Endilgar es endosar a alguien algo desagradable o impertinente. Quienes están llenos de defectos e imperfecciones generalmente tratan de encajar a los demás sus defectos, tal vez con la alocada pretensión de liberarse de ideas dislocadas y pensando que en la medida que lo hacen masivo se generaliza el mal y pasa a ser consuelo de tontos. Además, cuando el mal es de muchos, los menos están seriamente conminados y desafiados no solamente a luchar porque no les llegue a ellos, sino primordialmente para que los muchos superen la situación que les afecta.
Este régimen con mucha frecuencia, fiel a la execrable estrategia comunista, vive etiquetando a quienes no les son incondicionales y así llaman apátridas, ultra derecha conspiradora, fascistas, terroristas y contrarios a la paz a todos quienes disienten, no le son dóciles ni entregados, a todos quienes luchan por la verdad, por el restablecimiento de la democracia, de la libertad, la justicia el imperio de la ley y creen que de esa manera nos anulan y descalifican.
Quien carece de razones para defenderse recurre al ataque y a la descalificación, pretendiendo que ofendiendo al mensajero acaban con el mensaje y llegan hasta el desconocimiento de la realidad como ocurrió con los resultados de la pasada elección del 28 de julio. Sin tener la verdad y carente de razones recurren a la criminal, inconstitucional e irracional tesis de desconocer la verdad, sustituyéndola con cualquier papel cargado de cifras falsas que solo la mente mefistofélica de ellos es capaz de crear.
Pero los calificativos infamantes, las etiquetas de cualquier género y la propaganda no pueden más que la realidad que es única en la que se estrellan las mentiras y falsedades.
Los perros ladran, pero la caravana pasa. Ellos pueden decir lo que les dé la gana, inventar lo que sea, pero la verdad siempre se abre paso y triunfa. Este monstruoso fraude que se pretende consumar no pasará porque nunca el mal triunfa ante el bien, nunca la obscuridad vence a la luz y nuestra verdad que es la verdad de todos y es la realidad se hará valer lo más pronto posible.
La paciencia del pueblo no es eterna, ella tiene límites, tiene un tope y creo podemos estar en él. Cuidado, mucho cuidado con un desbordamiento popular que se lleve por delante todo lo que consiga a su paso, sus consecuencias son impredecibles y siempre muy lamentables por siempre. No jueguen ni se burlen más de la paciencia popular porque pueden provocar lo que nadie desea.