Se cierra una etapa: o se cambia el régimen en 2016 o este adquiere un nuevo aire, aunque sea por un rato.
El referéndum 2016 en términos administrativos ha sido cancelado por el CNE. Se sabe que si hay que recoger firmas, se recogerán; si hay que esperar horas interminables para firmar, se hará; si hay que movilizar a millones, ocurrirá. A pesar de todo este inmenso esfuerzo, el CNE ha recibido instrucciones para que no haya RR-2016. Sin embargo, la dirección opositora ha forjado un compromiso; el más arriesgado que haya realizado, consistente en afirmar que habrá referéndum o, de lo contrario, desobediencia civil hasta conseguir el objetivo de la salida de Maduro y la consiguiente convocatoria de elecciones presidenciales y restablecimiento de la democracia.
Una dinámica de desobediencia actúa como una corriente de succión que va sumando ciudadanos de todos los sectores, actuando de forma no violenta. Se articula en calles, plazas y medios de comunicación, hasta que la mayoría electoral se exprese como mayoría política y agarre la crisis por el pescuezo. Así, se sumarían sectores del chavismo, desde la base hasta ciertos niveles de dirección, y también oficiales militares decididos a esquivar órdenes ilegales o anticonstitucionales. Es un proceso que le quitaría uno a uno los peldaños a la escalera de caña amarga en cuyo tope se encuentra Maduro, quien, al final, quedará colgado de la brocha. O de la bayoneta. Caso en el cual hasta renunciar le sonará a serenata.
Hay tres instrumentos del régimen para impedir el cambio este año:
1. Intentar convencer a un sector de la dirección opositora de las bondades del referéndum en 2017, caso en el cual se dividirían las fuerzas democráticas a pesar de lo obvio que es que si el régimen surfea 2016 las posibilidades de referéndum luego serían bajísimas; sin contar la terrible paradoja consistente en que todo el esfuerzo opositor resultase en la presidencia, digamos, de Diosdado.
2. Resucitar el espectro de Zapatero y compañía para que la danza del diálogo engañoso entretenga, aderezada con alguna visita de Tom Shannon o de un enviado del Vaticano, que Maduro aprovecharía para dar la sensación de que hay negociaciones privadas, secretas o escondidas, y así apaciguar el deseo de cambio.
3. La represión policial, militar, paramilitar y judicial que ya se ha incrementado al amparo del zapaterismo dialogante, cebada de modo predominante en los más recios opositores.
Estos desafíos solo los resolverán estadistas. Es su hora. Ahora se sabrá si existen entre nosotros.
Fuente: http://www.el-nacional.com/carlos_blanco/Desafio-opositor_0_933506677.html