
Si estimamos la población venezolana residente en el país en 30 millones y que de esa cantidad 15 son mayores de 18 años y de ésta siete son estudiantes, pensionadnos o jubilados, tenemos 8 millones de nacionales en condiciones de trabajar, lo que constituye la potencialidad laboral de la Nación.
Ahora bien, de ésta última cifra apenas el 30%, es decir, 2 millones 400 mil, tiene un trabajo formal, el resto, 5 millones 600 mil son desempleados que se defienden en la economía informal, sumergida o irregular que es invisible al Estado por razones administrativas, con el agravante de no tener seguro social ni contrato de ninguna naturaleza. Aunque en la informalidad económica generalmente encontramos precios más bajos, la posibilidad de “regatear”, calidad aceptable y de ella vive la población de menos recursos, no menos cierto es que nace ante la ausencia de empleo formal, porque la economía del país está inmensamente deprimida ocasionada por políticas erradas y contraproducentes que lejos de incentivar las fuentes de trabajo las destruye en perjuicio grave de todos.
Cuando hablamos de economía informal lo hacemos de actividades fuera de la economía regulada y del sistema tributario, como los vendedores ambulantes, taxistas no registrados y otros oficios que suelen operar a pequeña escala.
Cuando la gente carece de recursos económicos para vivir y mantener a la familia por no conseguir trabajo formal, necesariamente se ve forzada a desenvolverse en la economía informal para subsistir con la incertidumbre que ello entraña.
Nuestra situación se agrava en extremo porque quienes están en la formalidad tienen asignados sueldos y salarios verdaderamente miserables que no les alcanza para obtener la cesta alimentaria, ni siquiera una cuarta parte, y por ello su tiempo libre lo dedica a desenvolverse en la informalidad para obtener recursos adicionales. Nuestro salario mínimo establecido por este régimen es el más bajo del mundo y nadie con conciencia se explica como vivimos en esta alarmante y altamente preocupante situación.
Necesariamente estamos emplazados y severamente desafiados a lograr una sociedad muy distinta y más justa en la que se respete la dignidad humana y se disponga de trabajo digno y bien remunerado. Es una de las primeras cosas por hacer y debe ser cuanto antes para que no nos legue la lluvia sin paraguas, eso sería muy serio.