El discurso de Maduro, en su mitin del 1° de mayo, manifiestó el uso que hace el totalitarismo de la ideología para encubrir realidades e intentar tranquilizar (¿?) a los suyos. En un delirio que sólo es explicable por su enajenación a la retórica comunistoide, llegó a “ordenar” una “huelga general indefinida” si algún día la “oligarquía” lograse sacarlo de Palacio (¡!). O sea, el Presidente que ha arruinado a la clase obrera, condenándola a un proceso acelerado de empobrecimiento por la inflación que sus políticas han desatado; destruido fuentes de empleo; reprimido y desarticulado el movimiento sindical; pospuesto indefinidamente la contratación colectiva en muchos entes públicos; y sometido a empleados y obreros a dictámenes políticos ajenos a sus intereses, ¡le ordena ahora a la clase obrera a alzarse en su defensa! Maduro -¡al fin!- ha acusado el golpe del repudio popular. Recoger 2 millones y medio de firmas para iniciar el proceso revocatorio en apenas dos días, cuando solo se requerían 196.000, lo tiene desesperado. De ahí sus intemperancias e intimidaciones ante a los seguidores que aún le quedan. “Para variar”, invocó una vez más las amenazas de magnicidio, ahora de francotiradores que estarían apostados en las azoteas aledañas a la Plaza Oleary, razón por la cual la marcha no culminara en ese espacio (¡!). Y no dejó de referirse, sin pena alguna, a la “guerra económica” como razón de sus embestidas. Y así, sintiéndose Bolívar liberando a la América, profirió: “Pongo como condición que cese la guerra económica o, si no, el pueblo, con Maduro, haremos una rebelión para llevar la revolución a América Latina y Venezuela”. Los intentos de Maduro de galvanizar a los suyos cuando siente que el mundo se le desmorona, con falsificaciones, inventos, proyecciones de batallas épicas y llamados a cerrar filas en torno a sí, corresponden al más clásico talante fascista. Sin duda es tentador caerse a embustes cuando uno está en aprietos, pero ello es a riesgo de que la realidad atropelle trágicamente a quien así busca evadirse. Tal conducta atemoriza, además, por su similitud con un grave trastorno siquiátrico, cuyas características extraigo de la siguiente cita de Wikipedia: “La esquizofrenia …. es un diagnóstico psiquiátrico que se utiliza para personas con un grupo de trastornos mentales crónicos y graves, caracterizado a menudo por conductas que resultan anómalas para la comunidad, falta de percepción de la realidad, alteraciones en la percepción o en la expresión de la alteración de la realidad. La esquizofrenia causa además un cambio mantenido en varios aspectos del funcionamiento psíquico del individuo, principalmente de la conciencia de realidad, y una desorganización neuropsicológica más o menos compleja, en especial de las funciones ejecutivas, que lleva a una dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción social. Entre los síntomas frecuentes están las creencias falsas, un pensamiento poco definido o confuso, alucinaciones auditivas (¿el pajarito eterno? –HGL), reducción de las actividades de relación y de la expresión de emociones, e inactividad.” No se trata de estigmatizar a quien padezca este trastorno, pero sí de alertar el peligro que representa que una persona que lo sufra pueda ocupar la Presidencia de la República, con responsabilidad máxima sobre una Fuerza Armada al frente de la cual se han colocado, deliberadamente, los gorilas de siempre, pero ahora absueltos por revestirse de “revolucionarios”, gracias a la retórica chavista. Economista, profesor de la UCV. humgarl@gmail.com