Que algunos lideres democráticos de Venezuela sigan actuando como si nuestra crisis hubiese nacido en 2015 o con la llegada de Chávez al poder en 1999, no sólo es erróneo y demuestra un déficit notable en su comprensión de la realidad, sino que puede arrastrarnos a cometer errores muy serios y a poner nuevamente en grave riesgo a la democracia, casi inmediatamente después de que se logre recuperarla al salir del presente régimen, cuando logremos desembarazarnos de él.
Estas reflexiones vienen al caso porque nuevamente la mayor parte de los líderes políticos están llamando a la sociedad venezolana a participar en un proceso eleccionario, alimentando en ella, una vez más, la expectativa de que la recuperación de las libertades y el progreso está a la vista, al alcance de nuestras manos. Al margen de que se logre antes de 2024 obtener las garantías necesarias para que esos comicios sean limpios y se respeten sus resultados, trámite nada fácil, no se observa en la mayoría de esos líderes que entiendan cómo salir de la crisis, para lo cual no basta con desplazar al chavismo del poder, sea por elecciones o por cualquier otra vía.
Las lecciones a aprender hoy, en octubre de 2022, para poder recuperar la libertad y el progreso y para lograr que ellos se mantengan irreversibles en el futuro, incluyen fundamentalmente tres cosas: la necesidad de acordarnos para que la nueva democracia que construyamos sea una democracia plena, que asegure para todos justicia, oportunidades para el progreso y el bienestar, y no se limite a asegurar elecciones limpias; en segundo lugar que los liderazgos se comprometan de verdad con objetivos y estrategias para el desarrollo del país y no sólo para administrar los fondos públicos; y por último que hoy, y no en 2024, se construya una unidad de los liderazgos en función de los principales objetivos de desarrollo, incluyendo los económicos, los de equidad social, los de protección del ambiente natural, y los de gobernanza democrática, trascendiendo la búsqueda de una “unidad táctica” para participar en los comicios.
El compromiso de los liderazgos en el auge y el desplome del Proyecto de País de la Democracia
El progreso continuo habido en todos los niveles sociales hasta 1978 había hecho realidad muchos de los objetivos del Proyecto de País de la Democracia con el que se habían comprometido sus líderes en 1958, cuyos resultados ya se expresaban para los primeros años 70, antes del boom de precios del petróleo, en una clase media en continuo progreso y expansión, educada y políticamente activa.
El retroceso que se inició en 1979 y se agravó hasta los años 90, resultó del funcionamiento de una democracia que se apartó progresivamente de los compromisos con el cambio social y el desarrollo con los que se había iniciado, y se redujo gradualmente a garantizar la alternabilidad en el poder; es decir una democracia solamente electoral y no una democracia plena.i
El intento fallido de revertir el deterioro del desarrollo en la última década del Siglo XX
En un intento de revertir el deterioro comentado, a partir de 1989 el segundo gobierno del presidente Pérez inició reformas y nuevas políticas dirigidas a corregir deformaciones del estilo de desarrollo ya caduco, entre ellas una reforma institucional orientada a desaparecer vicios de excesivo centralismo político y administrativo, y reformas económicas que incluían un programa de ajustes dirigido a detener el deterioro progresivo que se había iniciado diez años antes en el bienestar económico y social de las mayorías.
Pero, no habiéndose construido un nuevo compromiso político que diese sustento a las reformas, los liderazgos fundamentales del partido de gobierno se opusieron a partes importantes de ambas líneas de transformación, mientras muchos dirigentes empresariales y laborales adversaron las reformas económicas y muchas figuras de las élites intelectuales, económicas y políticas se abstuvieron de ofrecerles el apoyo que necesitaban.
La “antipolítica”: último eslabón y no el primero de una cadena, ni la causa principal de la debacle
El Caracazo de Febrero de 1989 y su represión por las Fuerzas Armadas, el primer golpe militar de 1992 y el debate habido sobre el mismo en el Congreso Nacional, así como las disidencias existentes en el seno de los liderazgos de AD y Copei, fueron empleadas por importantes medios de comunicación para lanzar campañas muy negativas para la imagen del sistema democrático, como fueron algunas novelas de gran audiencia en TV y coberturas tendenciosas en diarios de gran circulación. También fueron amplificados los efectos de esos eventos por iniciativas de personalidades prestigiosas como fue la de “Los Notables”, quienes criticaron de manera abierta deterioros que eran reales en la democracia, en medio de una gran debilidad de las instituciones.
Pero no perdimos la democracia por la “antipolítica” practicada por esos medios y personalidades, esos hechos eran el último eslabón de una cadena que comenzó con el deterioro en el desarrollo del país evidenciado desde finales de la década de los años 70.
La degradación de la democracia de Venezuela y el debilitamiento de sus partidos que ya observábamos en la última década del Siglo XX eran dos expresiones de ese deterioro, que se fue haciendo importante en lo social en los años 80, hasta expresarse fuertemente en la esfera política con el Caracazo, los golpes militares de 1992, la interrupción del mandato del Presidente Pérez en 1993 y las campañas mediáticas que terminaron de minar la credibilidad del sistema democrático.
Toda esta secuencia erosionó el apoyo popular del que habían disfrutado los dos partidos mayoritariosii y deslegitimó a sus liderazgos en las bases de la sociedad, lo cual abrió las puertas por las que entró el chavismo para instalar y consolidar el actual Régimen Populista Autoritario, cuyas ejecutorias llevaron al clímax actual de la crisis.
Una nueva visión compartida de país, una estrategia de desarrollo y una democracia plena
En resumidas cuentas, la crisis no se resolverá si la comunidad política sigue jugando solamente a la democracia electoral. El estilo rentista de desarrollo de Venezuela se agotó hace más de 40 años, no solamente por seguir viviendo casi exclusivamente de unos ingresos que dependen de eventos internacionales que no controlamos, sino porque los partidos democráticos hicieron que el Estado siguiera manteniendo funciones que deberían haber asumido los ciudadanos, ya preparados para ello, y porque los lideres no renovaros su compromiso con el cambio social y el desarrollo, haciendo de nuestra república una democracia puramente electoral.
Otro compromiso, basado en una nueva visión compartida de país, tiene que surgir entre los liderazgos de partidos y sociedad civil, para cambiar de estilo de desarrollo y construir una democracia plena. Eso nos hace falta como pactos de hoy, y no los compromisos tácticos que se ven en preparación para participar nuevamente en comicios.
NOTAS
i Una selección de ocho indicadores relevantes de desarrollo muestra la variación de la calidad de vida de la sociedad venezolana entre los años 1958-1978 y los que van de 1978 a 1998 en términos económicos, sociales e institucionales: i) el salario real del trabajador se multiplicó por más de 2 entre 1958 y 1978 (año más alto) para llegar en 1998 a ser 25% más bajo que el inicial de 1958; ii) el índice de precariedad laboral (suma del desempleo abierto y el empleo informal como % de la Población Económicamente Activa PEA) era de 59% en 1958, cayó a 43,6% en 1978 y llegó a ser 60,1% en 1998; iii) los homicidios al año por cada 100.000 habitantes pasaron de 13 en 1963 a 11 en 1978 a 17 en 1993 y a 20 en 1998; iv) la población en situación de pobreza de ingresos pasó de representar el 27% de la población total en 1971 a 35,2 % en 1989, 38,6% en 1993 y 64.3% en 1998. En términos absolutos, se pasó de 4.7 millones de pobres en 1978 a 10.9 millones en 1989 y a 14.9 millones en 1998, se triplicó el número de pobres en los últimos 20 años de la democracia; v) El índice de calidad del régimen de gobierno (Polity IV, de -10 para la autocracia absoluta a +10 para la mejor democracia) pasa de -3 en 1957 a +9 en 1975 para caer a +8 a partir de 1992; vi) el índice mundial de libertad (Freedom House, de 0 a 10) pasa de mantenerse en 9.2 entre 1976 y 1987 a mantenerse en 6,7 después de 1993; vii) en libertad económica (Fraser Institute) Venezuela es percibida en 1980 por encima del percentil 90 de todos los países del mundo, para caer al percentil 67 en 1990 y por debajo del percentil 25 en 1995; y viii) el número de protestas ciudadanas (Base de Datos El Bravo Pueblo, López Maya), crece desde 1980 y las protestas violentas pasan de ser el 40% del total en 1984 a representar el 80% del total a fines del siglo.
ii Los votos recibidos por AD y Copei en las elecciones generales, en porcentaje del total de inscritos, habían pasado de ser un 50% en 1963 a superar el 80% a partir de 1973, coincidiendo con la rama ascendente del progreso y cayeron a 32% en 1993 y a 6,6% en 1998, siguiendo la tendencia del retroceso social de la década de 1980 y el descrédito de los partidos y liderazgos de los años finales de la democracia.