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Algunas reflexiones nocturnas sobre este mundo circense en el que estamos viviendo. Algunos hacen videos, otros escribimos

opiniones
Tiempo de lectura: 7 min.

Trump está negociando la necesaria paz entre Ucrania y Rusia, pero seamos honestos: a los ucranianos los están jodiendo. Están perdiendo territorio porque Occidente está cansado. Esta guerra se perdió en el momento en que se convirtió en un conflicto prolongado, estancado, en vez de haber apoyado a Ucrania para repeler la invasión de forma decisiva.  Así que sí, aquí Biden también tiene su gran cuota de responsabilidad. 

Esperemos que esta paz sea duradera y Trump no termine siendo recordado como el nuevo Chamberlain. Trumperlain, leí por ahí. Porque seamos realistas: si sale con algún tipo de acuerdo estilo Múnich, donde Ucrania se vea obligada a ‘ceder’ territorio ocupado a Rusia a cambio de la supuesta ‘paz’, entonces ¿qué impediría que el próximo autócrata decida que las fronteras ya no existen? ¿Qué impediría a China cogerse 
Taiwán por la fuerza, por ejemplo? 

Estamos viendo el sepelio del orden global posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Claro que es necesaria la paz. Pero, ¿a qué costo? La gente dice muchas cosas. Pero lo que molesta no es solo lo que dicen. Es quién lo dice, porque el ciudadano de a pie puede decir cualquier cosa, pero el líder no. Ya no tenemos estadistas. No tenemos líderes de verdad. Tenemos influencers encorbatados. O, peor aún, mamarrachos que ni visten de acuerdo a la majestad del cargo. Cazadores de clout (influencia en redes) con una curul en el Congreso. Presidentes que publican memes. Ya no hay teoría política, solo estrategias de engagement. Puro marketing. Es más importante el Community Manager que el asesor político. Es más, los asesores políticos ahora pasan más horas haciendo videítos en redes que leyendo libros. Nadie está pensando a largo plazo. Nadie está pensando históricamente. ¿Tú crees que alguien "pierde el tiempo" en leer a Clausewitz? ¿A Kennan? ¿A Fukuyama? No, están revisando las tendencias para ver qué posición les da más likes. Todo es superficial. Todo es un show.

Por eso la gente cree que cualquiera puede ser político. Tienes empresarios postulándose porque, bueno, ¿por qué no? Tienes estrellas de reality show creyendo que la política exterior es solo otro guion. Tienes youtubers, podcasters y streamers de Twitch en las salas de prensa de la Casa Blanca simplemente porque tienen seguidores. Seguidores. Eso es lo que mide el valor ahora. No el conocimiento. No la experiencia. No la capacidad de gobernar. Esto es lo que pasa cuando una generación entera crece con trofeos de participación y ansias de validación en redes sociales. No entienden que liderar no se trata de ser querido. Se trata de tener razón.

El tema es que, parafraseando a Kennedy, están pendientes de los likes y de los votos pero no de las consecuencias de sus actos en las próximas generaciones.

Claro que hay algo rescatable en que los políticos conecten con las nuevas generaciones, adaptándose a sus formas de comunicación. Pero es que el problema no es cómo comunican, es lo que comunican. No estoy diciendo que los políticos deberían estar atrapados en el siglo XIX, escribiendo manifiestos a la luz de las velas. Pero hay una diferencia entre adaptarse a una nueva tecnología y convertirse en el producto de ella. Hay una diferencia entre usar una plataforma y ser la plataforma. Y ahora mismo, los políticos no solo están usando redes sociales sino que son esclavos absolutos de ellas. Son adictos al algoritmo como el resto de nosotros. Son igualitos a los influencers que entran en pánico si baja su engagement. Están gobernando según métricas, no según principios.

¿Qué pasó con aquello del filósofo rey? Necesitamos gente que estudie, que entienda la historia, que sepa que la política no se trata de vibras, sino de consecuencias. Pero vivimos en una sociedad post-literaria donde lo más importante es la fama, la relevancia. El tema está en que, como está diseñada la sociedad actual, la relevancia dura menos que un silbido. Es efímera, es volátil. Está dictada por lo que está en tendencia, y eso dura menos que un ciclo noticioso. Por eso seguimos eligiendo mediocres. Porque un público mediocre siempre elegirá un líder que refleje su propia falta de profundidad. Tenemos que empezar por nosotros mismos.

Ya no tenemos políticos. Tenemos creadores de contenido. Y como todos los creadores de contenido, viven y mueren por el algoritmo. Si no hay un gran cambio ya, la próxima generación de líderes va a hacer que estos parezcan Platón.

Ahora, de paso, nos hemos dividido en dos religiones, dos formas de sumisión, y ni siquiera nos damos cuenta de que son las dos caras de la misma moneda. O adoran la burocracia o adoran la tecnocracia. Y ambos dioses se los van a devorar vivos.

En este momento, en Estados Unidos pasamos de la paquidérmica burocracia a la caótica tecnocracia.

Los fanáticos de la burocracia son los que le rezan a Papá Estado. Todo debe estar subsidiado, todo debe estar controlado. La vida debe estar gestionada, monitoreada y regulada hasta convertirse en una experiencia confortable e idílica. Pero aquí está el detalle: ese Leviatán siempre colapsa sobre sí mismo. Se hincha, se vuelve ineficiente y, eventualmente, colapsa bajo su propio peso. Empieza con las bondades del Estado Benefactor y termina con la gente esperando seis meses por una cita para renovar el pasaporte. Es la ideología de los Peter Pan, de los que quieren ser niños para siempre. Que creen que si el gobierno no les está agarrando la mano todo el tiempo, están siendo oprimidos.

¿Del otro lado? Los arrodillados ante el mercado. Creen que, si eres rico, automáticamente tienes razón, te apellides Musk o Soros. Asumen que, si tienes éxito, debes ser inteligente. Y, si no tienes dinero, es porque eres flojo o estúpido. Predican la infalibilidad del capital. Son igual de jodidamente sumisos que los burócratas, solo que ante un altar diferente. Porque el dinero no es sabiduría. El dinero no es justicia. El dinero es solo dinero. Es una herramienta, sumamente útil, pero no una brújula moral. Pero esta gente - los tech bros, los lameculos de Silicon Valley y/o Wall Street - se han convencido de que su patrimonio neto es la única métrica que importa.

¡Es la misma inseguridad! Es la misma cosa. Toda esta generación tiene terror de pararse sobre sus propios pies, así que se esconden detrás de algo. O Papá Estado o Papá Dinero. O el gobierno debería cuidarlos o el mercado debería validarlos. Ninguno de estos cabrones realmente cree en sí mismo. Solo quieren que algo más grande que ellos les diga que lo están haciendo bien, como un niño buscando la aprobación paternal, sólo que, en este caso, se trata de un padre narcisista que los usa a conveniencia.

No nos movamos por el mundo esperando permiso ni validación. Pensemos de manera independiente. Asumamos riesgos sin llorar por un rescate. Entendamos que la vida es brutal y que nadie nos debe nada, sin que eso signifique convertirnos en cabrones desalmados. Pero nah, eso es demasiado. Es más fácil unirse a la Secta del Estado o a la del Mercado para que alguien nos diga cómo vivir o cuánto valemos. Para que alguien nos de estructura porque no podemos soportar el horror de nuestra propia libertad.

La realidad es que, si no pensamos por nosotros mismos, alguien más lo hará por nosotros. Si no construimos nuestros propios valores, alguna institución - corporativa o gubernamental, fascista o comunista - va a instalar su propio software en nuestro cerebro.

Pero, ya saben. Eso requiere esfuerzo. ¿Y para qué molestarse en pensar cuando podemos simplemente suscribirnos a un trend como si fuera un canal de YouTube?

¿Y saben qué es aún más gracioso? Todo el mundo tiene esta fantasía digna de Hollywood de que hay una sala. Una sala secreta. Llena de mentes maestras. Titiriteros. Los Illuminati, el grupo Bilderberg, los reptilianos, Soros, Musk, los Rothschild, los Templarios, el priorato de Sion, Bill Gates, Sauron, Voldemort. Qué se yo. Un consejo sombrío de poderosos que controlan todo.

¿La realidad? La realidad es mucho peor. No hay ninguna sala. No hay un gran plan. Nadie está al mando. Lo que pasa en el mundo es solo una serie de decisiones cada vez más estúpidas tomadas por mediocres con egos frágiles, que están tan perdidos como el resto de nosotros, pero tienen el poder de jodernos a todos de manera permanente.

Estamos - aquí y ahora, con o sin acuerdo en Ucrania - a un centímetro del Armagedón porque tenemos líderes que no son estadistas, no son estrategas, no son gigantes intelectuales. Son solo personas que, por alguna razón, escalaron hasta la cima del sistema. Y ese sistema premia la apariencia sobre la competencia, los memes sobre la política y la lealtad sobre el mérito. Así que terminamos con un montón de payasos haciendo malabares con granadas y esperando  que no se les caiga ninguna.

Los que manejan el mundo están improvisando. Estamos a tres Doritos de un evento de extinción, y tenemos boomers seniles y payasos populistas de TikTok tomando decisiones basadas en el engagement.

Todavía estamos lidiando con una pandemia que debería haber sido nuestra gran llamada de atención, pero nah, no aprendimos ni mierda. Nada. Porque en el momento en que la gente dejó de caer como moscas, todo el planeta simplemente hizo reset como si todo hubiera sido un videojuego. "Coño, ¡qué vaina tan loca! Bueno, como te iba contando...". Mientras tanto, tenemos, en este momento, más de una decena de distintos virus atrapados en el permafrost del Ártico. El próximo sí podría jodernos de verdad. Pero claro, más sabroso es el chisme, la elucubración. Que si un chino le metió un mordisco a un murciélago, que si Xi Jinping lo soltó de acuerdo con Bill Gates...

Claro que deberíamos estar aterrados. Pero no de una cabala omnipotente de genios manejando el mundo desde las sombras. Eso sería casi reconfortante. No, el verdadero horror es que nadie está al mando, solo una catarata de monos con hojillas improvisando mientras se creen la reencarnación de Marco Aurelio (si es que saben quién es).
 

@FranciscoPoleo R