Pasar al contenido principal

¿Qué gobierno merecemos?

Tiempo de lectura: 3 min.

Lo más grave que hay frente a la corrupción es que no hay sanción colectiva. Porque hay ladrones que todo el mundo sabe que son ladrones, que todo el mundo los marca con el dedo y los reciben muy bien y los aplauden porque tienen dinero o porque tienen poder”.

Rafael Caldera.

Cuando les pregunto sobre el gobierno que merecemos, no puedo menos que recordar esas tristemente certeras palabras del señor expresidente, recordado hoy más por la trascendencia de su padrinazgo del otro finado que por lo que logró en su dilatada trayectoria política, con sus dos períodos presidenciales. Incluyendo el triste legado de su hijo, el muy conocido pimentón.

En Carabobo gobernó por muchos años un señor que llegó de Caracas “limpio de solemnidad”. Bien lo recuerdo manejando él mismo su Mitsubishi negro, muy usado, al inicio de la campaña electoral. Ahora vive cómodamente con toda su familia en Connecticut, administrando su boutique financiera. Todos sabemos de donde salió el dinero para eso, pero muchos se rinden a sus pies. “…y los reciben muy bien y los aplauden…”.

También evoco aquel gris aspirante a la sociedad Valenciana de nombre Miguel, ufano opositor, cuando me invitó a su casa para asesorar a su grupete de amigos sobre aquellos bonos que el gobierno emitió a inicios de siglo, que se suscribían en bolívares a tasa preferencial y se podían redimir en divisas. Ante mi rotunda negativa me dijo con sorna, “pero compadrito, ahí nos podemos ganar una plata”. El dinero toma precedente ante la coherencia moral.

Llego al club un día cualquiera y veo a muchos socios de la high pelarle el diente al amigote aquel que salió de abajo con unos concretos contratos, medidos no en metros cúbicos sino en el voltaje del enchufe regional. Asumo que les paga los tragos y les invita la cena. “…y los reciben muy bien y los aplauden porque tienen dinero…”.

La otra tarde salí de mi oficina y una joven, por cierto muy poco agraciada se dirige al estacionamiento delante de mí y se sube a su auto que estaba parado en el único puesto designado para minusválidos. Observo indignado que además hay muchos otros puestos libres, pero este es obviamente el mejor, el que está más cerca. “…no hay sanción colectiva”.

Un anodino vecino lucha a brazo partido por presidir el Condominio donde vive, no para trabajar por su comunidad con transparencia y pulcritud encargado de los vigilantes y el ornato, sino más bien porque reparar las casetas y cambiar las luminarias deja una pequeña comisión. Y nos preguntamos, hasta dónde podremos llegar. “…que todo el mundo los marca con el dedo…”.

Ahora leemos, con lo poco que nos queda de capacidad de asombro que una joven de una buena familia, egresada de un reconocido colegio está supuestamente involucrada en la red de corrupción y degradación en PDVSA. Y no podemos menos que preguntarnos adónde se fueron los valores de nuestra sociedad. Pareciera que hemos perdido el sentimiento de la propia identidad. Es el dinero quien manda, nada más.

La oposición política está en disputa permanente por el poder entre las distintas facciones, en muchos casos más para lucrarse que para hacer el bien, como bien lo demostró el escurridizo López con su manejo de Monómeros. Una sola cara aparece con visos de honestidad y no es de extrañar que vaya punteando las encuestas. Ello en parte explica la alienación social y la pérdida de identidad colectiva… y es que no se ve salida digna.

Bastante y con razón criticamos la gestión pública a todo nivel. En las últimas dos décadas hemos visto desaprovechar extraordinarias oportunidades de continuar con el desarrollo de nuestro país, las condiciones sociales y las oportunidades económicas de nuestro pueblo. La corrupción y el desatino destacan por doquier.

Allá rodaron los avances en la educación, se deteriora la extraordinaria infraestructura edificada durante los 50 años anteriores al proceso actual y no se construye nada nuevo. Los empleos se acaban, los empresarios pasan las de Caín. Empero, no podemos menos que observar con desconsuelo como la filosofía de Eudomar Santos campea por estas calles. Todos los que están reflejados en este escrito quisieron que los pusieran donde haiga.

Nos criaron, sin dudas que a unos más que a otros, con en el sentido de que nuestras acciones y nuestros valores morales no deben ser contradictorios. Actualmente, la norma no parece ser esa, vemos como las acciones van detrás del dinero de forma amoral. El filósofo francés Joseph de Maistre (1753-1821) sostuvo que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Es por eso que hoy les pregunto, ¿qué gobierno merecemos?

guillermomendozad@gmdconsultor.com