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Apropiación cultural

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 1 min.

El concepto de apropiación cultural no es el más peligroso de los que surgen de las políticas de la identidad, pero quizá sea el más empobrecedor. Los editores de la revista The Nation pidieron disculpas por publicar un poema que utiliza rasgos dialectales asociados a los negros. Scarlett Johansson recibió críticas porque iba a interpretar a una transexual. La actriz Ruby Rose sufrió un escrache en Twitter porque pretendía encarnar al personaje de Batwoman, pero al parecer no era lo bastante judía ni lesbiana para hacerlo. Otros protestaban porque Disney ha escogido a un heterosexual para interpretar a un personaje gay. En España, la cantante Rosalía ha sido acusada de apropiarse de la cultura gitana.

Aunque los casos son diferentes, el procedimiento es el mismo: un grupo se arroga en exclusiva un estilo o un tema. Como es un grupo que ha sufrido o sufre opresión e injusticias, somos indulgentes con su intento de limitar la libertad de expresión. A veces, la condición de víctima se ve como una línea de crédito inagotable.

La idea de apropiación cultural muestra una incomprensión del funcionamiento de la cultura, que vive de préstamos, mezclas, parodias y reinterpretaciones: la cultura siempre es apropiación cultural; las formas puras no existen.

Propone un mundo literal: es un movimiento contra la imaginación. Postula que no podemos imaginar la experiencia de los demás: debes callar y escuchar, sin que importe que lo entiendas o no, como en una ceremonia para una deidad ajena. Esa imaginación —que es estética pero, como han explicado Richard Rorty o Lynn Hunt, también moral— nos permite comprender a los demás y conocernos a nosotros mismos: es una forma de exploración y una manera de escapar de un destino preasignado.

Pero puede haber otra manera de mirarlo: quizá los que rechazan la ficción y la representación tengan parte de razón desde su punto de vista. Quienes han convertido su identidad en una representación absolutamente seria no pueden aceptar la representación lúdica: muestra que esa identidad unidimensional tiene algo de impostura y de kitsch, y que hay un elemento de falsedad en ese mundo que ha convertido lo auténtico en un fetiche.

@gascondaniel

El País

17 de agosto 2018

https://elpais.com/elpais/2018/08/16/opinion/1534421433_487492.html