Como era de esperarse, el régimen se apresta a jugarse su última carta para imponer el control absoluto sobre la sociedad venezolana y de esta manera perpetuarse en el poder imponiendo una nueva constitución que acabará con el sistema republicano como forma de convivencia de los venezolanos.
El desborde populista de sus últimas medidas económicas repartiendo dinero que no tiene pero que virtualmente se puede mimetizar en la banca y las transacciones bancarias electrónica y con una excelente campaña publicitaria, es una forma de mantener unidos a sus seguidores que aunque no llegan al 20%, según las últimas encuesta de opinión, será suficiente para imponerla sobre el 80% que rechaza al gobierno y desean su cambio.
Su estrategia es clara: aprovechar el agobio de las mayorias populares para lograr sobrevivir a la calamitosa situación económica a que nos tiene sometido pero que la mantiene alejada de la escena política y, en consecuencia, de que se produzcan manifestaciones de rechazo masivas como se vieron hasta el pasado año y, por otra parte, la obsecada obseción de la dirigencia política opositora de permanecer dispersa en sus visiones particulares de cómo lograr el cambio político necesario ¿O es que simplemente no lo saben?
Ya se cumple casi un mes desde que la Asamblea Nacional ratifico el vacío de poder en la función pública del gobierno y aceptó como legal la condena del TSJ en el exilio contra el jefe del régimen por su corrupta vinculación con la empresa Odebretch, sin embargo, aún no ha propuesto ninguna fórmula política, jurídica o constitucional para llenar ese vacío de poder y no ha sido porque se carecen de argumentos y propuestas de como harcerlo.
Muy habilmente el régimen ha dejado circular por las redes sociales lo que pareciera ser los puntos más importante de su proyecto de constitución comunal o cubana, como prefieren llamarla algunos opinadores de oficio, los cuales de ser cierto – y no existen razones para creer lo contrario- son francamente inaceptables para un país que aspira convivir con principios democráticos occidentales. En consecuencia, el mencionado proyecto debe comenzar a ser rechado desde ahora mismo.
Acompañando el despropósito constitucional tambien surge el rumor de que la respectiva consulta popular para aprobarlo o no, se efectuaría conjuntamente con las elecciones de concejales programadas por el complaciente CNE para el próximo 9 de diciembre, evento que ya divide a la oposición entre abstencionistas y votantes, lo cual es una de las ventajas que busca el gobierno para que sea aprobada la nueva constitución.
Esto ha comenzado a crear, nuevamente, el falso dilema opositor de votar o no votar, de si es legítimo o no, de que con este CNE no se puede votar o que el triunfo del régimen ya está cantado. La dirigencia opositora no puede caer nuevamente en este falso dilema porque la consulta popular no es para elegir concejales sino para elegir el futuro venezolano, sería un suicidio colectivo que la versión abstencionista se imponga como ocurrió el pasado 20M donde los abstencionistas dieron una demostración de ética, moral y dignidad republicana, pero se quedaron esperando que las acciones de la comunidad internacional impidiera que el jefe del régimen se mantuviera en el cargo que hoy continua ejerciendo con total impunidad.
La lección debe ser aprendida y la dirigencia y sociedad civil organizada deben primero, comenzar a rechazar el proyecto constitucional por todos los medios y segundo, organizarse para que ese 80% que rechaza al gobierno se presente en las urnas para también rechazar el esperpento constitucional que se propone y no que el 17% gobiernero se imponga porque los demócratas no asistieron a negar la propuesta para dar una nueva muestra de ética, moral y dignidad ciudadana.
Pero lo más importante sería que al rechazar masivamente la propuesta constituyente también sería una muestra evidente de rechazo al régimen que podría facilitar y abrir otras posibilidades para lograr el anhelado cambio político.
@lesterllopezo 08/10/2018