
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, durante toda la guerra fría, y ya entrando en la era postsoviética, fuimos culturalmente cooptados por el concepto de “los buenos” y “los malos” (the good boys and the bad boys). Lo cual se caracterizó por internalizar, a nivel de las personas individualmente, y de las sociedades como un todo, que los bandos tenían una, y solo una, confirmación: los buenos eran los norteamericanos y los malos todos los que se les oponían.
Nos acostumbramos, en la masiva exportación cultural de Hollywood, a ver caer por cantidades, indios apaches, alemanes nazis, japoneses, coreanos y vietcongs, así como rusos, talibanes y los terroristas de la zona del Medio Oriente. Todos vencidos por muy pocos norteamericanos, principalmente rubios de ojos azules, pero luego también negros (que eufemísticamente rebautizaron como afroamericanos) y de otras razas que se fueron incorporando al lado de los buenos, como pueden haber sido algunos latinos… pero siempre norteamericanos de los Estados Unidos.
Y pese a que no figuraban formalmente, en el subconsciente se sabía que los chinos también formaban parte del otro lado de la línea: todos esos eran los malos… dicotómico y sencillo.
Los grandes bloques de pensamiento fueron los comunistas y los anticomunistas… los comunistas eran los malos y los anticomunistas eran los buenos.
Desde nuestra Latinoamérica, tradicionalmente el patio de atrás de los gringos (en realidad, Centroamérica era el verdadero patio de atrás, y nosotros, en Sudamérica estábamos al fondo), veíamos todo eso como desde afuera, porque en realidad, los fenómenos del salvajismo de las guerrillas que actuaron en la región dirigidas por el comunismo de la Cuba castrista, y la reacción anticomunista de los gobiernos militares en cada país, casi no fueron incorporados a la embestida cultural que mencionaba más arriba.
Claro… era porque los buenos actuantes no eran gringos, sino militares locales y guerrilleros locales (hoy se llamarían terroristas), por lo que no sumaban a la épica estratégica de un solo gringo matando a decenas de enemigos, sin sufrir mayores daños… y si los sufrían, pues eran envueltos en la bandera y recibían salvas de infantería y el reconocimiento de su nación agradecida.
Por buscar alguna fecha referencial, pese a que hubo otras tantas, el 9/11, marcó un antes y un después, porque desde allí en adelante todo comenzó a ser menos claro y más confuso, porque para “hacer el bien”, los buenos también tenían que adoptar actitudes de malos y otras veces -pocas veces- los malos hacían cosas de buenos.
Desde esa fecha comenzó a tomar forma el antiterrorismo formal en aeropuertos y en las calles de las grandes capitales, dio pie a Guantánamo, y todo se mezcló… Ya los límites no estaban tan claros, y la izquierda comenzó a ganar elecciones, y países que tradicionalmente fueron parte de “los buenos” pasaron a ser “los malos”. Entonces hubo que hacer esfuerzos mayores de casi cirugía de precisión para lograr reconocer la parte buena que les quedaba a esos países recategorizados como malos.
Las izquierdas latinoamericanas, atentaron contra las instituciones que los habían llevado al poder y produjeron daños profundos en las sociedades donde actuaron, aumentando la pobreza e irrespetando los derechos humanos. Por lo que, en los países donde lograron destruir las instituciones, se mantienen en el poder, ya encolumnados con los bad boys, pero habiendo generado, al mismo tiempo, un rechazo interno tan grande que augura que, con la sola salida de estos gobiernos, el país automáticamente pase a encolumnarse con los good boys… categoría de la que nunca debió haber salido.
Y las cosas cambiaron, ya nada es dicotómico y sencillo; los conflictos modernos rara vez son simples enfrentamientos entre «buenos y malos», así como las guerras actuales tienden a ser asimétricas y multifacéticas, con la ciberseguridad y la información como nuevos frentes de conflicto.
Lo cual debe ponerse en la perspectiva de las fuerzas con bandera y las irregulares, que les dan un perfil novedoso y especial a los protocolos de enfrentamiento o normas de combate –rules of engagement– entrando en una zona gris, donde los “guantánamos” de este mundo pasan a ser parte de una nueva normalidad.
Entonces llegamos al presente año 2025, donde las relaciones internacionales se caracterizan por una dinámica compleja donde se hace necesario volver a trazar una línea límite actualizada. No hay que olvidar que, al principio de este artículo, alemanes y japoneses eran “malísimos” y ahora están claramente del otro lado. Y países que no figuraban, como Irán, ahora son parte del “eje del mal”.
Esta recategorización no es absoluta y depende de diversos factores, tales como la política interna, las relaciones diplomáticas, y la postura frente a temas globales como el cambio climático, los derechos humanos, y la paz mundial.
Lo que un país considera como una acción positiva puede ser visto como negativa por otro, dependiendo de sus intereses.
Los «países buenos» son frecuentemente vistos como modelos a seguir en cuanto a derechos humanos, sostenibilidad ambiental y cooperación internacional. Ejemplos incluyen a naciones que han adoptado políticas progresistas, han liderado iniciativas de paz, y han mostrado un compromiso sólido con la justicia social y la igualdad.
Mientras que los «países malos» son aquellos que pueden ser criticados por violaciones de derechos humanos, prácticas autoritarias, o acciones que amenazan la estabilidad regional y global. A menudo, estos países enfrentan sanciones internacionales y un aislamiento diplomático, lo que puede agravar aún más sus políticas internas.
Aunque las definiciones absolutas anteriores pueden ser distorsionadas por una palabra que cobró relevancia en los últimos tiempos, que es “percepción” (ser percibido), que se manifiesta a través de las redes y los medios de comunicación, con la cobertura mediática de las narrativas dominantes.
También entran en juego los intereses geopolíticos, que llevan a alineaciones temáticas, lo cual permite alinearse con otros en temas específicos, siempre manteniendo a la vista los límites que no se pueden traspasar, casi siempre impuestos por el país que lidera esa línea de acción.
Porque lo que un país considera como una acción positiva puede ser visto como negativa por otro, dependiendo de sus intereses.
En la diplomacia de estos tiempos, es fundamental reconocer que las simples etiquetas de «bueno» y «malo» simplifican excesivamente la realidad, donde muchos países muestran una mezcla de comportamientos y políticas. Por lo tanto, fomentar el diálogo y la cooperación se vuelve esencial para abordar los problemas globales de manera efectiva.
A medida que avanzamos en 2025, el desafío para la comunidad internacional es construir un marco de colaboración que trascienda las divisiones de etiquetas, porque el comunismo-anticomunismo, incorporó la dimensión de derecha e izquierda (que cada vez explican menos), cruzadas transversalmente por el woke–antiwoke.
Los esfuerzos conjuntos para combatir problemas globales, como el cambio climático y el terrorismo, requieren la participación de todos los países, independientemente de su reputación.
Pasamos de los caballeros con reluciente armadura, a los héroes uniformados bajo bandera, terminando en la actualidad en fuerzas no uniformadas que, respondiendo a una bandera o no, hacen que el campo de batalla sea más difuso, llevando a acuñar el concepto de lo “híbrido”, con el amplio rango de conceptos que caen bajo ese paraguas.
Desde que Donald Trump asumió la presidencia del país más relevante del planeta, abarcó en forma disruptiva una cantidad de temas conflictivos que hicieron cuestionar la dicotomía de bueno y malo. Porque en realidad, desde las más diversas realidades afectadas por sus amenazas, era el “bueno” actuando como “malo”.
Muy difícil de digerir, pero muy fácil de entender, porque eran realidades en movimiento. Si bien aún casi todas eran solo amenazas creíbles, los impactos que producían eran movimientos reales, obedeciendo a la amenaza.
Otra perspectiva que debería incluirse es la altura desde la que se percibe la situación bajo evaluación. Por ejemplo, el caso Rusia-Ucrania, siempre, desde el primer día, y tratándose de potencias nucleares, el verdadero choque fue entre Rusia y Estados Unidos porque se mueven intereses e información que ni Ucrania ni la Unión Europea están al cabo de manejar. Eso es visión satelital y solo esos dos países la tienen, y solo ellos dos pueden negociar.
Ahora, cuando bajamos a visión de avión, y cuando ya las conversaciones del nivel más alto están avanzadas, sí podemos encontrarnos con casos como el choque de Zelenski en el salón oval, donde había una asimetría de intereses; y donde Zelenski no podía entender por qué es que Trump hablaba de Putin… claro… es que estaban en una liga diferente.
O las conversaciones de Trump con Keir Starmer y con Emmanuel Macron (dos dioses menores en el altar nuclear) que tienen una perspectiva diferente a la de Zelenski, quien, con todo derecho, debe defender la soberanía de Ucrania, pero con muy altos niveles de dependencia de Estados Unidos y de la UE.
Todo hace pensar que ya Zelenski entendió que está metido en una guerra de grandes y muy grandes, y que él tiene que buscar salir del cuadrante pierde-pierde en el que se metió en la Casa Blanca, y buscar que Estados Unidos se siga comprometiendo con su causa.
O sea que, según este enfoque, no es que Trump sea amigo de Putin, sino que entre los dos tienen en sus manos la supervivencia de la civilización humana. Porque a ese nivel, aún estamos en la guerra fría, y el juego es quién de los dos aprieta el botón primero, para que lancen sus tandas de bombas nucleares… y ninguno de los dos quiere eso. Cuando hablan los grandes, los chicos no intervienen… por más injusto que parezca y por mas injustos que parezcan los resultados a obtener.
Es muy posible entonces, que Rusia se quede con Crimea y con parte de las tierras conquistadas, simplemente porque puede hacerlo… y porque detenerlo puede tener un costo gigantesco que la civilización occidental no está dispuesta a pagar… en fin… no solo Rusia es un bad boy, sino que también es un big guy. Pero claro… así como Putin es una amenaza, Trump también lo es…porque también, además de ser un good boy, es un big guy… y bigger than the other.
Por lo que no hay aún un resultado final excepto que la pulseada entre potencias nucleares se impone sobre todo lo demás. De lo que sí hay que tener claridad es que, para Estados Unidos, Rusia, China e Irán, son sus enemigos… y de eso no hay que tener dudas.
Entonces, el concepto de «eje del mal» sigue inconmovible y debe seguir siendo el factor de referencia que diferencie a los buenos de los malos… así en algunos momentos pueda haber una percepción transitoria diferente.
Para el caso de Venezuela, todo indica que Trump tiene un claro sentido de dirección y una secuencia de pasos, los cuales irán aplicándose al ritmo de las circunstancias.
Porque lo concreto es que el chavismo de Diosdado Cabello y Nicolás Maduro ya está anotado entre los bad boys, y el lado de María Corina Machado y Edmundo González no solo son reconocidos como parte de los good boys, sino que, junto con Bukele y Javier Milei, María Corina Machado es uno de los socios apuntados por Trump para liderar la región… y eso, no tiene vuelta atrás.
Es una cuestión de tiempo para que nuestro caso venezolano se alinee con cada uno de los frentes que tiene abiertos el chavismo en Estados Unidos. A medida que se vayan presentando, estos se irán ejecutando. Puede ser el tema Guyana, la jefatura percibida del tren de Aragua, los 25 millones de dólares de recompensa, la protección a Hezbolá y la asociación con Irán, y hasta la asociación con Rusia cuando lo crean conveniente.
Este caso de Chevron es solo uno de los pasos que entiendo tienen en Estados Unidos para presionar hasta que, alguno de los frentes choque y se produzca el efecto “fruta madura” que arrancó Trump en su primer gobierno, y que la izquierda demócrata (Juan Gonzales y Kamala Harris) suspendió y alivianó.
Vamos a tener un 2025 muy complicado en casi todos los frentes, el social, el político, el económico, el petrolero y el internacional… y el nudo que debe ser desatado para que las cosas cambien es la salida del chavismo del poder, y su entrega constitucional según el resultado de las elecciones del 28 de julio de 2024.
Recomendación
Al gobierno: que, frente a la nueva situación de limitación de ingresos, libere los controles de forma tal que las mismas fuerzas del mercado tiendan a buscar el equilibrio. El dólar dejará de ser la moneda de transacción y se concentrará -como históricamente fue- solo para el ahorro y preservación de valor. Por lo que la economía, al desdolarizarse, caerá en las fuerzas del bolívar, sometido nuevamente a la estancflación profunda que terminará en escasez y mayor deterioro en la calidad de vida. Ahora, si declararan al dólar como de curso legal, entonces es posible, que, con los mercados liberados, podamos defender el valor patrimonial.
A la dirigencia opositora: que prepare una campaña de información para compartir los pensamientos sobre la situación de las elecciones del 25 de mayo y de la reforma constitucional que quieren hacer. Que María Corina Machado explique en forma sencilla y directa las razones para la posición que está asumiendo, y que descoloque a los alacranes -abiertos y escondidos- que le están haciendo el juego a la división. También debe haber una campaña para poner a la gente a soñar con todo lo bueno que vendrá, que se reflejará en una calidad de vida superior y un foco de atracción para el regreso voluntario de aquellos de la diáspora que estén en condiciones de hacerlo.
A la dirigencia empresarial: que preparen a la comunidad empresarial para enfrentar este nuevo período de estanflación que se viene, y proponga cursos de acción estratégica y gerencial para defenderse; porque no hay posibilidades sino de defenderse. Porque las fuerzas que los atacan provienen de las líneas ideológicas del chavismo y de sus enemigos externos, tantas veces insultados y vituperados. Si bien los empresarios solo pueden reaccionar, deben hacerlo en forma proactiva buscando energía en la fuerza de la visión y en sus valores estratégicos. Lo que sí deben tener claro es que en esta etapa la improvisación no funcionará. Y el mito de la experiencia como sustituto de la educación, tampoco lo hará, En tiempos de turbulencia más les vale contar con un piloto con credenciales… por su bien y el de todos los pasajeros.
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