El voto o una decisión del parlamento con el visto bueno del Tribunal Supremo de Justicia son las únicas vías aceptables para cambiar un gobierno democrático, pero si se trata de una dictadura cualquier vía es válida. Quizá en nuestro caso uno de los problemas que han impedido establecer una estrategia exitosa es que muchos no han querida calificar debidamente al gobierno que se inició en 1999.
Hasta hace poco, por lo general escuchamos expresiones tales como ¨aquí lo que existe es un gobierno irrespetuoso que no reconoce al adversario político, que hay una democracia imperfecta, un gobierno autoritario o bien un déficit de democracia¨. Ello no se debe a ignorancia, sino a un cierto complejo por la debilidad propia y quizá a que algunos han considerado que adelantar los tiempos no les conviene políticamente e incluso es posible que otros muestren cierta tolerancia hacia el régimen por simpatizar con algunas medidas populistas del mismo. Afortunadamente, cada día más voces predican que estamos frente a una dictadura.
El punto es que tenemos la peor de las dictaduras, que es un totalitarismo que no solo controla los Poderes del Estado, que viola la Constitución y persigue a quienes considera enemigos políticos, sino que gradualmente está destruyendo al sector privado y que, además, es responsable del pésimo desempeño de la economía, del deterioro de los servicios públicos, del aumento de la delincuencia y de la escasez de productos. Las pocas ventanas de relativa libertad se deben a que hoy en día las dictaduras deben cubrirse ante el mundo con una semi piel de democracia.
En abril del 2002 el ciudadano común, la CTV, Fedecámaras, varias ONG, los trabajadores petroleros y varios dirigentes políticos, entre ellos Antonio Ledezma, tomaron conciencia de la naturaleza del régimen y plantearon su salida con calle y huelga. Los militares también entendieron la situación. Errores de los mismos verde oliva y opiniones irreflexivas de formadores de opinión que alegaron ¨ruptura del hilo constitucional¨ permitieron el regreso de quien había renunciado.
De allí en adelante ha habido una purga de oficiales paralelamente se impuso el adoctrinamiento en las escuelas militares. Como consecuencia, los militares permanecen no solo pasivos, sino que se prestan a la represión y expresan su simpatía con el comunismo siglo XXI. Es decir, que se debilitó una posible solución cívico-militar como la del 23 de enero.
Con la opción del voto nos hemos llevado varias alegrías que duraron poco. Rechazamos la reforma constitucional del 2D del 2007, pero de nada valió ya que el régimen logró que en el 2009 se aprobara una Enmienda con el mismo contenido. Hoy solo contamos con tres gobernaciones. Ganamos abrumadoramente la Asamblea Nacional, pero el TSJ nos despojó de la mayoría de los dos tercios y veta todas las leyes aprobadas.
Ahora viene la elección de gobernadores y de Consejos Legislativos regionales y dos referendos. Si los partidos seleccionan buenos candidatos podremos ganar la gran mayoría. Caso contrario puede haber una desagradable sorpresa a pesar del descontento con el régimen. En todo caso, este aplicará la misma receta y tratará de limitar el radio de acción de nuestros gobernadores. Los referendos para revocar a Maduro o para aprobar la enmienda constitucional dependerán en gran parte del CNE y de la presión y decisión de los votantes.
Las acciones de calle fueron exitosas en el 2002. En el 2014 la acción pacífica de los estudiantes y demás ciudadanos fue contundente y atrajeron la atención mundial. Nacional e internacionalmente, el gobierno empezó a ser tildado de violador de los derechos humanos. Lamentablemente, algunos políticos descalificaron esta iniciativa y la misma terminó por desinflarse con un saldo de 31 ciudadanos asesinados.
Las botas no solucionarán nuestros problemas pero, probablemente, tampoco solo los votos. La calle política está fría, aunque hay protestas sociales por todos lados. Los ciudadanos de a pie debemos votar y apoyar a la MUD, pero esta tiene que demostrar mayor unidad, que todos sus dirigentes participen en las convocatorias a marchas y eventos e incorporar unas tres personalidades independientes para que muchos se sientan representados. Solo así se activará la calle, la gente se animará a seguir votando y quién sabe si los militares se den cuenta de que su supervivencia como institución depende de que no repriman al pueblo.
Como (había) en botica
Para el general Motta ser patriota es aceptar disciplinadamente el racionamiento de electricidad. Maduro exige al sector privado generar la energía que requiere; pronto ordenará que produzca el agua que consume y construya las carreteras que transita. Ya pretende que, como antes de la revolución industrial, cada quien produzca el alimento que consume.
Oblitas, la rectora que hizo el gesto de pasarse un cuchillo por el cuello cuando perdieron el 6D, ahora pretende degollar a nuestros diputados que protestaron ante el sumiso CNE.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!