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Opinión

A pesar de que para algunos votar es algo que pareciese solo un derecho, del que se hace uso a conveniencia (malévola directriz consagrada en la constitución venezolana de 1999), llegar a el ha sido producto de luchas universales, la mayoría de ellas libradas en el siglo XX y que en nuestro país se dan tal y como las conocemos en sus alcances hoy, solo a partir de 1947, cuando por primera vez se amplía el universo para que voten las mujeres y los analfabetas.

Cada vez que se aproxima un proceso electoral sentimos la necesidad de expresar nuestro convencimiento de que mientras exista la posibilidad de asumir opiniones a través del voto, no hacerlo es ceder un derecho y dejar de cumplir con una obligación, lo que en definitiva representa una renuncia a una de las condiciones que nos hace ciudadanos.

El sistema electoral venezolano dista de ser perfecto y cada vez lo es menos gracias a la actuación parcial de un CNE plegado a los intereses del régimen y a la falta de acción de la Asamblea Nacional en cuanto a legislar en esta materia a pesar de estar supuestamente considerándola desde hace ya varios años.

Valga la oportunidad para señalar de paso, que compartimos la idea de que en una futura e indispensable reforma se incluya la necesidad de que la elección del presidente de la República requiera recibir la mitad más uno de los votos válidos emitidos y que dentro de dichos votos se incluya la opción del voto en blanco como la expresión de la voluntad del elector de no respaldar ninguna de las opciones que se le presentan. Detalles como estos deberán ser considerados y decididos lo más pronto posible en la nueva etapa democrática.

Al considerar las próximas elecciones de concejales del domingo 9 de diciembre, más allá de las razones principista y por lo tanto personales, participar es una oportunidad de rechazar o apoyar la gestión de los alcaldes dada la importancia, no siempre entendida, que tiene o debería tener la cámara municipal en la marcha de las alcaldías.

Contar con concejales que impulsen el trabajo a favor del ciudadano o que en el peor de los casos y por ser parte de una realidad numérica minoritaria, que su voz sirva para elevar el reclamo de sus representados es un motivo suficiente para participar como electores en el mencionado evento.

Personalmente y como votante del municipio Girardot del estado Aragua, votaré por la lista de la oposición que decidió concurrir a la contienda, para protestar contra la peor gestión de alcalde electo alguno en la corta historia en la que se nos ha permitido elegir a los que han ocupado el cargo. La basura, el agua, el alumbrado público, el arbolado de la otrora ciudad jardín, la vialidad urbana y la seguridad personal son materias reprobadas que merecen ser puestas en evidencia votando a favor de listas de candidatos a concejales que no le sigan haciendo el juego complaciente al responsable directo de una muy mala gestión.

Que el CNE hará trampas, el ventajismo de los puntos rojos y las bolsas Clap, que la oposición está dividida por posiciones partidistas antagónicas y que no hay posibilidades objetivas de ganar son parte de una larga lista de argumentos que ya conocemos y hemos discutido al cansancio; por ahora y mientras tengamos la oportunidad, votar es una forma de protestar que seguiremos ejerciendo.

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Desear que un problema desaparezca, rara vez es una estrategia efectiva. Mientras la comunidad internacional ha estado enfocando su atención en otros asuntos, la catástrofe venezolana se ha profundizado. Y de continuar las tendencias actuales, ella solo puede empeorar.

Con un día de trabajo al salario medio, ahora se compran 1,7 huevos o un kilo de yuca, la caloría más barata disponible. Un kilo de queso local cuesta 18 días de trabajo al salario medio, y un kilo de carne cuesta casi un mes, dependiendo del corte. Los precios se han estado elevando a tasas hiperinflacionarias durante 13 meses seguidos y la inflación va camino a exceder la marca de 1.000.000% este mes. La producción continúa cayendo como una piedra: según la OPEP, en octubre de 2018 había bajado el 37% en relación al año anterior, o casi 700.000 barriles diarios.

De acuerdo a Alianza Salud, una coalición de ONG, los nuevos casos de malaria en 2018 se han multiplicado por 12 desde 2012, lo que se traduce en un total de más de 600.000, que es el 54% de todos los casos en Las Américas. Amplias extensiones de territorio venezolano han sido cedidas a organizaciones delictivas, entre ellas grupos terroristas como las FARC y el ELN de Colombia, que actúan en colusión con miembros de la Guardia Nacional en la producción de oro y coltan, como también en el narcotráfico.

Como consecuencia, los venezolanos han estado saliendo de su país de manera masiva, creando una crisis de refugiados de proporciones semejantes a la siria, y que es la más grande de la historia de Las Américas. Dado que Facebook informa que tiene 3,3 millones de usuarios venezolanos en el exterior, mi equipo de investigadores en el Center for International Development de la Universidad de Harvard estima que debe haber por lo menos 5,5 millones en total. Entre quienes tuiteaban solo desde Venezuela en 2017, para noviembre, más del 10% había dejado el país. Pese a sus valerosos esfuerzos, Colombia, Ecuador y Perú encaran cada vez mayores dificultades para hacer frente al flujo de refugiados.

Es más que evidente que los problemas de Venezuela no se resolverán a menos que y hasta que haya un cambio de régimen. Después de todo, tanto el régimen como el colapso económico son consecuencia de la eliminación de los derechos básicos. Los venezolanos no pueden invertir y producir para satisfacer sus necesidades debido a que se les han arrebatado sus derechos económicos; y tampoco pueden cambiar políticas desatinadas porque también se les han arrebatado sus derechos políticos. Un giro requiere el reempoderamiento de los venezolanos.

Afortunadamente, se vislumbra un fin a esta pesadilla, pero ello exigirá coordinación entre las fuerzas democráticas venezolanas y la comunidad internacional. El 10 de enero marca el fin del periodo del presidente Nicolás Maduro, el que comenzó con su elección en 2013. Su elección a un segundo periodo en mayo de este año fue una farsa: no se permitió que participaran los principales partidos de oposición y sus candidatos, y Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, Japón y los países más importantes de América Latina, entre muchos otros, se negaron a reconocer el resultado de dicha elección. Esto significa que no reconocen la legitimidad de la presidencia de Maduro más allá del 10 de enero.

La solución lógica es que la Asamblea Nacional, elegida en diciembre de 2015 con una mayoría de dos tercios de la oposición, resuelva el impasse constitucional designando a un nuevo gobierno interino y a un nuevo alto mando militar, capaces de organizar el retorno a la democracia y de poner fin a la crisis. Sin embargo, los diputados están actuando con cautela en relación a esto, puesto que, en el mejor de los casos, temen ser ignorados o, en el peor, ser encarcelados, exiliados o torturados a muerte y luego arrojados por la ventana de un décimo piso, como le ocurrió en octubre a Fernando Albán, concejal de la ciudad de Caracas. A menos que las fuerzas armadas respeten las decisiones de la Asamblea Nacional, será muy difícil hacerlas cumplir.

Es por ello que esta solución requiere de la coordinación entre la comunidad internacional y las fuerzas democráticas venezolanas. Estas no saben con certeza cuánto apoyo internacional van a recibir, y la comunidad internacional tampoco sabe con certeza cuáles son los planes ni el nivel de cohesión que tienen dichas fuerzas.

Como es el caso con todos los problema de coordinación, hay buenos y malos resultados que se autocumplen. Por ahora, dado que la comunidad internacional no ha dejado en claro a quién se reconocerá como gobernante legítimo de Venezuela después del 10 de enero, las fuerzas democráticas venezolanas no han logrado unirse en torno a una solución.

Pero los venezolanos han estado haciendo sus tareas y sentando las bases organizacionales para el cambio. Los partidos políticos, los sindicatos, las universidades, las ONG y la Iglesia Católica se han unido para formar una iniciativa llamada Venezuela Libre. Han organizado congresos en los 24 estados del país, en los que han participado 12.000 delegados, y, el 26 de noviembre, llevaron a cabo un evento nacional para lanzar un manifiesto que esboza el camino de regreso a la democracia. Además, han estado elaborando un detallado plan económico, que han discutido ampliamente con la comunidad internacional, para superar la crisis y restaurar el crecimiento.

Esta es una excelente oportunidad para que la comunidad internacional se mueva hacia una solución coordinada: una negativa explícita a reconocer a Maduro después del 10 de enero, junto con el reconocimiento de las decisiones de la Asamblea Nacional con respecto al gobierno de transición, y ayuda para implementarlas. Además, es preciso enviar un claro mensaje a las fuerzas armadas venezolanas de que las decisiones de la Asamblea Nacional deben ser respetadas.

Una solución a la catástrofe venezolana no solo es deseable, sino también posible. El mundo no puede dejar pasar esta oportunidad. El 10 de enero puede convertirse en un nuevo comienzo.

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Jesús Elorza G.

El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) explicó en un prólogo de 1972 al libro "Política y deporte", de Luis Dávila, que "la derecha se muestra propicia al desarrollo deportivo por una serie de motivaciones: raciales (mejora la raza), integradoras (crea en el ciudadano espíritu de participación en el "éxito" como categoría), evasivas (canaliza la agresividad social por el vehículo activo de la práctica o por el vehículo pasivo de la contemplación interesada del espectáculo deportivo)".

Y agregaba: "la izquierda critica el deporte por todo lo que lo elogia la derecha; en definitiva, por su conversión en instrumento del poder represor o integrador para la integración y paralización de las masas".

Muchos intelectuales de izquierda han renunciado a (o por lo menos atenuado) esa actitud crítica en las últimas décadas, persuadidos por gente como Vázquez Montalbán y el uruguayo Eduardo Galeano, autor de El fútbol a sol y sombra (1995), ambos apasionados seguidores del fútbol.

Vázquez Montalbán atribuía esta reconciliación de los intelectuales con el deporte al "debilitamiento de la sublimación formal del fascismo", en una típica estocada suya al poder franquista, en una época en que "el deporte es (era) la única participación épica legalizada de nuestro pueblo".

Algo es indudable: el deporte puede fastidiar tanto como la política. El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán encontró una imagen perfecta: "el deporte de masas es una válvula de escape para malos gases retenidos en el bajo vientre de la sociedad". En otras palabras, interpreta el deporte como un reflejo de la realidad política, económica y social.

Más interesante aún que la enumeración y hasta las razones, es la alineación de las fuerzas que politizan el deporte, o mejor dicho, que reconocen la naturaleza política del deporte

Nazismo y fascismo

Hitler y Mussolini supieron del valor del deporte para impulsar el orgullo nacional e identificarlo con sus gobiernos.

El dictador italiano se fortaleció con el prestigio que le proporcionaron los dos títulos mundiales (1934 y 1938) ganados por el seleccionado nacional de fútbol, mientras que el alemán convirtió los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 en recordatorio y símbolo de la vitalidad de su régimen y su credo.

En el mundial de 1934, realizado en Italia, Mussolini se encargó de seleccionar personalmente a los árbitros y asistió a todos los partidos jugados por el equipo nacional, en el Estadio Mussolini. Cada victoria era suya.

En Berlín también se coronó el fútbol de Mussolini, en final ante Austria (país natal de Hitler) mientras que Alemania, cuyos jugadores llevaban la cruz esvástica en el escudo de la camiseta, cayó en cuartos de final ante Noruega, país ocupado luego por las tropas alemanas. "Ganar un partido internacional", decía Goebbels, el ministro de Propaganda, "es más importante para la gente que capturar una ciudad".

El atleta estadounidense negro Jesse Owens sofocó el trueno del racismo nazi al quedarse con cuatro oros: 100 y 200 metros, salto en largo y 4x100 m.

Esto tuvo un llamativo contrapunto en el boxeo: el alemán Max Schmeling, que en 1936 derrotó en Nueva York al estadounidense Joe Louis, fue ensalzado copiosamente por el régimen nazi (y el Ku Klux Klan), pero la adoración se convirtió en desprecio al año siguiente, cuando Louis, ya campeón mundial, noqueó a Schmeling en el primer round.

Fue, se ha dicho, el nocaut más significativo de la historia del deporte.

Posteriormente, los regímenes militares brasileño y argentino aprovecharon políticamente los éxitos de los respectivos seleccionados de fútbol en torneos internacionales. El caso más notorio fue el Mundial de 1978 en Argentina.

Las dictaduras no desestiman la oportunidad que representa un acontecimiento deportivo para consolidar su “legitimidad”. El régimen dictatorial del general Jorge Rafael Videla se apropió del éxito de la selección argentina de fútbol para intentar ocultar la represión sobre el pueblo argentino que costó la vida a más de 30.000 personas desaparecidas o asesinadas por el régimen.

Fidel Castro, aprovechó los éxitos de los atletas cubanos en el mundo, para promocionar su revolución y para diluir las penurias económicas que atraviesa la isla caribeña, exportando y explotando a sus entrenadores como mano de obra esclava.

Guerra Fría

Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética y Estados Unidos dedicaban tanta atención al fomento de su potencial deportivo como a la propaganda por Radio Moscú o La Voz de América. Y esto explica en parte la miopía de las autoridades deportivas de esos y otros países ante los casos de dopaje, aun los más flagrantes.

Los ejemplos más impactantes de la rivalidad entre las grandes potencias son los boicots de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, orquestado por Estados Unidos, y el de Los Ángeles de 1984, que la URSS impuso en retribución.

Durante varios años, entonces, la carrera de centenares de deportistas de élite estuvo virtualmente paralizada por la obstinación de Washington y Moscú.

La Guerra Fría también se libró (apropiadamente) en Islandia, en 1972, cuando el ajedrecista soviético Boris Spassky perdió su título de campeón mundial ante el gran maestro estadounidense Bobby Fisher, quien se quedó con el título con siete partidas ganadas, tres perdidas y 11 tablas.

El tono político del encuentro se debió a la importancia que el régimen soviético (con su efecto paralelo en Washington) daba al ajedrez. Perder el título ante un estadounidense fue humillante y Spassky, despreciado por las autoridades de su país, terminó tomando la ciudadanía francesa.

Pero en algunos casos, al menos, el deporte sirvió de puente entre regímenes políticos diametralmente opuestos:

En abril de 1971, un equipo de tenis de mesa estadounidense llegó de visita a China, donde fue derrotado por sus anfitriones, pero el viaje sirvió de prólogo para el posterior "deshielo" de las relaciones entre Estados Unidos y China.

En 1969, en el marco del IIº Campeonato de Baloncesto Centroamericano y del Caribe celebrado en Cuba, la participación del equipo venezolano sirvió de base para el inicio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética dieron paso a perspectivas singularmente optimistas acerca del futuro de los acontecimientos políticos en los juegos olímpicos. Sin embargo, el resurgimiento de la cruel guerra civil, racial y religiosa en lo que era Yugoslavia, la guerra en el Golfo Pérsico, los atentados terroristas en Estados Unidos, Inglaterra, España, Chechenia, Japón, la invasión a Irak, Afganistán , la crisis en el Medio Oriente, las violaciones a los Derechos Humanos en China, la represión al pueblo Tibetano, la Homofobia como política de Estado impuesta por Wladimir Putin en los Juegos de Invierno en Sochi, la discriminación contra las mujeres en Irak-Arabia Saudita y el fundamentalismo islámico del “Nuevo Califato” introduce elementos de sano escepticismo en cualquier vaticinio esperanzador sobre lo que el porvenir nos depare.

La Unión Soviética

La prepotencia hegemónica de la Unión Soviética desencadenó en su momento dos choques históricos con sendos clientes políticos, Hungría y Yugoslavia.

En los Juegos Olímpicos de 1956, en Melbourne, los equipos de waterpolo de Hungría y la Unión Soviética (cuyos tanques habían aplastado poco antes la llamada Revolución Húngara) libraron una virtual batalla acuática, con golpes, insultos y hasta efusión de sangre de un húngaro, con la reacción del público y la suspensión del partido, que fue otorgado a Hungría, que vencía 4-0.

Fue el famoso Sangre en el Agua, o Baño de Sangre, o como quieran llamarlo.

Luego, en el Mundial de Fútbol de Chile, en 1962, el más brutal de la historia, el equipo de la URSS chocó con el de Yugoslavia, en momentos en que el Mariscal Tito se complacía en desairar a sus camaradas soviéticos. Al final ganó la URSS 2-0.

América Latina

De los casos clásicos de política y deporte, uno de los más conocidos es "La guerra del fútbol", un conflicto militar desencadenado tras una serie de tres partidos, jugados entre el 6 y el 27 de junio de 1969 por los seleccionados de Honduras y El Salvador, por las eliminatorias para el Mundial de 1970.

Tropas salvadoreñas y hondureñas combatieron entre el 14 y el 18 de julio, con un saldo de alrededor de 2.000 muertos.

Otro caso clásico es el partido entre Argentina e Inglaterra, en el Mundial de México 1986, percibido por la opinión pública como el desquite argentino por la guerra de las Malvinas o Falklands entre ambos países de cuatro años antes.

El escenario deportivo siempre ha sido un lugar ideal para expresar los delirios de grandeza de gobernantes totalitarios que pretenden colocar en el campo de juego la supremacía de sus desquiciadas políticas. También, en el escenario deportivo los pueblos oprimidos del mundo han puesto de relieve sus luchas por la liberación nacional, contra el racismo y por los derechos humanos. En definitiva, podemos señalar que “la lucha en el campo deportivo no es olímpica, es política”.

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Daniel Eskibel

Mira a tu alrededor.

Observa.

¿En qué están pensando las personas que ves?

¿Qué ocupa la mente de quienes caminan por la calle ahora mismo?

¿Y la de quienes viajan en el transporte público?

¿Y la de los que están trabajando? ¿Y viajando, estudiando, vendiendo, comprando o simplemente matando el tiempo?

Todos ellos son posibles votantes. Actuales o futuros, vaya a saber.

Si estás vinculado a una campaña electoral, entonces, deberías interesarte en saber qué piensan.

¿Qué es lo que pone a andar sus neuronas? ¿Cual es el motor que activa sus cerebros? ¿Dónde está el click que los pone en acción? ¿Cual es el abracadabra que les impulsa y motiva?

Si supieras ésto, tendrías una brújula muy precisa para orientar tu campaña electoral. Sabrías exactamente a dónde apuntar, ni más ni menos. y tendrías por lo tanto una puntería que seguramente te ahorraría mucho dinero. En pocas palabras: con tal información tu comunicación política sería mucho más efectiva y mucho más eficiente.

Pues bien, tengo una respuesta. Simple, pero de incalculables consecuencias si se explota adecuadamente.

Problemas.

Reitero: problemas.

Lo que activa el cerebro humano son los problemas.

Cada uno piensa en los suyos. Busca y espera soluciones a esos problemas.

Y destina la mayor parte de sus energías mentales a buscar soluciones para esos problemas.

Al fin y al cabo el cerebro es eso: una compleja maquinaria biológica diseñada para resolver problemas. Si no fuera así, nuestra especie ni siquiera habría logrado sobrevivir.

Es como si tuviéramos un radar que detecta los problemas, enciende enseguida la luz roja y activa de inmediato todos los mecanismos para buscar soluciones.

Para conectar con el votante, entonces, hay que conectar con sus problemas. Con los suyos, no con los del político. Con los que vive la persona común. Esos problemas que le ponen obstáculos, que le dificultan la vida, que le hacen pensar y preocuparse.

Esa es la conexión vital.

Cuando el votante percibe que el candidato está conectado con su problema. Que es lo mismo que percibir que el cerebro del político tiene cierta conexión profunda con el suyo propio.

Cuando tal cosa ocurre, el elector está en el umbral del voto hacia ese candidato.

Pensar en base a problemas es la primera y más simple receta de cualquier campaña politica.

¿Cómo hacerlo?

Bueno, ese es otro problema. Ya sabes: sobre esa base construyo mi consultoría…

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/problemas/

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Para el día después, que será el primer día de un nuevo período democrático para Venezuela, se debe tener un plan de acción para recuperar los sectores productivos del país. Uno de ellos es la agricultura, donde hay que considerar muchos aspectos, y en esta oportunidad trataremos el suministro de plaguicidas para los programas de producción agrícola.

Suministro de plaguicidas

Con este término, plaguicidas, se engloban insecticidas, herbicidas, acaricidas, fungicidas, nematicidas, raticidas; en fin, todos los biocidas que se puedan utilizar en agricultura. En Venezuela, hoy en día, es común escuchar el reclamo de los agricultores por la falta de plaguicidas para poder llevar sus cultivos a un final de buenos resultados.

Insecticidas y herbicidas son quizás los dos plaguicidas más utilizados en la producción agrícola y se considera que actualmente, con el uso de suelos durante varios años en forma consecutiva, en muchos casos con monocultivo, la aplicación de estos productos en los campos cultivados es imprescindible, porque bajo esas condiciones, las poblaciones de insectos plagas y de malezas se pueden incrementar considerablemente.

Existen innumerables insectos que son plagas peligrosas para las plantas cultivadas, que abundan en los ambientes del campo y que al sobrepasar lo que se conoce como población umbral, pueden causar daños irreversibles al cultivo promoviendo disminución marcada de los rendimientos y grandes pérdidas económicas al agricultor. Estos insectos plagas son de diversos hábitos y su susceptibilidad a los productos insecticidas puede ser muy diferente de una especie a otra. Por esto, existe una amplia gama de insecticidas en el mundo agrícola, que deben estar a la mano para ser aplicados ante cualquier emergencia que requiera el combate de alguna plaga.

Esos insecticidas también pueden ser empleados en lo que se conoce como Manejo Integrado de Plagas (MIP), que es un concepto más ecológico, más conservacionista para el combate de plagas. En este MIP, los insecticidas se incluyen dentro de programas asociados a una serie de prácticas que tienden a disminuir las poblaciones de insectos, a la vez que se pueden aplicar algunos productos llamados insecticidas biológicos, que son fabricados a partir de organismos (pueden ser otros insectos u hongos entomopatógenos) capaces de eliminar algunos insectos plagas al parasitar sus cuerpos.

En el caso de las malezas o malas hierbas, que son especies vegetales con características de rápida y abundante reproducción y de muy elevadas tasas de crecimiento, las cuales compiten con las especies cultivadas por espacio, luz, agua y nutrientes esenciales, también se deben combatir una vez que su población sobrepase el umbral económico o de daño al cultivo, que cause cierta disminución de los rendimientos. Otro efecto negativo de las malezas es que algunas sustancias tóxicas liberadas por diversos órganos de ciertas malas hierbas pueden tener efecto alelopático sobre las plantas de cultivo, inhibiendo la germinación de sus semillas, causando su retraso en el crecimiento y hasta su muerte. Esto tiene profundos efectos sobre las poblaciones de plantas del cultivo y consecuentemente sobre los rendimientos finales.

Existe una amplia gama de herbicidas para diferentes formas y momentos de aplicación. Hay productos para aplicación pre siembra, pre emergente al cultivo y pre emergente a las malezas, pos emergente al cultivo y pos emergente a las malezas, para combate de especies gramíneas y de no gramíneas, también difieren en su modo de acción, etc. En conclusión, estos productos, al igual que el resto de los plaguicidas, deben existir en las fincas para su uso oportuno y evitar pérdidas de rendimiento, de esfuerzo y de dinero en el negocio agrícola.

Para el combate de malezas también se puede aplicar un manejo integrado, ya que existen otros métodos que pueden ser: preventivos, manuales, mecánicos, físicos y biológicos, pero el combate por medios químicos con la aplicación de herbicidas es prácticamente inevitable en siembras comerciales de cierta magnitud.

Otros plaguicidas de amplio uso son los fungicidas, para el combate de hongos patógenos que pueden causar la destrucción total de campos cultivados; sin embargo, su uso está bastante limitado a cultivos hortícolas, frutales y flores, y eventualmente se aplican en cultivos más extensivos como es el caso de cereales y otros. Los hongos pueden causar daños anatómicos y fisiológicos a las plantas, por lo que existen productos de diversa forma de acción, que permiten tanto combates externos de hongos, como combates internos en aquellos casos cuando los hongos viajan por el interior de las plantas. Por supuesto, estos fungicidas tampoco pueden faltar para ser aplicados oportunamente, especialmente en este tipo de cultivos de producción intensiva con elevados costos de producción por unidad de superficie.

El resto de plaguicidas no es de aplicación generalizada, se aplican en casos específicos cuando hay necesidad de combatir ácaros, nematodos, roedores, etc.

Lo importante es que en la actualidad, cuando la agricultura se desarrolla en terrenos de amplia tradición agrícola y existen peligros latentes de presencia de algunos de estos organismos que pueden arruinar un cultivo, los agricultores tienen que tener seguro y fácil acceso a la adquisición de los plaguicidas, para su aplicación correcta y oportuna. Esto último es muy importante, ya que la acción o el efecto de muchos de estos productos químicos se pierde si no se aplican en determinados momentos del ciclo del cultivo o de los agentes causales de daños. Para ilustrar esto podemos señalar el caso de unos insectos que deben ser combatidos en estado adulto y otros en estado larval, o malezas que deben ser combatidas cuando no tienen más de un determinado número de hojas porque de lo contrario el herbicida pierde efecto. Entonces, la aplicación de estos plaguicidas en el momento oportuno es fundamental.

La solución a las limitaciones en el suministro de plaguicidas para la agricultura debe ser simplemente apoyar a los empresarios que tengan experiencia en la importación, formulación, fabricación de estos insumos. Mientras exista el control de cambio ese apoyo sería básicamente el suministro de divisas, además de aligerar todo lo correspondiente a los permisos necesarios para su importación, fabricación y comercialización, que la burocracia oficial cada vez complica más para este tipo de productos. Entonces, con la situación actual del país, el apoyo oficial es imprescindible para que los agricultores dispongan de la variedad de plaguicidas que necesitan para llevar adelante y con seguridad sus cosechas.

Es muy frecuente escuchar a los agricultores reclamar la presencia de una empresa como Agroisleña, C.A., la cual, además de ofrecer abundancia, variedad y oportunidad en el suministro de plaguicidas, prestaba un gran servicio de apoyo con la asistencia y orientación que brindaban sus técnicos en el correcto uso de los productos que vendían, y en el manejo del cultivo en general, cuando eso era procedente. Empresas de este tipo, que han sido expoliadas por el régimen, deben regresar a sus dueños para que puedan brindar la asistencia en el campo para lo cual han sido creadas.

En lo concerniente al uso de plaguicidas en la agricultura, lo cual es constantemente cuestionado por los ecologistas debido a que su mala aplicación puede causar severos daños al ambiente en general y a los humanos en particular, se recomienda un especial apoyo a la producción de plaguicidas biológicos, la cual es una actividad que en el país se ha venido desarrollando desde centros de investigación universitarios y oficiales, y hay particulares que han emprendido la producción comercial de estos productos.

Es recomendable también, que se realicen campañas para educar a los productores en el correcto uso de los plaguicidas, la disposición de empaques vacíos y residuos que pueden ser altamente contaminantes y dañinos para la salud de las familias campesinas. Estas campañas han existido en el pasado y para todas estas actividades hay regulaciones establecidas, las cuales son excelentes si se aplican correctamente pero carecen de importancia mientras no se apliquen y no se haga un control severo para su cumplimiento.

Diciembre de 2018

pedroraulsolorzano@yahoo.com

www.pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com

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Pedro Vicente Castro Guillen

Calificar de negro un momento de la vida de una Nación está asociado a grandes catástrofes. Podemos referirnos al 24 de octubre de 1929, conocido como el jueves negro que dio inicio a la caída de la Bolsa de Valores de New York que casi pudo culminar en el hundimiento general del capitalismo mundial, pocos eventos han sido recordados tan sombríamente. Pero nuestro país también tiene su propia fecha funesta como el llamado viernes negro el 18 de febrero de 1983, momento en el cual, después de mantener la más sólida estabilidad cambiaria de América Latina el bolívar se devalúa frente al dólar estadounidense, creando un quiebre de tal magnitud que ha sido, sin que nos quepa duda, el punto de inflexión en la historia contemporánea reciente de nuestro país que nos condujo a la actual tragedia del socialismo en el siglo xxi.

Pero claro, es necesario aclarar que no nos estamos refiriendo a eventos místicos o metafísicos. Los eventos antes relatados son el efecto de las acciones humanas en la conformación de su vida política, social y económica. En nuestro caso son el resultado de un claro accionar de la República democrática que no fue capaz de enfrentar los avatares de una economía petrolera, cuya renta oscilo entre shock positivos y negativos, y la elección de las decisiones adecuadas con que se debió enfrentar estos avatares del mercado. En fin, con la incapacidad de pasar de economía rentista a una economía productiva, aunque ello significo la nefasta consecuencia de cambiar renta por deuda.

El castro-chavismo y ahora el castro-chavismo-madurismo, lo que hicieron fue prolongar y profundizar un modelo que ya había muerto a mediados de los ochenta y cuya acta de defunción fue ruptura de la paridad cambiaria. Esto condujo a que se evaporara una renta de más de un billón (el español el de doce ceros) de dólares de ingreso petrolero como resultado del mayor ciclo alcista de precios del petrolero y volvió a repetirse la historia para que sólo nos quedara una deuda astronómica y una miseria que ahora alcanza a más del 80% de los venezolanos y una pobreza crítica que azota al 50% de los venezolanos.

Pero en este momento la situación del país corresponde a una verdadera hecatombe porque desparecido la fuente fundamental de la renta como lo es la industria petrolera y las dos terceras partes del aparato productivo nacional, el nivel de renta hoy es igual al de 1947, y vuelven a asolar el país pandemias, epidemias y endemias que habían desaparecido a mediados del siglo pasado: paludismo, malaria, tuberculosis, mal de Chagas, entre otras y con su aparición ha desaparecido el aparato sanitario y de salud pública y privada que se había construido desde los años cuarenta del siglo XX.

Hoy los venezolanos se disponen a pasar por una de las experiencias más enervantes de toda nuestra historia contemporánea en épocas de paz, que es la desaparición de las navidades como producto de una hiperinflación atroz calculada por el FMI en aproximadamente 1.500.000% y un desabastecimiento en comida y medicina de alrededor del 80%. El castro-chavismo-madurismo ha logrado lo imposible destruir en la práctica toda posibilidad de que el venezolano pueda disfrutar unas fiestas navideñas que tenga algún parecido no digamos con la que se podían festejar en los años noventa de la anterior centuria sino parecidas a las del 2017.

El costo de los artículos de vestir: ropa, calzado y afines, las bebidas alcohólicas necesarias en toda celebración: cerveza, ron, cocuy de penca, porque whisky, vino o Champan, sólo los jefes y turiferarios de régimen serán los que podrán tener acceso a tales artículos de súper lujo. La multisapida hallaca brillara por su ausencia en la mesa de los venezolanos, como hemos visto desaparecer la pasta, arepas y pare usted de contar.

Diciembre negro es la única denominación posible para este mes que cierra el 2018. Es por ello que los venezolanos tenemos que militar en dar de baja este régimen destructor y recuperar lo que ha sido el mayor anhelo de la República desde la Independencia: construir una democracia.

@pedrovcastrog

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Américo Martín

“Sigue siendo un diamante en bruto” consignó Heraclio Atencio Bello al referirse a Venezuela antes que pisara tierra la planta revolucionaria. ¿Puede hoy repetirse esa frase? La devastación causada alcanza dimensiones insuperables y no obstante, sí, la frase se sostiene aunque el esfuerzo de tallar la piedra sea inconmensurablemente mayor.

Estamos envueltos en la catástrofe. El país la siente, el pueblo la padece. Se discurre sobre implosión social o acerca de soluciones de fuerza. El caso es que el gobierno nos ha hundido en un pestilente pantano sin ofrecer salidas creíbles, lo que intensifica la desesperanza y da alas a fórmulas fundamentalistas. El ruido relacionado con el 10 de enero no es caprichoso, sigue una secuencia lógica o, si se quiere, fatal.

Precisamente porque pueda serlo debería considerarse crucial. El reconocimiento internacional del primer gobierno de Maduro viene de la aceptada victoria que le dio por primera vez la presidencia. Con posterioridad forzó la barra, adelantó los comicios algo más de 7 meses y se hizo elegir en 2018 para un segundo mandato. La comunidad internacional desconoció la operación basándose en serias razones entonces invocadas para considerar que se había producido un fraude.

De allí que, mientras Maduro imagina que su plazo constitucional está comenzando, la comunidad mundial y la mayoritaria oposición sostienen, por el contrario, que concluirá el 10 de enero. En esa fecha terminará su primera y única elección. Ni un día más. Ni un día menos.

Supongo que el cuestionado presidente está al tanto de la complicada situación en que se encuentra. Habrá sido informado que la comunidad internacional no ha variado su posición, de modo que el 10 de enero -para ella y para la mayoría de los venezolanos- habrá un vacío de poder. Al igual que en la atmósfera, los vacíos son intolerables en asuntos de política y gobierno y podrían resolverse con violencia ciclónica. ¿Cuál sería la reacción de los factores principales, si el inquilino de Miraflores se hace el desentendido y se queda en el Palacio? Al extinguirse su poder, sencillamente no podrá válidamente hacerlo. Al esfumarse su legitimidad de origen perdería automáticamente su puesto en la OEA.

Supongamos ahora que las sanciones mundiales se multiplican como se ha anticipado y que Venezuela incluso fuera declarada país terrorista. ¿Bastaría tan grave secuencia para forzar un cambio democrático? Posiblemente termine siendo ese el desenlace natural pero sería menester una negociación que culmine en elecciones mundialmente garantizadas.

Pueden estudiarse otras posibilidades siempre que ninguna sacrifique el sufragio universal, en el marco de los acuerdos para que las garantías constitucionales protejan efectivamente a unos y otros. Sería considerable un breve tiempo de transición con base en los acuerdos de las partes y el programa de urgencias, comenzando con la ayuda humanitaria, libertad de presos políticos, rescate de Instituciones democráticas, correcta implementación de la justicia, decapitación de la hiperinflación, reactivación de la economía.

Imposible dejar de construir en sana paz una fructífera convivencia democrática. Decisiones de esa índole levantarían la moral colectiva después de tantas inmerecidas humillaciones. Seríamos una próspera, libre y ejemplar nación de flameantes banderas que unen y fortalecen la savia de su doble riqueza. Próspera por su desarrollo diversificado y autónomo; afortunada por su alentadora libertad y fortaleza emocional.

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