En su “Gran Hermano” y otros escritos, George Orwell predijo hace unas cuantas décadas, varias de las transformaciones que están afectando esencialmente, dicho sea sin pizca de exageración, las raíces de la vida humana. Por cierto, su obra central, “El Gran Hermano”, figura en una lista de libros, junto a “El Mundo Feliz” de Aldous Huxley, cuya lectura se censura en Estados Unidos.
“Wearables” para perros
Dentro del extenso, casi infinito, repertorio de innovaciones que de manera constante están apareciendo, en estas líneas se hará referencia a la denominada Internet de las Cosas, ese sistema tecnológico que, descrito brevemente y sin entrar en aguas profundas, constituye una red de interconexión digital entre dispositivos, personas y la propia Internet, que permite el intercambio de datos entre ellos y capturar información clave sobre el uso y el rendimiento de los dispositivos y los objetos. Diversos estudios anuncian que para el año 2025, esto es, a la vuelta de la esquina, habrá en el mundo alrededor de cuarenta mil millones de dispositivos haciendo posible el enlace de todos los objetos.
Entramos, pues, al escenario de los autos sin conductor, las maleta robot, los edificios climáticos, las impresoras 3D, los cepillo de dientes que anuncian las caries, los zapatos que registran los kilómetros que se caminan, las conversas con las inefables Siri y Alexa, las pulseras que monitorizan la tensión, los drones y los “wereables” para las mascotas, todo ello una parte mínima, apenas, de una lista interminable y surtida de innovaciones.
Y entramos, así mismo, al tema de los hogares inteligentes. En su más avanzada versión tecnológica, disponible sólo en pocos países, alude a sistemas que permiten manejar de manera remota las luces, la climatización y hasta verificar si las puertas y ventanas de la casa están debidamente cerradas. Y yendo más allá, a la posibilidad de modificar en distintos aspectos la sala de estar, las habitaciones y la cocina, hasta llegar al baño, un sitio al que no alcanzaron a llegar los vaticinios de Orwell.
Los retretes inteligentes.
En este caso, las propuestas desde el Internet de las Cosas incluyen música y noticias, duchas que regulan la temperatura del agua, espejos que analizan la piel, además de un inodoro eficiente desde el punto de vista energético y admite el uso de agua reciclada, además de deshidratar, secar y quemar los desechos sólidos
Por otra parte, en el marco de la salud personal, se cuenta con un catálogo de sensores que permite medir distintos valores de nuestro propio cuerpo (el porcentaje de grasa corporal o el azúcar en sangre, por ejemplo) e igualmente examinar de manera automática las heces y la orina para detectar ciertos tipos de cáncer, así como algunos trastornos digestivos y renales e, inclusive, ayudar a detectar enfermedades en etapa temprana. Por estas vías se reúne, así pues, un buen número datos con la identificación de la persona, que pueden hacerse llegar a manos del médico (y quién sabe a cuántas manos más, con qué propósitos).
Es posible suponer que hoy en día en Venezuela los baños inteligentes deben ser muy poco comunes y que seguramente hacen parte de la economía de burbujas en la que ahora se ha convertido el Socialismo del Siglo XXI. Y, por otro lado, estimar que los existentes no tienen la sofisticación tecnológica retratada en el presente artículo. Pero, en cualquier caso, no hay duda de que, como veremos en los próximos párrafos, remite a una cuestión que tarde o temprano, debemos considerar en sus distintos efectos.
¿Y la privacidad?
Los hogares inteligentes, con sus baños, forman parte de lo que distintos autores, cada quien a su manera, han descrito como “la sociedad de la transparencia”, indicando que los modernos dispositivos y objetos hiperconectados nos “desnudan socialmente”, dejando huellas que se convierten en datos que pueden ser utilizados, a veces causando grandes beneficios sociales y personales, otras generando enormes daños.
Visto lo escrito en estas líneas cabe deducir el grado en que se puede lesionar la privacidad, fundada en la inviolabilidad de la persona humana y cuya protección no es solo tema de los individuos, sino a toda la sociedad. La transgresión de ese principio, cuestiona seriamente la premisa de que sólo el individuo tiene el derecho de hacer públicos los asuntos relativos a su intimidad, aun cuando no es nada fácil delimitar qué debe quedar protegido y qué debe calificarse como intromisión. Un factor que agrava esto último es que, como ha sido señalado en varias investigaciones, se está generalizando la aceptación de la vigilancia por parte del vigilado, bajo el entendido de que vale la pena sacrificar en alguna medida la libertad, a cambio de seguridad. En suma, la entrega de los datos es apreciada como una compensación, según pudo verse el año pasado, durante la pandemia.
Los Ojos de Chávez
Se están eliminando de muchas partes, exigencia tal vez del capitalismo de bodegones que ahora nos rige y nos gobierna. Me refiero a los Ojos de Chávez, dibujados en las paredes del país, concebidos para darnos la sensación de que aún nos observa y controla.
En efecto, es cierto que los están borrando en algunos sitios pero la acción no es suficiente para disipar la amenaza asociada, entre otras cosas, al Sistema Patria, que apuntan a reducir los espacios de la intimidad de las personas, dejando a un lado el hecho de que la Constitución no sólo establece el respeto a la privacidad, sino que registra el derecho de las personas de acceder a la información y a los datos que sobre ellas mismas o sobre sus bienes, consten en registros oficiales o privados.
Aparte de lo anterior, no está de más recordar que obviamente nos encontramos con dificultades que en distinto grado y de diferente manera, interpelan al mundo en todos los escenarios por los que transita la vida humana y que, en medida importante, derivan de la velocidad y profundidad de los cambios tecnológico que tienen lugar en la Sociedad 4.0.
Advertir por otra parte que ha aumentado considerablemente la conciencia respecto a los desafíos planteados, abriendo el espacio a muchas iniciativas con el propósito de reorientar el desarrollo tecnocientífico, hoy en día plegado sin reservas a los dictados del crecimiento económico, al margen de casi cualquier otra consideración. Y añadir, finalmente, que las tareas que vienen realizándose, lo hacen a partir de la libertad del ser humano y de su capacidad de control sobre los procesos de transformación, teniendo como norte la solución de las múltiples crisis que, entrecruzándose unas con otras, perfilan el actual desmadre planetario.
Miércoles 31 de agosto de 2022