Dio una muestra más de que va leyendo bien los “signos de los tiempos”. Los años no le han pasado por encima, los ha sabido driblar, al fin y al cabo es futbolero como todo argentino, lástima que no sea del Boca Junior, mi equipo de por allá. No ha mermado, por tanto, su empeño para terciar en esta época tan complicada. Tampoco lo han logrado las críticas, en no pocas ocasiones lanzadas desde su mismo lado, envueltas en soberbia, con pretensiones de ortodoxia. Y, menos aún, los frecuentes chismes, según se le llamaba antes a los “fake news”. Visto que recientemente se celebró el día internacional de la mujer, cabe mencionar, a título de simple ejemplo de lo que señalo, la forma cómo le han reprochado su inconformidad con la exclusión femenina en diversos ámbitos de la actividad eclesiástica, suerte de veto apuntado desde hace rato en la lista de los “pendiente por pagar” de la institución.
“Fratelli tutti”
La semana anterior, en medio de la pandemia, el Papa Francisco viajó a Irak en donde permaneció tres días y visito seis ciudades. Tomó la decisión, a pesar de que dicho país continúa siendo, según dicen los politólogos, un escenario para el ajuste de cuentas globales y regionales, ubicado en medio de la confrontación entre Estados Unidos e Irán, cuyos enfrentamientos recientes se han desarrollado en suelo iraquí. Y a pesar de que se trata de una sociedad punteada por violentos conflictos cocinados en el sectarismo, a menudo basados en un fundamentalismo que entraba sensiblemente la convivencia entre grupos étnicos y religiosos, con ideas, creencias y culturas diversas.
En el aeropuerto lo recibió una delegación oficial y luego se trasladó al palacio presidencial con el fin de entrevistarse con el jefe de Estado, Barham Salih, En sus palabras de bienvenida éste le indicó que su “…encuentro llevaba un mensaje para el mundo y representaba un paso para la fraternidad, asegurando que “…Oriente no puede imaginarse sin los cristianos…”, y lamentando que “… muchos de ellos se hayan visto forzados a abandonar su territorio por la violencia en las últimas décadas.”
Así mismo, tuvo una reunión con el gran Ayatolá Alí Sistani, la máxima autoridad religiosa del Islam chiita que, se espera, marcará las futuras relaciones entre la Iglesia católica y el Islam chiita.
Los analistas piensan que las conversaciones realizadas a propósito de la breve gira papal significaron un gran respaldo a la institucionalidad de un país que es clave para la estabilidad de una región tan llena de problemas, muchos de ellos generados a raíz de la invasión estadounidense en los días de Sadam Hussein. Por otro lado, tiende importantes puentes con la rama chií del islam y reclama la defensa de todas las minorías, incluyendo, no sólo a la cristiana, sino a todos los iraquíes, cualesquiera sean de sus convicciones.
Nadie debe quedar excluido de la cultura del encuentro y del diálogo, manifestó Francisco. “Hay que aprovechar la ocasión para rezar junto a los creyentes de otras confesiones religiosas, en particular los musulmanes, a fin de reconstruir la concordia más allá de las facciones y las etnias”.
Las religiones, cada una respondiendo a sus fundamentos, van dejando permanentemente mensajes de solidaridad, de respeto, de fraternidad y de perdón. Predican que el otro ser humano es un prójimo, lo que no pocas veces se olvida, incluso entre los que más las practican.
Este viaje es un revés para la intransigencia en sus diversos empaques. Y para la guerra, por supuesto, tal como el Papa lo escribe en su última Encíclica “Hermanos Todos”, calificándola como “…un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.”
“La Casa Común”
Esta metáfora, que le dio nombre otra encíclica escrita por Francisco hace algunos años, no solo tiene sentido en el marco de la crisis ecológica (su propósito central), sino que, además, tiene pleno significado en todos los espacios que conciernen a la vida. Su presencia en Irak, además de lo señalado en estas líneas, representa, pues, una apelación que va que más allá de la mera coexistencia mundial. Hay que entenderla como la exigencia de darle al mundo “… un sentido común de humanidad”. Ojalá que este largo viaje desde Roma hasta Bagdad influya para que los terrícolas nos empeñemos más en la faena de examinar y calibrar el modo como nos paramos en un planeta – en la cancha, como seguramente diría Francisco -, cuya suerte nos concierne a todos. En este contexto, el de la Casa Común, las contiendas religiosas son, sobre todo, una estupidez.
El Nacional 10 de febrero de 2021