Los ciudadanos, y los comunes aún más, tenemos en el voto la única manera de expresar opinión con la esperanza de que la misma sea tomada en cuenta y en el caso de coincidir con la mayoría del universo consultado, convertirla en obligante para las partes.
Por supuesto, lo anterior es válido en sistemas democráticos y no hay argumentos para apoyar que en Venezuela vivimos en democracia. No obstante, lo cierto es que si nos piden que votemos, nunca más debemos dejar de hacerlo, en el entendido de que será “problema de otro” el desconocer lo que pensamos en una determinada materia, máxime si la misma resultase mayoritaria en una consulta electoral.
En consecuencia, votar es la única alternativa que tenemos los que estamos en desacuerdo con el estado de cosas que nos afecta a todos y lograr una mayoría a favor de un cambio en la correlación política que ha privado en la Asamblea Nacional es un objetivo para los que entienden que el país demanda, pero sobre todo necesita, nuevos rumbos en el actuar político.
Cambiar la Asamblea Nacional y darle a la alternativa democrática la oportunidad de usar ese poder constitucional para comenzar el proceso de recuperación social, política, económica y ambiental de Venezuela merece todo el esfuerzo que podamos hacer los ciudadanos.
Por más que hemos diferido de la forma de conducir la MUD y sobre todo, de la representación exclusiva de la sociedad que se abrogan los partidos políticos a la hora de escoger candidatos, diferencia que permanece y desearíamos ver subsanada en algún momento próximo, reconocemos que en su seno hacen vida personas honorables capaces de adelantar acciones legislativas y de gobierno libres de ese flagelo en el que se ha convertido la corrupción en todas sus expresiones.
Estas personas, hoy candidatas y mañana representantes, cuentan con un sólido equipo de asesores en todos los campos necesarios para el logro del desarrollo nacional ansiado, de manera que si se establece un compromiso público, como el que se adquiere durante la campaña, y se continua trabajando mancomunadamente después de ella, los nombres de los diputados pasan a un segundo plano, siendo lo verdaderamente importante el grado de coherencia colectiva entre lo que fue el discurso y lo que será el accionar legislativo de la bancada opositora al gobierno.
Adicionalmente y no menos importante, nuestra política tiene que recobrar su carácter civil, que no es otro que el de reconocer que a pesar de que no pensemos igual, el que difiere tiene, en principio, el derecho a hacerlo y además, que siempre existe la posibilidad de que esté en lo cierto, al menos parcialmente, lo que significaría la posibilidad real de mejorar cualquier propuesta para beneficio de todos. En este sentido, la Asamblea Nacional es el escenario ideal para darle comienzo a una forma nueva y mejor de relacionar a los adversarios políticos.
¿No hay otros aspirantes fuera de la opción conocida como la de la Unidad? Por supuesto que sí. En las filas de los disidentes de nuestro lado (y del otro también) existen personas valiosas, juzgadas por capacidades técnicas y valores personales; lo lamentable es que la polarización inducida primeramente desde las filas del gobierno y adoptada por conveniencia en el seno de la mesa de los partidos, niega, por economía del voto, la posibilidad de ejercer una escogencia selectiva dentro de la diversidad existente en las ofertas electorales principales.
Si en los partidos políticos privasen criterios de justicia y se procurase elegir a los mejores, todavía existe la oportunidad de consolidar la oferta electoral de la Unidad, Por esta posibilidad seguimos abogando y sentimos que la misma es posible con solo ejercer el oficio que nuestros dirigentes dicen tener; el de políticos.
Ante los hechos no queda otra que tratar de contestar las interrogantes implícitas en el título de este escrito y en lo personal debo ratificar que estoy convencido de que tenemos que votar en las próximas elecciones legislativas del 6 de diciembre de 2015 y que debemos acompañar a los candidatos de la MUD, dado que objetivamente representan la única posibilidad de que la alternativa democrática pueda comenzar a hacerse realidad en Venezuela. No hacerlo así sería dispersar el esfuerzo de los que queremos un cambio, dificultándose el encontrar el camino a la reinstitucionalización democrática que demanda el país.