Consolidando la recuperación
La región de América Latina y el Caribe (ALC) va camino a consolidar su recuperación de la crisis de COVID-19. La vacunación está muy avanzada en la mayor parte de la región, fortaleciendo la resiliencia ante nuevas variantes. La región está en vías de recuperar los niveles previos de PIB y empleo. Las escuelas están abriendo y las empresas contratando. Las secuelas a largo plazo de la pandemia persisten y aún necesitan atención. Desde el comienzo de esta pandemia, la tasa de pobreza en la región, excluido Brasil (medida en función del umbral de pobreza de US$5,50/día), aumentó a 27,5 por ciento en 2021 y permanece por encima de su nivel previo a la COVID-19 de 25,6 por ciento. Los estudiantes de la región perdieron entre uno y un año y medio de escolaridad, abriendo la posibilidad de una pérdida de 10 por ciento en los ingresos que percibirán durante toda la vida. Además, muchos de los nuevos puestos de trabajo creados, particularmente entre las mujeres, son en pequeñas empresas que suelen ser informales. Asimismo, la región enfrenta un mayor nivel de incertidumbre a medida que sortea la recuperación. Podrían surgir nuevas variantes; la creciente inflación mundial supone nuevas disyuntivas en términos de políticas; la tragedia que transcurre en Ucrania amenaza la economía mundial de manera profunda e impredecible; y el creciente sentido de urgencia en torno al calentamiento mundial genera demandas de acciones preventivas de gran alcance a nivel nacional y transnacional.
Más allá de esta incertidumbre, la necesidad de seguir sentando las bases para un crecimiento dinámico, inclusivo y sostenible sigue siendo primordial, volviéndose incluso más urgente que antes. El anterior Informe Semestral de octubre de 2021 (Banco Mundial, 2021) resaltó desafíos de larga data en términos de infraestructura, educación e innovación tecnológica y administrativa, examinando las formas en que la región podría financiar las inversiones necesarias a través de un Estado más eficiente, movilización eficiente de recursos y una redefinición de las prioridades de gasto. Estas reformas tendrán lugar, y deberán reflejar, un entorno mundial en rápida evolución.
El Capítulo 1 describe la reciente evolución social y macroeconómica de la región en los seis meses posteriores al último Informe Semestral, así como los desafíos de corto plazo que surgen de la pandemia, y, en particular, aquellos derivados de los cambios en el panorama de crecimiento internacional. La invasión rusa de Ucrania introdujo un nivel de incertidumbre importante en las previsiones, aunque queda claro que moderará la recuperación de la región y exacerbará las presiones inflacionarias. Más a largo plazo, la creciente alarma por la rapidez del cambio climático sitúa a esta problemática de lleno en la agenda política de la región. El Capítulo 2 examina algunos de los grandes desafíos que el cambio climático plantea a la región en términos de mitigación y adaptación y, lo que es igual de importante, las oportunidades de crecimiento que ofrece un contexto internacional cada vez más verde. Los dos de hecho están relacionados: a corto plazo, los aumentos generados por la guerra en los precios de la energía y en los déficits de oferta, particularmente en Europa, trasladaron el foco de atención de la descarbonización a un aumento en el suministro inmediato de petróleo y gas natural, de la forma que sea, subrayando simultáneamente la necesidad de desarrollar las energías renovables para reducir la dependencia del petróleo a mediano plazo.
ALC en buena medida logró superar la inesperada variante ómicron; para fines de febrero de 2022, las tasas de letalidad de la COVID-19 se habían reducido abruptamente. No obstante, no puede decirse que la pandemia haya terminado del todo. Nuevas variantes como la ómicron BA.2 se propagan por Europa, mientras que en China hay grandes ciudades nuevamente bajo confinamiento. De todas formas, los sistemas de salud de todo el mundo han elaborado herramientas y protocolos que parecen estar reduciendo el virus a un problema endémico y posiblemente manejable. Aun así, los costos sociales acumulados de olas anteriores siguen siendo un desafío a remediar, a la vez que son muchos los países que no han logrado fortalecer al máximo posible su resiliencia ante olas futuras. Siguen existiendo deficiencias importantes. Si bien algunos países de la región, como Chile y Uruguay, ostentan algunas de las tasas de vacunación completa más elevadas del mundo, muchos países del Caribe y América Central apenas comenzaron a vacunar a sus poblaciones y presentan pocos avances.
La solidez de la recuperación económica en ALC también varía significativamente según el país, y sigue siendo susceptible al debilitamiento de vientos favorables anteriormente más intensos. Si bien los precios de los productos primarios se mantienen firmes, el crecimiento en China y en las economías avanzadas es más lento que antes de la pandemia, frenando la demanda de exportaciones de la región, mientras que las tasas de interés a nivel mundial aumentan hacia sus niveles de largo plazo. Las previsiones de crecimiento para 2022 y 2023 siguen siendo modestas, 2,3 por ciento y 2,2 por ciento, respectivamente. Las monedas de los países exportadores de productos primarios parecen haberse desvinculado del alza en los precios de los productos primarios. Su debilidad posiblemente sea un reflejo de la incertidumbre política, de la preocupación en torno a los perjuicios generados por la COVID-19, o del creciente nivel de endeudamiento.
Avances y complicaciones de cara a la recuperación
La recurrencia del virus. Cualquier reaparición del virus provocaría nuevas caídas en el nivel de actividad económica, no solo por las medidas estatales destinadas a hacer cumplir el distanciamiento físico, sino también porque la mitad de la reducción en la actividad económica se debe al distanciamiento voluntario por miedo a la enfermedad. Este es sin dudas el caso en el Caribe, donde los países con un nivel alto de vacunación, como República Dominicana, vieron un rebote en su industria turística, mientras que aquellos con niveles bajos continúan con un crecimiento lento.
Inflación creciente a nivel mundial y local. La inflación en la región oscila en torno a 7 por ciento, suscitando el temor de que los contratos salariales incluyan cláusulas inflacionarias que deriven en una espiral de precios de difícil contención. Tanto la inflación general como la inflación núcleo exceden las metas de los bancos centrales de toda la región, tensando los presupuestos familiares y elevando la pobreza.[1] Las autoridades se han vuelto más agresivas en términos de subas de las tasas de interés, con efectos concomitantes debilitantes sobre la recuperación.
Esta situación se ve agravada por una inflación mayor a la prevista en las economías avanzadas, ahora exacerbada por la presión de los productos primarios y la menor actividad económica mundial surgida de la agresión rusa. Las previsiones de crecimiento en Estados Unidos, la zona euro y Japón cayeron en 0,4, 1,0 y 0,6 puntos porcentuales, respectivamente, desde los cálculos de enero de 2022. Las subas en el precio del gas y petróleo, metales y granos podrían tener un incipiente impacto positivo en aquellas economías de ALC que tradicionalmente exportan estos productos, si bien el efecto general dependerá de las expectativas sobre la naturaleza transitoria de la suba de los precios de los productos primarios, así como de su volatilidad. En el caso de los importadores netos, una suba en el precio de los alimentos agravará la pobreza, mientras que una suba en el precio de los combustibles y los insumos significará un shock estanflacionario que acelerará la inflación y reducirá la producción.
El efecto neto es, probablemente, que frene aún más la recuperación de ALC en alrededor de 0,4 puntos porcentuales, de 2,7 por ciento en enero de 2022.
Los mercados parecen creer que tanto la inflación en las economías avanzadas como la suba en los precios del petróleo serán transitorias. Al momento de preparar este informe, las tasas de interés de los bonos del Tesoro de EE. UU. a 10 años permanecen por debajo de 3 por ciento, mientras que los mercados de futuros de los productos primarios prevén que el alza en los precios alcance su pico en abril, para posteriormente retroceder. Asimismo, los diferenciales del Índice de Bonos de Mercados Emergentes (EMBI) —luego de un breve aumento tras la invasión rusa— se mantienen estables en un nivel moderado, indicando que no se prevé que las repercusiones de la crisis en Ucrania afecten la capacidad de pago de la región. Cualquiera sea el caso, la Reserva Federal de EE. UU. subirá las tasas de interés en los próximos trimestres, agudizando el dilema monetario que enfrentan las autoridades monetarias de ALC entre elevar los tasas de interés (buscando reducir la inflación y la presión devaluatoria) o reducirlas (para estimular el crédito y la actividad económica). La presión resultante sobre los tipos de cambio y el nivel de inflación en la región de ALC requerirá de nuevas subas en las tasas de interés, tanto para frenar la transmisión de precios impulsada por la devaluación que alimenta la inflación, como para defender el valor en moneda local de los pagos de deuda internacional. La historia apunta a un “ciclo dentro de un ciclo”, donde los bancos centrales primero suben las tasas de interés para alcanzar estos objetivos, para luego —cuando la inflación está medianamente bajo control— bajarlas con el fin de moderar los efectos contractivos sobre la recuperación.
Optimismo cauteloso en torno a la solidez del sector financiero. Las encuestas de seguimiento del Banco Mundial de julio de 2021 indicaron que, en varios países, entre el 40 por ciento y el 60 por ciento de las empresas han incurrido en mora a causa de la caída en los ingresos provocadas por la pandemia (Banco Mundial, 2021). Además de frenar la inversión, este sobreendeudamiento tenía el potencial de perjudicar al sector bancario a medida que los pagos atrasados se convertían en préstamos morosos o improductivos. En la mayoría de los países, sin embargo, las políticas de tolerancia que permitieron la refinanciación de préstamos bancarios finalizaron en el verano de 2021, sin un aumento en el número de préstamos morosos. Los bancos han estado incrementando activamente sus provisiones para pérdidas. Dicho esto, en muchos países una parte significativa de los préstamos fueron reprogramados, de los cuales algunos se volverán préstamos morosos y deberán ser provisionados, o se harán “perennes”, situación que reduciría el financiamiento para actividades más productivas. Los gobiernos también deberán simplificar los mecanismos de resolución de deudas, que en la actualidad son engorrosos, y monitorear la solidez sistémica.
Cambio de estímulo fiscal a consolidación fiscal. La disminución de los ingresos públicos y los extraordinarios esfuerzos para proteger a las familias y a las empresas durante la pandemia de COVID-19 derivó en déficits elevados y en un aumento de la deuda pública. El ratio promedio de deuda pública/producto interno bruto (PIB) en ALC creció abruptamente durante la pandemia —en 15 puntos porcentuales— hasta alcanzar 75,4 por ciento del PIB a finales de septiembre de 2021. Si bien este porcentaje disminuyó a 73 por ciento del PIB durante la recuperación, seguirá actuando como un freno a grandes inversiones de capital o inversiones que aumenten la productividad. Teniendo en cuenta la doble necesidad de que la trayectoria de las deudas públicas se vuelva más sostenible y también la de impulsar el crecimiento económico y la productividad, la realización de ajustes presupuestarios “inteligentes” es una tarea crucial. Esto supone una reducción del malgasto público (estimado en alrededor de 4,4 por ciento del PIB) y tomar conciencia del costo social y macroeconómico de subir impuestos, particularmente en aquellos países donde la carga tributaria ya es elevada.
Cambios en el contexto de crecimiento internacional
La crisis de COVID-19 se sumó a otra “década perdida” de bajo crecimiento en ALC. Desde 2010 y hasta que se desató la pandemia a principios de 2020, ALC creció al 2,2 por ciento anual, al tiempo que el resto del mundo lo hizo al 3,1 por ciento. Como ya se mencionó, las previsiones para 2022 y 2023 son igual de mediocres e insuficientes para aliviar la pobreza o disipar las tensiones sociales. El anterior Informe Semestral destacó una lista de déficits internos de larga data en infraestructura, educación, política energética, capacidades empresariales e innovación que han frenado el crecimiento de la región. Durante el período de la pandemia surgieron brotes verdes, especialmente en el ámbito digital; hoy en día la región es la mayor receptora de fondos de capital de riesgo en el mundo en desarrollo. Sin embargo, de no abordarse estos factores estructurales más profundos, es probable que el crecimiento anémico se mantenga y sea insuficiente para avanzar en la lucha contra la pobreza y aliviar las tensiones sociales.
También es cierto que el contexto de crecimiento internacional está mutando. En un mediano plazo de duración incierta, la agresión rusa a Ucrania y sus secuelas tendrán efectos contradictorios, con un impacto neto probablemente negativo. Ucrania es un gran exportador de granos, mientras que las restricciones que enfrentan el petróleo y los metales rusos probablemente resulten en aumentos de los precios de los productos primarios en los próximos años. Las sanciones y los trastornos a nivel mundial ya están impactando sobre el comercio y las cadenas de valor. Rusia en un gran exportador de fertilizantes a varios países de la región, y también un importante mercado para las exportaciones de otros. El fabricante brasileño de aviones Embraer interrumpió la entrega de repuestos y asistencia técnica al sector aéreo ruso; y Rusia es el cuarto destino de las exportaciones ecuatorianas. En general, la guerra presionará sobre una amplia gama de precios, tanto en las economías avanzadas como en ALC, exacerbando el dilema que enfrentan las autoridades monetarias.
Desafíos y oportunidades que brinda el crecimiento verde
Los impactos derivados del evento de fuerza mayor que representa el cambio climático, y los llamados insistentes a la acción en todos los niveles de gobierno, pueden en teoría ser aún más significativos y duraderos. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de noviembre de 2021, así como informes recientes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), hacen sonar las alarmas respecto a la aceleración del calentamiento mundial y la ventana de oportunidad cada vez más pequeña para evitar daños irreversibles. El Capítulo 2 explora la posición de ALC dentro de este entorno mundial cambiante: cómo contribuye la región al calentamiento global y su agenda para avanzar hacia un crecimiento más sostenible; cómo adaptarse a los cambios de política internacional que afectan tanto positiva como negativamente a las empresas, dependiendo de sus procesos productivos, tipo de producción y sector, y cómo aprovechar las oportunidades de crecimiento que ofrecen sus atributos únicos.
ALC contribuye poco a las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI); los principales vectores son la agricultura y el cambio de uso de la tierra y silvicultura. De esta manera, la receta regional para la mitigación es única. La región contribuye aproximadamente el 8 por ciento de las emisiones a nivel mundial. A diferencia de la mayoría de las regiones, estas emisiones provienen en gran medida de la producción agropecuaria —particularmente la ganadería— y del cambio de uso de la tierra y silvicultura.
De todas formas, el cambio climático supone desafíos importantes para las economías de la región. Para empezar, es probable que las múltiples consecuencias del cambio climático empujen a entre 2,4 y 5,8 millones de personas a la pobreza extrema para el año 2030, principalmente a través de sus efectos sobre la salud, incluyendo aumentos en la prevalencia de retraso en el crecimiento infantil, enfermedades transmitidas por vectores y diarrea, causados por la falta de acceso al agua potable y saneamiento, calor excesivo e inundaciones más frecuentes. Los eventos climáticos extremos, como ciclones e inundaciones, afectarán las redes de transporte: 60 por ciento de la red en Jamaica, 50 por ciento en Haití, 35 por ciento en la República Dominicana y 25 por ciento en Bolivia son vulnerables. El costo total de todas estas perturbaciones en la infraestructura —energía, transporte y agua— como porcentaje del PIB es de casi 1 por ciento al año en la mayoría de los países, aunque podría llegar a 2 por ciento en la República Dominicana y 3 por ciento en Panamá. Estas cifras son importantes si se las compara con la inversión anual promedio en infraestructura, que es de aproximadamente 1,5 por ciento del PIB. De manera importante, sin acciones preventivas la agricultura probablemente se vea duramente afectada, con una reducción en los rendimientos de los cultivos en casi todos los países a excepción de Uruguay y en menor medida Chile. Asimismo, la red eléctrica de la región depende fuertemente de la energía hidroeléctrica. El cambio climático está modificando los ciclos hidrológicos, haciendo que la precipitación sea más variable y menos predecible, afectando la estabilidad general del sistema de generación de energía. Por último, la adopción paulatina por parte de la UE de los Mecanismos de Ajuste en Frontera de las Emisiones de Carbono (CBAM, por sus siglas en inglés), que impondrían un arancel sobre los bienes intensivos en carbono o que tengan otros efectos perjudiciales para el medio ambiente, podría frenar las exportaciones de la región.
Reducir las emisiones impondrá costos importantes en algunos sectores. Durante la Conferencia sobre el Cambio Climático, muchos gobiernos de ALC se comprometieron a reducir sus emisiones de carbono, prometiendo eliminar el uso de carbón y reducir la deforestación para el año 2030. Queda claro que alcanzar estos objetivos requerirá de cambios significativos en la manera en que la región hace negocios, algunos de los cuales limitarán forzosamente el crecimiento de ciertos sectores. A largo plazo, la producción de petróleo disminuirá y el sector probablemente se convierta en un “activo varado”. Reducir la deforestación implica inevitablemente un freno a la expansión de la frontera agrícola (aunque no necesariamente de la producción) y a la silvicultura y minería no sostenibles. Bajo las actuales técnicas de producción, una reducción de las emisiones de metano derivadas de la ganadería pareciera requerir de una reducción en la cantidad de ganado. Si bien las industrias del acero, cemento y demás industrias manufactureras de la región contribuyen relativamente menos al cambio climático, estas disponen de pocos métodos sencillos para reducir las emisiones de carbono; esto supone que, en el corto plazo, los impuestos sobre el carbono reducirán la producción y elevarán los precios. Visto a través del lente de las tecnologías vigentes, dichas políticas restrictivas supondrán costos y probablemente enfrenten resistencia política.
Estos costos, sin embargo, pueden ser mitigados mejorando la capacidad de la región de identificar y adoptar tecnologías nuevas y más verdes. Un mensaje central de este informe es que la mitigación y la adaptación al clima deben ser vistas como asuntos de adopción e innovación tecnológica que colocan a esta agenda precisamente en el nexo con el crecimiento en general. Las nuevas tecnologías de gestión de ganado derivan en una ganadería con menos emisiones y las nuevas tecnologías agropecuarias mejoran los rendimientos y la productividad de las unidades productivas, aunque para ello la región debe adoptar estas tecnologías. Desafortunadamente, detrás del bajo crecimiento documentado en el Capítulo 1 subyace precisamente el bajo desempeño regional en términos de adopción e innovación tecnológica. Esta “agenda del conocimiento” o de la “innovación” debe ser el foco de los debates en torno al crecimiento y las prácticas verdes; mientras tanto, las posibles sinergias en términos de políticas de estas dos agendas son enormes.
Aun así, ALC posee una tremenda “ventaja comparativa verde” que le brinda la oportunidad de generar nuevas industrias y exportaciones. La región ostenta una de las redes eléctricas más verdes y una de las economías menos intensivas en carbono del mundo. Esto significa que en muchos casos sus productos podrían cumplir los requisitos CBAM con más facilidad e incluso obtener un valor adicional “verde” o de “calidad ambiental” en los mercados internacionales.
ALC tiene un gran potencial para generar energía renovable. Argentina, Chile y México albergan grandes desiertos con la capacidad de instalar parques solares muy productivos, mientras que la subregión patagónica tiene un enorme potencial para la generación de energía eólica terrestre; la región además cuenta con una línea costera interminable apta para parques eólicos marinos. América Central, el Caribe y partes de América del Sur también tienen potencial para la generación de energía geotérmica. La región ha sido capaz de innovar en la incorporación de energía renovable a su matriz energética y cuenta con un mercado floreciente que facilitará su categorización como productor verde.
Su enorme potencial para la generación de energía renovable podría ser un catalizador importante para el desarrollo de hidrógeno verde como fuente de energía alternativa y de potenciales exportaciones.[2] El hidrógeno verde puede entenderse como una forma de “almacenar” la energía renovable intermitente. Eventualmente, este podría ser usado para impulsar barcos, aviones y otros medios de transporte que no pueden ser electrificados fácilmente, así como combustible para industrias como el acero y el cemento, que exhiben el mismo problema. También puede ser un insumo para “fertilizantes verdes”. Varias empresas extranjeras ya están trabajando junto a autoridades chilenas y existe un creciente interés por producir hidrógeno verde en Argentina, Brasil y México. La industria se caracteriza por sus grandes economías de escala, dándole una ventaja a los primeros en promover su producción. Por lo tanto, es probable que su adopción deba ser coordinada junto a otros sectores, especialmente los sistemas de transporte público, que podrían garantizar un mercado en las etapas iniciales.
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Perú y Trinidad y Tobago también cuentan con grandes reservas de gas natural, considerado una fuente de energía de “transición” más limpia que sirve para reemplazar fuentes más contaminantes, como carbón y petróleo, y que también facilita la integración con las energías renovables. Un factor de complicación es que el gas natural a menudo se produce junto con la extracción de petróleo y la viabilidad a largo plazo de la producción de petróleo está en duda. Asimismo, la naturaleza duradera de la nueva infraestructura gasífera significa que no siempre esta es consistente con la necesidad de descarbonizar las economías para el año 2050, y podría resultar en una dependencia del carbono a largo plazo.
La región también está altamente urbanizada, y su densidad posibilita el surgimiento de economías de escala en conservación, descarbonización del transporte urbano, eficiencia energética, gestión de residuos, iniciativas de la economía circular[3] y, de forma más general, genera menores requisitos de infraestructura per cápita.
ALC posiblemente posea una de las mayores reservas del mundo de dos ingredientes clave para las tecnologías verdes: litio, fundamental en la producción de baterías, y cobre. Sesenta por ciento de las reservas mundiales de litio se encuentran en Argentina, Bolivia y Chile. El reto para la región es el de transformar la extracción de estos recursos en clústeres de conocimiento con mayor valor agregado que puedan generar la capacidad doméstica de mantener al sector extractivo en la frontera tecnológica y de sostenibilidad y evolucionar a lo largo de la cadena de suministro hacia industrias subsidiarias como las baterías.
Por último, ALC está dotada de un enorme capital natural —agua dulce, árboles, biodiversidad— que ofrece la posibilidad de nuevas industrias basadas en la ventaja que tiene la región de albergar la mitad de la biodiversidad del mundo, así como extensos bosques que pueden ser la base de una cadena de valor de silvicultura sostenible y de iniciativas de ecoturismo, además de servir como importantes sumideros de carbono. De hecho, la región es tan importante para la trayectoria climática que existe una fuerte presión a nivel mundial para un desarrollo más limitado y sostenible de la cuenca amazónica, el mayor sumidero de carbono del mundo. En principio, los beneficios climáticos de los proyectos de forestación y reforestación pueden ser “exportados” como servicios ambientales mediante la venta de créditos en los mercados voluntarios de carbono.
Políticas complementarias
Aprovechar estas oportunidades verdes requerirá de una combinación de incentivos, instituciones, coordinación e inversiones públicas clave. Una política crucial es dar con los precios adecuados, cerciorándose de que incluyan los costos ambientales: reformar los subsidios a los combustibles fósiles y establecer impuestos sobre el carbono y esquemas de comercialización de emisiones. Estos pasos permitirán y promoverán la adopción de muchas de las actuales tecnologías bajas en carbono. También es fundamental establecer mecanismos independientes de verificación y trazabilidad creíbles que posibiliten el acceso a ‘primas verdes’ (y eviten los impuestos futuros) para los productos, permitan la exportación de créditos/compensaciones de carbono, y saquen provecho de los crecientes mercados de financiamiento verde.
Es importante reconocer que muchas de las tecnologías de adaptación y mitigación también elevan la productividad. La agricultura climáticamente inteligente, por ejemplo, ayudará a los países a adaptarse a los cambios en los patrones de lluvia a través de un uso más eficiente del agua y un menor uso de fertilizantes (evitando las emisiones), mejorando de esta manera la productividad de los productores. Los gobiernos pueden acelerar la adopción de tecnologías que promuevan el crecimiento mientras se adaptan y mitigan el cambio climático, atenuando la incertidumbre a través de compromisos en términos de política, diseñando planes a largo plazo creíbles, realizando inversiones complementarias y utilizando mecanismos de reducción del riesgo para disminuir los riesgos percibidos y los costos de financiamiento.
En última instancia, existe una complementariedad básica entre la agenda de la innovación y la agenda del crecimiento verde. Los requisitos para la adopción de tecnologías bajas en carbono son similares a la adopción de cualquier otra tecnología. Adaptarlas al contexto local requiere de talento en ingeniería, investigación y desarrollo (I+D) y capacidad inventiva. Al no invertir en estas capacidades en el pasado, ALC no fue capaz de explotar las oportunidades para crecer y diversificarse. Por lo tanto, desarrollar la capacidad de innovar —invirtiendo en el capital humano, físico e institucional necesario— es crucial para aprovechar las oportunidades de crecimiento verde y asegurar una transición fluida hacia una economía baja en carbono.
Perspectivas de crecimiento para la región
Referencias
Banco Mundial (2021). Recobrar el crecimiento: Reconstruyendo economías dinámicas pos-COVID-19 con restricciones presupuestarias. Informe semestral de ALC (octubre). Washington, DC: Banco Mundial.
[1] La inflación general incluye los precios de la energía y alimentos. La inflación núcleo no.
[2] El hidrógeno verde se define como aquel que se produce mediante la fisión del agua en hidrógeno y oxígeno a través de electricidad renovable. El hidrógeno tiene una variedad de usos, desde el transporte no electrificable hasta fertilizantes. También se produce hidrógeno “gris” o “azul” mediante procesos que emiten carbono (gas natural), con diferentes grados de captura de carbono.
[3] La economía circular se refiere a una economía que incorpora procesos industriales y actividades económicas restauradoras o regenerativas por designio, permitiendo que los recursos utilizados para la producción de artículos finales conserven el mayor valor durante el mayor tiempo posible, y que busca eliminar los residuos. Una economía circular reduce el uso de materiales, los rediseña para utilizar insumos de forma menos intensiva y recupera los “residuos” como un recurso para fabricar nuevos materiales y productos.