Cierto que andamos a la carrera, en emergencia, el agua nos llega al cuello. Nos arropa la crisis enseñando sus múltiples rostros, según nos lo dice una amplia gama de cifras, unas conocidas, otras más bien adivinadas, porque se encuentren guardados bajo llave. Pero nos lo informa, sobre todo, la vida nuestra de cada día.
Está bien, pues, que la MUD tenga una agenda legislativa pensada para encarar la situación que nos abruma en varios flancos, sobre todo el económico, el más visible de todos. Hay, pues, no hay duda de ello, que ir tomando medidas rápidas, una parte importante de las cuales puede gestarse desde el Parlamento, mediante los necesarios arreglos entre los diputados, tanto tirios como troyanos, en colaboración con el Poder Ejecutivo, conforme lo manda la Constitución.
Está bien, digo, pero hay que mirar un poco más lejos de los agobios que derivan de la coyuntura. Dicho de manera breve, porque de eso se ha hablado mucho desde hace rato, me refiero a la necesidad de encarar un desafío estructural, el de la creación de una economía post rentista, tarea que por diversas razones (los acuerdos en torno al cambio climático, no son en este sentido un dato menor) se ha hecho hoy en día aún más imperativa, a la vez que compleja. En palabras que que ya tienen tinte de lugar común entre nosotros, hay, pues, que diversificar nuestra actividad productiva en un escenario distinto al de hace poco, tanto desde el punto de vista local como mundial.
II.
A estas alturas dicha tarea se encuentra pre dibujada (y al decirlo pido excusas por reiterar lo que he escrito en varios artículos anteriores) a partir de las exigencias que traen consigo los profundos cambios asociados al desarrollo tecno científico. Según las evidencias recogidas en numerosos estudios, tales cambios están generando consecuencias radicales en todos los planos de la vida social, entre el crecimiento de una nueva economía que transcurre según condiciones maneras y reglas inéditas. Es, expresado de manera breve, la economía correspondiente a la sociedad del conocimiento.
Visto lo anterior, la evolución futura de nuestra economía plantea, como una de sus condiciones esenciales, el fortalecimiento de las capacidades tecno científicas nacionales, dentro del esquema institucional expresado en los denominados sistemas de innovación. El post rentismo venezolano tiene, en síntesis, el rostro de una economía que sea capaz de producir bienes y servicios intensivos en conocimiento.
III.
Los diagnósticos a la mano indican que Venezuela anda mal en este campo y que la agenda de asuntos pendientes es casi interminable. Así las cosas, y empinándose sobre los apremios que derivan de la actual coyuntura, es necesario que la Asamblea Nacional pueda ocuparse de esta cuestión de tanta relevancia, urgida de medidas que se adopten desde ahora. En este sentido hay tres iniciativas que podrían marcar un buen comienzo: reformar la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI), encarar en sus distintas vertientes, incluyendo propuestas ambiciosas de “aggiornamento”, la situación de nuestras diferentes universidades y, por último, diseñar mecanismos que permitan que científicos y profesionales venezolanos altamente calificados radicados afuera (se habla de millón y medio de ellos), se vinculen de diferentes modos, según los casos, con el país.
Han escrito los historiadores que Venezuela entro tarde al Siglo XX. Ojala que, dentro de algún tiempo, no escriban también que nos demoramos en entrar al Siglo XXI.
HARINA DE OTRO COSTAL
Pido al cielo, es mi deseo por estos días, que a principios del año 2017 podamos decir que durante el año 2016 el país fue capaz de conversar y de entenderse y que, como fruto de ello, se lograron ciertos acuerdos básicos que permitieron que los venezolanos viviéramos en una sociedad mejor, en la que el futuro no fuera una palabra que nos provocara miedo, sino esperanza.
El Nacional, miércoles 22 de diciembre de 2015