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Adriana Moran

¿Quiénes son "la mayoría"?

Adriana Moran

En Venezuela hay una mayoría muy bien identificada: la que formamos todos los que nos oponemos a ese proyecto de destrucción encabezado por Nicolás Maduro y que queremos un cambio. Una mayoría que si bien comparte un objetivo común, es diversa y no responde a un solo liderazgo o a un solo color a pesar de los esfuerzos de algunos grupos por atribuirse su representación y llamarse oposición verdadera en detrimento de otros que serían los falsos, o en algunos casos, y para coincidir más aún con la jerga revolucionaria, los traidores.

Y es cierto que una vez el grupo formado por los que nos oponemos al régimen y la unidad opositora fuimos un mismo gran grupo. Un grupo que pasó por encima de intereses individuales y partidistas y logró reunir, con el objetivo de enfrentar electoralmente al régimen, una fuerza que nos contenía a todos los que estábamos dispuestos a manifestarnos para cambiar. Y entonces actuamos como un solo bloque y ganamos las parlamentarias en 2015.

Pero hoy, ese gran grupo de 2015 ya no existe. Muchos ya no estamos allí. Y no dejamos de estar porque cambiamos. Nosotros seguimos queriendo lo mismo que queríamos entonces y queríamos seguir usando las mismas armas que entonces usamos para irle arrebatado al régimen espacios de poder y hacernos más fuertes.

Muchos ya no estamos porque los que cambiaron fueron ellos. Porque el voto ya no les pareció suficiente ni necesario si no estaba acompañado del cálculo que les aseguraba la victoria a uno u otro grupo. Porque se impusieron la mezquindad y la ambición que una vez lograron sofocar por el bien de todos. Porque desde las mismas curules que consiguieron con el voto le dijeron a sus votantes que el voto no era la herramienta que necesitábamos. Porque empezaron a jugar el juego del todo o nada en el que hasta ahora, Maduro se sigue quedando con todo y nosotros con nada.

Nosotros no cambiamos. Ellos nos cambiaron por un proyecto que se volvió personal y desconectado de las mayorías que solo han visto como el paso del tiempo sigue deteriorando sus vidas. Y para ser mayoría y poder llamarse así, hay que medirse. No es un título nobiliario ni un cargo vitalicio. Ser mayoría es ser el reflejo de lo que la mayoría quiere y se consigue cuando la gente se expresa en las urnas electorales.

noviembre 27, 2019

Polis

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La lógica del paredón político

Adriana Moran

No puede ser que a estas alturas veamos el estilo confrontacional del régimen como una novedad. La confrontación ha sido el estilo de la mal llamada revolución del siglo veintiuno desde el inicio. Con ella se subió a su primera tarima, construyó su narrativa, alimentó sus discursos incendiarios y ha mantenido cohesionados a sus seguidores más fanáticos pegados a ese cuento de guerra permanente que los hace sentirse fuertes más allá de toda racionalidad. Y no sólo eso, ha intentado por todos los medios, durante años, que le respondamos de la misma forma para que esa llama belicista que tiende a apagarse cuando hablamos desde la civilidad que expone sus falencias, permanezca ardiendo.

¿Por qué asombrarnos ahora, cuando de este lado se le da protagonismo a su enemigo preferido y se lo amenaza con invasiones y ejércitos, bloqueos y sanciones, revueltas y violencia, de que su respuesta sea el avivamiento de esa llama? ¿Dónde está la rareza de que responda con paredones de ajusticiamiento u otras formas de castigo medievales a quienes deciden entrar en el juego que a modo de trampa preparó para nosotros? Si en su momento de mayor debilidad y acogotamiento, cuando hasta sus más cercanos dan muestras de cansancio frente a tanto desatino, en lugar de buscar sus debilidades y exponerlas como llagas, renunciamos a ejercer nuestra verdadera fuerza y lo complacemos en su mayor fantasía, no podemos esperar que nuestra acción produzca otra reacción diferente que la que ha estado cultivando con perverso esmero.

Recoger los vidrios rotos de tanta amenaza y tanto grito y ubicarnos todos en el sensato punto de formar un grupo unificado en el propósito de ejercer nuestros derechos y reclamar desde nuestra razón indiscutible y acción ciudadana la salida democrática a la que tenemos derecho, no será fácil. Renunciar a la tentación de responder en sus mismos términos, diferenciarnos de ese deseo de destruir al otro después de cosificarlo, es una tarea ardua. Pero hay que hacerla. Aunque las puntas de esos vidrios estén muy afiladas. Aunque haya quienes sigan rompiendo alguno mientras intentamos recogerlos. Porque la urgencia sólo podrá resolverse colocando la realidad como prioridad y desarmado de amenazas inútiles a quien las necesita para sobrevivir en medio del caos. Ellos no son invencibles. Aunque lo repitan mil veces. Pero lo serán si nosotros insistimos en creerlo y nos damos por vencidos.

Abril 09, 2019

Polis

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