Un señor llega al cielo y al cabo de algún tiempo decide hablar con San Pedro para decirle que él se sentía algo angustiado e inconforme con tanta paz y tranquilidad y que deseaba estar en un sitio de mayor movimiento y agitación y por ello informarle que quería ir al infierno para ver cómo era aquello. San Pedro le responde, usted me dice que quiere conocer el infierno, bueno aquí están los que ganaron estar aquí y desean seguir, si usted desea ir para allá es su decisión.
Llega el tipo al infierno y es recibido con una inmensa fiesta, la sala con un olor a rosas y donde había las mejores bebidas, las más exquisitas comidas, muy buena música y además mujeres muy lindas que lo acariciaban permanentemente, y piensa y se dice, esto es lo mío.
Cuando llega la noche decide regresar para informarle a San Pedro que resuelve quedarse en el infierno y el dueño de las llaves del cielo le responde, si esa es su decisión yo no lo contrariaré, puede irse y ojalá no se arrepienta.
El hombre emprende viaje al infierno y cuando le abren la puerta aquello es pura candela con un olor a azufre insoportable, monstruos de toda naturaleza que se matan entre sí y un ruido de metales ensordecedor. Va a hablar con el diablo y le pregunta ¿Qué pasa aquí, esto no es lo mismo que ayer?, el diablo le responde, usted vino como turista y ahora es residente, son dos cosas muy distintas. Evidentemente ese señor no conocía el infierno y ni siquiera había escuchado hablar de él y se dejó llevar por las primeras de cambio.
En política, donde está en juego el interés nacional y el Bien Común, tomar decisiones y actuar sin el suficiente conocimiento puede originar consecuencias muy graves. En 1998 muchas personas votaron por Chávez sin conocerlo; de él solo se sabía que era un militar conspirador que se alzó contra la democracia. Con muchos hablé para decirles lo inconveniente de votar por un militar y conspirador en traición a su juramento, para Presidente de la República, pero el resultado lo conocemos y la gente no se preocupó en examinar el remedio y solo decidió votar por un cambio sin importarle con quien.
El catastrófico resultado lo conocemos y sufrimos, resultó tóxico cuyas consecuencias aún padecemos. El Libertador Simón Bolívar, con inmensa certeza dijo, “El militar está formado para defender la República, no para gobernarla”.
De ese acontecimiento de Chávez que estoy seguro todos se arrepienten hoy, imagino se desprende que quienes no lo habían internalizado, tengan claro que en política no se debe improvisar, en política no se debe dar un salto al vacío, siempre debe ser en tierra firme. Cuando seleccionemos a alguien debemos tener la más absoluta seguridad que lo estamos haciendo por una persona decente, capacitada y con convicción de servicio y nunca para ver qué pasará.
Lógicamente debemos preocuparnos por la enfermedad, pero también por el remedio, al que debemos examinar y analizar mil veces, porque la toxicidad viene con etiqueta de dulce y hoy todavía por empalagarnos padecemos, espero que por muy poco rato y nada más, las gravísimas consecuencias de aquella decisión de 1998.