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20 cadenas de horror y una nación desesperada

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Tiempo de lectura: 2 min.

Es el colmo que el pueblo no se canse de tanta bulla, de tanta muela, de tanta paja, de tanta coba del gobierno a través de miedosos medios que controlan y someten con amenazas, chantajes y extorsiones de diferente tipo, dólares incluidos.

Da vergüenza ser espectador de un estrafalario espectáculo de exhibición de lo que pudiera ser, no ha sido ni será mientras esta gente se mantenga en el poder de no saber hacer ni querer saber hacer porque no les importa ni les interesa más allá de los pingües negocio que surgen de sus francachelas gobierneras con los vivos consiguiendo lo que buscan y los pendejos creyendo en las vacas voladoras y los huevos de avioneta que traen los proyectos de productos para comer nosotros y venderles a los chinos por miles de millones…

El imperio romano basaba su poder y su existencia en “pan y circo” y la gente se gozaba la parranda bailando, comiendo y bebiendo por una buena cuota de aplausos y salves a los emperadores, lo mismo que hacían y decían cuando caminaban alegres por el callejón de la muerte; no es lo mismo, claro, pero cómo se le parece. Los aplaudidores hacían sentir su presencia en el poliedro porque tenían la papa segura en el pabellón de la expo (no el “pabellón con barandas” de antaño).

Este gobierno muelero no sólo niega el pan a la gente, sino que le impide disfrutar de la recreación y el entretenimiento, lo que pronto nos convertirá en tristes muertos de hambre. Los tradicionales shows VIP para la “alta high” (como dice un amigo) sólo los enchufaos en la revolución pueden disfrutarlos; los espectáculos medio-medio para la media clase media se fueron a las nubes y únicamente los recostados de esos enchufaos pueden acceder a ellos; factor suerte, pues.

El pueblo pata’en el suelo que ellos dicen representar y por quién se juegan el pellejo en el socialismo se quedó sin Dios ni Santa María. El entretenimiento de los clubes sociales que en barrios, urbanizaciones y caseríos rurales servían para que chicos y grandes se distrajeran los fines de semana entre boches y palitos, entre trancas, cabras y cochinas ahorcadas, entre caída y mesa limpia, entre flor y truco, entre favoritos y batacazos, lo acabaron estos vagabundos.

Acabaron con las carreras de caballos y su transmisión radial, lo que permitía que gran cantidad de personas lograra empleo virtual o informal a través de la venta de granjerías y guarapitas, los ciclistas mandaderos, los vendedores de datos, los alquiladores de mesas y sillas, los escribidores de piropos y los músicos que ambientaban estos centros ya inexistentes; gracias a esa ausencia se incrementó endemoniadamente la delincuencia exprés y el malandraje extremo.

En 20 cadenas de radio y tv por día, por semana o por mes, el gobierno se burla de la desesperada gente de esta nación que no encuentra salida a su situación particular o general, llevándola a asumir como individual su lucha que debería ser colectiva, cada quién se encierra en su coto esperando a que Dios haga su voluntad, pero sin poder mover ni practicar la suya porque su desesperación depende del horror que narra el mandatario en cada entrada al de transmisión.

No hablemos de parques recreacionales, infantiles, juveniles ni deportivos, porque nos daría una lista larga, muy larga. Basta recordar el costo de la entrada a los estadios de beisbol en la temporada pasada. “No sólo de pan vive el hombre; el hombre vive también de emociones y entretenimiento”, decía el doctor Virgilio Decán “Aly Khan” en su mensaje de promoción hípica patrocinada por el Instituto Nacional de Hipódromos, pero ese es tema para los sociólogos y para otra crónica…