituciones políticas y económicas que llevan además a la ineficiencia productiva.

El problema ha estado en aquellos que cobijaron ese régimen en esas diversas fases de deterioro o de crisis o de colapso o de quebrantamiento del orden constitucional que hoy el país vive.

Venezuela continúa por el sendero de destrucción, de falta garantías, de falta de opciones de vida para la gente. Todavía contamos presos políticos, torturados, ejecuciones extrajudiciales, actividades criminales como narcotráfico, minería ilegal, contrabando, corrupción.

La desinstitucionalización ha llegado a extremos completamente absurdos, como por ejemplo que la institucionalidad pública de la salud es incapaz o insuficiente para resolver necesidades básicas de derecho de la salud de la población. La institucionalidad de alimentación del país es incapaz absolutamente de resolver esos problemas que todavía afligen a la población y que obligan al pueblo a seguir saliendo del país desesperadamente. La institucionalidad de seguridad pública definitivamente está muy lejos de resolver los temas de violencia y criminalidad que afectan al país, y llegamos a extremos tales como que su Ministerio de Defensa Nacional es incapaz de atender el control territorial del país y la protección de la integridad territorial del mismo, tanto que cuando se enfrentan a disidentes FARC en Apure, el Ejército bolivariano se come una paliza.

Cuando llegamos a ese punto de desinstitucionalización podemos esgrimir el argumento de la falta de capacidades existentes en la República Bolivariana de Venezuela para resolver los problemas de la población. Es claro que algo sí funciona, y eso es el aparato represivo que funciona horríficamente bien.

Debemos agregar que se ha destruido prácticamente en forma absoluta su aparato productivo, aun a pesar de la burbuja económico-financiera influida directamente por el dinero que debió regresar al país para estar (más) seguro cuando comenzaron las sanciones. Este regreso de activos del exterior donde probablemente se sintieran inseguros ha traído una lógica de exacerbación de las desigualdades entre el que no tiene qué comer y los concesionarios de autos de lujo; entre el que no tiene medicinas y los clientes de las marcas de lujo que están en Caracas hoy; entre el que sufre la violación de sus derechos humanos por parte de aquellos que en el marco de la minería ilegal explotan los recursos de su país y los clientes de los restaurantes de lujo.

Los sufrimientos del pueblo duelen mucho. La destrucción del aparato productivo llega al extremo de que aun cuando el mundo más necesita del petróleo venezolano por la guerra de agresión a Ucrania, no tienen las capacidades de producirlo. ¡Cuán necesario es ese petróleo en la región, especialmente para los países del Caricom!

Es un pueblo que vive en un infierno con un sendero que no se bifurca nunca. Es natural concluir que el diálogo sigue siendo la única esperanza de que se bifurque el sendero. El diálogo, y no cometer los errores del pasado. El tema es que, en cada proceso de diálogo, ya sean las fuerzas opuestas al régimen como en muchos casos los propios mediadores, tenían como objetivo sacar a Maduro, lo cual como objetivo estratégico probablemente no fuera el más viable, ni realizable, ni realista. Esto, sumado a la intransigencia del negociador rodriguista y a otras condiciones de cada negociación.

Definitivamente, Maduro fue subestimado en muchos casos respecto a sus capacidades de supervivencia, de manejo político y de habilidades diplomáticas, y fue consolidando su fuerza aun desde un origen con muy poca legitimidad, la que se terminó de perder en los años siguientes. El objetivo de la salida de Maduro transformó a cada negociación en un juego de suma cero que terminaba siendo imposible: ni la salida de Maduro en una negociación ni una elección que pudiera significar su salida.

Como todavía parece ser irrealista ese objetivo de algunos, entonces una negociación en ese contexto obviamente no puede ser cómo se saca a Maduro, sino cómo sigue.

Esto implica cohabitación. La cohabitación es un ejercicio para el cual no he visto prácticamente a nadie preparado en Venezuela. Pero eso lo hace aún más necesario, en el sentido de que implica un ejercicio de diálogo político real, de institucionalidad compartida, de poderes del Estado compartidos. Compartir el Ejecutivo es complejo y muy difícil. En un esquema de tensión permanente, tiene que estar tan detalladamente regulado que la mejor fórmula sigue siendo la fórmula suiza de sistema colegiado. El ejemplo regional es la Constitución uruguaya del 52.

Compartir es contrapesar. La cohabitación sin contrapesos puede transformarse en complicidad. El esquema de cohabitación a discutir en un proceso de diálogo debe dar garantías de contrapesos para quienes cohabitan. En caso contrario será una frustración más.

Sin un esquema de compartir el poder desde su base, en el que se asegure una participación efectiva del chavismo y del madurismo, de la gente de Guaidó y otros actores, la acción conjunta y coordinada de objetivos comunes hacia el futuro, es esencialmente imposible. El oficialismo debe asumir que sin la oposición la sociedad venezolana seguirá resquebrajada, dividida, desintegrada social y geográficamente, y la oposición debe asumir que sin el chavismo y el madurismo sucedería lo mismo.

Es muy difícil ir a un proceso electoral dudoso que simplemente asegure la continuidad de lo que tenemos ahora con legitimidad inexistente o dudosa (pero que obviamente espera contar con la complacencia de muchos —el azúcar pica los dientes—).

Entre todo o nada, el régimen dice “todo”; entre mayoría o minoría, generalmente se elige mayoría, pero eso significa que hay espacios en los cuales puede normalizarse la vida institucional del país y otros en los que puede comenzar ese proceso.

De la legitimidad inexistente o dudosa se pasaría a una legitimidad posible. Eso abriría un nuevo sendero, abriría la esperanza para que el sendero se bifurque. En caso contrario, se continuará haciendo marchar a todo un pueblo por un sendero que no se bifurca nunca en el infierno de un país empobrecido, ineficiente, con violaciones de derechos humanos, con crisis migratoria, con crisis humanitaria, con crímenes de lesa humanidad, con crimen organizado.

(*) Secretario general de la OEA.

@Almagro_OEA2015

Nota: El título parafrasea negativamente el cuento de Borges “El Jardín de los senderos que se bifurcan”.

29 de julio 2022

crónicas

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