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A 66 años de la firma del Pacto de Punto Fijo

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 2 min.

Derrocada la dictadura militar de Pérez Jiménez y huido el dictador a Santo Domingo, el 23 de enero de 1958, dentro de alegría e incertidumbre, la inteligencia política de entonces y la Fuerza Armada acuerdan designar una Junta cívico-militar Provisional de Gobierno (presidida por el contraalmirante Wolfango Larrazabal Ugueto, el militar de más alto grado y antigüedad del momento, que venía de ser presidente del Instituto de Nacional de Deportes (IND) de la dictadura), para conducir el país y llamar a elecciones democráticas en tiempo prudencial con el fin de elegir al Presidente de la República y todos sus cuerpos deliberantes.

Los grandes líderes de los más importantes partidos políticos que se encontraban en el exilio, regresan al país y todos en sus intervenciones de retorno se comprometen con la transición a un régimen democrático de libertades y justicia. Se constituyó un gabinete ministerial interino y posteriormente la Junta de Gobierno convocó a elecciones para el 7 de diciembre de ese año, liberó a todos los presos políticos y se iniciaron juicios a los estrechamente vinculados a la dictadura incursos en torturas y asesinatos.

El 21 de octubre de ese año, a 37 días de las elecciones, se reúnen en la residencia de Rafael Caldera llamada “Punto Fijo”, él, líder máximo de COPEI, Rómulo Betancourt de Acción Democrática (AD)y Jóvito Villalba de Unión Republicana Democrática (URD) y después de muchas reuniones e ideas, firman un acuerdo (Pacto de Punto fijo) de gobernabilidad para ofrecer al Presidente Electo una base de sustentación y sostén suficientemente amplia y lograr la instauración de la recién democracia conquistada.

Este acuerdo se concretó en el gobierno de Rómulo Betancourt quien resultó electo Presidente en los comicios y fue el inicio de las cuatro décadas de mayor desarrollo en la historia del país.

Esos tres grandes líderes, Betancourt, Caldera y Villalba, tuvieron presente el gran interés nacional más allá de otros intereses que lucían subalternos ante aquel. Hombres de la talla y estatura integral de esos líderes es difícil encontrar ahora, si es que existen. Muy, pero bastantemente lamentable para todos, la afirmación que acabo de hacer, pero a mi entender es la triste, penosa y preocupante realidad. 

No tengo la más mínima duda que si esos tres inmensos líderes estuvieran hoy con nosotros, la situación fuera totalmente distinta. Ellos fueron verdaderos y auténticos orientadores del pueblo que le hablaron, no de lo que querían escuchar, sino de lo que debían. El liderazgo que ellos ejercieron, siempre sujeto a la ética y a la moral, fue formidable y contribuyó a la consolidación de la democracia que tuvimos y disfrutamos desde 1958 y hasta 1998; desafortunadamente desde 1999 empieza un trastrocamiento de lo que teníamos de una manera gigantesca y hoy estamos en lo que por desgracia aún tenemos.

Es necesario regresar a la fuente de esos líderes, tenerlos en nuestros espíritus presentes para llenarnos de autenticidad y voluntad y atender con éxito el desafío de este tiempo, que es inmenso.