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El 10 de enero (conversación de dos ciudadanos de a pie)

integración
Tiempo de lectura: 6 min.

El lugar estaba lleno de bote en bote. El mesonero me condujo, entonces, hacia una mesita ocupada por una joven señora, muy guapa, por cierto. Allí me senté y pedí mi guayoyo de rigor, mientras ella degustaba un marrón grande. La conversación sobre el tema no se hizo esperar, por supuesto. El casual encuentro entre nosotros tenía lugar el día después de la juramentación de Nicolas Maduro como Presidente de Venezuela. 

Que tal lo de ayer, me preguntó amablemente, pero sin que mediara saludo alguno. Se inició, así pues, una imprevista y larga chachara entre dos ciudadanos de a pie. La ratificación fue posible gracias a unas elecciones inequívocamente tramposas, nos dijimos el unísono, estuvieron marcadas por un variado menú de irregularidades perpetradas sin que hubiese reclamo alguno por parte de las instituciones que tienen a su cargo atestiguar la transparencia de los comicios. Tal cosa fue posible, nos dijimos ambos, sobre todo, aunque no solo, debido a que no existe eso que dentro de la jerga de los politólogos se identifica como la “separación de poderes”, refiriéndose a las organizaciones que buscan regular el ejercicio del poder, inclusive, obvio, el electoral, dice ella con la indignación subida de tono, al recordar cómo se impidió por una u otra vía, el registro de alrededor de tres millones de venezolanos con derecho al sufragio.

Fue elegido sin contar los votos

Edmundo González obtuvo una clara victoria en las votaciones del 28 de julio, remachó uno de nosotros. No obstante, Elvis Amoroso, Presidente del CNE, le anunció al país, sin que se le quebrara la voz, que las cifras sentenciaban la reelección de Maduro para un tercer período presidencial, aun cuando según ciertas lenguas viperinas, como las califico ella, las tenía escritas en una suerte de servilleta que guardaba en un bolsillo de su pantalón. Fue proclamado vencedor sin tener que probar que sacó más votos que su contendor, remata enfurecida. Convirtieron el resultado en un misterio, le digo yo, no se contaron y mostraron los votos de acuerdo a lo que disponen las normas, hecho que muestra, por sobre todo, la extrema debilidad política del madurismo.

Escuchando el discurso que pronunció en su juramentación, ambos coincidimos en que la nueva gestión estará definida por la idea del “Socialismo del Siglo XXI”, empapelada con una nueva épica que apunte hacia otros “logros revolucionarios”. Ella señaló las comillas burlonas con los dedos de ambas manos y sacando un cuadernito de notas de su cartera, después de darle una rápida ojeada dijo, con un dejo de lamento y molestia, que nuestro país continuará ubicado entre los 20 países menos liberales del universo. 

La sociedad se está rompiendo por todos lados, no hay estudio que no lo señale, y mientras tanto, indica ella, al gobierno no se le ocurre otra cosa que  nombrar una comisión para un proyecto de Reforma Constitucional, con el fin de ir a un “proceso de democratización y definición del perfil de la sociedad y la economía nueva de Venezuela” y ordenar, añado yo, que la Asamblea Nacional designe una comisión encargada de reformar las leyes electorales, contemplando, entre otros aspectos que muestran su talante parcializado, la  prohibición  de la observación internacional con el objetivo de evitar la “injerencia extranjera”. 

La energía política, me señala ella, se orienta hacia estas cosas, ignorando nuestra realidad y echando mano de la amenaza y la intimidación a los ciudadanos. Cita entonces al filósofo catalán Jorge Larrosa para señalar que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y las soluciones no siguen a los problemas”. Mientras me lo dice, yo pienso que es como inventarse una realidad y gobernar dándole la espalda a la “terquedad de los hechos”, según la conocida expresión de Lenín.

La crisis del Planeta Azul

Por si fuera poco, la Casa Común se ha vuelto un desorden. Las evidencias asustan cada vez más. En efecto, nos encontramos en medio de graves problemas de toda índole que trazan una crisis civilizatoria, derogando progresivamente las pautas establecidas durante más de medio siglo con referencia a las relaciones entre los seres humanos en todos sus escenarios, o sea, en el social, el económico, el político, el cultural, el educativo y hasta el psicológico, parte de un largo etcétera que incluye también a la esfera religiosa. Lógicamente, afirma ella, se vive en una época de incertidumbre, resultado en buena parte del desarrollo de un conjunto de tecnologías muy potentes que se generan y aplican aceleradamente, sin que se disponga de una brújula que les dé una orientación más humanista.

Nada deja más claro lo que está pasando, comenta mientras pide otro marrón, que la Inteligencia Artificial al asomar enormes dilemas éticos que aluden a la esencia misma del ser humano. Léete, me recomienda, uno de los libros del filósofo Yuval Harari, el que se titula “Del Homo Sapiens al Homo Deus”, y te darás cuenta de que mientras el gobierno pretende distraernos con objetivos y medidas que esquivan nuestras dificultades y retos futuros, lo que se nos asoma por la ventana del siglo XXI es el transhumanismo y el post humanismo. 

Todo sucede, esta vez soy yo el que comenta, en medio de la progresiva globalización del planeta y la debilidad de los instrumentos disponibles para gobernar su complejidad. Perogrullo diría que urge resetearlo y hacer posible que la vida humana transcurra en un contexto descrito en buena medida por la interdependencia, con todo lo que ésta implica.

Aristóteles y las Hormigas

En la conversa que tenemos me entero de que ella es bióloga y me explica los temas que la ocupan. Por la cara que pongo, advierte que no entiendo nada, pero en seguida, quizá temiendo que bajo cualquier excusa yo pida la cuenta y me pare de la mesa, me comunica que es mirmercóloga, o sea, bióloga dedicada a estudiar las hormigas. 

Observa que casi me caigo de la silla y apura, entonces, sus explicaciones. Examino, indica, el efecto de diferentes reglas y conductas sobre la evolución de la cohesión social que caracteriza a estos animalitos que forman sociedades, cuyo nivel de complejidad se puede equiparar al de las humanas. Cada individuo actúa de manera independiente, cargado con la empatía suficiente para buscar el bien común. Gracias a su observación, añade, los especialistas se han referido a una suerte de inteligencia colectiva, que ha inspirado el desarrollo de la inteligencia artificial.

Oyéndola hablar y angustiado por la precariedad de nuestro acervo político, yo me pregunto si la madre naturaleza no habrá equipado a los venezolanos con algún dispositivo que nos haga fácil la percepción del interés general, si no habrá dejado grabado en el ADN criollo (y en general en el humano), algún comando que nos prenda las alarmas, una vez llegados ciertos niveles de desintegración social, y se activen algunos mecanismos de empatía, favoreciendo los consensos en vez de las discrepancias. Aristóteles tenía razón, me dice, pues fue quien catalogó a la hormiga como un animal político que se instaura en la vida en función de la convivencia. 

Esperanza, no (solo) optimismo

Le digo a mi conciudadana que en su último libro, el filósofo coreano Byung- Chul Hang sostiene que “la esperanza no es simplemente una expectativa positiva, sino un compromiso moral arraigado en la acción y la perseverancia”.

O sea, me complementa ella, pues también conoce el mencionado texto, la esperanza difiere del optimismo. No es el convencimiento de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido,al margen de cómo salga luego. Sobre todo, afirma como si lo estuviera leyendo, “… es también la que nos da fuerzas para vivir y para intentar las cosas de nuevo, por muy desesperada que aparentemente sea la situación, como lo es está ahora», remata como si estuviera cerrando un mitin político. 

Hay que echarle neuronas a los problemas que estamos encarando, me digo a mí mismo en voz alta, mientras voy saliendo del cafetín. La señora guapa se queda en su silla y alcanzo a ver que ordena su cuarto marrón de la tarde. Apostaría cualquier cosa a que se quedó dándole vueltas a su esperanza.

El Nacional, jueves 16 de enero de 2025