En lo que comenzó siendo una investigación del FBI, sobre la evasión de impuestos y el blanqueo de dinero, termino revelando una gran corrupción ligada al futbol a propósito de asuntos tales como elecciones manoseadas y tramposas, sobornos en la designación de la distintas sedes para eventos internacionales ( no sólo las copas mundiales), manejos turbios en la firma de patrocinios con grandes corporaciones, sospechas en la contratación de los derechos comerciales para la televisión y paremos de contar. Se destapó, pues, el escándalo en torno a la poderosa FIFA, suerte de Vaticano del balompié mundial, llevándose por delante a sus directivos y generando graves secuelas en las federaciones de varios países, entre ellos Venezuela, en donde fue acusado y destituido Rafael Esquivel, quien fungía como máxima autoridad del futbol nacional desde hacía catorce años, signados por la arbitrariedad y no pocos desaciertos.
Corría el año 2015 y aprovechando el sismo que ocasionaron las pesquisas del FBI, Nicolás Maduro, ya en Miraflores, habló de la necesidad de “refundar” a la Federación Venezolana de Futbol (FVF), lo que por supuesto no ocurrió. Al contrario, el organismo pasó a ser presidido por Laureano González, la mano no derecha de Esquivel, hasta que renunció por motivos de salud en 2020, luego de cuatro años de mandato. Asumió el cargo, entonces, Jesús Bernardelli, directivo de la institución, quien al poco tiempo fue destituido tras algunas acusaciones por malversación de fondos.
La misma película
Llegamos así a unas elecciones para nombrar la directiva de la FVF, efectuadas a finales de la semana pasada, bajo la observación de una Comisión Reguladora escogida por la FIFA, e incomprensiblemente puesta bajo la coordinación del mencionado Laureano González. Algunos grupos, entre los que cabe mencionar a la organización Venezuela Vinotinto, han señalado que el proceso estuvo marcado por diversas irregularidades (alteración del padrón electoral, presiones, violación del secreto al voto, en fin), que no pudieron ser ventiladas ante los organismos competentes, dejando como saldo un evento dudoso en cuanto a su transparencia y legitimidad, repitiendo de este modo la historia de procesos anteriores. Por otro lado, no hay que ser demasiado suspicaz para presumir la intervención del gobierno, según lo indica, por ejemplo, el nombramiento como Vice Presidente de la FVF de Pedro Infante, ex Ministro y actualmente diputado del PSUV.
En suma, funciono el esquema electoral, que durante tres décadas dejó margen a muy pocas alteraciones en el alto gobierno del futbol nacional, el que apenas aparentaba guardar, por si acaso, ciertos gestos propios del “fair play” en cualquier tipo de comicios.
Triunfó, así pues, el continuismo. Varios de los integrantes de la nueva directiva cuentan con el respaldo de varios de quienes han conducido a nuestro balompié, durante lo que parece casi una eternidad. Lamentablemente, la FVF se seguirá pareciendo a la FVF de los últimos tiempos. El establishment del fútbol aún puede dormir tranquilo. Domina el escenario.
Imposible no mencionar, aunque sólo sea de paso, que lo ocurrido en el fútbol revela una fragilidad institucional que no es ajena a ningún espacio de la vida venezolana. Es fiel testimonio de su déficit de democracia.
Cambio generacional
Es urgente la necesidad remover los viejos cimientos del balompié criollo, una tarea pendiente desde hace rato, que toca todos sus espacios (fútbol profesional, fútbol femenino, fútbol sala, fútbol playa y fútbol menor), cada cual a su manera y en su grado, y refiere, desde luego, a la exigencia de cambios en su armadura institucional.
La nueva dirigencia de la FVF ha hecho suya la bandera la bandera de la transformación. Yo quisiera creer, entonces, que me equivoque en mis negativas apreciaciones derivadas de la manera como fueron designadas las nuevas autoridades, encabezadas por Jorge Giménez, el nuevo Presidente de la FVF, el más joven (33 años) en ocupar ese cargo a lo largo de la historia de la organización. “Hoy se concretó un cambio bastante importante. Un cambio generacional en el fútbol. Hoy nos toca a nosotros tener la responsabilidad de estar al frente de esta federación y de ser las personas que vamos a dirigir el fútbol por los próximos cuatro años”, expresó en sus primeras declaraciones.
Los signos de interrogación colocados en el título de este artículo asoman el beneficio de la duda, cobijan cierta esperanza. Equivalen a apostar a que la administración de Jorge Jiménez le de otra cara a nuestro futbol, abriéndole cauce a nuevas ideas, oyendo opiniones más allá de su entorno, rindiendo cuentas y asumiendo que la permanencia eterna en los cargos es una pésima costumbre.
Vislumbrar este horizonte es, en mi caso, ejercer el derecho constitucional al optimismo. Es creer que tal vez Jiménez resulte una sorpresa agradable para nuestro maltratado balompié. Ojalá sepa pararse en la cancha.
En fin, amanecerá y veremos, como dicen.
El Nacional, miércoles 1 de junio de 2021