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Alejandro Hernández

Moisés Naím: “Cada vez que Maduro abre la boca, hay un estallido de necrofilia política”

Alejandro Hernández

“El comentario de ‘los problemas de Venezuela se resuelven en Venezuela y por los venezolanos’ suena bien como una declaración diplomática, pero es un absurdo desde el punto de vista de la realidad práctica”, palabras de Moisés Naím en conversación con La Gran Aldea. El escritor aborda varios temas que van desde la fragilidad de la democracia en el mundo, hasta el conflicto entre Ucrania y Putin, pasando por lo que significa el populismo hoy para Occidente. Su último libro, “La revancha de los poderosos”, muestra con la agudeza que lo caracteriza cómo los autócratas, en pleno siglo 21, conquistan el poder y dinamitan los cimientos de la democracia.

Afirma que Venezuela no es Cuba, es peor, porque, entre otras cosas, somos un país fragmentado, donde cada retazo tiene como líder un narcotraficante, o un capo, o un general torcido o un guerrillero. Además, las tres conexiones que tiene Venezuela con el resto del mundo son unas pocas ventas de petróleo, los refugiados y las drogas, además de alianzas con países como Irán, Turquía, Siria y Cuba. De esta forma Moisés Naím aborda la situación actual de la nación al analizarla en el contexto de la política global y de la alta complejidad del entorno, tal como lo ha venido reflejando en sus libros y artículos de opinión.

Para el miembro del Carnegie Endowment for International Peace y conductor del programa “Efecto Naím” decir que los problemas de Venezuela se resuelven en Venezuela y por los venezolanos es un absurdo. Esto es desafiante porque “la gente está harta de oír de Venezuela fuera de Venezuela” debido a que “siempre es más de lo mismo”.

A su juicio, en el mundo hay problemas muy grandes y líderes muy pequeños, con el agravante de que muchos abrazan la antipolítica, que es un caldo de cultivo para los “héroes” de las tres P: populismo, posverdad y polarización.

En cuanto a la coyuntura bélica que sacude al mundo, afirma que Vladimir Putin tiene a Ucrania bajo ataque “porque teme que los rusos se quieran parecer a los ucranianos”.

-¿Qué lo llevó a escribir “La revancha de los poderosos” y qué relación tiene con “El fin del poder”?

-En el 2013 publiqué El fin del poder, cuya tesis es que en el siglo XXI el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder; y que eso estaba ocurriendo en todos los países y en todas las actividades. El debilitamiento del poder era la columna vertebral del texto; razón por la examinamos cuáles eran las fuerzas centrífugas que lo estaban fragmentando. Nueve años después salgo con La revancha de los poderosos, que profundiza en las fuerzas centrípetas que concentran el poder. Esencialmente muestra que ambas coexisten y siempre coexistieron. La interacción, combinación y choque entre ambas fuerzas explica mucho de las convulsiones que vemos en el mundo de hoy.

-¿Qué es un autócrata “tres P”?

-Las tres P son el populismo, la posverdad y la polarización. El populismo siempre ha existido y es la tesis de divide y vencerás, la idea de que mientras fragmentes a la sociedad y a tus rivales, te puedes quedar en el poder mucho tiempo. El populismo es, con frecuencia, confundido con una ideología, pero eso es un error, solo es una serie de tretas, estrategias y trucos para obtener el poder. Eso se ayuda con la polarización. Hoy en día hay una polarización buena y una mala. La buena es donde grupos ideológicamente diferentes chocan entre sí, pero al final hay un resultado democrático. La mala es aquella en la cual la división de la sociedad es tan profunda, que se hace imposible gobernar; aquí los protagonistas no les conceden a sus rivales el derecho a existir, ni a ocupar un espacio político. Toda esa polarización es amplificada por las nuevas maneras de distribuir discordia, como las redes sociales; y a esto lo llamamos posverdad, que históricamente conocíamos con el nombre de propaganda. Entonces, lo que pasa con estas tres P es que se entrelazan y están al servicio de mantener en el poder a quien ya lo tiene o a quién lo alcanzó con métodos poco éticos.

-¿Cómo hacer para que estos países del tercer mundo, tan débiles institucionalmente, no sigan siendo el terreno idóneo para estos autócratas “tres P”?

-Pero es que, lamentablemente, ha ocurrido que países que pensábamos tenían sistemas políticos consolidados, han demostrado ser muy vulnerables. El mejor ejemplo es Estados Unidos, que fue gobernado durante cuatro años por Donald Trump; y ahora todos los días aparece un artículo en el cual se pronostica el fin de la democracia. ¿Quién iba a imaginar que eso podría ocurrir? Nosotros, los venezolanos, hemos sido muy sensibles en evaluar la conducta de Trump, sin embargo, esa película ya la vimos, pero en español e interpretada por Hugo Chávez. Lo que intento decir es que no hay una fórmula mágica para que las naciones sean inmunes a los abusos autocráticos. La única esperanza, y es el propósito de mi libro, es dar una campanada de que estas cosas están sucediendo y que muchas veces se generan de manera opaca, furtiva e invisible, pero poco a poco van minando la democracia desde adentro.

-¿Las sociedades occidentales no estarán menospreciando y subestimando la importancia que tiene la democracia?

-Yo comparto eso; y he escrito que en el mundo hay problemas muy grandes y líderes muy pequeños. Pero más importante aún, creo yo, es que el mundo también tiene una complicación con los seguidores, porque muchos son desinteresados, desinformados, ingenuos, simplistas y por eso abrazan la antipolítica, que es un caldo de cultivo para los “héroes” de las tres P; que simplemente les venden verdades que son mentiras, los engañan con promesas que claramente no van a ser cumplidas. Todo esto potenciado por las redes sociales, las tecnologías y toda la manipulación que hay en los medios de comunicación en estos tiempos.

Es muy alarmante.

-En “La revancha de los poderosos” hizo un paralelismo entre Hugo Chávez y Silvio Berlusconi, precisamente hablando del tema de los fans, la fama y la política. ¿Por qué esos dos personajes?

-Berlusconi fue el primero en entender que la relación con sus seguidores tenía que parecerse más a la que tiene una afición importante con su equipo de fútbol, o a la de un gran cantante o artista, donde hay una relación de cercanía e identificación con esa persona. Él captó muy temprano la importancia del uso del entretenimiento en la política, es decir, la política como diversión. Otra cosa que entendió rápidamente fue cómo hacer cambios legales o burocráticos sustanciales, de manera furtiva, sin que se vieran claramente. Para todo esto es fundamental la presencia en los medios de comunicación, meterse todos los días en las casas de los ciudadanos; eso lo hicieron sistemáticamente Berlusconi y Hugo Chávez. Después, la misma estrategia fue seguida, a su manera y con las redes sociales, por Donald Trump. Entonces, la lista de similitudes entre Silvio Berlusconi, Chávez y Trump es muy reveladora; porque, a pesar de que no podrían ser más diferentes en su origen, ideología, y forma de actuar; fueron pasmosamente idénticos en la manera de utilizar las tres P.

-En el libro usted explica que en la actualidad hay que librar dos batallas narrativas muy importantes, una contra la mentira y la otra contra los relatos iliberales, ¿por qué los liderazgos que hacen frente a estos autócratas “tres P” tienden a fallar en el discurso y la comunicación?

-No hay duda de que en la guerra narrativa, Occidente, las teorías liberales y la democracia están siendo menos eficaces que las mentiras y propaganda de los autócratas, por eso el relato, en estos momentos, lo están ganando las ideas iliberales o de tendencia autoritaria. El número de países que hoy en día son autocracias o democracias defectuosas ha aumentado, razón por la cual cada vez son más frecuentes los estudios que confirman que la tendencia es a la desaparición de las democracias y a la aparición de mucho autoritarismo o de sistemas híbridos. Eso tiene que ver con la narrativa, pero no basta con mejorarla, también hay que optimizar el desempeño de las democracias, trabajar en resolver los defectos que tienen y que las hacen tan vulnerable a los ataques de los tres P.

-Otro aspecto importante de “La revancha de los poderosos” es el punto de inflexión que representan las autocracias convertidas en una nueva normalidad o parte del paisaje. ¿Esa “normalización” no fue lo que pasó con Cuba y es lo que está pasando con Venezuela y el régimen de Maduro?

-No, no lo creo. Lo que está sucediendo en Venezuela no es la normalización de algo sostenible; estamos hablando de un país donde el 20% de la población se fue casi caminando al exterior, para escapar al infierno que representa el régimen de Maduro. Sí, hay una cierta normalización, es por los bodegones, la dolarización, la victoria de la oposición en Barinas; todo eso es utilizado para decir, “bueno, terminó todo lo peor y ya comienza la recuperación”. Pero, los bodegones son a la economía, lo que la victoria de Barinas fue a la política. Es decir, pensar que de los bodegones vas a sacar una economía y que de la victoria en Barinas vas a desplazar al régimen criminal, que si se deja el poder van presos, es un salto que no se justifica. Venezuela no es Cuba, es peor, porque, además, somos un país fragmentado, una colcha de retazos, donde cada retazo tiene como líder un narcotraficante, o un capo, o un general torcido, o a unos guerrilleros del ELN o las FARC. Somos un país internamente desintegrado e internacionalmente aislado. Las conexiones más importantes que tiene Venezuela con el resto del mundo hoy son unas pocas ventas de petróleo, los refugiados y las drogas. Esos son los tres puntos de contacto o canales de transmisión que hay entre nuestra nación y el mundo.

-¿Cómo evalúa el desafío de Vladímir Putin a Europa y Estados Unidos?

-A lo que Vladímir Putin le tiene miedo, es a que Ucrania se le vaya a Europa, que los jóvenes ucranianos adopten el estilo, preferencias y valores europeos. Él los quiere rusos, para tenerlos bajo control. Y eso lo necesita para mantener la realidad política que hoy existe su país. Él tiene a Ucrania bajo ataque, porque teme que los rusos se quieran parecer a los ucranianos, puesto que los ucranianos han dado todo tipo de muestras de que ellos con quien se quieren abrazar e integrar es con la Unión Europea. Los jóvenes rusos no quieren ir a trabajar o de vacaciones a San Petersburgo, Siberia o Moscú; ellos quieren ir a Londres, París, Italia y Suiza. Para Putin una Ucrania exitosa es muy amenazante y por eso busca un escenario bélico que la deje diezmada y la convierta en un país fallido. Él quiere una narrativa que se concentre en los refugiados y desplazados; para con eso evitar una historia de éxito que pueda inspirar un cambio en Rusia, cosa a la que Putin, por supuesto, le aterra.

-¿Cómo quedan Venezuela y Colombia en ese contexto?

-Yo creo que eso es muy, muy limitado. Pensar que tendrán un rol en este asunto tan delicado, es creerse más importante de lo que son dentro de las dinámicas mundiales. Sé que hay comentarios, declaraciones y amagues de acciones, pero de manera tangible y concreta, el peso internacional de Venezuela y Colombia no es relevante en esta crisis. Hay que tener mucho cuidado con creer que estos países pesan más en la geopolítica del mundo de lo que realmente pesan.

-¿Por qué en América Latina somos tan proclives al militarismo y el populismo?

-La necrofilia política es la respuesta. Lamentablemente América Latina tiene una gran propensión a ella. Hay una versión política de la necrofilia, que es la atracción irresistible por políticas fracasadas, o por formas de actuar que han sido utilizadas en el mismo país, pero en otros periodos, y han terminado en catástrofe. Es la fascinación por ideas muertas, ideas que no funcionan y que han sido probadas en muchas oportunidades y siempre dan el mismo resultado: miseria, corrupción, desigualdad y pobreza. Esa adoración por malas ideas que suenan tan bien, son tan seductoras y tan promisorias, pero que realmente son una trampa, es lo que estamos viendo en la campaña presidencial de Colombia; en las insólitas declaraciones del nuevo presidente de Perú; en la señora Cristina Kirchner en Argentina y, por supuesto, en Nicolás Maduro, cada vez que abre la boca hay un estallido de necrofilia política.

-En una de sus recientes conferencias, explicó que es mentira o demagogia decir que los venezolanos tenemos que solventar nuestros problemas por nosotros mismos. Pero lo que se dice desde las tribunas internacionales es que la crisis debe resolverse dentro de Venezuela y por sus propios ciudadanos. ¿Por qué se insiste en esta teoría?

-Porque ya hay una fatiga a Venezuela. Todos los líderes extranjeros que se meten a tratar de resolver las cosas salen con las tablas en la cabeza. Y la gente está harta de oír de Venezuela fuera de Venezuela, porque nunca hay buenas noticias, porque siempre es más de lo mismo, porque es un Gobierno abusador, dictatorial, torturador y maligno; que se enfrenta a una oposición miope, maltratada, fragmentada y peleada entre sí, con vanidades y personalismos que le impiden actuar concertadamente. Debemos entender que la lista de eventos que sacuden a nuestra nación produce ansiedad y frustración. La segunda parte es que Venezuela está en manos de fuerzas internacionales que la han ocupado y la están saqueando; comenzando por los cubanos. Por esta razón, es mucho pedirle a una oposición tan débil, como la que tenemos, que sea ella y que sean los ciudadanos los que lo resuelvan; cuándo es obvio que están desafiando a países muy importantes y a regímenes muy sofisticados en el uso de la represión. Los aliados de Maduro son Irán, Turquía, Siria, Cuba, etcétera. El comentario de “los problemas de Venezuela se resuelven en Venezuela y por los venezolanos”, suena bien como una declaración diplomática, pero es un absurdo desde el punto de vista de la realidad práctica.

-Años atrás en su libro “Ilícito” y ahora en “La revancha de los poderosos” estudió el tema de las mafias en el poder político. ¿Qué valoración hace de Venezuela en este sentido?

-Una de las cinco batallas que hay que ganar para lograr que sobrevivan nuestras democracias es la lucha contra los gobiernos criminalizados. Estos no son gobiernos corruptos, no son gobiernos cleptócratas, son mucho más que eso. Esto es un Estado que utiliza las técnicas y formas de actuar del crimen organizado, para apoyar su poder dentro y fuera del país. Donde el crimen organizado internacional se convierte en un instrumento de política tanto adentro como afuera. Venezuela es un Estado criminalizado y los jefes de eso están en el Palacio presidencial. Es decir, es gobierno transformado en una estructura de crimen organizado para mantenerse en el poder.

La Gran Aldea

https://www.lagranaldea.com/2022/03/02/moises-naim-cada-vez-que-maduro-a...

Francisco Suniaga: lo que padecemos ocurre cuando los militares participan en política (Entrevista)

Alejandro Hernández

El escritor Francisco Suniaga considera necesario dar un debate sobre el papel que deben jugar los militares en la democracia venezolana, algo que nunca se hizo. También cree imprescindible que los opositores se mantengan cohesionados hasta salir de Maduro

Francisco Suniaga, margariteño de nacimiento, sigue apegado a su terruño y desde allí escribe “buscándole una explicación a este país loco”. Ese es el escenario de algunas de sus obras, como La otra isla, que ya suma 15 años de su primera edición. Es, igualmente, la tierra donde vive a diario el deterioro y la destrucción de Venezuela. Cree que no podemos seguir pagando el precio de la intervención de los militares en la política para dictar su rumbo, y está convencido de que a este país hay que rehacerlo desde sus cimientos. “¡Hay que regenerar todo!”.

-¿Cómo está Margarita?

-La combinación de pandemia con ‘pandemio’, como llamo yo a Nicolás Maduro, ha sido terrible. Margarita nunca había vivido peor época, quizá antes de que apareciera el petróleo, cuando era una tierra muy dura y con muchísima pobreza, creo que hoy estamos en esa misma situación. Es decir, aquí llega el agua cada cinco semanas, la gente carga pipotes a mano limpia como ocurría antes de la construcción del acueducto submarino en 1960; tampoco hay luz, porque tenemos un racionamiento rotario de cinco horas diarias; con respecto a la gasolina, los margariteños pasamos dos meses sin poder echar combustible; no hay gas doméstico y de paso, el comercio y la actividad turística en la Isla están por el suelo. Nosotros estamos padeciendo esta otra pandemia, por eso tenemos que estructurar nuestra vida en torno a eso y tratar de sobrevivir. En el ámbito de la solidaridad que debe tener la sociedad consigo misma, nosotros hemos fallado estrepitosamente, razón por la cual nuestra pensión de jubilación es menos de un dólar al mes y la seguridad social de los padres venezolanos son literalmente los hijos, que están trabajando en el exterior. Los profesionales sexagenarios como yo, estamos arruinados, ¡quebramos!

-En su condición de víctima e intelectual, ¿cuál es su análisis del país hoy?

-Para hablar en términos médicos, a Venezuela hay que hacerle una autopsia, porque ya no se trata de curar al paciente, sino de ver de qué se murió. La crisis es de todos los órdenes, en nuestro país se destruyó una institucionalidad que se venía formando desde el siglo XVI; y estamos en una situación muy precaria, muestra de ello es la polémica Ley Antibloqueo, con ella Nicolás Maduro asume finalmente su rol de déspota totalitario y ha ascendido, en términos funcionales, a lo que Fidel Castro era en Cuba: La institucionalidad de la isla. El cuerpo de Fidel Castro era el cuerpo institucional de Cuba; y eso es lo que Maduro con este artilugio intenta conseguir. Pero eso no tiene que ser visto necesariamente como una señal de fortaleza, también puede significar que llegó a un punto donde su base de sustentación es él y sólo él.

-¿Cómo evalúa el desempeño de la oposición en los últimos meses?

-Un cambio político en Venezuela no será posible si en el ámbito de la oposición no ocurren rectificaciones actitudinales importantes. El talante democrático de los opositores no termina de manifestarse, es decir, si sentáramos en una mesa a Juan Guaidó y Henrique Capriles para que escriban qué elementos los diferencian, no encontraríamos mayores divergencias, porque lo que hay entre ellos es simple y sencillamente una competencia por liderar; no meto a María Corina Machado, porque yo no le doy el estatus de líder que lo otorgan los medios de comunicación. Aquí todos los actores deben entender que, por una serie de circunstancias, la responsabilidad de conducir en este momento recayó sobre Guaidó y que así sea verdad que no lo merecía, que no tiene experiencia, que Leopoldo López lo gobierna y que posee otra serie de deficiencias; también es cierto que es él quien tiene un reconocimiento institucional que llevaría mucho tiempo reconstruir. Por tanto, lo que les corresponde a todos los opositores es estar cohesionados hasta salir de Maduro, pero mientras no lo estén, yo no le veo fin a esto; porque, aunque el régimen se desmorone, no habrá cómo establecer su sustitución.

-¿A qué atribuye la imposibilidad para lograr esa necesaria cohesión dentro de la oposición?

-Mientras no haya un proceso de democratización de la oposición para definir el liderazgo, no vamos a poder avanzar. Repito, si la desunión continúa, aunque el régimen se desmorone, la dirigencia opositora no va a poder gobernar el país, por falta de un plan y una visión compartida, porque por ahí pasa todo… Leopoldo López no podrá ser el líder de la oposición si no lo demuestra de manera democrática; y la única forma de hacer eso es con unas elecciones primarias, porque en Venezuela no hay institucionalidad para hacerlo de una forma diferente. Por ejemplo, María Corina Machado, Diego Arria y Antonio Ledezma, entre los tres, no sumaron dos puntos en la última competición interna que hubo, por tanto, no creo que vayan a ser ellos los que nos van a representar en el futuro.

-¿Considera que la oposición tiene carencias en su discurso?

-Claro que lo pienso, el estamento político actual carece de solidez intelectual, ellos se leen el periódico del día, pero más allá de eso no se han leído nada, no tienen esa visión que te proyecta hacia el futuro, ni tampoco conocimiento del pasado, para poder entender el comportamiento de la gente y que Venezuela va más allá de la presencia física de algunos. Nuestra dirigencia tiene carencia de información, lectura, reflexión, ideología y filosofía; desde hace mucho tiempo, pero ahora más, por eso no puedes comparar a Rómulo Betancourt con ninguno de los políticos actuales.

-¿Cree que esa falta de solidez en el discurso ha influido en la generación de expectativas inviables?

-Detrás del éxodo de cinco millones de venezolanos, lo que hay es la intuición o el convencimiento de que la situación no va a mejorar. Y la renuncia a participar en elecciones es una muestra de que las expectativas son muy bajas, porque reflejan que la gente no concibe que con su simple voto las cosas puedan cambiar. Eso hace que algunos pongan su aspiración en los marines, cosa que es utópica. El problema cuando un dirigente no tiene planes, propuestas o soluciones posibles para un conflicto, es que recurre a estos delirios y se los transmite a la población. El resultado de esto es que luego de decepcionarse, la gente ve como única salida irse de Venezuela.

-Hablando de delirios, en su novela El pasajero de Truman usted aborda el singular episodio de Diógenes Escalante cuando estaba a punto de convertirse en presidente, pero en Venezuela hemos tenido políticos como Hugo Chávez que enloquecen con el poder y ha sido peor…

-Cuando Gumersindo Rodríguez leyó El pasajero de Truman me dijo una ocurrencia que encaja con tu comentario: En Venezuela los tipos que nacieron para ser presidentes, cómo Diógenes Escalante, se volvieron locos y los que nacieron para ser locos se volvieron presidentes. Estaba Chávez en su apogeo, por supuesto. Pero viendo esto desde un punto de vista más amplio, es oportuno decir que en nuestro país, desde hace muchos años, urge revisar el rol que tienen los militares, pero nunca se ha podido hacer. Independientemente del signo que tengan, los militares venezolanos han conspirado y atacado a todos los gobiernos civiles que hemos tenido del siglo XX para acá. Han querido siempre, por la vía de las armas, intervenir en la política y ese debate nunca se ha dado en nuestra sociedad, ¿estos señores pueden seguir haciendo esto eternamente? Yo espero que no. Esto que estamos padeciendo hoy es la más espectacular muestra de lo que ocurre cuando ellos participan en la política. La demostración más contundente de nuestra historia es lo que estamos viviendo, que no ha sido malo, sino malísimo.

-¿Pero ve una salida a la crisis política e institucional del país que no pase por ellos?

-No, no la veo. Ahorita sin el aparato militar no se puede buscar una salida en Venezuela. Esto vale tanto para una invasión, como para una elección, porque si viene una invasión y los militares se oponen, vamos a tener un escenario como el de Siria o Libia; y si son unas elecciones y ellos no las apoyan, ni siquiera se van a poder hacer. Entonces obviamente que sí debe haber una participación de la Fuerza Armada, pero al igual que en 1945 y 1958 los oficiales deben entender que es prioridad iniciar un proceso de modernización democrática del país. Pero no podemos seguir pagando el precio de la intervención de los militares en la política para dictar su rumbo, por eso hay que discutir el papel de ellos. La verdad es que a estas alturas hay que replantear el rol de todos: Políticos, jueces, partidos, etc., porque a este país hay que rehacerlo desde sus cimientos.

-Lo que usted señala es prácticamente una refundación del país.

-Pero por supuesto, si es que está destruido, aquí no hay nada, y después de esta Ley Antibloqueo menos va a haber. ¿Alguien puede creer en los tribunales venezolanos después de esto que ha pasado?, ¿después de que han encarcelado a personas manifiestamente inocentes? Prácticamente hay que reformar hasta la enseñanza del Derecho en las universidades y en el caso de la Academia Militar, igual; porque los militares no sólo no nos están defendiendo, es que nos están aplastando. ¡Hay que regenerar todo!

-Usted una vez contó que participó en la campaña presidencial de Claudio Fermín, ¿ha hablado con él en los últimos tiempos?, ¿Qué le parece su postura política actual?

-Claudio es una persona por la que tuve mucho afecto y admiración, ya no lo tengo. Yo creo que él extravió el rumbo y perdió la brújula; pero la explicación de eso es que se volvió una persona reactiva y se desnaturalizó. Es decir, se alejó de sus ideales, por los que mucha gente lo siguió y votó por él. Eso pasa, la política puede ser destructiva.

-¿No cree que haya incentivos económicos detrás del extravío de Claudio Fermín?

-Eso lo dicen muchos, pero yo no tengo constancia. Es lógico que cuando la gente busque una explicación a lo ocurrido y no la encuentre, entonces piense en la corrupción. Yo, como una muestra final de afecto a Claudio, prefiero pensar que su desvarío es producto de desnaturalizarse en su toma de decisiones políticas.

-¿Usted encuentra similitudes entre Hugo Chávez y Donald Trump?

-La gente que es despótica y autoritaria se parece, la diferencia entre ellos está en las razones que tiene cada uno para serlo. En eso no coinciden. Chávez se alimentaba de mitos y creaba mitos; Trump tiene otras motivaciones y desviaciones; yo creo que él piensa que está en un reality show y se actúa o interpreta a sí mismo.

-¿Está trabajando en alguna novela actualmente?

-Estoy trabajando en una novela cuya acción transcurre en el siglo XIX y como tal, toca nuestro proceso de independencia. Ese es el remanso donde reposo de todo lo que estamos viviendo, porque nunca pensé que iba a estar en esta situación al final de mi vida, cuando ya no puedo cambiar de rumbo ni hacer nada, porque lo hecho, hecho está. Es una novela con la que aspiro participar en el debate de lo que somos como país; y añadir un nuevo segmento al mural que los escritores hemos tratado de construir en estos últimos años, buscándole una explicación a este país loco, que pueda servir a los efectos de una reconstrucción o reorientación.

La Gran Aldea

Entrevista: lagranaldea.com

Padre José Virtuoso:“Es hora de reorganizar el Gobierno interino en función del momento que padece el país”

Alejandro Hernández

Como rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) tiene un pulso muy particular sobre la evolución del acontecer nacional, algo que interpreta y analiza como politólogo y a lo que como sacerdote le da una dimensión social. Este prisma le permite al Padre José Virtuoso darle una mirada crítica al accionar de los distintos actores de la vida nacional y proponer rectificaciones. Precisamente cree que una de las grandes fallas del liderazgo de oposición ha sido la falta de capacidad de enderezar, de leer los signos de los tiempos y entender lo que está pasando por la cabeza de la gente. Reorganización táctica y centrarse en la movilización interna lucen como opciones necesarias cuando, a su juicio, el régimen de Nicolás Maduro cada vez cuenta con menos respaldo popular y su poder, “aunque parezca imbatible, tiene pies de barro”.

¿Cuál es su valoración actual sobre la crisis política e institucional que atraviesa el país y cómo ve los meses por venir?

-Soy de los que sigue apostando para que en Venezuela se logre un Gobierno de transición, que pueda responder en muy breve plazo al drama social y económico que estamos padeciendo. Pero yo hablo de una transición negociada, cuyo impulso venga de la presión internacional y la movilización interna; porque ya ha quedado muy claro que el cambio que todos queremos para nuestro país, no se va a dar por una solución fasttrack, tampoco nos lo van a regalar, ni llegará gratis. La salida que necesitamos requiere de mucho trabajo político y ahí tenemos uno de nuestros principales problemas: En este momento es muy notoria la debilidad que tienen los partidos y la misma sociedad civil, para promover la movilización, la participación y la unidad en torno a la lucha.

¿Cómo se puede contrarrestar esta debilidad en el liderazgo opositor y en los factores que movilizan a la sociedad civil?

-Bueno, eso supone unos partidos muy articulados con su base y una sociedad civil mejor organizada, pero esa capacidad de acción está muy mermada; yo creo que es nuestra principal dificultad para lograr el cambio que necesita el país. Si algo está pasando hoy dentro de la llamada crisis de oposición, es que cada vez estamos alejando más la política de la gente, no es que la gente se está alejando de la política, es que nosotros mismos la estamos espantando; porque ¿dónde están los partidos?, ¿dónde están sus liderazgos de base? Bastante retirados, diría yo. Entonces, hay un trabajo de reorganización interna que se debe hacer y para eso hace falta estrategia y mucha unidad. Para mí la tarea primigenia es establecer mecanismos operativos para hacernos presente en la vida social y económica de la población, lamentablemente se han cometido un conjunto de errores importantes y por eso el régimen cree que está jugando solo en la cancha.

¿Y no es así?, ¿no está el madurismo marcando la pauta y jugando solo?

-Eso es relativo, porque el régimen ha intentado sacar del medio a toda la dirigencia proveniente de la Asamblea Nacional de 2015, también ha ordenado la eliminación de los símbolos y directivas de los partidos clave, y ha buscado sustituir esa oposición por una que le sea más funcional; pero esa estrategia no ha ganado legitimidad en la gente y, por tanto, no ha logrado sustituir a las fuerzas democráticas que lidera Juan Guaidó. Si con estas elecciones parlamentarias Maduro pretende recuperar legitimidad política nacional e internacional, no la va a conseguir. Puede que parezca que están jugando solos, pero eso no les va a dar resultado.

Interpreto, entonces, que usted está en desacuerdo con que la oposición acuda a las parlamentarias que impulsa el chavismo y sus instituciones.

-Estas condiciones no permiten que el voto sea una expresión de la voluntad popular. Sin embargo, todavía no digo que nadie debe participar, porque en el contexto que tenemos en este momento, hay personas muy respetables que ven las elecciones como una oportunidad de movilizar a una sociedad que está desmovilizada. La excusa electoral puede hacer que muchos actores políticos recorran el país y consigan organizarlo. Así se lo están planteando varios liderazgos importantes, creo que Henrique Capriles está fundamentalmente en esa onda y otros miembros de partidos que también merecen todo mi respeto y reconocimiento. Para ellos esta coyuntura es una oportunidad para hacer un trabajo político más de fondo. Quiero insistir en que si no logramos la combinación de la presión interna con la externa, difícilmente vamos a llegar a esta salida que buscamos.

¿Qué evaluación hace sobre el Gobierno interino hoy?

-Pienso que debe redefinirse. La idea del Gobierno interino respondió a la crisis generada por el no reconocimiento nacional e internacional de las elecciones presidenciales de mayo de 2018, debido a que fueron ilegítimas. Por eso apareció esta figura que, ciertamente, ha liderado a la sociedad y la comunidad internacional hacia el cambio en Venezuela; pero en las circunstancias de hoy este mecanismo hay que replantearlo y reorganizarlo, eso debería hacerse en unidad y en función de una nueva estrategia.

¿Por qué la oposición no ha planteado una ruta alternativa al “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, que parece poco realista en las circunstancias actuales?

-A lo mejor voy a ser un poco duro, pero hay un momento en que los medios se convierten en fines, en que las estrategias dejan de ser lo suficientemente estratégicas y somos demasiado testarudos o poco humildes para entender lo que la realidad nos está diciendo. Por eso, muchas veces, no somos capaces de corregir errores que están saltando a la vista. El problema no es pifiar o escoger vías inciertas, porque estas cosas pueden pasar; pero si algo debe tener el genio político es la capacidad de darse cuenta cuando se equivoca, y ser capaces de rectificar. Pero la capacidad de enderezar, de leer los signos de los tiempos y entender lo que está pasando por la cabeza de la gente, me parece que ha sido una de las grandes fallas de nuestro liderazgo de oposición en general. De verdad creo que es hora de revisarse y de reorganizar el Gobierno interino en función del momento actual que padece el país.

Puntualmente, ¿cuáles son esos errores que usted cree que han hecho mella en el liderazgo opositor?

-El abandonar la movilización de la gente y poner todos los huevos en la canasta de la comunidad internacional ha sido un error, ya que por muy importante que sea el respaldo del exterior, si no hay presión interna el apoyo de afuera se queda corto. Otro tema fundamental tiene que ver con no entender que las transiciones complejas requieren tiempo y no son procesos fasttrack. Hay que recordar que, en 2016, cuando esta Asamblea Nacional tomó posesión, la primera promesa fue que Maduro estaba fuera en seis meses, le pusimos fecha y todo. Y así sucesivamente, cada vez que hubo un pico político fue utilizado para anunciar una salida inmediatista y eso nos ha hecho daño, porque la crisis venezolana es tremendamente compleja y no debemos generar falsas expectativas que sólo sirvan para movilizar circunstancialmente, porque eso tiene poca gasolina. Crear esas ilusiones no ayuda en nada. El tercer gran tema es la unidad, lo más cerca que hemos estado de ella fue en 2015, pero sólo estuvo centrada en el tema electoral, que sirvió para ganar las legislativas, sin embargo, luego de eso no continuó su funcionamiento en aspectos más importantes, como construir estrategias conjuntas y establecer rutas de hacia dónde queremos ir. Es decir, la unidad ha estado siempre pegada con saliva de loro; no es programática, ni estratégica para producir grandes acciones, ni planes de largo aliento; ha sido utilizada sólo para aspectos muy pragmáticos, concretos y utilitarios.

¿Esa visión sobre las salidas fasttrack ha influido en que se cometan desaciertos en áreas vitales, como puede ser la militar?

-Sí, creo que en el camino se han dado una serie de pasos vinculados a lo militar que no fueron adecuados y lo que han hecho es profundizar el problema mucho más. El apuro nos ha llevado a cometer errores tácticos muy importantes.

El escritor Alberto José Barrera Tyszka declaró en entrevista a La Gran Aldea que atar el desenlace de la crisis venezolana a la administración del presidente Donald Trump fue un error, ¿usted qué opina?

-Estoy totalmente de acuerdo. El presidente Trump responde a los intereses de Estados Unidos, el presidente de un país responde a la política interna de su nación. Entonces lo que vaya a hacer Trump le conviene a los Estados Unidos y forma parte de su política propia, que eso también pueda ser bueno para nosotros, puede ser que sí o puede ser que no; pero quien tiene que definir qué te conviene a ti, eres tú mismo. Entonces atarse a ese carro y a la política externa de Estados Unidos es muy complejo y problemático. Yo entiendo por qué se ha hecho, y es que en una situación de debilidad interna buscarse un aliado poderoso es muy importante, sin embargo, no se ha conjugado suficiente que somos nosotros los que tenemos que buscar cómo nos ayudan los de afuera, y no que los de afuera se terminen convirtiendo, por la vía de los hechos, en los grandes decisores de nuestra política.

¿Ese rol que han tomado los de afuera pudiera ser consecuencia de las carencias del liderazgo interno?

-Claro, esto pasó por la manera de concebir y conceptualizar el cambio político que ha tenido el liderazgo opositor. Si yo me estoy enfrentado a un gigante y yo soy débil, está muy bien que me busque a un aliado poderoso; el problema es que en esa alianza a veces priva una manera de entender el desenlace, que termina generando más problemas que ayudas.

¿Cuál es su lectura del chavismo en este momento?

-Yo veo al chavismo muy mal, Maduro está cometiendo muchísimos errores y decidido a mantenerse en el poder a como dé lugar; razón por la cual cada vez es más dependiente de una élite muy reducida y básicamente militar. Este es un régimen que pasó de ser cívico-militar a militar-cívico, aunado a eso está el peso de sus alianzas internacionales y el lugar que empiezan a ocupar Irán, China, Rusia y por supuesto Cuba, que se han convertido en determinantes de su accionar. Maduro ha intentado cubrir su debilidad con la Fuerza Armada y con sus aliados en el exterior; su sostenimiento está basado en estos dos factores, por eso hace caso omiso a lo que está pasando con la sociedad venezolana, es decir, es un gobierno que prescinde de la suerte de la gente, pues siente que ese descontento lo puede acallar por la vía de la represión y del control social. Por eso cada vez cuenta con menos respaldo popular y su poder, aunque parezca imbatible, tiene pies de barro, a mi manera de ver.

A propósito de la reciente visita al país de la delegación de Noruega, ¿por qué ninguno de los procesos de diálogo que ha intentado la oposición con el chavismo ha resultado?

-Porque hay empeño por parte del régimen de pensar que puede superar esta crisis y estabilizarse, apoyado en los dos pilares que te dije antes: la Fuerza Armada y sus aliados internacionales. Por eso la apuesta es deslastrarse de la oposición formal y construir una a su medida, para terminar de copar el Estado y lograr un dominio total de la sociedad venezolana. La razón por la que ningún proceso de negociación ha sido posible hasta ahora, es porque no lo asumen, con seriedad, cómo un camino. Pero al madurismo cada vez le cuesta más mantenerse en pie, aunque siga ahí. Es como atravesar un mar rabioso con una lanchita, tú intentarás soportar y pelear un rato, pero en cualquier momento puedes zozobrar.

Siendo el panorama tan complejo, ¿qué puede hacer la sociedad para no perder la esperanza?

-La única forma de no caer en la trampa de la desmoralización que nos hace pasivos y nos arrincona, es con el rescate de la lucha, de la organización y de la exigencia de nuestros derechos. En este primer semestre de 2020 se registraron 4 mil 500 protestas en todo el país, hay que ver lo que eso significa en un contexto de pandemia, censura, aislamiento, control social y represión; eso indica que la gente que sigue peleando por sus condiciones básicas de vida. Es decir, la gran mayoría del país quiere un cambio de gobierno y sabe que debe dar su contribución para ello. Hay que convertir ese descontento en acción y movilización, en la medida en que eso ocurra mantendremos viva la llama de la esperanza.

¿Cómo está nuestra querida Universidad Católica Andrés Bello?

-Esta universidad sigue siendo un espacio de lucha, discusión, foros e intercambios. Seguimos atentos a la vida de nuestras comunidades, estamos en pie de lucha, porque creemos que esa es nuestra misión y nuestra tarea.

28 de julio 2020

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2020/07/28/es-hora-de-reorganizar-el-gobierno-in...

Miguel Ángel Santos: “Entre el 80% y 90% del deterioro que padece Venezuela se había producido antes de las sanciones”

Alejandro Hernández

Para el director de Investigación Aplicada del Harvard Growth Lab, Miguel Ángel Santos, “si hay una transición en el país y los encargados de liderarla entienden lo que nos pasó y se mueven a buscar financiamiento internacional, promover una reestructuración de la deuda y abrir el petróleo para el sector privado internacional, se va a generar un contexto de país que permitirá una recuperación muy acelerada”. Y ratifica que “el cambio en la sensación de bienestar, estoy seguro, va a generar muchísima esperanza”.

Venezuela no tienen ningún motivo para estar atravesando las penurias que padece y que es consecuencia de una élite política que se quiso perpetuar en el poder a costa de todos los venezolanos, sostiene el economista Miguel Ángel Santos, quien actualmente dirige el Growth Lab del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.

En cuanto al debate acerca de las sanciones internacionales y su impacto en el país, afirma que el efecto económico de estas medidas en relación a la catástrofe que engendró el chavismo es relativamente marginal. Queda claro, a su juicio, que el país requiere regresar a la especialización y necesita servidores comprometidos, que no tengan conflictos de intereses”.

-Usted ha dicho que en sistemas autoritarios las crisis económicas no generan cambios de gobierno, pero ¿por qué en Venezuela no hay conexión entre la protesta política y la social?

Cuando empezó la hiperinflación en Venezuela, en noviembre de 2017, Douglas Barrios (economista venezolano) y yo hicimos una investigación que titulamos Hiperinflación y cambios políticos: Democracia, transiciones en el poder y resultados económicos, que luego salió publicada en el libro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, “Inflación alta e hiperinflación”. Allí documentamos tres hechos fundamentales que resultan relativamente contraintuitivos.

En primer lugar, que las hiperinflaciones que ocurren en contextos autoritarios tienden a ser más intensas y más prolongadas que cuando ocurren en contextos democráticos. En segundo lugar, que la hiperinflación no traía consigo un “bono democrático”. Los países que padecen estas crisis tienen una baja probabilidad de ver su democracia fortalecida una vez que ésta pasa. Por último, las hiperinflaciones cuando ocurren en contextos autoritarios no suelen conducir a transiciones políticas o cambios en el poder.

-El caso venezolano parece no ser la excepción.

En el caso de Venezuela, cuando llega el colapso económico la mayoría de los controles institucionales, los balances y mecanismos de rendición de cuentas ya habían sido desmontados. De allí que el país no encuentre cómo producir una transición, a pesar del desplome de su economía, y de la aceleración de la pobreza. Muchos terminaron por votar con los pies, y provocaron el mayor movimiento migratorio que se haya producido en la historia de América Latina. Eso es consecuencia de más de 15 años de desmontaje sostenido de todos los mecanismos de mercado. En 2013 se cerraron las fuentes de financiamiento, cayeron los precios del crudo y el país descubrió que el boom de consumo que había disfrutado entre 2004-2012 era una ilusión basada en importaciones, financiado con el boom petrolero y la deuda. En paralelo, en medio del rumbón, se desmontó el Estado. Durante la bonanza la ciudadanía decidió mirar a otra parte, y cuando se advertía sobre la catástrofe que se estaba gestando la gente te miraba como al que se aparece con la cuenta en la Última Cena.

-¿Qué impacto tendrá el Covid-19 en la ya depauperada economía de nuestro país y cómo terminará el 2020 para quienes hacen vida en Venezuela?

Antes del Covid-19, Venezuela tenía su sistema de salud colapsado y su economía había perdido dos tercios de su tamaño en los últimos cinco años, según las estadísticas del propio Banco Central. A ese panorama, súmale los efectos de la pandemia. Nuestro país no tiene capacidad asistencial para hacerle frente a esta crisis, y Nicolás Maduro no tiene ninguna posibilidad de solicitar financiamiento. Tenemos una deuda en default, que es equivalente a más de cinco veces nuestras exportaciones. Eso nos hace el país más endeudado del mundo. En cualquier caso, el régimen no tiene ninguna capacidad para implementar y administrar programas sociales orientados a aliviar a la población más vulnerable. En 2020 tendremos otra caída económica de entre 20% y 25%, según las proyecciones. El nivel de la actividad comercial es miserable, y la paralización de lo poco que queda va a tener consecuencias devastadoras para la gente.

-¿Cree que la oposición ha tenido una buena interpretación y, en consecuencia, un discurso de la crisis económica que padece el país?

Cuando hablamos del sistema político opositor encontramos una variedad de actores, entre los cuales están quienes comprenden perfectamente lo que nos ha sucedido y también quienes creen que el chavismo fue simplemente un problema de mala administración. En donde se observan las diferencias más graves, es en lo que debemos hacer para salir adelante. Hay muchos aspectos en donde se han desarrollado ciertos consensos a lo largo de estos años, pero hay disidencias en algunos puntos básicos muy álgidos, que son parte de los fundamentos que debemos cambiar si queremos tener una economía productiva, capaz de generar crecimiento inclusivo y crear empleos.

-¿A qué atribuye estás disidencias?

Lamentablemente, en una movida a la que en medio de la euforia se le prestó muy poca atención, el chavismo acabó con el financiamiento a los partidos políticos. A continuación, fue asfixiando a quienes, desde el sector privado, los apoyaban económicamente y luego declaró traidores a la patria a los que recibían algún tipo de financiamiento desde el exterior. Esta estrategia dejó a los partidos exangües, en una posición muy vulnerable. Las organizaciones políticas se hicieron cada vez más pequeñas, limitadas y, más dependientes de las pocas empresas que se mantienen vivas dentro de los lineamientos del régimen o de los nuevos ricos manufacturados por el chavismo a lo largo de los años 2000. Esta realidad puede ser la base de esa renuencia a cambiar el statu quo en muchas áreas de la política económica, que uno observa en ciertos sectores. Algunos creen que ahora se trata de hacer algunos cambios aquí y allá, alguna que otra modificación cosmética. Así no se rebota del colapso económico más grande que se haya visto en América Latina, así lo que van a conseguir es estabilizar la miseria.

-¿Cuánto han influido las sanciones en este colapso que describe?

Antes de analizar el impacto de las sanciones, primero hay que tener claro qué país teníamos cuando se implementaron. Por ejemplo, Dany Bahar, José Ramón Morales, Sebastián Bustos y yo, realizamos una investigación para Brookings Institute, donde demostrábamos, entre otras cosas, que al cierre de 2018, cuando todavía no habían entrado en vigor las medidas más relevantes, las importaciones de medicamentos habían caído 96% en relación con 2012 y las de alimentos más de 70%. En ese documento también están los números que reflejan el desplome de la producción petrolera y del producto interno bruto, así como el incremento de la mortalidad infantil. Hay muchas dimensiones que permiten proyectar la Venezuela que habría hoy, si no se hubiese producido la presión internacional. Para mí está claro que entre el 80% y 90% del deterioro generalizado que estamos padeciendo se había producido ya antes de las sanciones.

-El régimen, ayudado por algunos factores de “oposición”, ha hecho un esfuerzo comunicacional y propagandístico para atribuirle a las sanciones la culpa de la crisis que hay en el país.

Han salido unos argumentos muy irresponsables sobre el impacto de las sanciones, como si estas le hubiesen quitado al régimen un dinero que se iba a utilizar para montar hospitales y escuelas, e importar alimentos y medicinas. Si hay algo que los venezolanos conocen bien es cómo se veía Venezuela con Maduro y sin sanciones. El efecto económico de las medidas, en relación a la catástrofe que engendró el chavismo, es relativamente marginal, y en cualquier caso bastante menor de lo que muchos analistas interesados han querido hacer ver. Es evidente que detrás de estas declaraciones hay oportunismo político.

-¿Cree que hay que mantenerlas?

Cuando llegan las sanciones Venezuela tiene por lo menos 15 años tratando de salir del chavismo. Aquí se había intentado todo. En ese momento eran una de las pocas estrategias que quedaba por implementar y se dieron las condiciones políticas para hacerlo. Se comenzó con medidas individuales, luego se pasó a las financieras con PDVSA y después, en términos un poco más amplios, al comercio con el régimen de Nicolás Maduro. Es decir, también contrariamente a lo que algunos quieren hacer ver, tuvieron un componente gradual para abrir el espacio a una negociación que desembocara en una transición política. En ningún momento el chavismo estuvo dispuesto a ofrecer nada que remotamente comprometiera su permanencia en el poder. Ahora bien, el problema es que la efectividad de las sanciones se mide en términos binarios: ¿Tuvieron éxito (se produjo la transición política) o no tuvieron éxito (Maduro sigue ahí)? No hay otra. Uno puede diferir en cuanto al tiempo, pero no en cuanto a la definición de éxito: Ese es el objetivo final. Medida con esa vara, las sanciones no han producido el resultado que se esperaba.

-Entonces, ¿hay que levantar las sanciones?

El problema es que, en una eventual negociación, lo único que el liderazgo opositor tiene en la mano para ofrecerle al régimen son las sanciones. Dicho sea de paso, lo que tienes que ofrecer es una decisión sobre la que podrías tener alguna influencia, pero que en última instancia no es tuya. ¿Qué va a pasar si le quitas a la oposición esa única ficha de forma indiscriminada? Todo esto para decir que las sanciones no han dado los resultados esperados, lo que obliga a repensar cuál debe ser la estrategia, su alcance e implementación, para evitar caer en esa calle ciega que hoy es Cuba.

-¿Cómo evalúa el manejo que ha hecho el interinato de la deuda venezolana?

A mí me parece que el Gobierno interino ha manejado la deuda de la única manera que lo podía hacer. Tampoco había tanto margen de maniobra. Lo que pasa es que hay que conocer bien algunos detalles para entender la situación. Cuando el interinato llegó, la deuda de los bonos no garantizados ya se encontraba en default. Se aproximaban pagos de intereses y de principal en 2019 de los bonos PDVSA2020, que tienen a Citgo como garantía. En los primeros meses y con la intención de ganar tiempo para montar una estrategia que protegiera a la red de refinerías, la Asamblea Nacional aceptó, bajo protesta, pagar algo más de 70 millones de dólares en intereses que se vencían en abril de 2019. Si no se ejecutaba esa operación, los acreedores tomarían control de Citgo, pues para ese momento no existía ninguna medida de protección que lo impidiera. Cabe recordar que en ese momento estaba vigente la licencia general 5, emitida por el gobierno de Estados Unidos en 2018, que eximía la compra-venta de esos bonos de las sanciones que se impusieron sobre Venezuela. Dicha licencia creaba una excepción que permitía a los tenedores del PDVSA2020 tomar control de Citgo, a pesar de ser una propiedad congelada.

-¿Qué circunstancias cambiaron para que la Asamblea Nacional no ejecutara el segundo pago de intereses sin perder Citgo?

Seis meses después de que se realizó esa operación bajo protesta que comenté, había que volver a pagar, en ese caso principal e intereses, por una cifra muchísimo mayor, que rondaba los mil millones de dólares. El Gobierno interino no sólo no tenía cómo pagar, sino que además debía de ser consistente con la posición de la Asamblea Nacional, que había cuestionado la constitucionalidad del PDVSA2020, advirtiendo sobre los posibles daños patrimoniales que causaría a la nación, en acuerdo público realizado el 27 de septiembre de 2016. Para ese entonces ya había una medida de protección temporal por parte del gobierno de los Estados Unidos, que impedía a los bonistas tomar acciones contra dicha empresa.

-¿Hubo acercamientos con los acreedores en esos meses para intentar llegar a acuerdos y evitar un juicio?

-Durante todos esos meses hubo conversaciones y negociaciones con los tenedores del PDVSA2020, que no llegaron a resultado alguno. Como bien ha dicho recientemente el presidente de la Junta ad-hoc de PDVSA, Luis Pacheco, la posición de los acreedores fue demandar el pago íntegro de los bonos, ignorando por completo la cuestión de la invalidez. Así que no quedaba otra posibilidad, pero además era consistente con la posición del Parlamento, de demandar la nulidad de los bonos. Es un proceso que tiene sus riesgos. Esos riesgos, al igual que ocurre con las sanciones, deben ser sopesados en función de qué habría ocurrido en ausencia de esa acción. En ese contexto, la Asamblea Nacional, de manera unánime, aprobó el Acuerdo del 15 de octubre, ratificando el Acuerdo del 27 de septiembre de 2016 y declarando la inconstitucionalidad de dichos Bonos. De manera que no solamente estoy de acuerdo, sino que además pienso que era el único curso de acción coherente que se podía seguir, si de lo que se trata es de defender los intereses de la República.

-Ricardo Hausmann nos declaró que actores vinculados a la política estaban representando los intereses de los tenedores de bonos de forma poco legítima. También, en una entrevista con el periodista Andrés Rojas Jiménez, el presidente del Banco Central ad hoc Ricardo Villasmil, calificó de traición a la patria la defensa a estos inversionistas. ¿Cuál es su valoración de estos señalamientos?

Yo trabajé durante alrededor de diez años haciendo private equity. Durante esos años obtuve la autorización para usar la designación de Chartered Financial Analyst (CFA), una suerte de gold standard de analistas financieros en el mundo. Allí uno debe aprenderse al caletre el código de ética del analista financiero. Y uno de sus principios esenciales es que en la profesión se deben evitar tanto los conflictos de interés, como la apariencia de los mismos. El término de traición a la patria es una sanción moral, cuyos fundamentos son muy difíciles de establecer y creo que, lamentablemente, haber usado esa expresión distrajo la atención de puntos más sustantivos. Pero se está hablando de alguien que trabajó en la banca internacional durante muchos años, que tuvo un rol activo promoviendo el endeudamiento venezolano, que acompañó hasta hace muy poco a los acreedores más representativos de Venezuela, tenedores del PDVSA2020, a reuniones con representantes del régimen de Maduro, tales como Nelson Merentes y Diosdado Cabello, que están documentadas y son del dominio público.

-¿Se refiere usted al economista Francisco Rodríguez?

Sí. Quien haga todo lo que antes mencioné no puede negar que esté promoviendo la adquisición de títulos de deuda externa venezolana, y que represente, o durante un pasado no demasiado lejano representó o asesoró a los inversionistas. Hay que recordar que la desinformación en los mercados en relación con Venezuela era total. Ahí es en donde creo que entra el tema de la apariencia de conflicto, porque es difícil pretender jugar ambos roles; es difícil asesorar al mismo tiempo a los acreedores, y por otro lado dar consejos sobre lo que le conviene a la República hacer en relación con esas acreencias. Creo que hubiese sido mucho más responsable y transparente centrarse en uno de esos dos roles, en lugar de pretender jugar para los dos equipos.

-El economista Francisco Rodríguez sostuvo en entrevista con La Gran Aldea que durante sus años en Bank of América y en Torino Capital nunca hizo recomendaciones de inversión.

En un país normal, los intereses de los inversionistas y el gobierno suelen ir alineados; pero en una República que multiplicó su deuda por cinco en seis años (2006-2012) sin invertir un ápice en capacidad para producir algo que luego sirviera para devolver el préstamo, era evidente que esos intereses iban a entrar en conflicto. Maduro inclusive tomó la decisión administrativa de recortar las importaciones de forma draconiana y seguir sirviendo la deuda, durante varios años. Francisco Rodríguez celebró esa decisión, su posición está también documentada, cuando ya era evidente que Venezuela no tenía ninguna capacidad de pago, y que cualquier pago de servicio sólo retrasaría el default, y vendría a costa de la escasez y el hambre de muchos venezolanos. En esa circunstancia, lo responsable era promover una restructuración de la deuda, que hubiese obligado al Gobierno a realizar varios cambios. En fin, es difícil jugar para dos equipos.

-¿Cuál es su opinión sobre la Ley de Hidrocarburos que se discute en la Asamblea Nacional?

La recuperación económica de Venezuela necesitará muchas divisas, que sólo pueden venir de tres pilares fundamentales: Financiamiento de los organismos financieros internacionales, en esencia, el Fondo Monetario Internacional, reestructuración de la deuda y la apertura del petróleo a la inversión extranjera. Con respecto a esto último, el problema que existe es que, según la normativa vigente, PDVSA debe tener control accionario en todos y cada uno de los negocios petroleros que se hagan en territorio venezolano. Ahora bien, como PDVSA está quebrada, no tiene dinero para invertir, y como tiene que ser mayoría, nadie más puede poner capital. En ese contexto, es evidente que debemos rediseñar el rol de la petrolera estatal, pues se quedó pequeña, en términos de músculo financiero, y en términos de capacidad gerencial, de conocimiento y de know-how, para el enorme potencial petrolero que todavía tiene Venezuela. PDVSA puede seguir siendo una empresa pública, que debe entrar en restructuración, pero eso no debe limitar la inversión y el desarrollo de la industria, que debe estar a cargo de compañías privadas, que le pagarían al Estado impuestos, regalías y dividendos. Este principio es cierto tanto para las compañías operadoras petroleras, como para los contratistas de servicios que rodean a la industria. Ese segmento también debe ser abierto, para que el negocio petrolero en Venezuela opere en la frontera de la eficiencia, pero también hay cabida para que participen compañías venezolanas a través de un grado de contenido local.

-El diputado de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Rafael Guzmán, cuestionó públicamente unos mensajes que usted escribió sobre la Ley de Hidrocarburos, ¿esto es síntoma de que no hay acuerdo político para aprobar el nuevo instrumento legal?

A mí no me gusta caer en estas discusiones estériles en Twitter, pero te voy a responder. Yo escribí un tweet que tenía dos partes. En la primera, dije que cuando escucháramos críticas a la propuesta de una nueva Ley de Hidrocarburos debíamos preguntarnos si la persona que está cuestionando sabe de petróleo, y si obtiene algún beneficio de que continúe el statu quo. El segundo mensaje decía que si las respuestas a estas preguntas eran que la persona es experta y no se está beneficiando, hay que sentarse a oírla, porque sus señalamientos son legítimos y no provienen de conflictos de interés. Ahora bien, no tengo idea de por qué el diputado Guzmán se pudo haber sentido aludido. Como dije antes, mi opinión tenía dos partes, no estaba dirigida a lectores ‘cuarto de milla’. A lo mejor lo que pasó fue que no llegó al segundo mensaje y reaccionó al primero, no lo sé. Pero sí quisiera rescatar el espíritu de lo que escribí: Venezuela necesita regresar a la especialización, y necesita servidores comprometidos con el país, que no tengan conflictos de intereses. En ese espacio, todas las críticas deben ser bienvenidas, y sopesadas.

-¿Cuáles son los riesgos de la dolarización desordenada que se está presentando en Venezuela?

El Gobierno ha renunciado a una de sus funciones esenciales, que es emitir papel moneda, para permitirle a los ciudadanos que puedan intercambiar bienes y servicios. En ausencia de medios de intercambio suficientes, se ha venido dolarizando gradualmente de facto la economía, cosa que sería riesgosa y que, en una eventual transición, definitivamente no es lo que más nos conviene. Una cosa es decretar la dolarización y otra, desdolarizar una economía ya dolarizada. Desde ese punto de vista, corremos el riesgo de que el programa económico en una eventual transición venga condicionado por la dolarización de facto, lo que te quita bastante más opciones de las que te da. Y mucho más en el entorno post Covid-19. Como ya ocurriera en 2008-2009, la crisis le va a pegar más fuerte a los países que no cuentan con una moneda propia.

-¿Cómo ve la recuperación económica del país si llegara a producirse esa transición?

Yo estoy convencido de que si hay una transición y los encargados de liderarla entienden lo que nos pasó y se mueven a buscar financiamiento internacional, promover una reestructuración de la deuda y abrir el petróleo para el sector privado internacional, se va a generar un contexto de país que permitirá una recuperación muy acelerada. El cambio en la sensación de bienestar, estoy seguro, va a generar muchísima esperanza. Venezuela no tienen ningún motivo para estar atravesando las penurias que hoy padece, y que es consecuencia de hay una élite política que se quiso perpetuar en el poder a costa de todos los venezolanos.

22 de junio de 2020

La Gran Aldea

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