Todo es más lento, los servicios se dosifican con el temor permanente de que se suspendan, hay más empresas cerradas que abiertas, y la escasez ya es estructural, pese a algunas burbujas de abastecimiento (como la actual) que sabemos que no pueden durar a menos que haya cambios importantes en la filosofía de desarrollo económico y se privilegie la inversión por encima del gasto.
El país se ha gastado la bonanza, y casi no ha hecho inversiones. Y eso es muy triste porque no deja ni siquiera el recuerdo de haber disfrutado la fiesta, pues fue para unos pocos que se quedaron con casi todo.
La vulnerabilidad actual no es una sorpresa, sino que ya se anticipaba desde hace muchos años, con un modelo que no es sustentable, y solo puede extenderse en el tiempo cuando hay mucho dinero para disimularlo; que cuando comienza a escasear y se anuncia que habrá cada vez menos, entonces quedan a la vista todos los males acumulados: en 70 años los temas sociales y políticos, y en los últimos 20 años, los económicos y estructurales.
Como sociedad estamos llegando a un punto de hacernos inviables, y la mejor señal de alerta es la estampida de venezolanos, entre 3 y 4 millones, que es más del 10% de la población, huyendo de una situación en la que estamos mal y vamos peor.
Estamos muy cerca de ser “reseteados” como país, lo cual nos da la esperanza de “reiniciarnos”, y hace que la construcción del futuro ya no dependa del presente o del pasado, porque allí no hay nada a que aferrarse.
No se trata de dos instantes donde todo cambia, pues mientras dura el “reseteo”, y comienza el “reinicio”, corremos el riesgo de apagarnos.
Tenemos que concentrarnos en el presente y seguir trabajando con las condiciones reales para mantenernos activos, cada quien haciendo lo mejor en nuestros roles en la sociedad, tanto profesionales y personales, como en nuestra faceta política y ciudadana.
Ojalá el gobierno entienda que a él le corresponde la iniciativa (que no es ir a una mesa a tratar de retener el poder) de lograr que trabajemos todos juntos, porque por este camino, lo que hay al final, no es bueno para nadie.
Social
Las bases populares ya no tienen diferencias entre ellos y se han convertido en una masa homogénea y sufriente que ayuda a su vecino, así este sea de un pensamiento político opuesto.
La polarización y la ideologización, son un lujo que ya el pueblo venezolano no puede darse.
El CLAP, para mucha gente, es la única posibilidad de acceder a alimentos, y como su distribución está en manos del chavismo, pudiera dar la falsa idea de que porque alguien lo recibe, automáticamente cuenta con su lealtad y sentido de pertenencia.
Hoy más que nunca, la gente busca y quiere soluciones, vengan de donde vengan, lo cual puede ser una inflexión que desactive el “Síndrome de Estocolmo sociológico” donde estaba estacionada la base vulnerable de nuestra sociedad.
Política
Excepto por las amenazas de aquí y de allá, hemos vuelto a entrar en una meseta, que se parece mucho a las anteriores.
El chavismo ha identificado, y está trabajando con ellos, a una “oposición sensata”, de forma tal de contar con un microclima favorable, pues reconocen a Maduro como presidente –la mayoría participó en las elecciones del 20M2018- mientras que la otra oposición, la verdadera, la que tiene con ellos a las bases, no lo reconoce.
Es el tema de “las oposiciones” a que se refería Maduro hace un par de semanas. Son todos movimientos tácticos que nos retrasan el poder llegar a una solución de fondo, donde las cosas cambien para mejor.
Estamos jugando con fuego, y nos podemos quemar.
Económico
Los dos momentos económicos más relevantes para un país, son cuando está en expansión, y cuando está en recesión.
La revolución estaba “diseñada” para expansión, pero la realidad le ha puesto a tener que sobrevivir en recesión, y eso no está en ninguna de las referencias conocidas.
Se sigue aumentando el tamaño del gasto, no ya solo por la inercia inflacionaria, sino desde el punto de vista de la estructura, pues el Estado sigue creciendo, y ya a esta altura, eso no es financiable.
El exceso de gasto público versus los ingresos limitados -petróleo, minas, otros- nos asegura una inflación estructural, la cual podrá ser disimulada por políticas tipo el súper encaje (única medida que se puede decir que es antiinflacionaria), la cual por sí sola, no es suficiente, pues no hay manera de detener el pago a proveedores, ni la nómina del Estado.
Ha llegado el momento de hacer una revisión profunda de nuestra economía, y replantearse desde el Estado un cambio radical que debe ser hecho ahora, conjuntamente, chavistas y opositores.
Si esperamos por el cambio político, para ese momento, ya posiblemente hayamos caído en un desmembramiento anárquico que ponga en riesgo a la república.
Y es responsabilidad del Gobierno iniciar estas reformas, lo antes posible. Luego puede ser tarde.
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