Dante y su maestro Virgilio llegan al tenebroso séptimo círculo del infierno, una negra jungla de árboles retorcidos, amenazantes, llenos de espinas, en los que se posaban las harpías. Aullidos de dolor de origen no visible hacían más pavoroso el paisaje. Dante trunca una rama y se sobresalta porque el tronco grita desesperado y saltan borbollones de sangre. Virgilio le explica que ese era el bosque de los suicidas, ahora árboles en castigo por destruir sus cuerpos. Difícil imaginarse el dolor que lleva al suicidio, momento de descontrol total, o máximo acto de coraje. Para Borges cualquier animal es superior al hombre porque no tiene conciencia de su final. Y se puede dudar que quienes escarnecen un suicidio u otra muerte, merezcan llamarse humanos. Deben ser especie muy parecida.
La jauría por las de McKey e Isturiz reflejó moral precaria, como el público de pedreas a “adulteras” y homosexuales en Irán o al pie de la guillotina en la Francia del Terror. Estos días siniestros las redes fueron pasarela, y las modelos narraban sus calvarios, algunos tanto como haberles insinuado que se veían sensuales en traje de baño. Desfile de exhibicionismo, narcicismo, masoquismo y otras patologías para “coger cámara” y convencer tontos de que las mujeres viven encadenadas en mazmorras, torturadas por un demonio baboso que les recuerda que son deseadas. Ni la realidad, ni la cultura, ni los estudios confirman tal cosa. Según las grandes empresas de perfumes y cosméticos a 90% de las mujeres le gusta sentirse seductoras. Treinta de cada cien macro empresas globales tienen como CEO una mujer, y en 80% son directivas.
La violencia y el sexo son los componentes esenciales del inconsciente y por descubrirlo Freud es el escándalo. La civilización surge para controlar esas pulsiones y saciarlas de acuerdo con las normas. La represión de los instintos, no poseer los bienes y las personas que deseamos, el principio de realidad, es el origen de la neurosis. Según Freud, sin los sueños que nos sumergen en el extraño mundo donde todo es realizable, no podríamos sobrevivir a miles de frustraciones diarias. En los colegios los niños se acosan incansablemente, “perversos polimorfos” los llama Freud por su desaprehensiva crueldad, los fuertes someten a los más débiles, y los adolescentes son obsesivamente hipersexuales. En la inmensa mayoría de los hogares hay maltrato infantil de padre y madre. Todos hemos sido y somos víctimas de agresión en múltiples formas por otros animales humanos y el oficio de vivir consiste en enfrentar y sobreponerse a eso, no dedicarnos a inspirar lástima y odio. Lo hay en el trabajo, los equipos deportivos, la actividad científica, los partidos políticos, y en cualquier organismo social.
Hay deleznable violencia contra mujeres, hombres, niños, ancianos, animales, pero crean la vaciedad de una masacre femenina. Según la ONU (2019) en el total mundial de homicidios habituales (sin contar guerras) apenas 20% son mujeres y 80% hombres, y del total de asesinos, 90% son varones y escaso 10%, mujeres. No son ni víctimas ni victimarias. Según estudios académicos de referencia en Gran Bretaña, EEUU y Australia, con una muestra de 36 mil parejas, 72% de los hechos de violencia son entre yuntas homosexuales masculinas, 21% entre heterosexuales y 7% entre lesbianas. Callan eso porque hay financiamiento global para mentir.
Según Freud el inconsciente se desdobla en pulsiones de eros y violencia y la civilización judeo-cristiana se edificó para controlarlos. Para el islamismo, por el contrario, las mujeres no son ciudadanos, ni siquiera personas integrales, y la menstruación las hace “sucias”. 95% de ellas son objeto violencia directa. La sharia autoriza al hombre a tener cuatro esposas, además de las concubinas y “esposas de placer” que quiera, pero ellas deben salir a la calle con un representante varón, vestidas con sacos medievales y hasta 65% de los matrimonios se concertan entre hombre adultos y niñas menores de 15 años, y no pueden estudiar ni trabajar. Los ideólogos totalitarios se basan en errores, mentiras y barbaridades para llevar la lucha de clases a la cama.
Desde siempre un segmento la población (entre 1 y 5%) tiene pulsiones sexuales divergentes con su cuerpo biológico y gracias al desarrollo democrático ejercen su sexualidad cada vez más libremente. Muy distinto a ese avance de la libertad individual es lo que plantea un grupo de pacientes clínicos, Simone de Beauvoir, Sartre, Foucault, Derrida, Kate Millet, Judith Butler, Shulamith Firestone, Peter Singer. Con una obra dedicada a argumentar filosóficamente violencia, pederastia, bestialismo, incesto, odio interreligioso e inter racial, bobean que la pulsión sexual de 95% de la humanidad es convencionalismo, “constructo social de los opresores”, y que la penetración (a las mujeres) es “barbárica”, con memeses tales como “heteropatriacalismo” o “todo hombre es un violador”. Cuando estudiaba sociología nos burlábamos de esos retorcidos teóricos, pero hoy me intriga y da risa como el nazismo sexual de me too puede ser también islamófilo.
@CarlosRaulHer