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Festival de canes

Opinión
Artículos de opinión
Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 2 min.

Nada qué ver con el famoso encuentro de amantes espectadores, realizadores y premiadores de las joyas del séptimo arte; todo lo contrario, se trata del enfrentamiento de la jauría que el perrero mayor lanza contra quienes, ávidos de libertad y democracia, protestan la grave y agravada situación que vivimos y que poco a poco, en unos casos, está matándonos de hambre, de sed, de mengua y de indignación ante la impotencia de luchar contra una estirpe militar y militarizada que utiliza métodos y herramientas que el sátrapa no menciona, pero que forman parte del “legado” que dejó el difunto cubierto con gas del bueno.

Y no es sólo lo que se ve, se oye y se siente en las costillas por la acción de los torturadores esbirros de la dictadura pura y dura que nos somete a su aviesa y aberrada voluntad, sino que de una u otra forma, en ese otro campo de batalla que son las redes sociales, se hace gala de un lenguaje soez y lacerante que penetra en cada fibra de nuestras almas al promover pagos con la misma falsa moneda del ojo por ojo y diente por diente como si la revancha y la venganza fueran estrategia para sanar las heridas que cada día son más cruentas y profundas con cicatrices y que, al parecer, no estamos dispuestos a cicatrizar.

La hoy envilecida Venezuela siempre fue terreno de luchas, escenario de batallas, pero jamás campo de concentración de malos ni refugio de buenos. Desde las peleas indígenas hasta la lucha por la independencia, pasando por la guerra federal y las guerrillas, nuestro país siempre supo restañar sus heridas y unió esfuerzos para sacar a los sobrevivientes adelante, pero la perversión que nos sembraron desde 1992, al parecer, vino para quedarse.

Es verdad que la desgracia de una seudorrevolución llegó en el mejor momento político, social y económico de Venezuela y eso nos molesta horriblemente porque nos mató las ilusiones a todos, cada uno en lo suyo, y que pervirtió como en efecto pervirtió a las clases política y militar, a parte de la intelectualidad y del empresariado, que corrompió a los jefes de los órganos del poder público y que envileció hasta la ignominia a los organismos de seguridad y a las fuerzas del orden público, que eliminó, arrodilló y postró a los medios de comunicación social, pero eso debe servirnos no de doctrina para robustecer el “legado”, sino de lección para comenzar de una vez a prepararnos para la hermandad y la convivencia pacífica.

Aunque algunos de sus representantes meten leña a la candela por acción u omisión, la Iglesia Católica, fiel a la doctrina cristiana y a los principios de la fe, se mantiene firme en su lucha por la libertad y la democracia, lo cual nos da un punto de apoyo y de partida para iniciar el proceso de pacificación que nos evite llevar a una guerra vil… Sí, vil…