Cualquier similitud ¿pura coincidencia?
Las ideologías políticas fuertemente dogmáticas, tienden a comportarse como una secta de fanáticos religiosos. Dan por sentado que son las poseedoras de la verdad absoluta, y que han llegado, entre otras cosas, para salvar a la patria. Históricamente, se han apoyado en un partido único o preponderante; han necesitado frecuentemente de un liderazgo personalizado, preferentemente también único, de un hombre fuerte, inflexible, al que no se le contradicen sus ideas y que impone sus opiniones, y al cual no se le discute ni se le critica. Pero, esas mismas características que pueden producir partidos políticos extremadamente fuertes y cohesionados, aunque peligrosamente totalitarios, traen implícita su propia perdición.
Los ejemplos son abundantes. Podemos mencionar el caso del partido comunista y la dictadura de José Stalin, responsable directo e indirecto de alrededor de 3 millones de muertes, según estimaciones realistas. Durante su mandato cometió incontables fechorías y crímenes de lesa humanidad (es decir, contra la humanidad en su conjunto). Fue pieza fundamental en la consolidación de la Unión Soviética, que duró casi 70 años, como uno de los polos del poder mundial. La Unión Soviética tenía un sistema político de partido único y, a pesar de ser supuestamente una federación de naciones, éste dominaba políticamente y explotaba económicamente a diversas repúblicas que formaban dicha federación; así como a otros países comunistas que estaban bajo su influencia y “protección”
La historia de la muerte de Stalin muestra a lo que puede llegar el temor al “máximo líder” El miedo que se le tenía a Stalín era tal, que un día cuando en la mañana no salió de su cuarto, nadie se atrevió a molestarlo, hasta que, a las diez de la noche, cuando su mayordomo forzó la puerta y se arriesgó a entrar, lo encontró tendido en el suelo sin apenas poder hablar, con las mismas ropas del día anterior. Llamaron a los máximos líderes del partido y, pasadas 24 horas, a un médico. Le había dado un ataque cerebrovascular. Su agonía duró cinco días. Algunos estiman que si se hubiese atendido a tiempo hubiera sido posible que se recuperara.
Otro ejemplo lo constituye el caso de Mao Zedong, a quien llamaban “El Gran Timonel”, que dominó a China con mano férrea por más de tres décadas. Una de sus tantas decisiones políticas desacertadas, pero que tenían que cumplirse a rajatabla, fue a la que se llamó “El Gran Salto Adelante”, que produjo una hambruna generalizada del tal magnitud que se calcula que pudieron morir de hambre más de 30 millones de personas, aunque parezca mentira.
Una de las características del régimen de gobierno de Mao (y también el de Stalin) fue el del culto a la personalidad. Se le presentaba como ejemplo revolucionario, enemigo jurado de los terratenientes y empresarios y, claro está, del “imperio” norteamericano. La propaganda oficial lo mostraba como aliado y defensor de los campesinos y la clase trabajadora. A los niños y jóvenes se le inculcó el amor y veneración a Mao.
Este culto generalizado fue el que le permitió lanzar la Revolución Cultural, movimiento que duró una década; y que en el fondo no fue más que una lucha por el poder de una gran facción política contra otra, en la que estuvieron involucrados importantes casos de corrupción, que permitió un “golpe de timón” al fallecer Mao. Muerto el gran líder, se comenzó a hablar del “legado” de Mao. Muchos consideran que Mao fue un gran líder pero que cometió muchos errores. Hoy se le hacen importantes críticas y, en China, se le admira desde lejos, valga el término.
Se da la contradicción que, hoy en día, China es una nación con un enorme crecimiento económico, y que tiene un gobierno que pregona ser comunista; pero un sistema económico que representa lo peor del capitalismo actual, por sus políticas neoliberales, un auténtico “capitalino salvaje”.
Hay muchos otros casos que pudieran recordarse, pero para los fines que nos ocupan, con dos buenos ejemplos basta. Guardando las distancias históricas y las diferencias circunstanciales, en nuestro caso, entre el Partido Único Socialista de Venezuela (PSUV) y el máximo líder del llamado Socialismo del Siglo XXI, se pueden establecer no pocas claras semejanzas con los dos casos mencionados anteriormente. Aunque hay que reconocer que Hugo Chávez Frías, como nefasta figura histórica, no llegó a los niveles de los dos líderes comunistas en cuestión, probablemente no calzaba los puntos para ello ni las circunstancias se lo permitieron. En todo caso, sus partidarios siguen insistiendo en impulsar un odioso culto a su persona, y reiteradamente se empecinan en llamarle “El Eterno Comandante”, para lo cual tampoco calza los puntos.
Profesión: Ciudadano
05 de septiembre de 2016