A una semana de las elecciones parlamentarias, el régimen ha desplegado todo tipo de recursos para ganarse el favor del electorado que alguna vez creyó en la propuesta revolucionaria promovida por el difunto eterno. Desastroso, porque no se puede catalogar de otra manera, ha sido el desempeño del presidente que contó con la aprobación del comandante para continuar su legado que, de por sí, ya estaba a las puertas de convertirse en la crisis que actualmente sufrimos los venezolanos. Muchas voces, a lo interno de su propio partido, le dijeron que se debían tomar medidas más racionales económicamente para afrontar el desplome de los precios del petróleo en el mercado mundial que ya estaba en ciernes, pero todo ha sido en vano, el cerco ideológico y los intereses de los grupos boliburgueses del régimen volvieron estas propuestas unas quimeras.
Así como quimeras son, el sin fin de promesas que ahora el presidente, y sus candidatos, ofrecen a un pueblo que en los últimos tres años solo ha observado como su poder adquisitivo se desvanece cada día más para comprar productos de primera necesidad que también, cada día más, escasean o aparecen con precios inaccesibles para la mayor parte de la población. Este malestar general se refleja en las diferentes encuestas a nivel nacional que anuncian una derrota inevitable para el gobierno a estas alturas del proceso eleccionario.
A falta de promesas creíbles, el régimen ha optado por el uso abusivo de todos los medios del estado, sin excluir la cooptación y las amenazas a muchos empleados públicos y beneficiarios de los escasos programas sociales que aún funcionan como la entrega de taxis, viviendas (a medio construir), tabletas electrónicas, etcéteras, para minimizar el éxodo de votos hacia otras opciones opositoras o la abstención masiva de sus otrora simpatizantes. La desesperación del régimen es tal, que en días pasados, en cadena nacional, el presidente ofreció tantas becas, pensiones y subsidios que los asistentes al acto eran los primeros que mostraban incredulidad en sus rostros.
Pero lo más lamentable son las acciones y actos vandálicos y violentos, que efectúan grupos armados y colectivos en algunos sitios donde los candidatos de la oposición democrática tienen previsto reuniones con sus copartidarios y simpatizantes sin que el gobierno, o el mismo CNE, se pronuncien en contra. Para este momento, esperando que sea el único, ya hay una víctima fatal atribuida a estos grupos “defensores de la revolución”. Aún el régimen tiene cartas que jugar, como alentar la violencia de estos grupos contra la oposición y tener la excusa para decretar un estado de excepción a nivel nacional. Con un gobierno desesperado, y con mucho que perder, cualquier cosa se puede esperar.
26/11/15