¿Cuál ha sido la relación entre los empresarios y la política en los últimos tiempos? ¿Debería haber una relación o es preferible que sean como agua y aceite? ¿Quiénes son mejores presidentes, los empresarios o los políticos? En Venezuela no hemos tenido empresarios que hayan sido presidentes de la república. Lo más parecido fue cuando Eugenio Mendoza estuvo pocos meses en la Junta de Gobierno de 1958, así como la fugaz presidencia de Pedro Carmona en el 2002. Sin embargo, si ha existido una relación estrecha de empresarios con presidentes y con actores políticos. Así mismo, han ocurrido confrontaciones.
Cipriano Castro encarceló a varios banqueros por no aprobar un préstamo a la nación. Los empresarios “reflexionaron” y cedieron. Uno de ellos, Manuel Antonio Matos, quedó reconcomiado e intentó derrocar al Cabito. A partir de 1927 aumentó gradualmente el ingreso petrolero, lo cual permitió al Estado incursionar como empresario, aunque generalmente fracasado. Frecuentemente estableció medidas de control a las importaciones de materia prima y de productos elaborados. Cuando se implementó el control de cambio, muchas veces se otorgaron divisas de acuerdo con la relación del empresario con el gobierno de turno.
El empresariado se vio obligado a contar con intermediarios con buenas relaciones con el sector gubernamental. Como era de esperar, esto fue un terreno abonado para la corrupción. A pesar de todo, siempre ha habido empresarios honestos. En el pasado, pocas veces los empresarios confrontaron con los gobiernos, porque estos respetaban la propiedad privada. Este escenario cambió cuando Hugo Chávez, en forma arbitraria aprobó 49 Decretos Leyes, muchos de ellos violatorios de la Constitución.
Ante esta circunstancia, ¿qué actitud debían asumir los empresarios y los ciudadanos en general? ¿Acatar sumisamente o intentar que el gobierno revirtiera esos Decretos? Los demócratas intentaron convencer al incipiente dictador de que ese no era el rumbo, pero Chávez requería debilitar al sector privado. En defensa de la democracia, Fedecámaras, organización que incluye las diferentes Cámaras de comercio y producción, confrontó al gobierno con paros cívicos y apoyando marchas de protesta. Como consecuencia, Pedro Carmona y Carlos Fernandes, presidentes de esa organización, fueron apresados y tuvieron que exiliarse.
Se iniciaron las expropiaciones de empresas y de fincas, sin compensación. Los casos más conocidos fueron los de Radio Caracas Televisión y Agroisleña. Otros empresarios, acosados, tuvieron que vender, como los propietarios de Globovisión, de Últimas Noticias, de El Universal y de varios bancos. El Nacional resiste los embates de Trucutú Cabello, quien quiere apoderarse de ese periódico. Ante estos atropellos, muchos empresarios han tenido que ceder, despidiendo a periodistas, cambiando directores y gerentes, así como autocensurándose. Recuerdo que, ante una protesta de Gente del Petróleo, un empresario contestó “qué quieren, ¿que nos inmolemos?”. Quizá tenía razón, ya que del empresariado dependen muchos trabajadores y, además, es preferible contar con un sector privado disminuido a que el régimen termine de apoderarse de todas las empresas.
El dilema para un empresario, como para cualquier ciudadano, es hasta qué punto ceder. Lo que es inaceptable es que se pliegue a la dictadura apoyándola o incurriendo en corrupción. Criticar que Fedecámaras se reúna con el gobierno usurpador no es justo. En un país donde el que detenta el poder es “dueño de vidas y haciendas”, no queda otra que acudir a una reunión cuando se es convocado. Lo censurable es que cedan en principios y valores, prestándose a sinvergüenzuras o que declaren su apoyo al usurpador. Afortunadamente, la mayoría de nuestros empresarios se mantienen lo más alejado posible del régimen.
Desde luego hay casos vergonzosos, como el de César Parra, presidente de la Cámara Petrolera del Zulia quien declaró que “el problema es que ellos (los petroleros) eran una élite con buenas viviendas y campos deportivos”. Pareciera que Parra, para congraciarse con el régimen, predica que hay que nivelar por abajo. Mientras el venezolano que vive en un rancho lucha para tener una mejor vivienda, canchas deportivas para sus hijos y centros culturales, Parra quiere que se mantengan los ranchos y que los jóvenes estén ociosos y sean captados por la delincuencia. También es inaceptable que empresarios se plieguen al oficialismo para conseguir contratos en condiciones que perjudican al país o que promuevan proyectos que solo son rentables con subsidios del Estado. Desde luego, también abundan las empresas de maletín.
Es frecuente escuchar que los políticos son malos gerentes porque no han manejado ni una cantina escolar. Sin embargo, cuesta identificar a empresarios que hayan sido buenos gobernantes. Todo lo contrario, abundan los que fracasaron. Lamentablemente, por lo general tampoco los políticos lo han hecho bien. En Hispanoamérica muy pocos gobernantes han sido exitosos. En Venezuela, en los últimos 120 años hemos tenido presidentes civiles y militares, demócratas y dictadores. Unos lo han hecho mejor que otros, pero seguimos dependiendo del petróleo y persiste la desigualdad social y la pobreza.
Nuestro país está destruido. Para su recuperación requiere, entre otras cosas, contar con un empresariado con firmes valores éticos, que se juzguen a sí mismos, como predica Víctor Guédez, cuyas publicaciones deben ser de consulta obligatoria.
Como (había) en botica:
El Pacto para el restablecimiento constitucional que promueve Enrique Colmenares es una buena iniciativa, pero para que tenga éxito debe ser una convocatoria en la que participe la unidad opositora.
La dictadura quiere exigir a las ONG que rindan cuentas ante la Oficina contra la Delincuencia y financiamiento al Terrorismo. El objetivo es intimidar a quienes las apoyan.
Ya se encuentra en Amazon el libro ¿Quién destruyó a Pdvsa?, balance de la gestión de Rafael Ramírez, promovido por Gustavo Coronel y artículos de varios autores.
Lamentamos el fallecimiento de Alex Cazorla, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!