I.
Dentro de unos días los venezolanos asistiremos a los centros de votación, un evento en el que, por cierto, tiene puestos los ojos una buena parte del planeta. Nos toca elegir a un nuevo Parlamento, cosa que haremos convencidos, la mayoría de nosotros, de que el CNE nos ofrece una plataforma tecnológica que es de fiar pero, por lo que llevamos visto, igualmente convencidos de que no pareciera ser un arbitro que sabe guardar la imparcialidad a la que está legalmente obligado, sobre todo porque no pone mayor empeño en garantizar la paridad en las condiciones de participación de los distintos candidatos, basta con observar como el Presidente Maduro se ha tomado para sí la tarea electoral del PSUV y la manera como se emplean los recursos públicos con fines proselitistas.
II.
Si miramos los diferentes comicios ocurridos a lo largo de una decena larga de años, los próximos del 6D resultan inéditos. En efecto, es la primera vez que, en una fecha tan cercana al día de la elección, las principales encuestadoras anuncian un probable triunfo de la oposición. Son las mismas, es bueno recordarlo, que en anteriores ocasiones informaron con antelación que la aritmética favorecía al chavismo, como en efecto terminó sucediendo. La posibilidad de que esta vez ocurra un triunfo de los sectores agrupados en torno a la MUD, ha suscitado elucubraciones de la más variada índole, gran parte de ellas girando en torno a si el oficialismo aceptará los resultados salidos del vientre de las computadoras e, igualmente, si acatará las consecuencias que de allí se desprenden.
III.
Supongamos, pues, que los sondeos llevados a cabo aciertan el 6D y que la oposición se alza con una victoria clara, tanto medida por al voto nacional, como por número de diputados obtenidos. Así las cosas, no hay duda de que el contexto político nacional quedaría dibujado de otra manera, con trazos muy distintos a los que prevalecieron desde finales del siglo pasado. El 6D pudiera ser, entonces, el epilogo de un período histórico. Y el 7D tal vez pudiera ser el prólogo de uno nuevo.
Si se cumple el vaticinio numérico, podría hablarse, digo, del epilogo de un período. En efecto, el chavismo dejaría de ser por vez primera la mayoría política del país, estableciéndose una nueva correlación de fuerzas (incluyendo a las agrupaciones que jugaron a no polarizarse), al tiempo que la Asamblea pasaría a ser un importante contrapeso para el poder ejecutivo. Ambas cosas se sumarían a la ausencia del Presidente Chávez - reemplazado por una dirigencia debilitada y en pugna - y a una grave crisis nacional expresada en múltiples planos (es peligroso pensar que sólo es económica y que, por ejemplo, dejar de advertir que el linchamiento del prójimo, como método de justicia, no asombre a nadie). En semejante escenario, el gobierno ha empezado a constatar que tiene limitaciones y que la terquedad ideológica ya no es posible.
IV.
Ante esta situación, al día siguiente comienza, entonces, a escribirse el prólogo de un nuevo tiempo. Habrá una nueva composición del cuadro político venezolano, con claros efectos tanto en la MUD como en el PSUV (es posible que se reagrupen las diversas fuerzas políticas, que haya separaciones, que cambien los liderazgos y surjan nuevas figuras, en fin).
Pero, más allá de que como se termine de dibujar el panorama, lo que uno pide es que el país vuelva a la política, desaparecida durante diez y seis años, arrinconada por tanto caudillismo y tanto petróleo a más de cien dólares y también por la reiterada tentación de las salidas rápidas. Uno aspira que el dialogo sea la tarea que nos tomemos más en serio los venezolanos. Que el acuerdo sea una palabra imprescindible, exigencia de una realidad compleja que amenaza literalmente con desbordarnos. Que la coyuntura no lo sea todo en la vida nacional y tengamos ojos para ver un futuro que hasta ahora sólo encaramos con la retórica. En fin, ¿será mucho pedir que el día 7 empiece a escribirse el prólogo de los próximos años asomando un país que, dentro de su heterogeneidad, funcione a partir de ciertas claves compartidas?
HARINA DE OTRO COSTAL
Malo lo que está ocurriendo con la selección nacional de futbol. No me refiero solo a las cuatro derrotas seguidas que nos alejan del viaje al mundial de Rusia, ni a la manera como lucio el equipo, a su juego descolorido, ejecutado con cierto desgano, con poco orden y gobernado por el despiste táctico, causa de la mayoría de los goles que encajo. Me refiero, también, a la atmosfera que rodea la actuación de la vinotinto. Al malestar que se percibe. A la incomodidad que parecer envolver a los jugadores, también al cuerpo técnico y seguramente a los directivos de la FVF. Y me refiero igualmente, al misterio que rodea las causas de lo que está ocurriendo y, así mismo, a las consecuencias que podían derivarse de ellas. Creo que se nos deben muchas explicaciones. No puede ser que dependamos solo de rumores y chismes.
Digo lo anterior porque el pasado lunes se reunió Noel San Vicente, el DT del combinado criollo, con la dirigencia del balompié venezolano y por lo que trascendió de lo que conversaron, al parecer no está pasando nada de lo que pasa. Seguramente son fantasías de la gente.
El Nacional, miércoles 25 de noviembre de 2015