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José Rosario Delgado

El jardín del desdén

José Rosario Delgado

A Venezuela se le llamó “ tierra de gracia" desde 1498, cuando Cristóbal Colón desembarcó en Macuro y la registró como "lo más parecido al Paraíso". Imaginemos, pues, al Jardín de Edén y tendremos una idea de aquella Venezuela, transformada hoy en asqueroso infierno.

Maracay, desde que tengo uso de razón, es conocida como "La Ciudad Jardín" de Venezuela, aunque los trujillanos nos regatean "El Jardín de Venezuela", como llamó Simón Bolívar a San Rafael de Boconó. Hay mucha diferencia entre ciudad y jardín.

Orgullosos pecadores éramos los maracayeros cuando en otra ciudad o país nos alababan al manifestar nuestra procedencia. Pero todo aquello acabó, todo quedó en olvido, y nuestras frondosas escenas de colores con el tiempo se han perdido, parafraseando una vieja canción.

Maracay no es ni su sombra porque los túneles vegetales que la unían con sus pueblos de la Costa y todas las ciudades de Aragua, Carabobo, Distrito Capital, Guárico y Miranda están secos, desérticos, y ya no dan sombra. Los hermosos y productivos cañamelares y cañaverales, a todo lo largo de la autopista regional o de la carretera vieja, desaparecieron de nuestra vista y sus paisajes borrados de la geografía.

Sus icónicas plazas Bolívar, Girardot, San Juan; su Tacita de Plata y la salerosa Maestranza "César Girón" ahora son adefesios de indignantes y degradantes espectáculos que muestran la decadencia de una dirigencia falaz y perversa. Los parques Guevara Rojas, Santos Michelena, El Ejército, Zoológico, Édgar Sanabria, Los Apamates. Avenidas Bolívar, Casanova Godoy, 19 de Abril, Ayacucho, Constitución, El Lago y Mariño Sur, con grama y arbolitos de plástico, dan asco, vergüenza.

Ni hablar de sus complejos recreacionales, culturales y deportivos, que sólo sirven para medrar presupuestos, mantener prosélitos y montar actos de utilería y shows de politiquería.

Maracay es la ciudad del desdén, sin duda alguna, y ya ni los medios de comunicación que quedan se ocupan de la importante contraloría social y supervisión moral que, por tradición y obligación, les corresponde como ojos de la ciudad y voz de sus ciudadanos...

La revuelta a la patria

José Rosario Delgado

Un pésimo gobierno que nunca ha inventado algo bueno ni productivo, todo lo contrario, carga un manido cuento sobre la supuesta vuelta a la patria por parte de venezolanos que, hastiados por las necesidades, el hambre y la miseria, han optado por la triste, difícil y tortuosa decisión de abandonar el país en busca de comida y mejor vida, mientras los jactanciosos jerarcas del régimen, con opíparos y groseros banquetes en famosos, lujosos y costosos restaurantes, con cocineros danzando como el perrito, por la plata, andan por el mundo alcahueta exhibiendo la gran fortuna mal habida.

En las grandes comilonas, las que se ven por ahí, pican de “la gorda” y beben whisky del bueno, con exquisitos adornos y contornos que serían la envidia de los más sibaríticos jeques mediorientales y andariegos empresarios de maletín, mientras aquí miles de venezolanos se mueren de hambre o sobreviven comiendo desechos recogidos en los basureros citadinos que cada día se incrementan por todos los sectores porque ni para eso sirven las alcaldías ahora.

Volver a la patria es un plan mentiroso, como todo lo del régimen, que pretende disuadir a los jóvenes de venezolanos de emprender el largo y empedrado camino del exilio en busca de la libertad y seducirlos con falsas promesas de villa y castillos, amén de amenazadoras y tentadoras ofertas de dinero en un país donde conseguir plata trabajada se hace cada vez difícil e imposible por el cierre programado de la empresa privada como primaria fuente de empleo productivo y creador en una nación donde las carencias se hacen cada vez más evidentes e inclementes.

La limitación y la represión están a la orden del día y los derechos humanos atropellados a diestra y siniestra, la gente vieja y joven sin transporte colectivo público ni privado; los servicios públicos menguados y extenuados por la falta de atención y mantenimiento; los medios de comunicación acosados, expropiados y clausurados, mientras escuelas, liceos y universidades, con mermada presencia de docentes y de alumnos, proceden a cerrar sus puertas ante la supina indiferencia de los llamados a reclamar la educación, la formación y la instrucción como sólida herramienta para el desarrollo de la república y de los republicanos.

No dudamos de que si Juan Antonio Pérez Bonalde viviera en la Venezuela de hoy, con toda seguridad ya habría escrito “La revuelta a la patria”, invitando a quienes se han ido y a los que aún permanecemos aquí a darle un sacudón al país que, como nunca antes, se embelesó con esta cuerda de bandidos que mueven y promueven la tiranía, y necesita que sus hijos comiencen cuanto antes una tarea responsable y seria para sacar a la dictadura, apelando para ello a todas las maneras de lucha por la convivencia, por la democracia, por la libertad, antes de que todos en Venezuela nos convirtamos en un territorio de malandros y bandoleros asaltantes dispuestos a lo que sea para mantenernos vivos, emulando a la dictadura que hace todo eso y más para sostenerse en el poder.

Ya es tiempo de un revolcón constitucional e institucional contra los viles e ignominiosos usurpadores que se cagan en el alma de todos nosotros mientras la caridad nacional y la comunidad internacional miran para otro lado, esperando que sólo con la voluntad y la ayuda de Dios salgamos de este atolladero, sin la voluntad de nosotros ni el auxilio de los amigos de fuera que siempre testimoniaron amor o simpatías por Venezuela y los venezolanos que pedimos ¡socorro! en esta hora menguada...

Con el favor de Dior

José Rosario Delgado

Dicen que Lenín decía que “de los capitalistas, sus placeres y sus mujeres”. Y no le faltó razón. Por eso es que sus seguidores de viejo y nuevo cuño hacen todo lo posible no sólo para degustarlos y disfrutarlos, sino para gritarlos a los cuatro vientos, aprovechando las redes sociales para hacerlos más virales e inmorales. Y esas mujeres y esos placeres del capitalismo se disfrutan y se degustan precisamente con dinero, casi siempre trabajado en capitalismo de grandes empresarios y eficientes trabajadores bien pagados, pero a estos por encima se les ve que no son sudados, sino robados de la manera más cínica e impune y ante los ojos del mundo.

La ostentación del cargo que detentan no sólo se refleja en las opíparas comidas que se sirven dentro y fuera del país, sino en el lujo y las prendas que exhiben en sus palacios, en sus casas o en casas de sus amigotes y vecinos que les entregan todo como privilegio y prerrogativa adulante, arrastrada, desvergonzada, únicamente para aprovecharse de las circunstancias y también repartir lo mal habido sin detallar en el qué dirán ahora ni mañana porque, contrariamente a lo que muchos piensan, sí hay y habrá mañana, Dios mediante.

Si en Venezuela nos acostumbramos en los albores de la Nacionalidad que comunistas eran los ricos y ricachones bien trajeados y fumando habanos que podían pagarse viajes y darse ciertos lujos y libertades propagando su ideología, hoy día vemos cómo unos solemnes pelabolas cometen los grandes atracos para meterse sus grandes atracones con exquisiteces y delicatesses, además de enfundarse en los costosos trajes y vestidos de los mejores y más exclusivos modistas del International Jet Set, con el favor de Christian Dior.

Pero, con su permiso, dejemos que nuestro amigo, colega y tocayo de siglas, José Ramón Díaz, nos cuente quién fue y quién es una de esas socialistas de nueva cepa: “A mí Cilia Flores jamás me ha caído mal. Será porque he percibido en ella ese performance del melodrama, además ese toque tan seductor de ella como mujer de barrio y de prontísimo ascenso en la escala social criolla. ¡De novela, pues! En sus días de pobre diabla, ella vivió en esos barrios paralelos a la autopista Caracas-La Guaira ¡que no es pecado, porsia...! Era en aquellos arrabales de Catia, pero jamás llegó a imaginarse sería una de las mujeres más poderosas de este país y ser integrante por sí o por no del más agreste y corrupto régimen que encabeza su marido NM y de manos con esos generales de las FAN, oscuros militares junto a civiles comprometidos con el narcotráfico, a tal punto que hasta por las venas de esta 'Primera Combatiente' corre sangre de sus sobrinitos juzgados por crímenes y tráfico de drogas en EE UU. Entonces ¿ser rico es malo? No lo sé, pero esa era la ramplona filosofía de Hugo Chávez.

“Lo cierto es que Cilia hoy es otra -sigue JRD-, muy diferente a aquélla del viejo barrio de Catia. Ahora (y hasta envidiada por otras mujeres del régimen) vemos a nuestra 'combatiente' en actos protocolares de la tiranía con ese elegantísimo 'sombrero pamela' al mejor estilo inglés; y luciendo esos costosos lentes de marca con bellos cristales foto-cromáticos, cadenas de oro, anillos con brillantes y reloj de moda juvenil; y en estos días devorando carne de la buena en el lujoso restaurant Nursret de Estambul, por allá en Turquía, ¿Envidia? Discutible, compatriotas… ¿acaso Cilia no es 'socialista'? Al menos que hoy intenta lavarles la cara a esos personajes ya despojos de la Revolución Bolivariana”.

Los proxenetas del desastre

José Rosario Delgado

En el sostenido crecimiento y desarrollo del país durante la República Democrática, cuando se oían voces de alerta sobre los desvíos políticos, sociales, económicos, educativos, etcétera, la dirigencia política de entonces espetaba que eran “profetas del desastre” los que auguraban un futuro sombrío, siniestro, a una nación y a su pueblo que marchaban hacia al destino bendito por Dios y pertrechado por la providencia gracias a su madurez, su arraigo y su adaptación al tamaño de los compromisos que se les presentaran.

Sin embargo, al momento de presentarse ese compromiso, tristemente augurado, quienes tuvieron a su cargo la institucionalidad del país para hacerle frente a la situación que comprometía la integridad de la nación, se entregaron mansamente, bajándose los calzones unos y deslizando sus blúmers otras para que el felón, sin formación ni escrúpulos, hiciera lo que le diera su pura gana con los recursos humanos, naturales y morales de una república que sí tenía las bases para sustentar su sueño.

Los grandes medios de comunicación, tanto impresos como audiovisuales y radioeléctricos, haciendo uso de la libertad que los acompañaba, formaron parte de los proféticos y desastrosos augurios y poco hacían, con seriedad, para promover cambios más allá de sus interesados deseos de ganancias económicas y sociales por encima de los obvios privilegios y prerrogativas que su tarea les otorgaba como favores condicionados a sus mismas imposiciones.

El pueblo venezolano, militante o reserva de los grandes partidos políticos tradicionales y de la decente izquierda emergente, previamente azuzado por pescadores del río revuelto, se entregó en cuerpo y alma enteros al felón que, sin formación ni escrúpulos, prometía villas y castillos, pero que terminó entregando grillos y casillas para someter a todos aquellos que no se plegaran al régimen del terror que impera y desespera, despojando al país de lo más valioso de su riqueza, su gente, que sin brújula huye en busca de un futuro tan incierto como el que aquí nos espera.

Pero si hubo aquellos, los desoídos profetas del desastre y los embelesados con el sátrapa, también surgieron los “proxenetas del desastre”, estos que buscando provecho político-electoral aprobaron, auparon y celebraron el artero golpe al Estado constitucionalmente estructurado, al Presidente democráticamente posicionado y a las Fuerzas Armadas profesional e institucionalmente preparadas. no obstante ser sorprendidas por la aviesa sedición entre gallos y medianoche.

Y así fueron sumándose más alcahuetas y proxenetas a las jaculatorias en pro de la supuesta revolución no para lograr verdaderos cambios, sino para llenar y rellenar sus bolsillos con dineros mal habidos en detrimento del grueso de la población venezolana que sobrevive en medio de las necesidades, el hambre y las enfermedades, esperando a la impávida comunidad internacional para que venga de fuera la salvación porque los llamados a encontrar fórmulas políticas para la solución se encuentran imbuidos en sus propias miserias y ambiciones, haciendo real el viejo refrán de que “no lavan ni prestan la batea”.

Mientras el poder ju-judicial y el ministerio impúdico están postrados ante el poder ejecutivo, y la prostituyente neutraliza a la Asamblea Nacional para que ninguna ley ni resolución adquiera legalidad, el resto de las instituciones entronizó la corrupción como indebida fuente de ingresos, haciendo más torturante y desesperante la vida de un bravo pueblo muy cerca de la implosión y tan lejos de la explosión, gracias a que ve una sola imagen y oye una sola voz que arrulla el silencio de sus sueños, opaca la luz del sol y apaga el brillo del alumbrado público.

La policía se excreta

José Rosario Delgado

La represión marca la rutina de Venezuela desde el 4 de febrero de 1992 y que se repotenció el pasado 4 de agosto de 2018, cuando el presunto presidente supuestamente venezolano presuntamente sufriera un supuesto atentado durante una celebración militar. El régimen acusó al expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, al Gobierno de Estados Unidos y a la oposición política interna de andar tras lo que denominó “intento de magnicidio”. Esa versión oficial se diluye cada vez que algún vocero trata de explicar lo sucedido y cada vez que algún “sospechoso” habla a punta de puñetazos, pues las fuentes oficiales ya perdieron la credibilidad hace rato.

El régimen con su policía se excreta aumentó la persecución contra líderes de la oposición, solicitó prisión perpetua para Julio Borges y detuvo ilegalmente, y a la cañona en su domicilio, al diputado Juan Requesens, acusándolos de ser los supuestos autores intelectuales del atentado, y la policía se excreta mostró un video donde aparece el joven parlamentario culpándose del atentado y sapeando a su mentor dirigente como responsable también del apócrifo atentado o intento de masnicidio.

Inmediatamente los voceros de la tiranía tomando todos los medios a su disposición y a su alcance, que son todos, comenzaron a encaratar el asunto con el único fin de agradar al dictador y su dictadura y tratar de hacer ver como una verdad la farsa montada más como tragedia que como sainete, aunque los esbirros se encargan de mostrar a todo público cómo es en verdad la catadura del régimen a la hora de obtener confesiones con torturadores que harían ver como muchachitos traviesos al “Negro” Sanz y a Nereo Pacheco.

Apelando a supuestas fuentes de inteligencia, la policía se excreta de miedo y se excreta en su misma cara y se excreta en la cara de la sociedad con grabaciones en las redes sociales, no por descuido o filtración de videos, sino para que todo el mundo vea de lo que son capaces y seguir amedrentando a la población famélica de hambre, necesidades y enfermedades y que mantenga puesta su fe en las bolsas del Clap, los bonos soberanos y los antojadizos aumentos salariales del tiranosaurio.

La policía se excreta y su régimen y continuarán buscando culpables del “atentado” o intento de masnicidio para demostrar que todas las luchas emprendidas por el bravo pueblo venezolano no tienen fundamento ni fin porque la dictadura está dispuesta a retener el poder por el poder mismo cueste lo que cueste, llevándose por delante a quienes tenga que llevarse y sin detenerse a pensar en la estela de víctimas que dejará su macabro camino de muertes y miseria que lo marcarán como la más tenebrosa dictadura que jamás haya visto el continente americano.

13 de agosto de 2018

joserosariodelgado@outlook.com

Todos los zombies del presidente

José Rosario Delgado

El gobierno, si pudiere llamársele gobierno al régimen que todos los días depaupera más al noble pueblo venezolano, pone la cómica cada vez que algún “harto” funcionario abre la bocota, y si no fuera por la tragedia que sufrimos, también a diario, la gente no tendría que añorar a la Radio Rochela. Cada vez que hay una fecha festejable montan una parranda, una charanga, una rumba con el fin de entretener a los nariceados asistentes para que no se aburran con las “perolatas” oficiales tratando de explicar la inexplicable infelicidad de la nación y la invencibilidad de la ya vencida revolución.

Mientras la galería se entretiene entre trago y trago, en perfecta formación todos los zombies del presidente, unos muertos de miedo y de hambre otros, se mantienen como en algunos ritos haitianos bailando los ojos y abriendo la boca, entre bostezo y bostezo, rogando a Dios que terminen la latosa parada y la pesada cadena para también participar en la callejera francachela con los respectivos bonos y “ranchos”, por amor a la patria, dentro de la gandola de reparto que estacionan estratégicamente en la periferia.

Siempre se pregunta la gente que pasaría si una avispa le aguijoneara la nariz o una oreja a alguno de los militares y milicianos amontonados en el patio, pero esta vez fue un dron de VTV el que paseó por el espacio aéreo de la parada. Un francotirardor, despistado y aburrido, probó puntería con el avioncejo y con tan mala suerte que atinó, se produjo una detonación (no una explosión) y todo el mundo se cuajó, y no de la risa, marcando la milla en 21 3/5, demostrando que en esas filas no abundan los ateos.

Todos los zombies del presidente siguen órdenes e instrucciones a ciegas, sin medir ni mediar palabras, al son del sable y de la peinilla que sus jefes planean y chasquean contra el macádam, y se mueven sólo pensando en salvar su propio pellejo, no el de algún pendejo al que le perdieron miedo y respeto, el que otrora inspiraban sus superiores a cualquier venezolano, incluso en aquellos desfiles esperados con disciplinada ansiedad y admirados con ceremoniosa solemnidad.

Los zombies del presidente no se calan al comandante alterno que no respeta y se irrespeta a sí mismo por lo que dice, lo que hace y lo que deja de hacer para desgracia del país que les entregó la confianza, el poder, y ahora se encuentra sumido en la peor de las tragedias. Para colmo, inventan una supuesta conspiración para cometer un presunto “magonicidio” e iniciar feroz cacería de brujas y con palos de ciego seguir arremetiendo contra la dirigencia que queda y los jóvenes que se quedan en su tierra para defender, con sus luchas y sus vidas, el hipotecado futuro que les pertenece, que falta les hace para desarrollarse, como fue costumbre en esta Venezuela desde el mismo día 9 de agosto de 1498, cuando llegó la primera avanzada cruzada de españoles.

7 de agosto de 2018

Fe de ratas

José Rosario Delgado

Comienzan a saltar las ratas porque huelen que la barcaza está hundiéndose y quieren conservar el pellejo. Son las ratas más peludas las que comienzan a pegar gritos y a dar picadas de víboras creyendo que al buscar tablas como respiradero se salvarían de la gran responsabilidad que en este desastre tienen y donde están metidas hasta la coronilla. Chillan dentro y fuera del país, en sus confortables poltronas o tribunas desde donde les meten un tiro a la dictadura y otro a la oposición como manera de distraer a la hambrienta audiencia que hace tiempo ha tenido tal ejercicio como entretenimiento mientras llega la comida en bolsas o cajas asqueadas y saqueadas en el camino.

Las ratas rojas rojitas orondas quieren dar testimonio de fe sobre una situación cantada hace nada más y nada menos que 26 años cuando tuvieron 25 hartándose de todo lo bueno sin asquearse de nada malo, pero ahora gritando “¡al tirano”!, “¡al tirano!”, como si estuvieran llegando en estos momentos y ocultando que tienen el rabo prendido en candela y los bolsillos llenos de dinero mal habido, y bien vivido, dentro y fuera de esta tierra arrasada por la ignominia.

Visibles panegiristas y ocultos depredadores se dan golpes de pecho cuadra’o en un intento vano de salvarse del dedo acusador de quienes sufren sus consecuencias y de la vara de la justicia que los hará pagar sus tropelías como se cobran las deudas del deshonor y como se expían las culpas ante la justicia divina que abarca a creyentes y no creyentes de la crisis humanitaria que nos acogota y nos embojota en un mismo saco a pesar de todas las diferencias que pudo haber en el pasado y de las pocas que pudiesen quedar ahora.

No escaparán de la rendición de cuentas los que haciéndose indiferentes u obedientes contribuyeron directa e indirectamente a colocar a esta rica nación en el cascajo de la basura, a hacer prósperos a los tiranos y dóciles a los habitantes de otras naciones sin que se les aguara el ojo mientras el llanto de las madres por los hijos ausentes o, en el peor de los casos, muertos por tan sólo gritar por su libertad y luchar por la democracia.

La nobleza del pueblo buscará de alguna manera proteger a algunas de esas ratas porque en el corazón de los venezolanos en general no existe el ánimo de la revancha ni la venganza, aunque otras de esas mismas ratas aseguran que todo lo que hacen es para cobrar lo que le pasó a un familiar metido en malos pasos cuando el país buscaba consolidar su sistema de libertades que se quedó en 40 años cuando deberíamos estar celebrando los 60 con un país en pleno desarrollo democrático, ejemplo de convivencia y responsabilidad.

La úlcera de cierta oposición

José Rosario Delgado

En la Maracay de los años ’60, cuando se veía muy poca gente pidiendo en las calles porque los automóviles no hacían filas, había un solo semáforo custodiado por un policía de punto, se podía observar en la avenida Bolívar a un moreno joven que se arrollaba el pantalón en su pierna derecha para mostrar una fea lesión con la cual conmovía a los transeúntes para que le dieran limosnas que le permitieran comprar medicamentos, que en la Venezuela de esa época había en cantidad y baratos, y así poder tratar la úlcera que lo aquejaba.

Juancito, que así se llamaba el mozalbete, recogía las dádivas en horas de oficina en las paradas de autobús, que también había bastante y baratos, a medio (Bs 0,25), con el fin de que los viandantes le aflojaran dinero sencillo, que en Venezuela sobraba como el arroz en esos años, y se retiraba a su casa a mediodía con los bolsillos repletos, como repleto llevaba el saco con los alimentos que compraba ahí mismito, sin cola ni especulación, y se daba el lujo, con la manga del pantalón ya en el tobillo, de abordar un taxi hasta su casa, que le quedaba cerca.

La gente de buen corazón lo ayudaba diaria y constantemente porque, además de la necesidad que reflejaba por la tragedia que vivía, Juancito era un muchacho muy simpático, hablantinoso y dicharachero que motivaba sonrisas y buen ánimo entre quienes veían y oían sus movimientos y chácharas matinales y vespertinas, permitiéndoles a los dadivosos irse a casa llenos de contento por su acción humanitaria y a contarles a sus familiares los chistes que aflojaba el mozo de la llaga en sus repetitivas peroratas.

Sin embargo, uno de esos días, el doctor Régulo Ottamendi (+), famoso médico maracayero, consagrado dermatólogo, buen amigo y mejor persona, habitué del Biergarten Bar, qué digo, Biergarten Park, lo vio y, por supuesto, se bajó del carro, lo llamó, lo montó y se lo llevó al Seguro Social de San José, donde era Jefe del Servicio de Dermatología, y luego de los exámenes y las curas respectivas, lo envió a su casa en un yip del Seguro.

Al otro día, cuando le tocaba hacerse la cura y continuar el tratamiento médico, el joven Juancito no se presentó, lo que prendió las alarmas en una institución dirigida, en ese entonces, por gente responsable y seria. Justo y necesario es decir que en aquella época, al paciente que no iba a la consulta mandaban buscarlo a su casa, al igual que inspeccionaban y fiscalizaban a trabajadores “de reposo”. Bueno, lo cierto es que fueron a buscar a Juancito a su casa y no estaba; andaba en las suyas, pidiendo plata en los alrededores de la Plaza Bolívar. Esto motivó a los funcionarios salir a sabanearlo en la calle, no sin antes invitar a su señora madre a que también los acompañara a comparecer ante el SSO.

Una vez en el Hospital, la querida mamá de Juan le dijo al doctor Ottamendi y a los fiscales que a ella no le convenía que le sanaran a su hijo, ya que después no tendrían cómo mantener a la familia porque ninguno estaba trabajando. Esta anécdota la recordé al ver cómo actúa cierta oposición en Venezuela; esa oposición que sostiene que si se sale de esta dictadura y sus esbirros no tendrán cómo manipular a una población desesperada ni cómo entretener a la comunidad internacional, mucho menos lograr recursos ni espacios para continuar sus actividades en pro de la democracia y de la libertad.

País votátil

José Rosario Delgado

En particular y empírico diccionario, considero a Venezuela país votátil. O sea, que vota y puede votar. Que vota. Es propenso a votar. Tiene 70 años de historia de voto universal, directo y secreto. Siete décadas ejerciendo el derecho a votar y practicando el deber de votar. Las dictaduras de antes, como la dictadura actual, conscientes de lo votátil que es la nación, eventual y tramposamente convocaban elecciones. Hubo una época en democracia en que era obligatorio votar. Para todas las diligencias cívicas y ciudadanas se exigía la escarapela “Votó” que adherían en la Cédula.

No sólo eso, sino que los partidos democráticos obligaban a sus militantes traerles el resto de las tarjetas de la baraja electoral para demostrar que sí habían votado con la verde o con la blanca. O con la amarilla. Las organizaciones de izquierda también obligaban a sus testigos y miembros de mesa a traerles ese tarjetero para justificar el pago del trabajo que significaba cuidar votos inexistentes por lo fácil de robárselos.

Hoy día existe el registro electoral permanente que significó un avance importante en las conquistas ciudadanas pues, antes, abrían un proceso de inscripción para poder votar el primer domingo del mes de diciembre del año de las elecciones, fecha fijada con anterioridad por el Consejo Supremo Electoral, que sí era un consejo electoral y supremo de verdad. No como el contubernio electorero que existe hoy y que pervirtió al REP y al funcionariado electoral que dio ejemplo y organizó comicios en otros países por su respetabilidad.

Todo eso hace suponer que teníamos una cultura democrática dentro de un Estado de libertades con un sistema electoral respetable y confiable. Transparente y abierto a todos los controles porque estaban representados todos y cada uno de los partidos políticos por muy pequeña que fuera su militancia o por muy grandes que fueran sus siglas. Compromiso había entre todos los participantes y sí protagonistas del acto de votación.

Por esa condición de país votátil que tiene Venezuela es que muchos no entienden cómo es eso que el sector más importante del país en esta coyuntura política, y en esta crucial situación socioeconómica, la oposición democrática, esté convocando al pueblo a no votar como manera de salir del nefasto régimen chavista de maduro y sus tombos e iniciar la solución de los múltiples problemas y la hambruna que nos agobia.

“No entiendo nada…”, decía un amigo cuando se hallaba en una encrucijada existencial sin explicación ni justificación. Bueno, así estamos. No votar como bandera de lucha ante la más grave crisis humanitaria jamás sufrida por Venezuela en toda su ya larga vida e historia republicana, dictaduras incluidas, y mucho menos con una experiencia democrática superior a los 40 años de cívica y ejemplar sucesión gubernamental mediante elecciones libres y soberanas.

Afortunadamente, por esa votatilidad que caracteriza a Venezuela es que vemos que cada día mucha gente se suma a quienes iremos a depositar nuestro Voto el domingo 20 de mayo por la más clara opción contraria al régimen continuista, oportunista y comunista de los que pretenden aferrarse al poder por el poder mismo, con promesas que nunca cumplen, ofreciendo lo que nunca cumplirán y profiriendo las amenazas que sí cumplen al pie de la letrina…

La campaña abominable

José Rosario Delgado

No hay duda de que el nefasto régimen y sus rufianes se han lanzado una campaña detestable, repugnante, abominable, pues. Todos los órganos del poder público se han puesto a la orden del presidente que quiere entronizarse, eternizarse y perpetuarse en el poder por el poder mismo y sin mirar qué, cuánto ni a quién se llevan por delante, sin importarles un comino la situación que vive el grueso de la población que no cuenta para su existencia con el pan nuestro de cada día ni con el más necesario de los elementos para saciar su sed, el agua potable.

Los altos mandos institucionales y su plaga mayor ofrecen por valles y veredas villas y castillos para supuestamente solucionar problemas que ellos mismo han creado y que en 20 años no han atacado ni solventado, intentando hacerles creer a los venezolanos que “ahora sí” le van a meter el pecho a la guerra económica, al imperialismo yanqui, a la burguesía criolla, a la derecha apátrida para hacer realidad el grueso legajo de tragedias y vagabunderías que el finado les legó a sus herederos.

El Padrino de la revolución todos los días mueve sus fuerzas armadas para meterles miedo a los electores decididos a Votar el domingo 20 de mayo y fortalecer a quienes no tienen intenciones de “legitimar” al régimen, los abstencionistas, pues. La desvergonzada jefa del instituto electoral ya gaguea de tanto repetir las sandeces que gorgojito le deletrea todos los días, haciéndole creer a la gente que no hay ventajismo en la campaña.

Asimismo, los segundones vicepresidentes se asoman a cada rato con mucho pelo y poco cabello a insultar a todo el mundo con su lenguaje soez, mientras los medios a su servicio, temerosos de ser vituperados ahí mismo, les dan más tiempo y más repetido que lo que la cobardía les exige. Medios de comunicación que no despliegan a sus periodistas, sino que pliegan su periodismo a lo que les dicta el régimen y no lo que les dicta su conciencia. Ya globovisión parece últimas noticias-tv.

Las groseras cadenas inundan las pantallas, irrespetan la programación y obligan a los televidentes a ver y oír las vaciedades que de tanto ver y oír ya no quieren ver ni oír. Sigue el felón de turno ofreciendo y prometiendo lo que no ha cumplido ni cumplirá y gritando las amenazas y castigos que sí cumple y sí cumplirá al pie de la letrina. Lanzan por menudeo “avances” oficiales y oficialistas disfrazados de rojo rojito como información “equilibrada, oportuna y veraz” como si los televidentes estuvieran chupándose el dedo ante la ignominia de los que tratan de meterles eso por los ojos.

Mientras todo esto sucede a ojos vista y llama la atención de la comunidad y de los medios internacionales, importantes sectores de la oposición venezolana llaman a la abstención de la comunidad electoral para que todo siga igual pero sin mover un dedo, sin hacer nada por taponar el deslave institucional y socioeconómico que nos mata de mengua, de hambre, de necesidades y de indiferencia emocional ante uno de los actos más sagrados del ejercicio democrático: el Voto…