Pasar al contenido principal

Ignacio Avalos Gutiérrez

El tránsito vehicular como metáfora política

Ignacio Avalos Gutiérrez
Me vino la idea de contarme a mí mismo como transcurre la vida en Caracas, tomándolo como un ejemplo que ilustra lo que, de otras maneras y en distintas profundidades, dejan ver las grietas que cruzan a lo largo y ancho del país. El lector no encontrara cifras, pero sí sensaciones que son compartidas, de distintos modos y con desiguales alcances, por quienes vivimos aquí.

Decrecer o desaparecer ¿is that the question?

Ignacio Avalos Gutiérrez

Con sus bemoles, es cierto que durante los dos últimos siglos la situación de la humanidad ha mejorado, pero lo es también que en tiempos más o menos recientes se ha puesto a la vista el alto costo lo que ha significado.

Ahorrándome explicaciones que no caben en estas líneas, el planeta experimenta gravísimos problemas que atañen a todos los escenarios y que derivan de nuestros vínculos con la naturaleza, las pautas fundamentales mediante los que se organiza la vida y a los esquemas desde los que armamos la manera de entender la realidad.

Se cuestiona el modo de producir, consumir y vivir que el capitalismo industrialista ha configurado durante los últimos siglos, agravado por su versión moderna, ambos concebidos desde la convicción moral, como la califican ciertos autores, de que apenas han tenido que ver con las realidades físicas y naturales.

Se afirma, igualmente, que nos encontramos en medio dilemas que nos remiten a diversos planos (el ecológico, el económico, el social, el cultural, el político), que se interconectan y retroalimentan, haciendo evidente las distintas cuestiones que se deben entender y resolver, lo que conlleve la necesidad elaborar un estudio interdisciplinar y transdisciplinario, tanto en su diagnóstico como en la formulación de alternativas, o de lo contrario cualquier intento de comprender la realidad sería insuficiente.

Como ya dije, desde tiempos cercanos ha aumentado la divulgación de los estudios que advierten sobre el constante deterioro del planeta. En esta tarea han estado involucradas instituciones de diferente tipo, entre ellas varias internacionales, tales como la Organización de Naciones Unidas), El Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y La Unión Europea (UE).

Hace poco, la UE decidió apoyar financieramente la realización de una propuesta orientada a sustituir las bases del actual modelo de desarrollo y sentar los fundamentos de una Estrategia de Decrecimiento, alrededor de la modificación de los esquemas, tanto de producción como de consumo. Se parte de la idea de que los límites del planeta han sido rebasados por el estímulo al crecimiento continuo.

Un debate político obligado

Se trata, así pues, de proponer soluciones útiles para para acometer las dificultades en las nos encontramos, abordando la tarea de planteando ideas en torno a un nuevo modelo de sociedad que acometan la contradicción básica entre la búsqueda del crecimiento permanente y los perjuicios que causa a la naturaleza, a sabiendas de que en ello nos jugamos nuestra propia sobrevivencia.

Obviamente no se trata de una tarea sencilla. Significa un cambio de paradigma que tome en cuenta las diferencias culturales, las divergencias entre el mundo rural y el urbano, además de la gran desigualdad, tanto entre los países, como dentro de ellos, así como su diferente responsabilidad en la generación de la crisis y la injusta repartición de los daños que ha venido causando.

En la actualidad debiera ser el tema central del debate político mundial. Pareciera que se ha elevado la conciencia en relación con la crisis y, en efecto, se han firmado numerosos acuerdos y hay no pocas iniciativas transitando en la ruta de la sostenibilidad del planeta, pero aún estamos muy lejos de tener una estrategia que sea común, que asuma la complejidad de una crisis que es consecuencia de problemas que se interconectan y retroalimentan, hasta generar la Crisis Civilizatoria que dibuja el globo terráqueo.

En suma, como lo ha apuntado el profesor norteamericano Robert Reich, se trata de desplazar el centro de gravedad de nuestra autocomprensión como especie: no podemos prosperar, ni siquiera sobrevivir a largo plazo, si no redefinimos la relación con la Tierra y con nosotros mismos, en condiciones de interdependencia.

Hamlet

En su estado actual el sistema mundial se ha mostrado incapaz de organizarse para tratar problemas vitales, tales como el peligro nuclear, la degradación de la biosfera, las distorsiones de la economía, la desigualdad social, las migraciones e, incluso, los conflictos étnico - religiosos.

En función de lo dicho, hay que bregar los consensos necesarios, según ha señalado Perogrullo en distintas oportunidades, y para ello habría que sentar los fundamentos que permitan la gobernabilidad del planeta, como condición imprescindible para transformar casi desde sus raíces, el actual marco institucional. A la vez hay que repensar, no eliminar, el concepto de Nación y proyectar el de la Tierra Patria, reiterado mil veces por Edgar Morin entre otros autores, el cual supone la conciencia del destino, la identidad y el origen común de la especie humana. .

Retomo el título que encabeza el presente texto, inspirado en la famosa frase de Hamlet, el personaje de Shakespeare, y arbitrariamente colocada por mi entre signos de interrogación a fin de transformarla en pregunta. Finalizo respondiéndola que considero que Decrecer o Desparecer si es la cuestión.

El Nacional, viernes, 25 de agosto de 2023

El futbol femenino vs “el imperio de la testosterona”

Ignacio Avalos Gutiérrez

Desde sus inicios, la trayectoria de nuestra especie ha sido relatada en torno al Homo sapiens, prácticamente sin mencionar a la Mulier Sapiens. Su historia se encuentra marcada por la masculinidad, aunque afortunadamente las cosas están cambiando en todos los espacios, también en el deporte.

Sin embargo, si bien el machismo retrocede, aún respira.

La Costilla de Adán

Aunque no hay certeza plena, leo por ahí, que todo comenzó cuando, estando dormido Adán, Dios le quitó una costilla y a partir de ella creo a la mujer. De allí, tras razonamientos traídos por los pelos y que resultan cuesta arriba descifrar, emergió en el varón la idea de que era superior a la hembra y que ésta le debía obediencia, abriendo así la puerta al patriarcado.

Semejante absurdo ha dominado miles de años en distintos modos y grados, durante los cuales la mujer ha sido postergada y sometida a vivir en un contexto diseñado desde la masculinidad, que la confina a ser pareja del varón, madre de sus hijos y alguito más, no mucho, por culpa de su clítoris, estimado como un defecto anatómico, convertido en el soporte de la desigualdad con respecto a los varones.

No es de extrañar, entonces, que el género se convirtiera en un criterio universal de enorme importancia para definir la estratificación y fijar los roles, los espacios y las oportunidades de unas y otros en la sociedad.

El ethos masculino del deporte

Sin embargo, desde medianos del siglo pasado el movimiento feminista ha hecho posibles varios cambios orientados a ampliar la presencia de las mujeres en todos los rincones de la vida social. En consecuencia, se ha ido modificando su rol secundario y a la vez redefiniendo el de los hombres. La equidad de género empieza a aumentar, mientras el sexo disminuye progresivamente, como pretexto para instaurar la diferencia entre las personas. Se hace más evidente el debilitamiento de lo que algunos han calificado como “el imperio de la testosterona”, cierto, pero el machismo todavía moldea, en diverso grado, casi todos los espacios (educativo, político, científico, económico, cultural y hasta religioso).

También el deportivo, desde luego. Aun antes de que existiera como se le concibe en la actualidad, la mujer fue aislada, salvo en raras ocasiones, de los juegos que lo precedieron, incluso en calidad de espectadoras.

Bajo la inspiración de los realizados en la Antigua Grecia, a finales del siglo XIX se organizaron los Juegos Olímpicos, dando lugar a lo que hoy en día se considera el deporte moderno, el que, con sus lógicos cambios, se practica hasta hoy. El mismo surgió apartando a las mujeres en todas sus disciplinas y categorías, alegando que su presencia “…sería incorrecta, impracticable y poco estética”, según se citaba en uno de los documentos iniciales que sirvieron para darle forma.

Quedó, pues, explícito el ethos masculino del deporte y aunque paulatinamente se fueron observando algunas transformaciones, las mismas alcanzaban sólo para disimular la discriminación de las mujeres. Eran, en efecto, iniciativas tímidas, aisladas, inestables´, que “autorizaban” su presencia dentro de algunas áreas.

La mujer entra en la cancha

La presencia de las mujeres ha tenido, relativamente hablando, menos trabas en deportes como el volibol, la natación, la esgrima, el patinaje y algunos otros, determinados como “más femeninos”, esgrimiendo como motivo la barajita de que “requieren menos fuerza, vigor y potencia que el futbol”. Claro, se trata del “sexo débil”.

Desde su creación, a través de la fundación en Inglaterra de la Asociación de Futbol (1863), el balompié fue pensado, reitero, como un deporte de hombres, según lo muestra fehacientemente la historia a través de miles de episodios. No sorprende, entonces, que la participación femenina fuera aprobada por la FIFA, apenas en el año 1980 y que el primer torneo mundial de fútbol femenino no se realizara sino hasta 1991, en China.

Hoy las condiciones del futbol femenino son otras. Poquito a poquito las mujeres han ido conquistando territorio en este deporte de machos para machos, que no saben qué hacer con esta sorprendente invasión de señoras y señoritas, como lo escribió Eduardo Galeano, bastante antes, cabe advertir, de que fuera, ni de lejos, lo que ha logrado ser hoy.

En efecto, ahora ellas andan en el campo como jugadoras, arbitras y entrenadoras, en todos los países del mundo (si bien algunos todavía lo “prohiben”), al paso que han ido proliferando las competencias, incluyendo varias copas mundiales y ligas internacionales y nacionales en diversas categorías. También se desempeñan como narradoras en radio y televisión e igualmente como escritoras en los periódicos. Y por supuesto como espectadoras, desde los estadios y los medios de comunicación, al extremo de que en el Mundial de Qatar representaron cerca de la mitad del público que siguió la competencia.

En suma, las mujeres han llegado para quedarse, ya se han integrado como feligresas de esa religión pagana, que es el fútbol.

El machismo aún respira

Pero quedan no pocas cuestiones pendientes, en lo relativo a la equidad. El desnivel con respecto a los futbolistas varones, es palpable en aspectos financieros tales como el soporte a los equipos, el sueldo de entrenadoras, jugadoras y arbitras, las condiciones de los contratos (se han asomado cláusulas de embarazo, maternidad …), la difusión pública, la ausencia casi absoluta en los cargos dentro del entramado burocrático que, desde el cielo de la FIFA, gobierna el balompié a lo largo y ancho del planeta.

En parecida dirección resulta imposible no mencionar algo que parece insólito: después de varios años de haberse solicitado, solo recientemente algunos patrocinantes aceptaron que las damas no usaran pantalón blanco, a fin de subsanar la obvia incomodidad que causaba la menstruación en las jugadoras, durante el partido.

Los asuntos considerados anteriormente, además de otros, forman parte de un elenco de prejuicios, que sobrevive en pleno Siglo XXI.

La Copa Mundial

En estos días se está celebrando la novena edición del campeonato Mundial de Futbol Femenino, con sede en Australia y Nueva Zelanda y financiado, aunque suene a inconsistencia cultural, por Arabia Saudita.

Hasta ahora he visto un buen número de juegos. Me precio de saber algo del tema y puedo dar fe, por tanto, de que he observado partidos excelentes, muestra de un futbol bien armado, vistoso, ofensivo, técnico, poco dado al “pelotazo”, con pocos reclamos y fauls, casi sin tarjetas (no tengo en la memoria ninguna roja), sin faltas fingidas mediante caídas y muecas de extremo dolor, con escasos reclamos a las arbitras, amén de otras características.

Así las cosas, después de ver lo que vi me resulta duro de entender que tengan cabida comentarios de ciertos “expertos” que denigran del certamen y afirman, sin siquiera parpadear, que algunos de los rasgos expuestos en el párrafo anterior, derivan de su “menor grado de profesionalización”, además de su falta de formación, comparada con la que se tiene en el entorno varonil. Menos que menos comprendo que algunos reportajes se centren en el tema de las jugadoras lesbianas y saquen estadísticas de cuantas son, en que equipos hay más, en cuales no hay, quien es pareja de quien, para luego concluir que la cancha se ha ido convirtiendo en un lugar propicio para la homosexualidad femenina. Ni tampoco comprendo a quienes elaboran listas que clasifican a las futbolistas más bellas de la competencia, ni a quienes se permiten dar recomendaciones para que las jugadoras lleven una vestimenta un poco más sexy y atrevida (“pantalones más ceñidos”, sugirió Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA), a fin de hacer los partidos más “atractivos”.

Completo mi asombro con la opinión de un exfutbolista, actualmente ocupado en la tarea de fichar jugadores para un club europeo. Dijo una frase que me viene de maravilla como cierre de esta larga lista de insensateces: “el futbol femenino es como comerte una salchicha vegana."

El Nacional, jueves 15 de agosto de 2023

El Nacional cumple sus primeros ochenta años

Ignacio Avalos Gutiérrez

Sobran las ideas para escribir un artículo. En estos tiempos proliferan los temas que llaman la atención, tanto nacionales como mundiales. A cada instante pasan miles de cosas de las que nos enteramos. Nuestra vida se desliza dentro de la Sociedad de la Información que, a la vez que nos deja saber lo que sucede, nos confunde con la realidad, la oculta y la falsifica. Hace posible que se burlen los hechos y se abran las puertas a las que elegantemente han sido bautizadas como las “verdades alternativas”. En suma, enturbian la posibilidad de conocer e interpretar los acontecimientos que nos rodean, lo que obviamente también sucede en nuestro país, pero aderezado con otros factores que soplan desde el poder, reforzándolos, y que atañen a la libertad de expresión

En este sentido, me refiero a las diversas maneras de las puede disponer el gobierno actual con el objetivo de controlar los medios de comunicación (televisión, radio, periódicos, la esfera digital), haciendo caso omiso de lo dispuesto en nuestras normas legales, incluso en la Constitución.

Aludo, igualmente, a la opacidad que caracteriza el manejo de los asuntos oficiales. Solo por mencionar un aspecto, las estadísticas se manejan a discreción y uno se queda sin saber bien como es la cancha en la que estamos parados, quedando siempre con la obvia y legítima sospecha de que no es la que se describe en los informes a los que se puede acceder. Por fortuna hay organizaciones de diversa índole, unas locales, otras internacionales, que muestran las otras caras de la realidad nacional, recogiendo la sensación de los ciudadanos de a pie, los que sufren en carne propia el descalabro de nuestro país, sumido en una larga crisis que lo afecta en todos los espacios.

Sin pretender, ni mucho menos, ser exhaustivo en el análisis de un asunto que ciertamente es medular para la democracia, quiero mencionar un tercer aspecto, al que me parece que no le damos tanta relevancia. Se trata de la resignificación del lenguaje, idea recogida como predicción hace más de medio siglo en la novela “1984”, escrita por George Orwell. En efecto, desde el inicio de la presidencia de Chávez, las palabras han ido pasando a significar algo distinto a lo que hasta entonces designaban. Expresado muy brevemente, se trata de lo que el mencionado autor identificó como la “neolengua”, con el fin de advertir en torno a la simplificación del idioma, bajo el entendido de que éste es el medio del que disponen las personas para entender y conceptualizar la realidad. Desde entonces se ha ido encogiendo, convirtiéndose en un relato político simple y maniqueo, que se destila en un pensamiento único y que sataniza las discrepancias, sirviendo como plataforma a un discurso épico que se vocea en decibeles altos, como si de esta forma aumentara su capacidad de convencer a “nuestro pueblo” de que vamos hacia la construcción de la “Gran Venezuela”.

Viene a cuento lo anterior porque el pasado 3 de agosto, El Nacional cumplió 80 años de fundado. Son muchos años y merecen ser celebrados, sobre todo en un país en el que aún priva la “cultura de lo efímero”. Pero que hay que festejarlos todavía más si se calibran a la luz de las dos últimas décadas de su historia, trenzadas por múltiples obstáculos de toda índole que, sin embargo, no han logrado bajar al periódico de la tarima pública, manteniendo su propósito de exponer una versión de nuestra sociedad, muy lejana de la que se divulga mediante la “lengua oficial”.

Como he dicho más de una vez, estoy familiarizado con “El Nacional” desde niño, cuando leía sus páginas de deporte, en particular las de futbol. Al paso en que avanzaba en mi adolescencia, brinqué a otras secciones y nació mi interés por la política, sin entender muy bien de que se trataba, pero que me abrió una ventana para ver un poco más allá de mi ombligo personal y social.

Nunca me pasó por la cabeza que algún día escribiría en estas páginas como columnista, acontecimiento que interpreto como un privilegio que me dio la casualidad. Desde esta condición va mi reconocimiento a quienes lo fundaron y mis felicitaciones a quienes hoy lo hacen posible desde su tenacidad.

El Nacional, 7 de agosto de 2023

Reflexiones sin ton ni son

Ignacio Avalos Gutiérrez

En estos días me he dedicado a pensar y leer sobre temas distintos, escogidos casi al azar. Son diversos los asuntos por los que deambulé, algunos de los cuales los expongo en estas breves líneas, sin ningún orden y sin ningún motivo que no sea el asombro, aderezado por el desconcierto.

Sube el “record” de calor

Leo que en el transcurso de las últimas semanas el planeta ha venido rompiendo sucesivamente el “record” de calor, registrando una temperatura cada vez más alta, estimación en la que coinciden todos los organismos que abordan el tema. Encima los expertos advierten que la marca podría superarse varias veces más este año, dándonos la pésima noticia de que estas olas de calor serán cada vez más frecuentes y severas. Concuerdan, además, en que tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles, no dentro de algunas décadas, sino ahora.

Me viene a la mente, entonces, la cantidad de informes que han estado alertando, desde hace alrededor de cincuenta años (recordemos “Los Limites del Crecimiento”, el famoso Informe del Club de Roma en la década de los setenta) sobre el riesgo que corremos los terrícolas y desfilan en mi memoria los infinitos acuerdos aprobados, casi bajo juramento, por la mayoría de los países, pero ignorado al momento de tomar las medidas correspondientes. Se le ocurre a uno, entonces, la sospecha de que los habitantes del mundo tienen tendencia hacia el “autosuicidio”, palabra inventada a finales del siglo pasado, según se cuenta, por un importante líder político de la denominada Cuarta Republica.

La Globesidad

Brincando de asunto observo que el mundo engorda con el pie en el acelerador, a tal punto que Organización Mundial de la Salud acuñó el término Globesidad para describir lo que está sucediendo en niños y jóvenes, adultos, hombres y mujeres, tanto en los países ricos (Estados Unidos a la cabeza: casi dos tercios de los adultos), como en los pobres, al igual que en los que se ubican entre aquellos y éstos. Se trata, pues, de una verdadera pandemia de la que no se libra Venezuela, según lo muestran las estadísticas, ubicándola entre los tres primeros lugares de América Latina. Es, pues, un grave problema de salud pública, según lo ha señalado el propio Gobierno.

Los diagnósticos explican que hay una inequívoca conexión entre pobreza y gordura y que, más allá de ciertos desacomodos en el funcionamiento del cuerpo, el gordo se fabrica por comer mucho, mal y con premura, además de llevar una vida sedentaria.

Pero el asunto tiene, así mismo, aristas económicas fundamentales. Un vistazo rápido señala que a lo largo de los últimos años ha tenido lugar un proceso de industrialización que, gracias a innovaciones tecnológicas y organizativas llevadas a cabo en buena medida en nombre de las sagradas economías de escala, se ha logrado abaratar el precio de los alimentos, homogeneizándolos mediante la adopción de sistemas que buscan cantidad, más que calidad, esto es, ser rentables, más que saludables. Transgénicos, concentración insalubre de animales, alimentados de manera inadecuada, aditivos químicos para la conservación de los productos, son, por mencionar algunos factores, propios de un esquema productivo cuya más clara señal de éxito, según opinó alguien con cierta dosis de sarcasmo, es el número de personas obesas.

La velocidad

Conforme a una expresión que se ha convertido en “cliché”, la sociedad de hoy en día se encuentra "enferma de prisa y totalmente anestesiada", y lo peor, es que los terrícolas somos cada vez menos conscientes de ello. Somos víctimas de “un estado de turbo temporalidad en donde todo va acelerado".

La rapidez se ha convertido en un criterio imprescindible para ordenar la vida, al extremo de que los países no se dividen únicamente entre desarrollados y subdesarrollados, sino en lentos y rápidos. Atragantarse en el almuerzo se convierte, entonces, en un dato relevante para transitar la ruta del progreso.

Así las cosas, la tranquilidad y el sosiego son valores incapaces de rivalizar con el termómetro del PIB o el número de automóviles por habitante. “Correr o morir”, that is the question. Ir a toda velocidad, aunque no se sepa muy bien hacia dónde, e incluso si se abriga la sospecha de que se va por la pista equivocada. Cosas éstas, así pues, que describen, si bien no de manera exclusiva, a la civilización occidental, como judeocristiana y rápida.

La Sedotofobia

Estamos expuestos diariamente a sonidos que, según la arriba mencionada OMS y otras muchas instituciones, superan el umbral de ruido saludable para nuestros oídos (alarmas del teléfono, tráfico en las ciudades grandes, tubos de escape, sirena de patrullas o ambulancia, música todo volumen en cualquier lado, en fin) Son, se advierte, sonidos que pueden acabar dañando seriamente el sistema auditivo.

Nuestro mundo se ha convertido en una metáfora del ruido, clasificado como un problema ambiental que afecta a las personas, tanto en su salud física (molestias ocasionales, diabetes, hipertensión, alteración de la frecuencia cardíaca…), como en su condición mental (insomnio, falta de atención y escasa concentración, fatiga, estrés, irritabilidad, lapsus de memoria, agresividad, depresión, ansiedad, …).

El ruido es uno de los factores medioambientales que provoca más alteraciones en la salud, después de la contaminación atmosférica. Sin embargo, lo peor es que nos hemos acostumbrado a tolerar el ruido y lo que es seguramente más grave, habituado a generarlo, esto es, le dimos carácter de costumbre.

Pero la cosa no termina allí puesto que diversas investigaciones han diagnosticado la “sedotofobia”, esto es, al miedo, a la calma, al sosiego y a la quietud. En una de sus canciones Joaquín Sabina habla de “un ruido que todo lo inunda, que no deja lugar para el sosiego o la paz que nace de una de las más preciosas -y subversivas- libertades que, mal que bien, aún nos quedan: el silencio”. Se está perdiendo, por tanto, un derecho fundamental de cualquier ciudadano.

La guerra

Pareciera que se nos ha perdido la noción del tiempo que ha durado sólo tenemos la certeza de que los muertos son miles de miles El conflicto se ha convertido en eso que los expertos denominan un problema geopolítico. Así, diversos países tercian en el asunto, cada uno con su barajita escondida tras las banderas de la paz, el resguardo de los derechos humanos, el repudio a las armas químicas y atómicas y el resto del bla, bla, bla, que condimenta la prédica de los que fungen como guardianes planetarios. Así las cosas, si por fin hay un cese a la guerra, es porque las distintas barajitas pudieron hacerse compatibles.

De nuevo, como si faltaran pruebas, se comprueba que las normas internacionales parecieran borradores escritos en servilletas. Que las diversas instituciones encargadas de elaborarlas y hacerlas cumplir, semejan un jarrón chino. Que les queda grande la globalización, no saben manejar la creciente densidad de las interdependencias y sólo observan las cosas desde la perspectiva del interés asociado al pedazo que corresponde al Estado Nacional.

Ucrania no será, tristemente, el último caso que ponga de bulto el peligroso déficit de gobernabilidad en el planeta. Lo más lamentable es que el conflicto será una derrota para todos, sea cual sea su resultado.

Queda demostrado por enésima vez que, al final de cuentas, la guerra solo la entienden (y sienten) los que la sufren, así como quienes son capaces de ponerse en su lugar y comprender que no existen causas por las que haya que morir.

Conclusión

Los asuntos considerados anteriormente dejan la sensación de que el planeta evoluciona sin una brújula que le señale la ruta que lleva y menos aún, si es la correcta, circunstancia cuya gravedad no es posible abultar en esta época trazada por la globalización (todo ocurre en todos los rincones del mundo), el agotamiento del vigente modelo de desarrollo (hace agua por todas partes) y las profundas trasformaciones tecnológicas (aceleradas y disruptivas), aspectos que desde hace un buen rato están enviando señales que hay que saber descifrar porque ponen a la especie humana entre la espada y la pared.

El Nacional, miércoles 26 de julio de 2023

Después de tanto tempo, seguimos siendo los chamos que fuimos

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hace diez años celebramos mis compañeros y yo 50 años de graduados. El próximo sábado conmemoramos 60, lo que mirado desde fuera es, como me dijo un necio tratando de ser cómico, una reunión de “adultos mayores”, nada más lejano de lo que sentimos nosotros de nosotros.

Aunque dicen que una década es demasiado tiempo a esta edad, no se me vienen ideas, ni sentimientos, muy distintos a los que expresé entonces. Algunos nos conocemos desde cuando estábamos en primer grado, otros ya entrada la adolescencia y unos cuantos algo después. Pero el recuerdo es el mismo, como si el tiempo pasara en vano.

Se dice que el presente no existe, se va a cada instante, y que el futuro tampoco, es pura incertidumbre, no ha llegado. Sólo cuenta, pues, el pasado. Sin necesidad de haber estudiado filosofía, los músicos hablan algo parecido y por eso uno de ellos escribió en un bolero que recordar es vivir. En fin, somos porque hemos sido y, al menos en parte, la vida, termina siendo, entonces, un álbum de fotografías o una película y desde hace ya unas décadas, un menú de dispositivos tecnológicos que nos permiten estar en contacto diario, a cada ratico. Benditas, pues, digo yo, ni pensador ni músico y menos que menos “Homo digitalis”, la cámara fotográfica, la filmadora y el facebook, constatan que somos los que fuimos.

A propósito de lo anterior, diré que como cabe fácilmente suponer, constituimos un grupo de predigitales, al que las nuevas opciones tecnológicas nos llegaron a la altura de nuestra mediana edad, no se sabe exactamente si para bien, para mal o más bien para todo lo contrario, habrá seguramente un menú surtido de opiniones al respecto. Yo personalmente creo que no hay que darle la espalda a las inmensas posibilidades que abren estas innovaciones, pero estoy seguro de que vernos cara a cara no tiene comparación, visto que no son suficientes las relaciones virtuales.

Cierto, diversas investigaciones, muestran que el exceso de “digitalidad”, tiene peligros, porque los seres humanos somos analógicos, nos hacen falta las redes sociales de carne y hueso, no en balde, y lo coloco apenas como un ejemplo entre muchos, los hijos de los directores de las “grandes tecnológicas, (Apple, Google …), asisten a la escuela para oír a sus profesores, pizarrón y tiza mediante, para aprender las diferentes materias que se incluyen en el pensum. Para fortuna de nosotros, los “inmigrantes digitales”, está cobrando fuerza una suerte de “revancha de lo analógico”. Tenía razón Kant “Los besos por carta no llegan a su destino”

La vida nos desperdigó, incluso geográficamente, pero no biográficamente y, como dije, el próximo sábado nos volvemos a ver. Vernos significa topar de nuevo con el misterio de la existencia. Asombrarnos de cómo nos aconteció la vida, de cómo cada cual llegó hasta acá. Si fue por el azar de los dados, disfrazado en una serie interminable y cotidiana de casualidades, buenas y malas. Si fue por el imperativo inscrito en nuestro elenco genético, según diría un biólogo recalcitrante, por los designios inapelables del cielo, por obra de la libérrima voluntad de cada quien para escoger y desandar caminos. O por todo junto, mezcla extraña vertida en un libreto invisible, el cual nos fue volviendo distintos, pero manteniéndonos iguales y reconocibles, los mismos de antes, no obstante ciertas trayectorias que pretenden despistarnos, por ejemplo, la de los que los que prometían para poetas y terminaron diseñando equipos electrónicos, la de los que tropezaban con la piedra de las matemáticas y ahora calculan estructuras viales, la de los tímidos que se subieron a la palestra pública, la de algunos flacos que engordaran y la de ciertos revolucionarios que mutaron en plácidos conservadores. Sin embargo, ninguno ha conseguido disipar la verdad incontrastable de que sigue siendo los que fue.

Vernos es, asimismo, repasar la época en la que anduvimos de la mano de los jesuitas, una orden religiosa inquieta y polémica, y cotejar en cada uno de nosotros la marca, no pocas veces diferente (lo cual habla bien de su amplitud) que dejaron mediante su inteligencia, su pasión y su bondad en la educación que nos dieron, un capital que hemos usufructuado siempre, aun sin darnos cuenta, y, me temo, sin saber agradecerlo.

En fin, vernos será volver a tener al lado a varios tipos, con la sensación de que estuviste con ellos apenas ayer, de confirmar que, no obstante, las diferencias que pueda haber respecto a tantas cosas son tu gente, parte esencial de tus afectos, es decir, de tu vida.

Nos volveremos a ver en un rato. Diez años pasan volando

El Nacional, 21-07 2023

Vinicius Jr. (El color de la piel o el brillo de los ojos)

Ignacio Avalos Gutiérrez

La intolerancia, dicen, es parte de la historia humana. Nos inventamos diferencias que traban la convivencia social, mediante un menú variado de prejuicios que incluyen el machismo, la xenofobia, la homofobia, el extremismo religioso, la gordofobia, además de otras formas de discriminación que reciben menos atención y se vuelven casi invisibles como, por ejemplo, la glotofobia, un sesgo absurdo del que recién me entero, que lleva a juzgar a las personas a partir de la variedad lingüística.

La segregación racial

Del repertorio que recoge las discriminaciones, el racismo ocupa un lugar muy destacado, se trata de una de las más poderosas prácticas de humillación. A pesar de los esfuerzos por reducir sus efectos, sobrevive permeando las relaciones sociales, considerando inferior a quien lleva ciertos rasgos, asumiendo, sobre todo, que el color de su piel lo ubica en el escalón más bajo de la especie humana. En síntesis, la segregación sería, entonces, obra de la biología, no del entorno social, a pesar de que desde la ciencia se establece un tronco común conforme lo indica la denominada “genética de las poblaciones”, una disciplina que ha identificado la existencia de una cepa original y el tiempo en que, a partir de ella, se han ido produciendo las mutaciones.

Como bien dijo Nelson Mandela, “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente aprende a odiar. También se le puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que lo contrario”.

El racismo semeja una epidemia global, agravada por las crecientes migraciones originadas por las complejas crisis que sufre el planeta, obligando a un gran número de personas a huir de sus lugares de origen con la pretensión de iniciar una nueva vida en otros sitios que son culturalmente disímiles y que son propensos en diversos grados, a la exclusión y a la sumisión por motivos raciales

El caso de Vinicius

Su acta de nacimiento indica que se llama Vinícius José Paixão de Oliveira Júnior, conocido en la cancha como Vinicius JR. Es brasileño, cuenta con apenas 22 años, ya está incluido en la lista de los mejores jugadores del planeta y hay quienes lo perfilan con posibilidades de entrar a figurar junto a los más grandes de la historia del balompié. Fue fichado por el Real Madrid por una buena cantidad de millones de dólares y actualmente se cotiza quien sabe en cuantos más.

Hace poco le toco ser la figura central de un episodio que viene hablando muy mal del futbol desde hace unas cuantas décadas. Fue protagonista de un hecho que, literalmente hablando, le dio la vuelta al mundo. Resultó víctima de una agresión racial, que comenzó cuando se bajaba del autobús que llevaba el equipo merengue al Estadio de Mestalla, sede del Valencia F.C, y continuó con más intensidad desde las tribunas, en el transcurso del partido.

Las cámaras captaron el jugador llorando en una mezcla de rabia, tristeza e indignación. Declaró que en “En cada partido fuera de casa hay una sorpresa desagradable. Deseos de muerte, un muñeco ahorcado, muchos gritos criminales”. Los fanáticos contrarios se valen del tono de su piel para insultarlo, cosa que, por cierto, ocurre en un deporte que es cada vez más multiétnico, como lo demostró el Mundial de Quatar y diariamente lo enseña la Liga Europea.

Vinicio Jr, lleva consigo, como tatuaje, una frase pronunciada por Bob Marley, famoso cantante jamaiquino, muy aficionado al fútbol, por cierto. Fue un mulato, hijo de un capitán de la marina con ascendencia inglesa, y de una escritora jamaiquina y como tal padeció la discriminación desde pequeño. La frase advierte que “Mientras que el color de piel sea más importante que el brillo de los ojos, habrá guerra”.

La Casa ¿Común?

A propósito de todo lo anterior, recordemos que Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos determina que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Bajo esta declaración se han creado organizaciones y normas que, aunque ciertamente han mejorado la situación, no han conseguido impedir que el racismo permanezca dentro del amplio abanico de discriminaciones.

No terminamos, así pues, de asumirnos como terrícolas y aprender a convivir en la Casa Común, ni siquiera, en estos momentos, permítaseme esta breve digresión (que no lo es tanto), en los que se está cuarteando y abundan las goteras. En efecto, informes recientes advierten que se están sobre pasando los límites fijados con relación a ciertos factores (el agua dulce disponible, el área natural que se conserva, los niveles de contaminación, la capa de ozono, el cambio climático, en fin), poniendo en jaque, no es exageración, la vida en el planeta. No es cuestión, así pues, de echarle una capa de pintura, sino de revisar los códigos con base a los cuales nos desempeñamos como especie.

En fin, no nos percibimos como vecinos cercanos, a los que nada de lo que les acontece, es “afuera”. Observemos, si no, las señales que se envían desde la geopolítica: cada país amenazando al otro con su bombita nuclear en el bolsillo trasero.

El Nacional, miércoles 7 de junio de 2023

Hace poco cumplió ciento un años

Ignacio Avalos Gutiérrez

Tenía varias ideas rondando en la cabeza antes de escribir este artículo. Al final las descarte, engavetándolas para una próxima oportunidad. Resulta que buceando dentro de una vieja caja de cartón encontré un documento apiñado entre otros muchos, que me llamo la atención y, tras darle un vistazo a los dos primeros párrafos, leí sin parar sus más de sesenta páginas.

Decidí, entonces, recoger en este artículo algunos de sus planteamientos, reiterados en posteriores escritos de su autor, cuya vigencia hoy en día es indudable. Sin disimular mi plagio, redacté, entonces, estas líneas a partir de su lectura, sin ningún aporte personal que fuera más a allá de la escogencia de las cuestiones que me parecieron más interesantes.

La mariposa y la oruga

El creador de las páginas a las que me refiero cumplió recientemente ciento un años. Lleva unas cuantas décadas pensando sobre la crisis de la humanidad y ha señalado en innumerables ocasiones, que la globalización ha generado una pluralidad de crisis ínter dependientes e intrincadas, que ocurren en diversos planos: el cognitivo, el político, el económico el social, en fin.

En su estado actual, afirma, el sistema mundial se ha mostrado incapaz de organizarse para tratar problemas vitales, tales como el peligro nuclear, la degradación de la biosfera, las distorsiones de la economía, la desigualdad social, las migraciones e, incluso, los conflictos étnico - religiosos.

En otras palabras, lo que estamos viviendo es, añade, una época de incomprensión de los unos con los otros. Este caos en el que la humanidad corre el riesgo de hundirse trae consigo, igualmente, una última oportunidad. En esta dirección, y valiéndose de lo expresado por otro filósofo, cuyo nombre olvidé, indica que la metamorfosis de la oruga en mariposa nos ofrece una metáfora interesante: cuando la oruga se envuelve en el capullo, comienza un proceso de auto- destrucción de su organismo de oruga, y este proceso es, al mismo tiempo, el de la formación del organismo de mariposa, el cual es, simultáneamente, igual y distinto del de la oruga.

Crisis del pensamiento

Según él, las diversas reformas necesarias sólo pueden progresar si también lo hacen las demás. No hay reforma política sin reforma del pensamiento político, el cual supone una reforma del pensamiento mismo que, a su vez, supone una reforma de la educación, que conlleva una reforma política. No hay reforma económica y social sin reforma política, que va unida a una reforma del pensamiento. No hay reforma vital ni ética sin reforma de las condiciones económicas y sociales, y no hay reforma social y económica sin reforma vital y ética.

Dentro de este contexto formuló su teoría del pensamiento complejo, argumentando que el mundo puede ser representado como una especie de gran red, cuyos delgados hilos se entrelazan y relacionan sus componentes. Los hilos son eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que conforman un entorno bosquejado por profundos y vertiginosos cambios tecnológicos.

La Tierra Patria

En línea con lo apuntado anteriormente acuñó el concepto de Tierra-Patria, que supone la conciencia del destino, la identidad y el origen común de toda la humanidad y que, lejos de anular las patrias singulares, las integraría en una gran patria común, el contrario de los internacionalismos, que ignoraban la importancia de la diversidad cultural y nacional. La Tierra-Patria se ocuparía de salvaguardar indisolublemente la unidad de diversidad humana.

El cumpleañero cuya obra he venido glosando, ha estado rumiando estos asuntos desde la segunda mitad del siglo pasado. Es sin duda uno de los pensadores más lúcidos del planeta. Acaba de publicar su última obra hace unos meses y ya tiene casi lista otra para editarla hacia finales del 2023.

Se llama Edgar Morin y tiene, dicen que dijo, “apenas”, ciento un años.

El Nacional 24 de mayo de 2023

El Big Brother y el Big Data

Ignacio Avalos Gutiérrez

Sin ningún motivo especial, cosas de la vida, diré para sacarme de encima explicaciones que no vienen al caso, releí por enésima vez su obra más trascendente escrita hace alrededor de 75 años, calificado de ciencia ficción, aunque tiene más bien características de “ciencia pronóstico”, vistas las claves que fundamentan la política en el mundo de hoy.

Mr. Eric Arthur Blair

Siendo socialista convicto y confeso, denunció el totalitarismo en varios países, convirtiéndose en una piedra dentro del zapato para los sectores dominantes de la izquierda de entonces. De nombre Mr. Eric Arthur Blair, ciudadano inglés, se hizo inmortal con el pseudónimo de George Orwell. Murió en 1948, a los 46 años, apenas unos meses después de que se publicara su libro más exitoso, titulado “1984”, que aún se lee por estos días.

El comunismo ortodoxo, según él, era otra forma de dictadura equiparable al nazismo, dos caras de una misma moneda en lo que se refiere a la censura y a la represión ejercida por sus respectivos gobiernos.

En esta dirección escribió que el control del pensamiento no solo es negativo, sino también positivo. O sea, no solo prohíbe expresar ciertos pensamientos, sino que también dicta lo que se debe pensar, creando una ideología y hasta un lenguaje (la “neo lengua”), al tiempo que fija un código de conducta. La “verdad oficial” cambia arbitrariamente, según los caprichos de quién detenta el poder.

El 2023 se parece al 1984

Obviamente Orwell sólo alcanzo a vislumbrar desde muy lejos, las transformaciones tecnológicas que están cobrando forma actualmente. Me refiero, sobre todo y de manera resumida, a las posibilidades que abre la Inteligencia Artificial, para rastrear todas las actividades de los ciudadanos, lo cual resulta muy adecuado para brindarle seguridad, pero muy peligroso cuando se trata de su vida privada, abriéndole, así, la puerta a la vigilancia de la población, cosa que esta teniendo lugar en un gran número de países, entre ellos el nuestro, asunto al que, por cierto, deberíamos ponerle más atención.

China es el ejemplo más socorrido para mostrar lo que se ha dado en llamar el autoritarismo digital. Pero no hay que pasar por alto otros muchos países (de izquierda, de derecha a o de lo que sea), que sin llegar al grado alcanzado por esta nación, también ejercen control sobre sus habitantes. Por lo emblemático que resulta cabe mencionar en este sentido a Estados Unidos, cuyos niveles de escrutinio sobre la sociedad se han elevado sensiblemente a partir del ataque a las Torres Gemelas. Dentro de este marco, puestos frente al dilema seguridad o privacidad, tras una consulta los norteamericanos optaron por la primera.

No solo el gobierno

Orwell supuso que la vigilancia masiva solo se originaba en los gobiernos. Sin embargo, en el transcurso de al menos dos décadas, las empresas privadas se vienen desenvolviendo en un escenario que ha sido descrito como “Capitalismo de Vigilancia”. En pocas palabras, esta nueva economía almacena de forma gratuita la experiencia humana privada, convirtiéndola en datos que descifran su comportamiento, mediante algoritmos que monitorean y manipulan la vida de todos, prácticamente sin obstáculos legales, lo que - no sé si habrá necesidad de decirlo-, erosiona la autonomía humana y la factibilidad de un gobierno democrático.

En referencia con lo anterior, recuerdo haber leído en alguna parte que el Big Data equivale al Big Brother de la novela de Orwell.

En un principio fue la utopía

Al comienzo de estos tiempos digitales se alimentaban la expectativa de que los avances logrados desgastaban los cimientos de la distopía orwelliana, asomando la posibilidad de ensanchar las bases de la democracia, haciéndola mucho más participativa y por ende liberal.

No obstante, muy poco tiempo hemos pasado de poner nuestra esperanza en ese proyecto a lamentar como se ha ido torciendo. En aras de la brevedad me limitaré a señalar que la confusión está pervirtiendo la esfera digital, mientras que la recopilación casi a mansalva de los datos personales está menoscabando progresivamente nuestra privacidad.

La llamada Sociedad de la Información nos desinforma de manera creciente a través de múltiples vías. En síntesis, la realidad nos viene envuelta en la denominada posverdad, esto es el predominio de la verdad subjetiva, fundamentando lo que se ha denominado la nueva “autocracia digital”

La intención de George Orwell al escribir su novela fue tratar de evitar lo que para él era un futuro posible para el mundo. Por fortuna, en estos últimos tiempos ha ido emergiendo un conjunto de proyectos regulatorios que buscan marcarle una dirección a los cambios tecnológicos desde un punto de vista humanista y cosmopolita. Pudiera ser, entonces, que finalmente entendimos lo que implicaba su distopía.

Miércoles 10 de mayo 2023