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Crimen organizado

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

Una investigación de Transparencia Venezuela (Economías ilícitas en Venezuela) partiendo de los datos de Ecoanalítica, señala que en nuestro país el 21,74% del PIB proviene de «negocios» ilícitos. Esto viene a confirmar mi tercera ley sobre la situación nacional: «en Venezuela toda situación caótica generará un negocio ilegal que se nutre del caos». Una vez que un ilícito surge es casi imparable, porque muchas personas ganan ingentes cantidades de dinero con ello. La factura de todo, al final, las termina pagando el ciudadano desasistido, con menos educación, salud, seguridad, etc.

Cualquier persona con sentido común, aunque no tenga un HDP en economía, nota con facilidad que hay un montón de situaciones a las que se les percibe lo irregular a simple vista, aunque no se manejen cifras. Sin embargo, con el citado trabajo, ya nos encontramos con data seria y rigurosa.

Según el informe, la mayor parte de este 21,74% del PIB, proviene del narcotráfico con 4.919 millones de dólares. Le sigue el contrabando de gasolina con 1900 millones, haciendo honor a la misma divisa y, como diría Ali Khan, tercero contrabando de oro, cuarto extorsión en puertos. Seguramente, la participación de la actividad ilegal en la constitución del PIB es superior a las cifras señaladas, porque una de las cualidades de las actividades al margen de la ley es la dificultad para evaluarlas estadísticamente. Igualmente, no dejan de ser significativas.

El informe habla de que el delito en Venezuela se encuentra en una categoría que uno no sabe si fue creada especialmente para nosotros: «fase simbiótica». Esto quiere decir que las fronteras entre el crimen organizado y el sistema político se tornan difusas. No deja de ser curioso que, en medio de tanto desorden, el crimen no pierda su condición de «organizado».

Esto nos recuerda una de las frases favoritas que el inolvidable Kiko Mendive solía soltar con su gracia natural cuando las grabaciones de La Rochela se hacían caóticas: «¡caballero, esto es un desorden muy bien organizado, mira pa’eso!».

Algún día, cuando las corrientes de la historia cambien, habrá que revertir la ilegalidad. Sin embargo, según mi punto de vista esto solo podrá hacerse de manera progresiva, gradual, porque si se hace de golpe, los afectados podrían acabar contigo. Expongo mi tesis con un ejemplo sencillo, como el de mi estrategia para lograr se respeten los semáforos:

  • Lo primero seria establecer un horario mínimo de cumplimiento (de 8 a 10 de la mañana, por ejemplo), para que la gente no se sienta demasiado afectada por el cambio y lo asuma.
  • Una vez que esto se logre y la gente se sienta confortable con su nuevo margen de ilegalidad, se amplía el horario de respeto a mañana y tarde (nunca de noche). Mientras se hace esto, paralelamente se mejora la seguridad vial y la honestidad de los policías de tránsito con sueldos y entrenamiento. Superada esta etapa, meses o años después, ya podemos pasar a la siguiente fase.
  • A todo aquel que se coma una luz roja se le impone una multa significativa. Luego de un par de años en esta situación, ya entonces podemos pasar a la fase final y definitiva.
  • Obligar al ciudadano a pagar la multa.

Entiendo que este, que es mi plan de adecentamiento nacional, es sencillo con un semáforo, con el narcotráfico lo veo un poco más complicado; pero, en fin, la seguridad de Nueva York se debe, según dicen, a que comenzaron primero por los pequeños delitos y fueron a más poco a poco.

Sin duda que el informe de Transparencia Venezuela y las cifras de Ecoanalítica inquietan y nos resultan increíbles, alarmantes. Pero cuando uno ve los mencionados datos y porcentajes, surge también la otra cara de la moneda: la de la gran cantidad de compatriotas que, en medio de este desbarajuste, resiste con dignidad y sigue haciendo un trabajo honesto, decente, y que, a pesar de los pesares, constituye esa gran mayoría que honra al gentilicio.

Twitter @laureanomar

Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.