Lo leí hace muchísimo tiempo, casi una eternidad. No me motivó que fuera un gran intelectual, sino porque había escrito sobre el fútbol y además lo había jugado. Hijo de padres franceses, nació en Argelia y desde muy temprano saltó a la cancha, desempeñándose como portero en un equipo de la primera división. Sin embargo, tuvo problemas serios de salud que lo alejaron del engramado y pocos años después se fue con sus padres a Francia. Con el paso del tiempo se convirtió en uno de los pensadores más relevantes de su época (hablo de la mitad de la mitad del siglo pasado), pero siguió siendo no solo un apasionado seguidor del balompié, sino que además publicó algunos ensayos explorando la influencia que tuvo en su vida e interpretándolo como un fenómeno social y cultural de enorme importancia. Solía decir que “no había aprendido la moral en Marx o en los evangelios, sino en su vida de pobreza. En la calle, en los terrenos de fútbol”. Me refiero a Albert Camus, quien predicó que “La Patria es la selección nacional del fútbol”.
Ciertamente las circunstancias de hoy en día han cambiado el alcance de su opinión, no en balde el mundo se ha globalizado y en cierto grado se ha ido redibujando el concepto de nación, aparte de que el balompié descubrió el mercado y se ha vuelto un gran negocio. En efecto, conforme lo han determinado historiadores y politólogos a medida que avanzan los procesos de globalización, el Estado Nacional está siendo replanteado y redefinido en la comunidad política y cultural, variando significados, sus atribuciones y sus posibilidades. Con referencia al fútbol, esto se manifiesta, no sólo en la mutación, en sus esquemas de organización, sino, a la vez, en sus funciones simbólicas con respecto al patriotismo.
En efecto, poco a poco el fútbol se ha ido transnacionalizando; así las cosas, resulta cada vez más frecuente observar inversiones italianas apoyando equipos sudamericanos, firmas norteamericanas comerciando con clubes mexicanos, empresas petroleras árabes adueñándose de los conjuntos europeos más emblemáticos e igualmente, identificar franquicias de equipos mexicanos en Estados Unidos y, españoles en la India o establecer asociaciones de clubes importantes de fútbol, con la pujante industria de los E-Sports.
En la misma dirección es muy común observar jugadores de todos lados que están en todas partes, cambiando de camiseta a cada rato, según se coticen en el muy flexible mercado internacional de piernas; constatar, así mismo, un mercado internacional de entrenadores, que bien apertrechados desde el punto de vista tecnológico, contribuyen de manera significativa a predicar estrategias y métodos de entrenamiento, que contribuyen a la homogeneización del balompié; y, por último, mirar fanáticos transnacionalizados, seguidores de divisas ubicadas en cualquier rincón del planeta.
Nos encontramos, así pues, ante la presencia de selecciones integradas por jugadores de diferentes razas y culturas (en un ambiente no exento de xenofobia, dicho sea de paso), que en muchos casos no nacieron en el país que representan, ni cantan su himno. Por otro lado, es importante indicar, en el mismo sentido, el caso de buena parte de los futbolistas latinoamericanos que actúan en el extranjero y sólo saben de su país ocasionalmente, cuando son llamados para ponerse la camiseta del equipo.
Como resultado de todo lo anteriormente expuesto, se ha ido desvaneciendo el “estilo nacional”, ese modo de jugar que se filtraba en la cancha como manifestación de la idiosincrasia de cada país. El actual es, entonces, un “fútbol mestizo”, por calificarlo de alguna manera. ¿Qué diría Camus.?
https://www.misrevistas.com/325magazine/notas/26181/que-diria-hoy-el-filosofo-que-fue-portero