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Del abatimiento al salvacionismo

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 2 min.

Consciente de las limitaciones que me imponen la edad y el hábito racionalista, ninguna adversidad me hará desertar de la razón, aunque parezca aburrida para espíritus inflamados cuyas decisiones así como las emociones que las inspiran, pasan de la rotundidez al abatimiento. No dudo de la honestidad que inspira semejante cambio porque emana de espíritus comprometidos con el país. Para mí eso basta para guardarles consideración sin caer en la pésima costumbre de cubrir de epítetos estúpidos a quienes disientan de lo que sostenga.

Al descifrar el enigma de nuestra tragedia conviene restablecer la dignidad de la razón para fundamentar lo que se proponga y la forma hacerlo. Nadie es dueño de la verdad, pero el estilo que se adopte abre o cierra los cauces del fanatismo. De ese firme no me moveré ni un centímetro.

La situación actual es paradójica y también paralógica (ilogica con apariencia de lógica). Las medidas gubernamentales destinadas a revertir la morbosa degradación de la economía, la han intensificado. Ninguna de ellas ha ido al corazón del problema. Los controles, la falta de incentivos para invertir, la contumacia del déficit fiscal de la República y de su infartado corazón Pdvsa, se pagan emitiendo dinero sin respaldo que propagan el fuego de la inflación.

Nuevos controles de precios son inútiles. Se agotan al hacerlo los inventarios y su destino inmediato es el desabastecimiento. El default generalizado multiplica embargos y paraliza la precaria producción que pretenda rehuirlos. La diáspora de inversionistas y productores, tan brutal como la de compatriotas que huyen de la marabunta venezolana confirma los pronósticos más atroces sobre inflación y retroceso del PIB. El mundo no se engaña acerca del estado de la economía, los DDHH, la libertad y democracia de este país. Lo sorprendente es que nadie toma en serio las recetas del poder.

Sin un profundo y hasta hoy inesperado viraje político, el Gobierno seguirá saltando de un círculo dantesco a otro. Y es precisamente lo que una presión internacional cada vez más intensa le está exigiendo al señor Maduro. Elecciones verdaderas, libres, garantizadas e internacionalmente supervisadas.

El mundo no ha tomado a la ligera el caso venezolano. ¿Comprenderá Maduro, en la oscura situación en que se encuentra, cuál es su mejor o menos mala salida? Es de suponer que haya calibrado sus opciones: aceptar un proceso garantizado por la Constitución y la observación internacional o seguir alzado contra todos.

Si hay lógica en el mundo la oposición, sobre reales, artificiales o cómicas diferencias debería contar con una sólida y universal unidad plural, una moral alta –consciente de las posibilidades de cambio- y un lenguaje persuasivo, sin altisonancias retóricas ni desplantes maximalistas. Rechazar las elecciones libres reclamadas por el mundo, alegando que “nunca” habrá un proceso creíble, es asunto del gobierno, no de la oposición.

Esa paradoja: la proximidad de un cambio democrático sin sangre ni venganzas, acompañado de un curioso abatimiento emocional, me hace recordar a Picón Salas en su milagrosa obra: “De la conquista a la Independencia” (Edit FCE 1944).

Pese al optimismo trepidante de la ilustración, apreció don Mariano un estado crepuscular de cansancio negador de la cultura y la política, que idealizaba el ingenuo mundo natural y proclamaba la terapéutica salvacionista.

Una sofisticada manera de suicidarse, agrego ahora con la venia del ilustre merideño.