El autoritarismo se basa en la desconfianza hacia todos , y cuando se viste con traje revolucionario hace más ostensible su propensión a substraerse, como los reyes y dictadores, del escrutinio crítico de los ciudadanos, asumiendo sus gobernantes la condición de depositarios únicos de los intereses e ideas de toda la sociedad, otorgándose la supremacía moral sobre el restos de las concepciones políticas, descalificándolas como opciones alternativas
Cuando esta forma de gobierno, entra en crisis y se enfrenta una progresiva orfandad política, acentúa sus procedimientos represivos y activa un cerco mayor sobre las libertades públicas, con el cuidado de mantener la apariencia de democracia sin exponerse a los riesgos políticos que acarrea el libre juego de las ideas.
Muestra de este proceder se comprueba en la actitud de los gobernantes venezolanos, quienes para mantener el poder disminuyen los espacios donde se ejercen los derechos políticos y ejecutan la deleznable e infructuosa tarea de impedir a los ciudadanos el uso de la figura constitucional del Referéndum Revocatorio, que permite a éstos actuar como controladores naturales del Poder.
No es azarosa la predica del Gobierno para calificar al referéndum, que otrora mereció la pontificación oficialista, como un acto de guerra e identificar a sus auspiciadores como “El enemigo del Estado en la sombra”, apoyados por enemigos imperiales externos, con el fin de justificar el uso de mecanismos represivos y permanecer en el gobierno a pesar de la acusada perdida de legitimidad. En esencia se trata de instaurar la política del rencor, transformando los derechos políticos en amenazas que están obligados a combatir como un conflicto militar, recurriendo sin rubor, al constitucionalista del Nazismo Alemán ideólogo de la jus belli, facultad del estado para hacerles la guerra a sus ciudadanos. (Carl Schmitt)
El oficialismo se ha impuesto así mismo y a sus seguidores una forma de organización cívico – militar basada en la milicia (el mando sobre los civiles) y ha fracasado en su intento de extenderla resto de la sociedad que no ha permitido la militarización de su forma de vida y menos aún sobre aspectos vinculados con sus derechos al libre pensamiento y al ejercicio de la soberanía intelectual. Así, Venezuela es un experimento fallido del oficialismo que pretende hacer del Autoritarismo un hábito cultural.
La participación activa de la civilidad en los espacios públicos es una de las formas más efectivas para combatir el autoritarismo. Todos los demócratas estuvimos obligados a defender la libertad y el derecho al escrutinio crítico con nuestra presencia el 1 de septiembre en las calles de Caracas.
Impermeables al desaliento y al autoritarismo