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Susana Seleme

Somos hijas de todas las feministas

Susana Seleme

Sí, provenimos de todas las feministas que han recorrido y siguen recorriendo el arduo camino por la igualdad social, política, económica y de derechos entre hombres y mujeres. Cierto que la palabra feminismo está maltratada, malinterpretada y hasta se le adjudica un horrendo calificativo: feminazi’[1]

Es una forma de relacionar, de modo despectivo, feminismo con el nazismo. ¿Qué dirían, desde Hipatia de Alejandría, Sophie Germain, Emmy Noether, Flora Tristán, Madame de Staël, Alejandra Kollontai, Clara Zetkin, Mary Wollstonecraft, Simone de Beauavoir, George Sand, Clara Campoamor, Rosa Luxemburgo, Concepción Arenal, Adela Zamudio, Domitila Chungara, y tantas otras feministas de toda época?

Si de libertad de expresión se trata, entonces podemos hablar de machismo a secas, de machismo-leninismo, moneda corriente en casi todos los partidos de izquierda después de la Revolución Rusa; o de machismo encubierto, machos alfa, o ‘machocracia’, de la que habla María Galindo, de ‘Mujeres Creando’ en Bolivia. Como quiera que se los nombre, están insertos transversalmente en las sociedades patriarcales.

¿Qué es el sistema patriarcal? Cuando los hombres descubrieron que en la procreación de la especie ellos tenían un papel determinante, se acabó lo que algunos estudiosos calificaron como ‘matriarcado’, descubrimiento contemporáneo a la aparición de la propiedad privada, según otros. No obstante, como relata el “Sapiens” de Harari, “No hay justicia en la historia”. Y así el poder del hombre-padre se traslada a la sociedad, a la economía, a la política y a las Iglesias: todo el poder, el de los gobernantes y el poder de Dios, a los hombres. Las mujeres a la esfera doméstica. Sobre esa base se han construido los sistemas de género social estratificados, que regulan y organizan a la sociedad de modo que mujeres y hombres actúen de acuerdo a roles preestablecidos para cada uno. Se trata de un sistema que ha convertido la dicotomía sexual en dicotomía social a partir de oposiciones binarias que asocian a mujeres y hombres por el opuesto excluyente: naturaleza/cultura; ámbito doméstico/ámbito público; debilidad/fortaleza, por citar solo algunos ejemplos.

A las feministas les debemos el esfuerzo metodológico, intelectual, teórico y de lucha que ha llevado a distinguir biología de construcción social. Constataron que los ejes que distinguen lo masculino de lo femenino jerarquizan al hombre sobre la mujer, y que dichos ejes de valoración son culturales. A diferencia de las precursoras del siglo XIX, las feministas del siglo pasado tenían un bagaje ideológico y una militancia política que les permitió realizar un análisis profundo de la situación de la mujer desde todos los campos del conocimiento. A esa tarea contribuyeron también lúcidos intelectuales hombres.

También les debemos el uso de la ‘categoría género’. ¿Qué es? El género es una categoría analítica que designa las asimétricas relaciones sociales entre hombres y mujeres. Es una construcción simbólica de la cultura que expresa la diferenciación sexual y las relaciones sociales androcéntricas. Esas desigualdades desnudan los enfoques de género, y desentrañan las asimetrías en la distribución de bienes, servicios, prestigio, libertad y poder en detrimento de las mujeres, en todos los campos del quehacer sociopolítico, económico, cultural, étnico, medioambiental. Los estudios de género explican racional y científicamente el porqué de las desigualdades, cuya base es ideológica y cultural. Hacen hincapié en la visión ‘maternalista’ de la sociedad, en la que aborto y anticoncepción pasan a un primer plano, siendo una parte del todo, no la totalidad, que es “síntesis de múltiples determinaciones”, como dijo otro hombre.

La vigencia del sistema patriarcal es de tan larguísima data, que se lo asume como natural y normal, de ahí la reproducción sociocultural de carácter masculino de los sistemas de género social, a lo largo de la historia de la humanidad.

El Feminismo es un movimiento social y político. Es una revolución que se está produciendo de forma no cruenta, a pesar de que muchas de las precursoras sufrieron represión y cárceles. En principio, la agenda sufragista tomó partido por los derechos educativos, civiles y políticos, además del abolicionismo. La agenda contemporánea incluye la plenitud de los derechos individuales y la ‘paridad política’, de acuerdo a la presencia femenina en ámbitos de poder desde los años ‘80.

La jueza del Tribunal Supremo estadounidense, Ruth Bader Ginsburg, defensora de los derechos de la mujer, contó que en una ocasión le preguntaron cuántos jueces del Supremo deberían ser mujeres para que a ella le pareciese equitativo. Su respuesta fue “las nueve”. La gente se escandalizó. Eso “no es equitativo”, decían. Ella respondió que durante muchos años los nueve jueces fueron hombres y parecía normal, tan normal que la mayoría de los cargos de poder real en el mundo estén ocupados por hombres.

El género y la clase social son categorías distintas. “Los hombres pobres siguen disfrutando de los privilegios de ser hombres, por mucho que no disfruten de los privilegios de ser ricos” afirma la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en su libro “Todos debiéramos ser feministas”. Serlo, señala, se puede aprender, “porque vivir en una sociedad que trata a cada ciudadano/a de manera justa e igual es una ventaja.”

Marzo 04, 2019

Polis

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De Marx a Marx

Susana Seleme

"No se puede ni se debe responsabilizar a Marx de los crímenes cometidos en su nombre”, dijo la comisaria Beatrix Bouvier, responsable del programa conmemorativo del 2º centenario del nacimiento de Carlos Marx.

Si alguna responsabilidad le cabe, es que su teoría, deformada por muchos de sus seguidores, diera lugar al 'socialismo real' luego de la Revolución de 1917 y a todos los que le siguieron, incluido el de Siglo XXI. La igualdad y la libertad quedaron subsumidas en manos de la casta política-militar-policial-burocrática a costa de la clase obrera, amén de haber anulado el pensamiento crítico y creado la ‘lumpen inteligencia’ oportunista. Como en Bolivia.

Cumplidos 200 años de su muerte el 5 de mayo pasado, sostengo, como muchas personas, que la clave para entender a Marx, sin satanizarlo ni condenarlo, es ubicarlo en el contexto de su época, el de la revolución industrial, que cambió profundamente la sociedad mundial, todavía no global.

Desde fines del siglo XIX el marxismo se había instalado en toda Europa “como doctrina de izquierda”. Sin embargo, el pensamiento de Marx ya había sido reducido a “un maniqueísmo simplista”, según Jacques Attali. Federico Engels inició la tarea con la primera edición de las “Tesis de Feuerbach”, en 1888, cinco años después de la muerte del filósofo, en 1883. El cambio no fue menor, porque la idea original que Marx llamó la ‘dialéctica materialista’, Engels la convirtió en “materialismo dialéctico”, sin importarle que la dialéctica es un método y el materialismo una filosofía. Con el cambio, la filosofía se volvió dialéctica para admitir todas las contradicciones internas, si permitían reconciliar la utopía con la práctica arbitraria, represiva e ilegítima, pues servía a la revolución.

Quienes contribuyeron a deformar su teoría, fueron, según Attali, “Engels que inventará el concepto de ‘partido de vanguardia; Kautsky que caricaturizará la teoría económica de Marx; Lenin que importará el marxismo a Rusia como estrategia de occidentalización de un país atrasado; Stalin que hará de la dictadura del proletariado una dictadura ejercida sobre el proletariado, tras la liquidación de las otras clases.”

La teoría social era para Marx “una ciencia abierta, un movimiento” que no negaba el diálogo con los “otros”, ‘la otredad’ de Octavio Paz. O la alteridad, “otherness”, de Hannah Arendt. Es decir, la pluralidad política. Los marxistólogos convirtieron esa ciencia abierta en un dogma.

El dogma le ganó a la dialéctica y el socialismo real se impuso a la utopía social”.

Ruber Carvalho

La importancia de Marx radica en haber expuesto y explicado las causas de la injusticia, sufrimiento y enfrentamiento en la sociedad de su época. Un ideólogo marxista de la importancia de Eric Hobsbwan(+) afirmó que “Marx se equivocó en muchas cosas, pero hay que reconocerle que acertó en su vaticinio de hacia dónde nos llevaba la usura del capital.”

Para Marx, la burguesía representaba un papel revolucionario que transformaba el potencial humano, que rompía el aislamiento de las naciones y favorecía a la población de las ciudades, en comparación con la del campo. Para él, el capitalismo fue “absolutamente indispensable porque sin él se volvería a generar la escasez, y con la necesidad se volvería a empezar la lucha por lo necesario, y fatalmente se volvería a caer en el viejo barro”. Y eso que Marx no vio las hambrunas en la época de Lenin producto de la lucha a muerte contra los propietaritos de los medios de producción.

A la burguesía le cabe el mérito de haber liberado a la sociedad de la servidumbre y convertido al hombre en un ser jurídicamente libre para vender su fuerza de trabajo en el mercado, aunque quedase sujeto al poder del capitalista. Lo que Marx no tomó en cuenta, como apunta Arendt, fue la cuestión política del poder y haber tomado al proletariado como único sujeto revolucionario de su análisis.

Era su tiempo, no el nuestro, hoy colmado de otros sujetos históricos: mujeres, negros, sectores informales, trabajo precario, lesbianas, gais, inmigrantes, herederos de los movimientos contra el orden burgués de los sesenta, y los que vendrían luego como la preservación de la naturaleza y el cambio climático, el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción.

¿Lo sucedido en Rusia entre febrero y octubre de 1917 fue una revolución social o un golpe de Estado, como ya lo había calificado Rosa Luxemburgo, pues impuso un partido y un pensamiento únicos? No es gratuito que la revista de Filosofía, PERCONTARI, en su número sobre la Revolución, hubiera insertado un trabajo de Fernando Mires acerca de “La contra-revolución anti-parlamentaria y anti-soviética de Vladimir Ilich Lenin”. Para Marx la política parlamentaria permitiría desarrollar la conciencia política del proletariado para defender sus intereses frente a la burguesía, y debía contribuir a la creación de la conciencia de la clase obrera.

A 200 años siempre podremos rescatar sus aun no superadas frases de que “Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones, es decir, unidad de lo diverso”. O que “No es la conciencia de los hombres la que determina su ser; por el contrario, su ser social determina su conciencia”.

30 de mayo 2018

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